Un tiempo singular, el del ser frente a la intemperie, el de la pregunta soterrada, el de la desolación, el de una crisis que esta vez no es la de la decadencia de los rasgos que conforman un momento sino la de un derrumbe de andamios. Como diría Deleuze, un tiempo de trance ontológico, una especie de nudo temporal en el que se han coagulado todos los problemas del ser, y, sobre todo el de su misma existencia, en un enorme pliegue trágico
Una
crisis generalmente es el paso de un régimen a otro, de un “agenciamiento” a
otro. Pero, en el intervalo, reina un estado de anarquía, un
mundo sin arkhé, sin fundamento, un mundo privado de sostén, de guía, de un
principio al cual poder aferrarse frente a la inminencia de afrontar una
debacle
Anarquía, así leído, no es para nada un concepto de ciencia política que tendría por objeto ese movimiento llamado comúnmente anarquismo y que debería llamarse en realidad acracia, de acuerdo con su visión de un mundo sin poder ni dominación. Se refiere más bien a un pensamiento que aboga por una realidad natural que representaría las fuerzas indómitas y acráticas de la naturaleza frente al orden binario y materialista imperante, encarnando un valor subversivo y moral frente a las injusticias sociales, y no resultado de un contrato previamente acordado, ya que en ese caso representaría la degradación de esa realidad natural, donde las divisiones darían origen a la propiedad privada y a todas las explotaciones del hombre por el hombre
Aún
desconocemos esa comunidad a la que no hemos llegado aún, que late lejos de
todos los totalitarismos que la pueblan, que respira por sus quiebres, lejos de la
asfixia de las fusiones aglutinantes, abierta a las diferencias, las
discontinuidades, a la sorpresa, a la perplejidad, y en la que sus gentes serían seres
singulares que se encuentran y comparten su separación por gracia de lo
singular de cada uno
Hoy la
sociedad solo puede pensarse como negación de la homogeneidad, de la suma de lo
Mismo, de la fusión, de su propia identidad consigo misma, en suma, como el lugar
de la pluralidad, de la diversidad
Quizá
era más fácil contemplar las ideas a la vez que lo Mismo seguía reinando.
Diferente es tender a una tierra nueva, distinta, con una distribución no
planeada: sería la expresión de la “anarquía coronada”. No desaparecería la
jerarquía pero cambiaría de sentido. Más allá del fundamento comienza el mundo
de las diferencias libres
Hay
que remontarse más allá del mundo de la representación y de aquello que lo
funda, hacia un fondo diferenciado, y es justamente el acontecimiento el que
testimonia la acción de lo sin fondo en nosotros. Algo cambia, se desplazan
las potencias, se redistribuyen y todo recomienza pero de otra forma, repartido
de otro modo, y así, de esta manera, nuestras potencias resultan conmovidas
Debajo
del mundo de la representación rechina lo sin fondo, el mundo de las
diferencias, y esto no ocurre por el olvido sino por una desnaturalización de
la diferencia, de una conspiración de sus potencias enmascaradas con las del
caos La diferencia ha sido mediatizada, o sea fundada y fundar es siempre
fundar la representación
¿Qué valen nuestros valores?
Nada
más que las intensidades pasionales que ponemos allí, según Spinoza
Los
valores no nos fuerzan intrínsecamente: nosotros mismos producimos la adhesión
que nos hace falta tener, y el valor de nuestros valores no es más que la
fuerza de creencia con la que los investimos por la vía de los afectos. Así, si
los valores son sociales y están sostenidos por formaciones pasionales
colectivas, o sea por afectos comunes, y en ellos es la potencia misma del
grupo la que valida y se expresa, casi nunca es sin mediación porque esa
potencia está siempre en parte depositada bajo las formas cristalizadas de las
instituciones.
