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376 - La anarquía del espíritu
Hoy se está revelando una nueva cartografía, la plasmación de un nuevo territorio que se vive como otra experiencia más extrema de la propia desnudez y del desamparo

Un tiempo singular, el del ser frente a la intemperie, el de la pregunta soterrada, el de la desolación, el de una crisis que esta vez no es la de la decadencia de los rasgos que conforman un momento sino la de un derrumbe de andamios. Como diría Deleuze, un tiempo de trance ontológico, una especie de nudo temporal en el que se han coagulado todos los problemas del ser, y, sobre todo el de su misma existencia, en un enorme pliegue trágico

Una crisis generalmente es el paso de un régimen a otro, de un “agenciamiento” a otro. Pero, en el intervalo, reina un estado de anarquía, un mundo sin arkhé, sin fundamento,  un mundo privado de sostén, de guía, de un principio al cual poder aferrarse frente a la inminencia de afrontar una debacle 

Anarquía, así leído, no es para nada un concepto de ciencia política que tendría por objeto ese movimiento llamado comúnmente anarquismo y que debería llamarse en realidad acracia, de acuerdo con su visión de un mundo sin poder ni dominación. Se refiere más bien a un pensamiento que aboga por una realidad natural que representaría las fuerzas indómitas y acráticas de la naturaleza frente al orden binario y materialista imperante,  encarnando un valor subversivo y moral frente a las injusticias sociales,  y no resultado de un contrato previamente acordado, ya que en ese caso representaría la degradación de esa realidad natural, donde las divisiones darían origen a la propiedad privada y a todas las explotaciones del hombre por el hombre 

Aún desconocemos esa comunidad a la que no hemos llegado aún, que late lejos de todos los totalitarismos que la pueblan, que respira por sus quiebres, lejos de la asfixia de las fusiones aglutinantes, abierta a las diferencias, las discontinuidades, a la sorpresa, a la perplejidad, y en la que sus gentes serían seres singulares que se encuentran y comparten su separación por gracia de lo singular de cada uno

Hoy la sociedad solo puede pensarse como negación de la homogeneidad, de la suma de lo Mismo, de la fusión, de su propia identidad consigo misma, en suma,  como el lugar de la pluralidad, de la diversidad

Quizá era más fácil contemplar las ideas a la vez que lo Mismo seguía reinando. Diferente es tender a una tierra nueva, distinta, con una distribución no planeada: sería la expresión de la “anarquía coronada”. No desaparecería la jerarquía pero cambiaría de sentido. Más allá del fundamento comienza el mundo de las diferencias libres

Hay que remontarse más allá del mundo de la representación y de aquello que lo funda, hacia un fondo diferenciado, y es justamente el acontecimiento el que testimonia la acción de lo sin fondo en nosotros. Algo cambia, se desplazan las potencias, se redistribuyen y todo recomienza pero de otra forma, repartido de otro modo, y así, de esta manera, nuestras potencias resultan conmovidas

Debajo del mundo de la representación rechina lo sin fondo, el mundo de las diferencias, y esto no ocurre por el olvido sino por una desnaturalización de la diferencia, de una conspiración de sus potencias enmascaradas con las del caos La diferencia ha sido mediatizada, o sea fundada y fundar es siempre fundar la representación

¿Qué valen nuestros valores?

Nada más que las intensidades pasionales que ponemos allí, según Spinoza


Los valores no nos fuerzan intrínsecamente: nosotros mismos producimos la adhesión que nos hace falta tener, y el valor de nuestros valores no es más que la fuerza de creencia con la que los investimos por la vía de los afectos. Así, si los valores son sociales y están sostenidos por formaciones pasionales colectivas, o sea por afectos comunes, y en ellos es la potencia misma del grupo la que valida y se expresa,  casi nunca es sin mediación porque esa potencia está siempre en parte depositada bajo las formas cristalizadas de las instituciones.

