La política no es ni teoría política, ni ciencia política, ni política. La exigencia filosófica y la exigencia política serían modos diferenciados de intervención teórico-práctica, modos heterogéneos que se requieren mutuamente, según Jean-Luc Nancy, quien rastreó la cuestión política allí donde la tradición solo hablaba de filosofía, de ontología. Así, pone de relieve la relación intrínseca, recíprocamente constitutiva de ambas. Afirma su existencia en común sin atribuirle una significación, ni una única identidad, ni una forma acabada, y, sobre todo, sin renunciar jamás a una puesta en común que haga justicia a nuestro ser singular plural. Una exigencia finita de lo inconmensurable
La
relación entre ontología y política no puede ser reducida a ninguna clase de
sujeto: se trata de ese “hay” impersonal, nunca creado y, como consecuencia, indestructible,
no derivable de ningún creador, entidad o fuerza que lo trascienda. Ni la
ontología ni la política por sí mismas tienen una causa, un porqué, sino que simplemente son,
están, son su misma puesta en relación, son el sentido, aunque no tengan
sentido alguno: es lo que sucede. De esta manera Nancy esquiva todo
movimiento trascendente de asignación del sentido
La
política nace cuando ella misma se separa de otro orden, un orden que hoy es
ese espacio público que ya no se considera sagrado, aunque sostenga esa
separación por medio del arte, del amor, del pensamiento, esa separación que
suponemos, es la de la verdad o el sentido, el sentido como un Afuera abierto
en el mismo centro del mundo, en el centro de nosotros y entre-nosotros como
nuestra parte común, ese sentido que no concluye nuestras existencias, que no
las suscribe a una significación sino que las abre a sí mismas, y por ende,
también, las unas a otras
La separación no anula la relación entre la
existencia y la política. Es una condición de posibilidad para cualquier
relación, si no, no la habría, es decir, habría más de lo mismo
(identificación, apropiación del sentido)
El
en-común de la existencia es soberano a condición de no ser subsumido a ninguna
significación dada, empezando por el Estado, supuesto garante de la verdad de
lo común. El Estado moderno, sostenido en su búnker entre el nihilismo y el
capitalismo, atenta contra cualquier posibilidad de soberanía para la
existencia compartida. Sin embargo, advierte Nancy, no se trata de sustituir
revolucionariamente un fundamento por otro, se trata de revolucionar el
pensamiento de lo estatuido
Lo que hace falta son
políticas revolucionarias, por ende, permanentemente renovadas, capaces de
introducir nuevas inequivalencias, nuevas distinciones y diferenciaciones que
den lugar a lo que necesariamente queda forcluido por el sistema, a saber, la
inconmensurabilidad del ser singular-plural
La práctica política
debe hacer posible que esa nuevas inequivalencias tengan lugar, y
simultáneamente, que ese lugar sea resistente a la identificación individual o
colectiva y a la apropiación del sentido circulante. Ese lugar ha de ser el de
una apertura infinita que todos y cada uno deben llevar a cargo, pues solo así se
puede transformar concretamente el régimen actual donde todo se ha vuelto
equivalente e intercambiable…El sentido consiste en que el sentido comienza o
recomienza en cada singular y no se consuma en ninguno, ni en la totalidad –
que solo es el encadenamiento de recomienzos
Entrar
en este pensamiento ya es actuar
Lo filosófico y lo
político se corresponden, se co-pertenecen y se co-determinan esencialmente: son instancias separadas y a la
vez próximas. Por lo tanto, es necesario repensar el vínculo de implicancia
recíproca que mantienen entre sí. Se trata de la instalación de lo filosófico como lo
político, de la mundialización de lo filosófico como lo político y de acuerdo a
esto, la
dominación total de lo político que es otra cosa que la política.