Las
instituciones son las brújulas de nuestras mentes, sin las que resulta arduo
navegar los tiempos. Por eso, la libertad libertaria que surge desde la
anarquía del espíritu, inquieta, atemoriza, genera soledad, extrañeza a los
demás, produce angustia y miedo al fracaso. Pero la ganancia es incontable, la
libertad de elegir la propia existencia
Esto
no significa que esa libertad es, como suele considerarse, la del contemplativo
que se aleja del mundo buscando su salvación individual, sino que, se trata de
un espíritu activista, asentado en el aquí y ahora y que actúa consciente y
creativamente sobre la realidad para transformarla, pero contrariamente al
trabajo que realizan las instituciones
Lo Real
siempre merodea, nos vigila y altera la corriente de normalidad cotidiana en la
que nos refugiamos y posibilita la aparición de lo inesperado, el desafío a la
libertad al que la mayoría de la gente teme y del que huye buscando refugio en
el amparo del mundo simbolizado de la historia, de esa historia antes de la libertad que es
negada y confundida y además, un estorbo para una humanidad que solamente
atesora la libertad de elección de espaldas a la verdadera libertad que es
constitutiva, una libertad que se “es” no que se tiene. Es una energía
originaria, una apertura ilimitada
La in-significancia
de las cosas se desvanece través de un trabajo imaginario, la construcción de
las instituciones de sentido, o el poder simbólico como poder de decir lo que
es, y esa es el privilegio de las instituciones, ya que no son otra cosa que instituciones de sentido. En toda institución hay una institución de
sentido. Así, una crisis institucional se convierte en crisis de valores y obviamente,
detrás de esta se produce la crisis de alguna institución
Así
una crisis institucional es un resurgimiento de la situación anárquica antes
mencionada ya que lo que ha sido puesto en crisis es la respuesta institucional
a la cuestión de saber lo que hay que pensar, lo que hay que sentir, lo que hay
que hacer
La
destitución de ese poder que valida lo que pensamos, sentimos y hacemos, abre
una crisis de incertidumbre de valores, una crisis anárquica que causa el retorno
de la in-significancia fundamental, la misma que la institución obstaculizaba
por sus legitimaciones socialmente aprobadas. La indeterminación, esa ausencia
de sostén, es tan perturbadora que cualquier determinación por mínima que sea,
es suficiente para precipitar la cristalización de un nuevo valor que se
comporte como una nueva prótesis para poder seguir en lo Mismo y que nos
garantice lo mismo
El prestamista
axiológico es la multitud. Es la encargada de tranquilizar los
ánimos cuando el orden del valor se ve afectado y los individuos nadan en la
indeterminación, en una confusión colectiva que los empuja a encontrar su base
alrededor de nuevos enunciados, nuevas costuras
¿cómo
una multitud indeterminada llega a producir de nuevo la determinación?
La
respuesta es, por sus interacciones. Si rigurosamente no había nada - nada más
que individuos radicalmente indeterminados, de allí no saldría nada, pero jamás
hay “nada”. Esta condición enfrenta al individuo y lo hace consciente de esa
esclavitud, de esas cadenas de pertenencia que direccionan su vida. Lo propio
de los retornos anárquicos radica en esa exclusión que provoca la consiguiente
búsqueda de una respuesta cualquiera para suturar el vacío
La
crisis de los valores, la imposibilidad de saber “qué pensar” demuele a la
sociedad y en especial la crisis económica que provoca un caos generalizado que
se desplaza en todos los niveles. Aquí la condición anárquica resurge con una
fuerza inusitada: el lugar del metavalor económico permanece vacío, todo el
sistema ha caído, y el consumo deja de ser ese depositario de los deseos que
alivianan el alma, en el doble sentido de “alivio” más ”liviandad”. La
condición anárquica en el orden monetario precipita a la sociedad al último
grado del desamparo de la errancia axiológica ya que los individuos sienten que
el piso ha desaprecido bajo sus pies
No
saber “qué es lo que es” representa una herida abierta y del mismo modo se da
en las existencias personales ya que no saber qué pensar de lo que hay que
pensar se convierte en una tortura inhabilitante. En este nivel la crisis se da
sobre una cierta idea de valor sobre el cual se ha jugado la propia vida. La
pregunta es, si todo ha sido un error, si lo que se ha elegido fue una
equivocación ¿debería haber abandonado la vida al sin-sentido?