Las instituciones son las brújulas de nuestras mentes, sin las que resulta arduo navegar los tiempos. Por eso, la libertad libertaria que surge desde la anarquía del espíritu, inquieta, atemoriza, genera soledad, extrañeza a los demás, produce angustia y miedo al fracaso. Pero la ganancia es incontable, la libertad de elegir la propia existencia

Esto no significa que esa libertad es, como suele considerarse, la del contemplativo que se aleja del mundo buscando su salvación individual, sino que, se trata de un espíritu activista, asentado en el aquí y ahora y que actúa consciente y creativamente sobre la realidad para transformarla, pero contrariamente al trabajo que realizan las instituciones

Lo Real siempre merodea, nos vigila y altera la corriente de normalidad cotidiana en la que nos refugiamos y posibilita la aparición de lo inesperado, el desafío a la libertad al que la mayoría de la gente teme y del que huye buscando refugio en el amparo del mundo simbolizado de la historia, de esa historia antes de la libertad que es negada y confundida y además, un estorbo para una humanidad que solamente atesora la libertad de elección de espaldas a la verdadera libertad que es constitutiva, una libertad que se “es” no que se tiene. Es una energía originaria, una apertura ilimitada

La in-significancia de las cosas se desvanece través de un trabajo imaginario, la construcción de las instituciones de sentido, o el poder simbólico como poder de decir lo que es, y esa es el privilegio de las instituciones, ya que no son otra cosa que instituciones de sentido. En toda institución hay una institución de sentido. Así, una crisis institucional se convierte en crisis de valores y obviamente, detrás de esta se produce la crisis de alguna institución

Así una crisis institucional es un resurgimiento de la situación anárquica antes mencionada ya que lo que ha sido puesto en crisis es la respuesta institucional a la cuestión de saber lo que hay que pensar, lo que hay que sentir, lo que hay que hacer

La destitución de ese poder que valida lo que pensamos, sentimos y hacemos, abre una crisis de incertidumbre de valores, una crisis anárquica que causa el retorno de la in-significancia fundamental, la misma que la institución obstaculizaba por sus legitimaciones socialmente aprobadas. La indeterminación, esa ausencia de sostén, es tan perturbadora que cualquier determinación por mínima que sea, es suficiente para precipitar la cristalización de un nuevo valor que se comporte como una nueva prótesis para poder seguir en lo Mismo y que nos garantice lo mismo

El prestamista axiológico es la multitud. Es la encargada de tranquilizar los ánimos cuando el orden del valor se ve afectado y los individuos nadan en la indeterminación, en una confusión colectiva que los empuja a encontrar su base alrededor de nuevos enunciados, nuevas costuras

¿cómo una multitud indeterminada llega a producir de nuevo la determinación?

La respuesta es, por sus interacciones. Si rigurosamente no había nada - nada más que individuos radicalmente indeterminados, de allí no saldría nada, pero jamás hay “nada”. Esta condición enfrenta al individuo y lo hace consciente de esa esclavitud, de esas cadenas de pertenencia que direccionan su vida. Lo propio de los retornos anárquicos radica en esa exclusión que provoca la consiguiente búsqueda de una respuesta cualquiera para suturar el vacío

La crisis de los valores, la imposibilidad de saber “qué pensar” demuele a la sociedad y en especial la crisis económica que provoca un caos generalizado que se desplaza en todos los niveles. Aquí la condición anárquica resurge con una fuerza inusitada: el lugar del metavalor económico permanece vacío, todo el sistema ha caído, y el consumo deja de ser ese depositario de los deseos que alivianan el alma, en el doble sentido de “alivio” más ”liviandad”. La condición anárquica en el orden monetario precipita a la sociedad al último grado del desamparo de la errancia axiológica ya que los individuos sienten que el piso ha desaprecido bajo sus pies

No saber “qué es lo que es” representa una herida abierta y del mismo modo se da en las existencias personales ya que no saber qué pensar de lo que hay que pensar se convierte en una tortura inhabilitante. En este nivel la crisis se da sobre una cierta idea de valor sobre el cual se ha jugado la propia vida. La pregunta es, si todo ha sido un error, si lo que se ha elegido fue una equivocación ¿debería haber abandonado la vida al sin-sentido?

