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382 - El pensamiento suspendido
Tocamos el fin de la modernidad. Por eso, y teniendo en cuenta que estamos en el final del mundo del sentido, deberemos redirigir nuestra mirada hacia el espacio que nos queda, la relación que tenemos con este mundo en su pluralidad. Allí está el sentido, y desde esa mirada, es preciso pensarlo a través de un pensamiento que es praxis del pensamiento

El sentido nos sigue preocupando por la saturación de su inscripción en lugares donde se disputa la hegemonía de su producción  - y más grave aún, por su ausencia un real desafío - en nuestras vidas donde ya no hay más mundus, ni más cosmos ni más lugar ni más ordenación compuesta y completa en el interior o desde el interior de la cual encontrar lugar, abrigo y las señales de una orientación 

Y siempre, cuando tocamos este tema que nos constituye y nos habita, y sobre todo en un pliegue del tiempo donde nos sentimos a la deriva, contamos con la omnipresencia de Jean-Luc Nancy

Un mundo está hecho del valor único e inconmensurable de cada existencia, no de la sumisión a la norma supuestamente dada desde otro lugar. Un mundo no está regido por valores que flotan sobre él sino por evaluaciones o valorizaciones – las puestas en valor, las afirmaciones de todos y de cada uno

Es un mundo que no es más el cosmos griego ni un mundo de otra parte, sí es en-ninguna -parte-y en-todas-las partes del que todas las cosas sobre la tierra son los signos

El mundo es acósmico, ya no está más ordenado, una vez lo estuvo. Hoy es expansión indefinida de un dato finito, lo que implica también la posibilidad de un espaciamiento indefinido del espacio mismo. Se lo habita, se lo explora, uno lo habita o se pierde, pero hoy es siempre la perspectiva, no el punto de vista subjetivo, la afirmación inconmensurable de cada uno cada vez

No hay que escuchar otra cosa que la vida misma, otra cosa que la constitución formal a priori del vivir en su desnudez; ella hace del hombre ese extraño viviente que haga lo que haga - o deje de hacer lo que deje de hacer - padezca o no, hable o calle, responde al mundo y responde del mundo

Somos llamados a crear permanentemente los modos como elegimos vivir, auto producirlos teniendo en cuenta la originalidad y la innovación justo allí en donde todo propende a dejar sin efecto de algún modo las configuraciones que se logran formalizar

En torno a cómo estamos situados frente a nuestro pensar, se produce una fatiga inexplicable  que puede traducirse como bien dijo Nancy en  una equivalencia general que nos afecta a todos - relacionada con la ontología: Hoy, nuestra coyuntura, nuestra contemporaneidad, permanece sin definir o por- pensar. Sin consenso nos debatimos en un lugar peligrosamente común. ¿Cómo recomenzar sin ceder a la fatiga? se pegunta Nancy. Deberíamos hablar como si se comenzara a hablar, como si se fuera a hacer llegar algo, un acontecimiento singular, quizá esa sea la matriz de las cuestiones que nos preocupan

¿Se puede ser responsable del acontecimiento? ¿de lo que llega?

Según Nancy, estamos siempre respondiendo y eso nos lleva a preguntarnos si apartándonos de todas nuestras proveniencias y, a la vez sin dejar de tenerlas en cuenta, volviéndolas a poner en juego, pero sin ninguna garantía, a pesar de todo, ¿no respondemos a algo que aún llega de allí mismo, de nuestra proveniencia?

Es preciso dejar lugar al asombro, manteniendo el paso del pensamiento suspendido sobre este sentido que ya nos ha tocado, ya que este pensamiento nunca comienza en el vacío, y debemos tener en cuenta que la verdad nos precede y el sentido difiere

Si nos detenemos a mirarnos, comprobamos que falta un presente. La contemporaneidad nos ha sido sustraída, no habitamos el mundo. Allí hay que enfocarse, en la contemporaneidad que falta

Lo que ha sido, lo que nuestro tiempo reconoce como habiendo sido, ya no es la naturaleza sino la propia historia, y por eso la historia misma diríase desvanecida en la historia. Nuestro tiempo es el tiempo o un tiempo de la suspensión de la historia