Nadie
entre los que hacen las elecciones de este modo puede dejar de contar con el
resurgimiento íntimo de la anarquía, con la vacilación del peso del valor al
que apostó todo ni con la incertidumbre de apostar de nuevo y con la duda de si
fue la idea misma de elección la responsable
Cuando
la crisis anárquica golpea a los individuos provoca un acontecimiento de gran magnitud, tanto como el mismo daño devastador
que en los cuerpos sociales. Pero la crisis axiológica personal es el
descubrimiento angustiante de la anarquía en el propio espíritu. La libertad es
el nombre de la posición del individuo frente a la condición anárquica: de la
posición lúcida, la que ve el abismo
nada, nunca, ni para
la sociedad humana ni para el hombre ha sido más insoportable que la libertad
Si es
verdad que vivimos según valores, ¿cómo vivir si estamos preocupados por la
condición inherente al valor de los valores? La gran cuestión de la condición
anárquica, es, sin duda, la de saber cómo se sostiene una sociedad que
no sostiene nada
Los principales
fenómenos sociales no son otra cosa que sistemas de valores
En la
sociedad de la reflexividad, la axiología abre las compuertas de una lucha por
los valores, una guerra de legitimación que causa estragos. Se generan debates
por cosas fútiles o por desafíos trascendentes, que, además, varían según los
distintos espacios sociales. Sin embargo, la lucha por los valores perturba el
orden axiológico aún más que el mismo desplazamiento de los valores. Todo
parece desanclado, pues todo puede ser desplazado, y la posibilidad de ese
movimiento hace aparecer el vacío de la condición anárquica, la incertidumbre
axiológica de todos los valores. Ya no queda nada seguro, no obstante,
La movilidad de la
creencia es un poderoso revelador
La
condición anárquica seguirá replanteándose. Hasta ahora configura un mundo vacilante
de fluctuación indefinida constantemente bloqueado por el retorno a una posible
estabilidad bajo la condición de poder controlar la percepción del vacío al
precio de una dosis mínima de desconocimiento: sortear las baldosas flojas con la
ignorancia. Nada sostiene nada, es, justamente esto lo que no debe ser
percibido bajo ningún precio, debe impedirse el surgimiento de la idea de la
situación anárquica con el fin de impedir que estalle la conciencia de lo que yace en el fondo de lo humano
Ser abandonado a la ingravidez del valor…qué infierno Dostoiesky
LLa La decadencia es
inherente a todo lo condicionado. Para el pensamiento que sustenta una manera
otra de ver la condición anárquica, la libertad es la suposición básica de toda
relación humana legítima. De allí que se haya opuesto siempre a los regímenes
capitalistas que discriminan a vastas mayorías de la población a la mera
supervivencia y al socialismo de Estado que se reveló tantas veces autoritario,
verticalista, reduciendo la participación popular a la mera ejecución de órdenes
llegadas desde arriba, sin posibilidad de ser debatidas, aunque supuestamente
beneficiosas
Todos somos iguales,
pero algunos más iguales que otros
No es
posible vivir pensando qué hay que pensar y sintiendo que no hay alternativa
posible al régimen cultural, político y económico en el que estamos inmersos
El
refinamiento restrictivo abstracto de las sociedades con Estado, con
capitalismo, nos aleja del intercambio real entre los hombres, personas y cosas.
