En este paisaje del alma de una civilización se extiende un arco semántico de emociones que vibran con infinitas modulaciones desde la angustia, el desamparo, la profunda pena por las pérdidas, el desasosiego, el miedo - y, sobre todo, en este tiempo en el que perdura aun la herida de la enorme fisura que la abdicación de Quien como garante de la vida eterna provocara - en un presente que da paso al abandono de la vida como sacrificio y a su innegable relación con el sentimiento trágico de la vida, tan negado y depreciado
Nuestra
época ha roto radicalmente con la visión que ha marcado a Occidente, el
sentimiento trágico de la vida, en su lugar, introyectó la
angustia de morir que fue reemplazada por la angustia de vivir, una emoción
relacionada con la endeblez del presente y la fragilidad de los vínculos. Hoy vivimos
el olvido de lo Real, enorme zona de desacomodamiento que pulveriza ese mundo
que tanto amamos y que nos distrae de la gravedad y el misterio de la vida
Enunciar
lo trágico es casi un golpe brutal del lenguaje, el tema ha estado proscripto y
lo sigue estando, y, aunque se pretende olvidarlo, el discurso que nos habita
guarda su historia y emite resonancias para el imaginario social de todos los
tiempos, y éste en especial
Esta
percepción apocalíptica se ve intensificada por el peligro del mal invisible
que se ha insiliado en nuestro hábitat a través de un “otro” desconocido hallándonos
desprevenidos y sin defensas
Vivir
la cotidianidad implica deseos incolmables que fundan el más acá del hombre y
su dolor inextricable. Su más allá habita la ausencia, la herida de donde
provenimos, una codicia de sentido, aun en medio de un sin-sentido que es todo
el sentido
La
realidad está quebrada, lo Real es la llaga, y querer suturarla es abdicar del
destino trágico que se filtra a través de las hendijas que olvidamos sellar. Es
la herida que no cierra, es fatalmente ajena a cualquier intento de
cuestionarla, un escándalo permanente que nuestra época vive aún sin remedio.
Toda la existencia sirve a lo trágico aún bajo la búsqueda incansable por
satisfacer nuestros deseos, es intrínseca al ser humano, es su abismo, su duelo con la
vida, su incompatibilidad embriagadora
Hubo y
hay momentos donde nos obsesionamos con la idea de que ya no vivimos, sino que
sobrevivimos, y eso conduce a la deshumanización del ser humano, pero también,
al miedo que se hace más existencial y se vuelve reflexión sobre la existencia
Detrás
de todo este miedo a lo imprevisible flota un miedo otro, un miedo pánico a la
muerte, el gran tema que la Modernidad ha reprimido, un miedo informe, la
matriz de todos los miedos, el terror último del que todos los demás abrevan y
toman prestados sus sentidos. El miedo también se traduce en un enfrentamiento
con uno mismo, un miedo intrínseco al otro ser humano y su entorno, quizá
porque ya no estamos a gusto en cómo está el mundo o nos asusta el devenir
tecnológico. La cuestión es de vital importancia y es la que funda nuestro
asentarnos en la realidad, incluso anterior a la relación social
Lo que
perturba en extremo es la posibilidad de que se desate algo de manera fortuita
y arbitraria como si al individuo le hubieran sustraído no solo el control del
mundo sino su propio libre albedrío, la capacidad de decidir sobre su porvenir
mismo en un mundo donde nunca se había puesto en duda su poder
Se
duda de la capacidad de convivencia del género humano mermada por la violencia
histórica y castigada por las nuevas formas de violencia social sin contar con
las guerras entre etnias, los conflictos religiosos y los ataques terroristas
El
ocaso de los grandes relatos y su consiguiente crisis de trascendencia, incrementa
este sentimiento de vulnerabilidad, de intemperie, de parias ante el peligro
Lo que
se cuestiona es el concepto mismo de historia en el sentido evolutivo moderno,
la posibilidad de solventar los conflictos históricos amén de la violencia que
sabemos consustancial al ser humano
Detrás
de todo este panorama subyace el fin de una visión lineal y ascendente de la
historia y de la falta de confianza en el progreso, en el mal uso de la
tecnología, pero, pese a ello, aún persiste el firme propósito y la necesidad
de seguir adelante, de enfrentar y afrontar la exuberancia del tiempo, de la