La interrogación acerca de lo político es lo que nos debe conducir hasta una determinación
política de la esencia
Este
cuestionamiento filosófico de lo político (j-L Nancy/ Lacoue Labarthe) era un
gran gesto filosófico a la vez que político, un gesto crítico, y más aún,
deconstructivo que tenía por fin cuestionar todo aquello que en ambos campos se
tenía por evidente, en especial, el sintagma moderno, “todo es político”. Tal sería
uno de los principales efectos de la realización de lo filosófico como lo
político, la dominación total de lo político. Señala la clausura de lo político
- que se fusiona con el reino integral de lo político bajo ese lema. Considera
la política como un espacio, un lugar y una posibilidad para la expresión de
determinados registros a los cuales, no obstante, no debe subsumirse, ya que es el espacio
de expresión de lo infinito, lo inconmesurable
Esta
dominación total de lo político se identifica como el fenómeno totalitario, la
situación política general de la era moderna, comprendidos los regímenes
totalitarios y las democracias liberales
Dice
Nancy que El totalitarismo es el horizonte insuperable de nuestro tiempo, subrayando
todo un discurso político en el término “insuperable” ya que, si bien el
término connota lo invencible, lo inmejorable, lo excelente, asociados al éxito
y la gloria, a la vez, indica, como en este caso, una instancia que “es el
colmo”, el Mal político absoluto, opuesto a la democracia
Jean-Luc
Nancy se preocupa específicamente por la democracia en cuanto tal, por la
democracia como espíritu, por su verdad, debe ser destino, tener la historia por carrera,
la soberanía por emblema y el sacrificio por acceso
Redefine
al sujeto de la democracia con una apertura que trasciende (y niega) las
concepciones tradicionales del mismo como sujeto autosuficiente, auto productor
con el fin y el interés anclados en sí mismo
Frente
a la comunidad absoluta del Inmanentismo, comunidad autárquica que se realiza a
sí misma como “obra social”, económica, técnica, etc, Nancy propone reflexionar
filosófica y políticamente la comunidad “inoperante” (desoeuvrée, desobrada),
así, nos dice,
La inoperancia designa
aquello que se retira de la obra, aquello que ya no tiene que ver con la
producción ni con el acabamiento, sino que encuentra la interrupción, la
fragmentación, el suspenso
Es la “comunidad
sin comunidad” o “comunidad sin obra”, o sea, la experiencia compartida de la
imposibilidad de la inmanencia absoluta. La comunidad inoperante implica la
resistencia filosófica y política a todo arkhé y a todo télos
filosófico-político
¿Se
preguntan - dijo Nancy hace unos cuantos años - si no se ha instalado sin que
lo advirtamos una forma suave del Totalitarismo, si bajo el mando de la dominación
tecnológica no estarán ocurriendo procesos de re-substancialización del cuerpo
político que sufraga, una intensa fabricación de consensos y una difusa
ideología centrada en un determinismo sicologista?
También
advirtió – utilizando el cinismo como estilete crítico - que el nazismo
debería releerse como la mejor forma política ya que nos aclara sobre la
esencia de lo político en la Modernidad y recoge una herencia filosófica
deformada, pero - aclara en el mismo tono – que no hay que equivocarse, el
nazismo es un “humanismo” en tanto que se basa en una determinación de la
humanidad más poderosa a sus ojos, más efectiva que cualquier otra
La
democracia - sigue Nancy visionariamente – estaría a punto de secretar una nueva
forma de totalitarismo apostando al hombre laborans, a la recuperación
social del espacio público y a la pérdida de autoridad como característica
distintiva del poder
Lo
distintivo del nuevo Totalitarismo sería el retiro de lo político, la dislolución
de la trascendencia. Nancy sustituye el término por inmanentismo y lo define como
la práctica
de la lógica de la absolutez bajo la cual, el ser, tanto individual como
colectivo, es concebido como ser ab-soluto perfectamente desprendido, distinto,
clausurado, sin relación, que penetra todo el territorio de la vida social y
queda así desprovisto de alteridad.