Lo que esta manera de ver sostiene es que la sofisticación simbólica, la
división del trabajo, la edificación del Estado, el centralismo, solo tienen
sentido si, al ser superados, nos devuelven críticamente a un origen donde
vuelva a reinar la diversidad, la estructura no jerárquica y la espontaneidad
no programada
La
idea de libertad es vital en este pensamiento: La libertad de cada uno
necesariamente asume la libertad de todos, y la libertad de todos no llegará a
ser posible sin la libertad de cada uno. No hay libertad real sin igualdad, no
solo de derechos sino en la realidad. Libertad en igualdad, allí está la
justicia
Se
aspira siempre a una sociedad no dividida entre gobernantes y gobernados, sin
autoridad fija ni predeterminada. No se niega el poder sino más bien ese coágulo de
poder que se denomina Estado. Se tiende a que el gobierno, como poder
político trascendente se torne inmanente, disolviéndose en la sociedad
Quizá
flote la palabra utopía… pero en
realidad es como apostar a una comunidad que viene en cuanto ese venir que
permanece como tal no se realiza o actualiza totalmente, aunque a la vez
estaría llegando siempre. Llega y no llega, se asienta y no se asienta. No nos
deja quietos y no nos permite acabar en ninguna conclusión última
Quizá
el único privilegio concedido al humano sea esta capacidad de comprensión del
principio de igualdad ontológica. Toda una nueva concepción de la vida y de la
acción puede así fundarse. Una nueva ontología
En una
de las narraciones de Palmeras Salvajes de William Faulkner sobre la errancia
de un convicto (prófugo sin intención) yendo a la deriva en canoa en medio de
la gran inundación del Misisipi de l927 - cito en La condición anárquica, F.
Lordon - se plasma la
servidumbre pasional y luego la de la condición anárquica que surgen de las aguas
Deleuze
dice las cosas a su inimitable manera: “Entonces, a veces me río y a veces
lloriqueo, según la ola me haga reír o me deje inconsciente”
No es
incluso un azar hablar de ola, es que la imagen llega con tan perfecta
evidencia que se impone al instante. La ola, el agua, las corrientes.
Abandonada a las fuerzas del mundo, nuestra alma flota
Sobre su canoa, el
convicto flota. No domina nada, destitución físicamente manifestada de la ilusión
del libre albedrío, es llevado por las corrientes del afuera, a veces favorable,
a veces no. Experimenta de manera pasiva todas las determinaciones, flujos
terriblemente acelerados, lechos de ríos, pero donde el agua corre en sentido
inverso al habitual, o en el correcto, aguas turbulentas, pequeños tsunamis del
macareo, enormes masas saltarinas que casi llegan a aplastarlo, a veces aguas
calmas sin que se sepa porqué. Pero hay más: está el paisaje totalmente
inundado, devenido, por así decir, sin objetos. Todas las salientes, todas las
singularidades de un rincón de tierra han sido cubiertas, espacio uniformemente
liso e indiferenciado
A la
disposición del alma que nace de dos efectos contrarios se llama fluctuaciones
del ánimo (fluctuatio animi, Spinoza) y esto es, por excelencia, lo propio de
la servidumbre pasional, el alma flota, es zarandeada a merced de las
corrientes de afectos contrarios
Experimenta otra cosa,
el mismo movimiento, por otra parte, un correlato tan próximo del precedente
que se trata quizás de una sola y la misma cosa: la condición anárquica. Pues
en el espacio isótropo de la inundación, nada sobresale y nada vale. Todo
parejo. En el plano de las aguas, nada difiere ni significa singularmente. Solo
hay intensidades de superficies, vacías de contenidos. Corrientes de agua al
infinito, y nada que sale - a lo que pueda aferrarse – la gran uniformidad de
lo in-significante. La inundación
entrega la verdad de la situación axiológica fundamental - la anarquía-. He
aquí lo que queda cuando se ha retirado todo los que los hombres han puesto:
nada. Porque son ellos quienes han puesto todo, todo - el sentido, el valor,
como las construcciones bajo el agua, el paisaje formado
Tras
su larga errancia, el convicto vuelve a entregarse a las corrientes. No quiere
más la libertad Vuelve de las corrientes al calabozo de donde venía. Demasiado
difícil. Entonces pasará del sentido figurado al sentido propio de la
servidumbre: de las corrientes al calabozo, su esclavitud, su encierro de donde
venía antes de entregarse a las corrientes de la libertad
¿Habrá un confort en
la servidumbre? En todo caso hay una incomodidad del desajuste que disuade de
la fuga
Lo opuesto a la
servidumbre es la dicha, el omega ético que no debe olvidarse: la libertad
La fascinación de la
libertad se empañó cuando la Tierra produjo un ser que exigía la necesidad como
Ley por encima del mundo
Nadie comienza a ser
libre. Es la libertad la que es el comienzo y ella es sin fin el comienzo: el
inicio de ser
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