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380 - La condición humana
Estamos instalados en un Hoy colmado de inquietud, un presente vacilante e incierto de un tiempo que se vive sin mañana, un futuro sustraído, apaciguado apenas por una esperanza vulnerable y vulnerada, en medio de un mundo sumergido en las turbias sombras políticas de una debacle ética y económica

En este paisaje del alma de una civilización se extiende un arco semántico de emociones que vibran con infinitas modulaciones desde la angustia, el desamparo, la profunda pena por las pérdidas, el desasosiego, el miedo - y, sobre todo, en este tiempo en el que perdura aun la herida de la enorme fisura que la abdicación de Quien como garante de la vida eterna provocara - en un presente que da paso al abandono de la vida como sacrificio y a su innegable relación con el sentimiento trágico de la vida, tan negado y depreciado

Nuestra época ha roto radicalmente con la visión que ha marcado a Occidente, el sentimiento trágico de la vida, en su lugar, introyectó  la angustia de morir que fue reemplazada por la angustia de vivir, una emoción relacionada con la endeblez del presente y la fragilidad de los vínculos. Hoy vivimos el olvido de lo Real, enorme zona de desacomodamiento que pulveriza ese mundo que tanto amamos y que nos distrae de la gravedad y el misterio de la vida

Enunciar lo trágico es casi un golpe brutal del lenguaje, el tema ha estado proscripto y lo sigue estando, y, aunque se pretende olvidarlo, el discurso que nos habita guarda su historia y emite resonancias para el imaginario social de todos los tiempos, y éste en especial

Esta percepción apocalíptica se ve intensificada por el peligro del mal invisible que se ha insiliado en nuestro hábitat a través de un “otro” desconocido hallándonos desprevenidos y sin defensas

Vivir la cotidianidad implica deseos incolmables que fundan el más acá del hombre y su dolor inextricable. Su más allá habita la ausencia, la herida de donde provenimos, una codicia de sentido, aun en medio de un sin-sentido que es todo el sentido

La realidad está quebrada, lo Real es la llaga, y querer suturarla es abdicar del destino trágico que se filtra a través de las hendijas que olvidamos sellar. Es la herida que no cierra, es fatalmente ajena a cualquier intento de cuestionarla, un escándalo permanente que nuestra época vive aún sin remedio. Toda la existencia sirve a lo trágico aún bajo la búsqueda incansable por satisfacer nuestros deseos, es intrínseca al ser humano, es su abismo, su duelo con la vida, su incompatibilidad embriagadora

Hubo y hay momentos donde nos obsesionamos con la idea de que ya no vivimos, sino que sobrevivimos, y eso conduce a la deshumanización del ser humano, pero también, al miedo que se hace más existencial y se vuelve reflexión sobre la existencia

Detrás de todo este miedo a lo imprevisible flota un miedo otro, un miedo pánico a la muerte, el gran tema que la Modernidad ha reprimido, un miedo informe, la matriz de todos los miedos, el terror último del que todos los demás abrevan y toman prestados sus sentidos. El miedo también se traduce en un enfrentamiento con uno mismo, un miedo intrínseco al otro ser humano y su entorno, quizá porque ya no estamos a gusto en cómo está el mundo o nos asusta el devenir tecnológico. La cuestión es de vital importancia y es la que funda nuestro asentarnos en la realidad, incluso anterior a la relación social

Lo que perturba en extremo es la posibilidad de que se desate algo de manera fortuita y arbitraria como si al individuo le hubieran sustraído no solo el control del mundo sino su propio libre albedrío, la capacidad de decidir sobre su porvenir mismo en un mundo donde nunca se había puesto en duda su poder

Se duda de la capacidad de convivencia del género humano mermada por la violencia histórica y castigada por las nuevas formas de violencia social sin contar con las guerras entre etnias, los conflictos religiosos y los ataques terroristas

El ocaso de los grandes relatos y su consiguiente crisis de trascendencia, incrementa este sentimiento de vulnerabilidad, de intemperie, de parias ante el peligro

Lo que se cuestiona es el concepto mismo de historia en el sentido evolutivo moderno, la posibilidad de solventar los conflictos históricos amén de la violencia que sabemos consustancial al ser humano

