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370 - La medida de lo inconmensurable
Reflexionar acerca de lo político como instancia distinta, distinguible, de la política, es una emergencia de estos tiempos. La diferenciación entre estas dos instancias conduce a poner en evidencia, bajo distintos nombres, una esencia de lo político que al mismo tiempo consistiría en una reflexión acerca de la determinación política del pensamiento occidental. Cabe agregar que la política proporciona un fundamento contingente y principalmente temporario que no logra ni opacar ni clausurar lo político

 La política no es ni teoría política, ni ciencia política, ni política. La exigencia filosófica y la exigencia política serían modos diferenciados de intervención teórico-práctica, modos heterogéneos que se requieren mutuamente, según Jean-Luc Nancy, quien rastreó la cuestión política allí donde la tradición solo hablaba de filosofía, de ontología. Así, pone de relieve la relación intrínseca, recíprocamente constitutiva de ambas. Afirma su existencia en común sin atribuirle una significación, ni una única identidad, ni una forma acabada, y, sobre todo, sin renunciar jamás a una puesta en común que haga justicia a nuestro ser singular plural. Una exigencia finita de lo inconmensurable

La relación entre ontología y política no puede ser reducida a ninguna clase de sujeto: se trata de ese “hay” impersonal, nunca creado y, como consecuencia, indestructible, no derivable de ningún creador, entidad o fuerza que lo trascienda. Ni la ontología ni la política por sí mismas tienen una causa, un porqué, sino que simplemente son, están, son su misma puesta en relación, son el sentido, aunque no tengan sentido alguno: es lo que sucede. De esta manera Nancy esquiva todo movimiento trascendente de asignación del sentido

La política nace cuando ella misma se separa de otro orden, un orden que hoy es ese espacio público que ya no se considera sagrado, aunque sostenga esa separación por medio del arte, del amor, del pensamiento, esa separación que suponemos, es la de la verdad o el sentido, el sentido como un Afuera abierto en el mismo centro del mundo, en el centro de nosotros y entre-nosotros como nuestra parte común, ese sentido que no concluye nuestras existencias, que no las suscribe a una significación sino que las abre a sí mismas, y por ende, también, las unas a otras

 La separación no anula la relación entre la existencia y la política. Es una condición de posibilidad para cualquier relación, si no, no la habría, es decir, habría más de lo mismo (identificación, apropiación del sentido)

El en-común de la existencia es soberano a condición de no ser subsumido a ninguna significación dada, empezando por el Estado, supuesto garante de la verdad de lo común. El Estado moderno, sostenido en su búnker entre el nihilismo y el capitalismo, atenta contra cualquier posibilidad de soberanía para la existencia compartida. Sin embargo, advierte Nancy, no se trata de sustituir revolucionariamente un fundamento por otro, se trata de revolucionar el pensamiento de lo estatuido

Lo que hace falta son políticas revolucionarias, por ende, permanentemente renovadas, capaces de introducir nuevas inequivalencias, nuevas distinciones y diferenciaciones que den lugar a lo que necesariamente queda forcluido por el sistema, a saber, la inconmensurabilidad del ser singular-plural

La práctica política debe hacer posible que esa nuevas inequivalencias tengan lugar, y simultáneamente, que ese lugar sea resistente a la identificación individual o colectiva y a la apropiación del sentido circulante. Ese lugar ha de ser el de una apertura infinita que todos y cada uno deben llevar a cargo, pues solo así se puede transformar concretamente el régimen actual donde todo se ha vuelto equivalente e intercambiable…El sentido consiste en que el sentido comienza o recomienza en cada singular y no se consuma en ninguno, ni en la totalidad – que solo es el encadenamiento de recomienzos

­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­Entrar en este pensamiento ya es actuar

 

Lo filosófico y lo político se corresponden, se co-pertenecen y se co-determinan esencialmente: son instancias separadas y a la vez próximas. Por lo tanto, es necesario repensar el vínculo de implicancia recíproca que mantienen entre sí. Se trata de la instalación de lo filosófico como lo político, de la mundialización de lo filosófico como lo político y de acuerdo a esto, la dominación total de lo político que es otra cosa que la política. La interrogación acerca de lo político es lo que nos debe conducir hasta una determinación política de la esencia