creación, en un estado de desarraigo, de permanente inquietud, como un tajo en el devenir capaz de romper con la
ilusión de la duración y de quebrantar la realidad en un presente vivo y
abierto
El
vacío de sentido (o ¿el sentido del vacío?) expone el sin-sentido de querer
soslayar el dolor de la vida pero lo que hay de trágico en el hombre es simplemente
su cualidad de ser, es la medida incontestable del ser humano
A pesar
de la configuración galáctica social del universo, el ser humano está solo
frente a otros humanos de los que no sabe nada y esa situación genera una gran
desconfianza que siente amenazante para su supervivencia. Por otra parte, la
ingravidez en el tiempo y el espacio que ya no puede controlar, su deambular
por los no-lugares de la Modernidad en un espacio sin límites, el universo
líquido que no le ofrece resistencia y en el que ya no se sitúa, hace de
su mundo un objeto perdido y con él, la humanidad, una distancia que le permite
la ruptura con este que no quiere ser
Por
otra parte, la desregulación del sistema político lleva a una desintegración
social, a una degradación de la democracia y a una des-fundamentación de los
valores. Cuando el sistema se pervierte, los ciudadanos se ven contaminados por
la corrupción generalizada, económica y moral, y eso repercute en las conductas
y en los modos de vida. Así la política ya no acuerda con las demandas
sociales, por tanto, el sistema implosiona y la disrupción conduce a la
desregulación
Lo que
hace un mundo sería una dinámica de singularidades. Pensar el cambio es pensar
el mundo, transformarlo. Vemos como todo va cambiando e indudablemente estamos
siendo testigos de la muerte lenta de una civilización, de una cultura, que no
se deja aprehender sino como la del individuo, que no consigue nunca estar
íntimamente convencido de su mortalidad. No obstante, la muerte de una civilización
difiere del cese de una vida individual, dice Jean-Luc Nancy. Muere transformándose,
transmitiéndose a través de su propia extinción. Transfiriendo, transmitiendo
algo suyo que ya vive en el seno de otra cultura desapercibida mientras va
naciendo
En
Marx la metamorfosis del mundo se transforma por sí misma convirtiéndose en
inmanente al mundo. El individuo aparece como el modo acabado de la dinámica
transformadora y, al fin, creadora del mundo
Hoy ya
no hay verdad objetiva porque vivimos en una época de visibilización expandida,
de una exposición saturada a todos los discursos, de interpretaciones y de
re-interpretaciones. El sujeto vive en lo relativo, lo inmanente, lo
ambivalente. Más que la verdad ontológica, lo que busca es la verdad del otro y
la propia. Se ha instalado en los límites y allí vive, es su modus vivendi
existencial, aunque inestable. También puede ser un modo de ser, una marca de
identidad. Lo que podría aparecer como escondido, irrepresentable, se ha
naturalizado y convertido en el marco de la búsqueda de la identidad porque ya
nada delimita claramente lo que es bueno de lo que no
Según Eugenio
Trías pensar
el límite como LIMES es pensar un espacio que puede ser habitado, en el cual se
puede vivir y convivirse espacio afirmativo y sobre todo no es nada habitual
dar a esa noción un significado ontológico
El
mundo, nuestro mundo, se altera ante nuestros ojos: vive una transformación
radical y puede ser irreversible
Este
movimiento de transformación integral le da una oportunidad inesperada al
pensamiento, a la filosofía, de reabrir el horizonte ontológico de lo político,
no para volcarlo sobre sus antiguos fundamentos ontológicos sino para agilizar
el ritmo del pensamiento sobre el mundo mediante una dinámica política
En la
época del descrédito del proyecto de transformación del mundo - la época post -
transformacionista, que es al mismo tiempo la época de una transformación quizá
irreversible de nuestro mundo – la tarea es reafirmar la praxis transformadora
de la filosofía allí donde las fuerzas omnívoras de la nueva reacción devoran
cada día las fuerzas de transformación para someterlas a los imperativos de
crecimiento que han comprometido la alteración de nuestro mundo.
La transformación de
la transformación es nuestra tarea filosófica, política
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Julia
Vincent Blog
Junio
2021