Detrás de todo este panorama subyace el fin de una visión lineal y ascendente de la historia y de la falta de confianza en el progreso, en el mal uso de la tecnología, pero, pese a ello, aún persiste el firme propósito y la necesidad de seguir adelante, de enfrentar y afrontar la exuberancia del tiempo, de la creación, en un estado de desarraigo, de permanente inquietud, como un  tajo en el devenir capaz de romper con la ilusión de la duración y de quebrantar la realidad en un presente vivo y abierto

El vacío de sentido (o ¿el sentido del vacío?) expone el sin-sentido de querer soslayar el dolor de la vida pero lo que hay de trágico en el hombre es simplemente su cualidad de ser, es la medida incontestable del ser humano

A pesar de la configuración galáctica social del universo, el ser humano está solo frente a otros humanos de los que no sabe nada y esa situación genera una gran desconfianza que siente amenazante para su supervivencia. Por otra parte, la ingravidez en el tiempo y el espacio que ya no puede controlar, su deambular por los no-lugares de la Modernidad en un espacio sin límites, el universo líquido que no le ofrece resistencia y en el que ya no se sitúa, hace de su mundo un objeto perdido y con él, la humanidad, una distancia que le permite la ruptura con este que no quiere ser

Por otra parte, la desregulación del sistema político lleva a una desintegración social, a una degradación de la democracia y a una des-fundamentación de los valores. Cuando el sistema se pervierte, los ciudadanos se ven contaminados por la corrupción generalizada, económica y moral, y eso repercute en las conductas y en los modos de vida. Así la política ya no acuerda con las demandas sociales, por tanto, el sistema implosiona y la disrupción conduce a la desregulación

Lo que hace un mundo sería una dinámica de singularidades. Pensar el cambio es pensar el mundo, transformarlo. Vemos como todo va cambiando e indudablemente estamos siendo testigos de la muerte lenta de una civilización, de una cultura, que no se deja aprehender sino como la del individuo, que no consigue nunca estar íntimamente convencido de su mortalidad.  No obstante, la muerte de una civilización difiere del cese de una vida individual, dice Jean-Luc Nancy. Muere transformándose, transmitiéndose a través de su propia extinción. Transfiriendo, transmitiendo algo suyo que ya vive en el seno de otra cultura desapercibida mientras va naciendo

 

En Marx la metamorfosis del mundo se transforma por sí misma convirtiéndose en inmanente al mundo. El individuo aparece como el modo acabado de la dinámica transformadora y, al fin, creadora del mundo

Hoy ya no hay verdad objetiva porque vivimos en una época de visibilización expandida, de una exposición saturada a todos los discursos, de interpretaciones y de re-interpretaciones. El sujeto vive en lo relativo, lo inmanente, lo ambivalente. Más que la verdad ontológica, lo que busca es la verdad del otro y la propia. Se ha instalado en los límites y allí vive, es su modus vivendi existencial, aunque inestable. También puede ser un modo de ser, una marca de identidad. Lo que podría aparecer como escondido, irrepresentable, se ha naturalizado y convertido en el marco de la búsqueda de la identidad porque ya nada delimita claramente lo que es bueno de lo que no

Según Eugenio Trías pensar el límite como LIMES es pensar un espacio que puede ser habitado, en el cual se puede vivir y convivirse espacio afirmativo y sobre todo no es nada habitual dar a esa noción un significado ontológico

El mundo, nuestro mundo, se altera ante nuestros ojos: vive una transformación radical y puede ser irreversible

Este movimiento de transformación integral le da una oportunidad inesperada al pensamiento, a la filosofía, de reabrir el horizonte ontológico de lo político, no para volcarlo sobre sus antiguos fundamentos ontológicos sino para agilizar el ritmo del pensamiento sobre el mundo mediante una dinámica política

En la época del descrédito del proyecto de transformación del mundo - la época post - transformacionista, que es al mismo tiempo la época de una transformación quizá irreversible de nuestro mundo – la tarea es reafirmar la praxis transformadora de la filosofía allí donde las fuerzas omnívoras de la nueva reacción devoran cada día las fuerzas de transformación para someterlas a los imperativos de crecimiento que han comprometido la alteración de nuestro mundo.

La transformación de la transformación es nuestra tarea filosófica, política

 

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Junio 2021