Este cuestionamiento filosófico de lo político (j-L Nancy/ Lacoue Labarthe) era un gran gesto filosófico a la vez que político, un gesto crítico, y más aún, deconstructivo que tenía por fin cuestionar todo aquello que en ambos campos se tenía por evidente, en especial, el sintagma moderno, “todo es político”. Tal sería uno de los principales efectos de la realización de lo filosófico como lo político, la dominación total de lo político. Señala la clausura de lo político - que se fusiona con el reino integral de lo político bajo ese lema. Considera la política como un espacio, un lugar y una posibilidad para la expresión de determinados registros a los cuales, no obstante, no debe subsumirse, ya que es el espacio de expresión de lo infinito, lo inconmesurable

Esta dominación total de lo político se identifica como el fenómeno totalitario, la situación política general de la era moderna, comprendidos los regímenes totalitarios y las democracias liberales

Dice Nancy que El totalitarismo es el horizonte insuperable de nuestro tiempo, subrayando todo un discurso político en el término “insuperable” ya que, si bien el término connota lo invencible, lo inmejorable, lo excelente, asociados al éxito y la gloria, a la vez, indica, como en este caso, una instancia que “es el colmo”, el Mal político absoluto, opuesto a la democracia 

Jean-Luc Nancy se preocupa específicamente por la democracia en cuanto tal, por la democracia como espíritu, por su verdad, debe ser destino, tener la historia por carrera, la soberanía por emblema y el sacrificio por acceso

Redefine al sujeto de la democracia con una apertura que trasciende (y niega) las concepciones tradicionales del mismo como sujeto autosuficiente, auto productor con el fin y el interés anclados en sí mismo

Frente a la comunidad absoluta del Inmanentismo, comunidad autárquica que se realiza a sí misma como “obra social”, económica, técnica, etc, Nancy propone reflexionar filosófica y políticamente la comunidad “inoperante” (desoeuvrée, desobrada), así, nos dice,

La inoperancia designa aquello que se retira de la obra, aquello que ya no tiene que ver con la producción ni con el acabamiento, sino que encuentra la interrupción, la fragmentación, el suspenso

 

Es la “comunidad sin comunidad” o “comunidad sin obra”, o sea, la experiencia compartida de la imposibilidad de la inmanencia absoluta. La comunidad inoperante implica la resistencia filosófica y política a todo arkhé y a todo télos filosófico-político

¿Se preguntan - dijo Nancy hace unos cuantos años - si no se ha instalado sin que lo advirtamos una forma suave del Totalitarismo, si bajo el mando de la dominación tecnológica no estarán ocurriendo procesos de re-substancialización del cuerpo político que sufraga, una intensa fabricación de consensos y una difusa ideología centrada en un determinismo sicologista?

También advirtió – utilizando el cinismo como estilete crítico - que el nazismo debería releerse como la mejor forma política ya que nos aclara sobre la esencia de lo político en la Modernidad y recoge una herencia filosófica deformada, pero - aclara en el mismo tono – que no hay que equivocarse, el nazismo es un “humanismo” en tanto que se basa en una determinación de la humanidad más poderosa a sus ojos, más efectiva que cualquier otra

 

La democracia - sigue Nancy visionariamente – estaría a punto de secretar una nueva forma de totalitarismo apostando al hombre laborans, a la recuperación social del espacio público y a la pérdida de autoridad como característica distintiva del poder

Lo distintivo del nuevo Totalitarismo sería el retiro de lo político, la dislolución de la trascendencia. Nancy sustituye el término por inmanentismo y lo define como la práctica de la lógica de la absolutez bajo la cual, el ser, tanto individual como colectivo, es concebido como ser ab-soluto perfectamente desprendido, distinto, clausurado, sin relación, que penetra todo el territorio de la vida social y queda así desprovisto de alteridad.