Nadie entre los que hacen las elecciones de este modo puede dejar de contar con el resurgimiento íntimo de la anarquía, con la vacilación del peso del valor al que apostó todo ni con la incertidumbre de apostar de nuevo y con la duda de si fue la idea misma de elección la responsable

Cuando la crisis anárquica golpea a los individuos provoca un acontecimiento de gran magnitud, tanto como el mismo daño devastador que en los cuerpos sociales. Pero la crisis axiológica personal es el descubrimiento angustiante de la anarquía en el propio espíritu. La libertad es el nombre de la posición del individuo frente a la condición anárquica: de la posición lúcida, la que ve el abismo

nada, nunca, ni para la sociedad humana ni para el hombre ha sido más insoportable que la libertad

 

Si es verdad que vivimos según valores, ¿cómo vivir si estamos preocupados por la condición inherente al valor de los valores? La gran cuestión de la condición anárquica, es, sin duda, la de saber cómo se sostiene una sociedad que no sostiene nada

Los principales fenómenos sociales no son otra cosa que sistemas de valores

En la sociedad de la reflexividad, la axiología abre las compuertas de una lucha por los valores, una guerra de legitimación que causa estragos. Se generan debates por cosas fútiles o por desafíos trascendentes, que, además, varían según los distintos espacios sociales. Sin embargo, la lucha por los valores perturba el orden axiológico aún más que el mismo desplazamiento de los valores. Todo parece desanclado, pues todo puede ser desplazado, y la posibilidad de ese movimiento hace aparecer el vacío de la condición anárquica, la incertidumbre axiológica de todos los valores. Ya no queda nada seguro, no obstante,

La movilidad de la creencia es un poderoso revelador

La condición anárquica seguirá replanteándose. Hasta ahora configura un mundo vacilante de fluctuación indefinida constantemente bloqueado por el retorno a una posible estabilidad bajo la condición de poder controlar la percepción del vacío al precio de una dosis mínima de desconocimiento: sortear las baldosas flojas con la ignorancia. Nada sostiene nada, es, justamente esto lo que no debe ser percibido bajo ningún precio, debe impedirse el surgimiento de la idea de la situación anárquica con el fin de impedir que estalle la conciencia de lo que yace en el fondo de lo humano 

Ser abandonado a la ingravidez del valor…qué infierno     Dostoiesky

                                                                                                                                                                                                                                 LLa La decadencia es inherente a todo lo condicionado. Para el pensamiento que sustenta una manera otra de ver la condición anárquica, la libertad es la suposición básica de toda relación humana legítima. De allí que se haya opuesto siempre a los regímenes capitalistas que discriminan a vastas mayorías de la población a la mera supervivencia y al socialismo de Estado que se reveló tantas veces autoritario, verticalista, reduciendo la participación popular a la mera ejecución de órdenes llegadas desde arriba, sin posibilidad de ser debatidas, aunque supuestamente beneficiosas

Todos somos iguales, pero algunos más iguales que otros

No es posible vivir pensando qué hay que pensar y sintiendo que no hay alternativa posible al régimen cultural, político y económico en el que estamos inmersos

El refinamiento restrictivo abstracto de las sociedades con Estado, con capitalismo, nos aleja del intercambio real entre los hombres, personas y cosas. Lo que esta manera de ver sostiene es que la sofisticación simbólica, la división del trabajo, la edificación del Estado, el centralismo, solo tienen sentido si, al ser superados, nos devuelven críticamente a un origen donde vuelva a reinar la diversidad, la estructura no jerárquica y la espontaneidad no programada

La idea de libertad es vital en este pensamiento: La libertad de cada uno necesariamente asume la libertad de todos, y la libertad de todos no llegará a ser posible sin la libertad de cada uno. No hay libertad real sin igualdad, no solo de derechos sino en la realidad. Libertad en igualdad, allí está la justicia

Se aspira siempre a una sociedad no dividida entre gobernantes y gobernados, sin autoridad fija ni predeterminada. No se niega el poder sino más bien ese coágulo de poder que se denomina Estado. Se tiende a que el gobierno, como poder político trascendente se torne inmanente, disolviéndose en la sociedad