Sin
que se trate de regresar a las antiguas formas de trascendencia, sino de volver
a plantear y reelaborar el concepto de trascendencia política como una tarea
exclusiva de la esencia de lo político que se originaría en la articulación del
poder como fuerza material, en la relación de comunidad y en una verdad no-objeto
de una intención y voluntad, sino de una verdad en presente, el presente de una irrupción (o
disrupción) que no introduciría ninguna figura, ninguna nueva autoridad, una
verdad que está más allá del proyecto, una afirmación de ser en el mundo a pesar de
todos los proyectos existentes destinados a iluminar el sentido del mundo
A
diferencia del Totalitarismo, que agrupa regímenes políticos dictatoriales
donde el Estado ejerce un poder irrestricto, el Inmanentismo describe el
horizonte general de nuestro tiempo que engloba también las democracias, sus
estados de excepción, sus frágiles parapetos jurídicos y las disputas
chapuceras entre la Ley y el derecho
Después
del 68 estamos de lleno no solo en el fin de las concepciones del mundo sino también
del trazado de horizontes, la determinación de objetivos y la previsión
operativa, y el abandono de una historia en la cual ya no seríamos los sujetos sino una historia
que nos sorprendiera o nos arrebatara, lo que para Nancy es el evento
Se
abre otro régimen de pensamiento, desestimando las formas de presentar un dato
histórico ya preformado como progreso, y de inspeccionar las cosas en nombre de
la razón
La comunidad no es UN
ser en común sino un ser EN común, estar uno con otro, lo que significa que
puedo decir YO solo si puedo decir nosotros. La alteridad consiste en la
no-presencia a sí. Somos otros – cada uno para el otro y cada uno para sí – por
el nacimiento y la muerte, que exponen nuestra finitud o que hoy exponen A la
finitud
Lo que
cuenta es que la verdad no puede ser definida por ninguna autorización previa y
solo puede proceder de un deseo que se expresa o se reconoce en ella, por
tanto,
la democracia no debe
disponer de autoridad alguna identificada a partir de un lugar diferente a un
deseo en el cual se exprese y se reconozca una verdadera posibilidad de ser
todos juntos en común
Nancy
nunca reposa en aguas tranquilas, nos convoca a pensarnos, a pensar la
resistencia, la solidez de nuestro ser, del EN o el ENTRE que nos reparte a la
vez que nos espacia, que nos pone cara a cara frente a la alteridad de lo otro,
del otro y de los otros. Al mismo tiempo nos provoca con una política
completamente distinta a la que conocemos, de una significación abierta. Su
medida es siempre lo inconmensurable. El ser o la existencia es en tanto ser o
existencia singular plural, es una medida inconmensurable, es la medida de lo
inconmensurable. Así, según Nancy, lo que somos en tanto existentes es
eso mismo que compartimos, y lo que compartimos no es otra cosa que la finitud.
Compartimos el hecho de ser una pluralidad de singularidades finitas, una
comunidad indefinida e indefinible de
seres singulares, únicos, y por tanto, irreemplazables, esto es,
inconmensurables
En la
mentalidad de nuestro tiempo, hablando en general, hay una grieta abierta por
el abandono de lo político, de tal modo que la anulación de todo
cuestionamiento a la esencia de lo político surge como voluntad de dominio que
no da lugar para la elección política
Quisiera interrogarnos
a nosotros que habitamos este extremo, nosotros que estamos quizá en el extremo
de este extremo, en el extremo ultimísimo del nihilismo, es decir ¿donde?, se pregunta Nancy
Tal vez pensamos más o
menos discretamente para nosotros mismos, tal vez la incertidumbre de “lo que
se debe hacer” es hoy tan grande y fluctuante, tan indeterminada que no
necesitamos ni siquiera plantearnos la pregunta
Debemos decidirnos a ESTAR
EN COMUN, A PERMITIR A NUESTRA EXISTENCIA EXISTIR. No solo es cada vez una
decisión política, es una decisión a propósito de lo político. Permitirnos a nuestra
alteridad existir en conjunto, inscribiéndonos como comunidad e historia y
entonces, en consecuencia, recuperar el sentido de lo que es ESTAR JUNTOS,
SER-CON, sin atribuirles un carácter inmediatamente político
El
destino de la democracia está ligado a la posibilidad de un cambio del
paradigma de la equivalencia. Introducir una nueva inequivalencia que no sea la
de la dominación económica, la de los feudos y los aristócratas, la de los
regímenes, tampoco la de las espiritualidades, los heroísmos o los
esteticismos. Se tratará de encontrar un sentido de la evaluación que le dé a
cada gesto evaluador la posibilidad de no ser medido de antemano por un sistema
dado sino ser en cado oportunidad la afirmación de un valor o un sentido único,
incomparable, insustituible
Jean
Luc Nancy es un pensador de la excedencia, de la demasía, con una pasión por
instigar los límites, por interrogarlos, para que nos extravíen y nos dejen a
solas con el desastre del pensamiento en el continuum supuesto del sentido
Esa
desmesura evoca el brazo largo del maestro que juega a rebasarse como una
sublime provocación
Mayo
2021