Sin que se trate de regresar a las antiguas formas de trascendencia, sino de volver a plantear y reelaborar el concepto de trascendencia política como una tarea exclusiva de la esencia de lo político que se originaría en la articulación del poder como fuerza material, en la relación de comunidad y en una verdad no-objeto de una intención y voluntad, sino de una verdad en presente, el presente de una irrupción (o disrupción) que no introduciría ninguna figura, ninguna nueva autoridad, una verdad que está más allá del proyecto, una afirmación de ser en el mundo a pesar de todos los proyectos existentes destinados a iluminar el sentido del mundo

A diferencia del Totalitarismo, que agrupa regímenes políticos dictatoriales donde el Estado ejerce un poder irrestricto, el Inmanentismo describe el horizonte general de nuestro tiempo que engloba también las democracias, sus estados de excepción, sus frágiles parapetos jurídicos y las disputas chapuceras entre la Ley y el derecho

Después del 68 estamos de lleno no solo en el fin de las concepciones del mundo sino también del trazado de horizontes, la determinación de objetivos y la previsión operativa, y el abandono de una historia en la cual ya no seríamos los sujetos sino una historia que nos sorprendiera o nos arrebatara, lo que para Nancy es el evento

Se abre otro régimen de pensamiento, desestimando las formas de presentar un dato histórico ya preformado como progreso, y de inspeccionar las cosas en nombre de la razón

La comunidad no es UN ser en común sino un ser EN común, estar uno con otro, lo que significa que puedo decir YO solo si puedo decir nosotros. La alteridad consiste en la no-presencia a sí. Somos otros – cada uno para el otro y cada uno para sí – por el nacimiento y la muerte, que exponen nuestra finitud o que hoy exponen A la finitud

Lo que cuenta es que la verdad no puede ser definida por ninguna autorización previa y solo puede proceder de un deseo que se expresa o se reconoce en ella, por tanto,

la democracia no debe disponer de autoridad alguna identificada a partir de un lugar diferente a un deseo en el cual se exprese y se reconozca una verdadera posibilidad de ser todos juntos en común

 

Nancy nunca reposa en aguas tranquilas, nos convoca a pensarnos, a pensar la resistencia, la solidez de nuestro ser, del EN o el ENTRE que nos reparte a la vez que nos espacia, que nos pone cara a cara frente a la alteridad de lo otro, del otro y de los otros. Al mismo tiempo nos provoca con una política completamente distinta a la que conocemos, de una significación abierta. Su medida es siempre lo inconmensurable. El ser o la existencia es en tanto ser o existencia singular plural, es una medida inconmensurable, es la medida de lo inconmensurable. Así, según Nancy, lo que somos en tanto existentes es eso mismo que compartimos, y lo que compartimos no es otra cosa que la finitud. Compartimos el hecho de ser una pluralidad de singularidades finitas, una comunidad indefinida e indefinible  de seres singulares, únicos, y por tanto, irreemplazables, esto es, inconmensurables

 

En la mentalidad de nuestro tiempo, hablando en general, hay una grieta abierta por el abandono de lo político, de tal modo que la anulación de todo cuestionamiento a la esencia de lo político surge como voluntad de dominio que no da lugar para la elección política

Quisiera interrogarnos a nosotros que habitamos este extremo, nosotros que estamos quizá en el extremo de este extremo, en el extremo ultimísimo del nihilismo, es decir ¿donde?, se pregunta Nancy

Tal vez pensamos más o menos discretamente para nosotros mismos, tal vez la incertidumbre de “lo que se debe hacer” es hoy tan grande y fluctuante, tan indeterminada que no necesitamos ni siquiera plantearnos la pregunta

Debemos decidirnos a ESTAR EN COMUN, A PERMITIR A NUESTRA EXISTENCIA EXISTIR. No solo es cada vez una decisión política, es una decisión a propósito de lo político. Permitirnos a nuestra alteridad existir en conjunto, inscribiéndonos como comunidad e historia y entonces, en consecuencia, recuperar el sentido de lo que es ESTAR JUNTOS, SER-CON, sin atribuirles un carácter inmediatamente político

 

El destino de la democracia está ligado a la posibilidad de un cambio del paradigma de la equivalencia. Introducir una nueva inequivalencia que no sea la de la dominación económica, la de los feudos y los aristócratas, la de los regímenes, tampoco la de las espiritualidades, los heroísmos o los esteticismos. Se tratará de encontrar un sentido de la evaluación que le dé a cada gesto evaluador la posibilidad de no ser medido de antemano por un sistema dado sino ser en cado oportunidad la afirmación de un valor o un sentido único, incomparable, insustituible

Jean Luc Nancy es un pensador de la excedencia, de la demasía, con una pasión por instigar los límites, por interrogarlos, para que nos extravíen y nos dejen a solas con el desastre del pensamiento en el continuum supuesto del sentido

Esa desmesura evoca el brazo largo del maestro que juega a rebasarse como una sublime provocación

 

 

 

Mayo 2021