Quizá flote la palabra utopía…  pero en realidad es como apostar a una comunidad que viene en cuanto ese venir que permanece como tal no se realiza o actualiza totalmente, aunque a la vez estaría llegando siempre. Llega y no llega, se asienta y no se asienta. No nos deja quietos y no nos permite acabar en ninguna conclusión última

Quizá el único privilegio concedido al humano sea esta capacidad de comprensión del principio de igualdad ontológica. Toda una nueva concepción de la vida y de la acción puede así fundarse. Una nueva ontología

En una de las narraciones de Palmeras Salvajes de William Faulkner sobre la errancia de un convicto (prófugo sin intención) yendo a la deriva en canoa en medio de la gran inundación del Misisipi de l927 - cito en La condición anárquica, F. Lordon - se plasma la servidumbre pasional y luego la de la condición anárquica que surgen de las aguas

Deleuze dice las cosas a su inimitable manera: “Entonces, a veces me río y a veces lloriqueo, según la ola me haga reír o me deje inconsciente”

No es incluso un azar hablar de ola, es que la imagen llega con tan perfecta evidencia que se impone al instante. La ola, el agua, las corrientes. Abandonada a las fuerzas del mundo, nuestra alma flota

Sobre su canoa, el convicto flota. No domina nada, destitución físicamente manifestada de la ilusión del libre albedrío, es llevado por las corrientes del afuera, a veces favorable, a veces no. Experimenta de manera pasiva todas las determinaciones, flujos terriblemente acelerados, lechos de ríos, pero donde el agua corre en sentido inverso al habitual, o en el correcto, aguas turbulentas, pequeños tsunamis del macareo, enormes masas saltarinas que casi llegan a aplastarlo, a veces aguas calmas sin que se sepa porqué. Pero hay más: está el paisaje totalmente inundado, devenido, por así decir, sin objetos. Todas las salientes, todas las singularidades de un rincón de tierra han sido cubiertas, espacio uniformemente liso e indiferenciado

A la disposición del alma que nace de dos efectos contrarios se llama fluctuaciones del ánimo (fluctuatio animi, Spinoza) y esto es, por excelencia, lo propio de la servidumbre pasional, el alma flota, es zarandeada a merced de las corrientes de afectos contrarios

Experimenta otra cosa, el mismo movimiento, por otra parte, un correlato tan próximo del precedente que se trata quizás de una sola y la misma cosa: la condición anárquica. Pues en el espacio isótropo de la inundación, nada sobresale y nada vale. Todo parejo. En el plano de las aguas, nada difiere ni significa singularmente. Solo hay intensidades de superficies, vacías de contenidos. Corrientes de agua al infinito, y nada que sale - a lo que pueda aferrarse – la gran uniformidad de lo in-significante.  La inundación entrega la verdad de la situación axiológica fundamental - la anarquía-. He aquí lo que queda cuando se ha retirado todo los que los hombres han puesto: nada. Porque son ellos quienes han puesto todo, todo - el sentido, el valor, como las construcciones bajo el agua, el paisaje formado

Tras su larga errancia, el convicto vuelve a entregarse a las corrientes. No quiere más la libertad Vuelve de las corrientes al calabozo de donde venía. Demasiado difícil. Entonces pasará del sentido figurado al sentido propio de la servidumbre: de las corrientes al calabozo, su esclavitud, su encierro de donde venía antes de entregarse a las corrientes de la libertad


 

¿Habrá un confort en la servidumbre? En todo caso hay una incomodidad del desajuste que disuade de la fuga

Lo opuesto a la servidumbre es la dicha, el omega ético que no debe olvidarse: la libertad

La fascinación de la libertad se empañó cuando la Tierra produjo un ser que exigía la necesidad como Ley por encima del mundo

Nadie comienza a ser libre. Es la libertad la que es el comienzo y ella es sin fin el comienzo: el inicio de ser

 

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Junio 2021