Por eso, para Nancy, la clausura de la historia no es un mero cambio de mirada sino que la considera el propio comienzo de la historia misma. Lo que encontramos como comienzo es esta clausura, este retiro de sentido y el inscribirse de su sustracción, implica desensamblar lo que se construyó para dejar venir lo que se oculta debajo, y es eso mismo lo que provoca el surgimiento de la historia como filosofía

Difícil fue aceptar que el sentido que nos contenía ha fugado. No hay otra realidad sino este mundo: esta realidad, singular-plural, no obstante, se caracteriza por un exceso de sentido que se aleja de cualquier significación, y es por eso que existe como abertura absoluta y se sustrae a la significación y a la estructuración. La estructura de la existencia es la estructura en cuanto constitución de la ipseidad, ya que el mundo es exactamente coextensivo con el tener lugar de toda existencia en su singularidad. El mundo siempre es la pluralidad de mundos: constelación en la que la posibilidad del “con” (la composibilidad) resulta idéntica al destellar, densidad de una pulverulencia de destellos absolutos

Lo que es esencialmente intrínseco es el aquí-del-mundo, el estar-aquí sin creación alguna. El ethos es entonces el lugar propio de la condición humana, y aquí mismo aparece el sentido que no es nunca significación conformada de una vez por todas, es lo abierto, la beance, la pérdida de toda estructura determinada de la significación que refiere a una práctica de sentido ya despegada del horizonte de la filosofía anterior. Somos expuestos al abismo de sentido, al exceso-de-sentido frente a lo cual nuestra respuesta oscila entre la finitud y la pasividad, o sea, nuestro tiempo es un tiempo a la vez no-histórico y sin naturaleza 

Lo que somos en tanto existentes es eso que compartimos que no es otra cosa que la finitud: somos una pluralidad de singularidades finitas, únicas y por lo tanto, irreemplazables

Es el tiempo del sentido errante, en eterna travesía cuya verdad no es más ni representativa ni anticipable: está abierta en sí misma sobre la ausencia de comienzo, de fin y de fondo

El sentido toca al ser en su proximidad y en su distancia íntima con su propia abertura, es decir, con ese punto donde existe propiamente y en donde es para sí, tanto como es para el mundo. Es una apertura ontológica, no moral. Es el ser en tanto sentido el que está abierto, así la praxis que nos toca es cambiar el sentido del sentido, pasar del tener al ser

Se llegó a una instancia final, no había más razón en la historia ni salvación del género humano. No había parusía ni sentido presente atestiguado, sí había una escatología diferente, otro exceso de sentido. Para Nancy están clarísimas las consecuencias totalitarias a las que nos arrastró la demanda de sentido. Siempre se trató de un modo u otro de huir de la falta de sentido y de perseguir algún reemplazo

Asumir el fin del sentido en todos los sentidos en el lugar mismo de la formación del nacimiento de sentido, allí es donde se abre un agujero negro. Ya no hay garantía. Nuestro temple de época es la errancia del sentido

La historia del sentido es la historia del des-astre, el sentido fuga para convertirse en a-cósmico. Los grandes pensamientos de sentido siempre se caracterizaron por una dimensión distinta, aquella de un sentido sin fin. Hoy no se acaba o no se comprende, afirma Nancy. Es el acceso al sentido de lo insensato o del más allá del sentido y persisten en una última relación con lo absoluto del sentido, con un advenimiento supremo que no tiene lugar

Hay un vacío de una abertura que no abre, sino que se abre y este abrirse sería la única forma de auto-constitución posible. No hay fundarse, engendrarse, realizarse, pero hay abrir –se. Abre el “se”, esa sería la espacialidad del sentido: se abre. El sentido es reenvío-a y este reenvío es “a nada”, o sea, infinito

Hay que destacar que el hecho de que el ser mismo sea abierto, implica una nueva relación con el pensamiento y con la responsabilidad del hombre. Se trata de hacer-sentido: es lo que significa una ética fundamental, una conducta de sentido, una ética que no mira hacia la soledad del hombre ya que el yo mismo no existe nunca solo. Se existe de forma esencial, intrínseca, con otros entes que existen. El “con” no es una relación exterior. Es un ser-juntos. Para Nancy el ser coincide sin más con la existencia El ser social es el ser que se es al mostrarse ante sí mismo, consigo mismo, eso es comparecencia

El sentido se ha convertido en nuestro nombre nudo, es el nombre antes del nombre, un pre-nombre de nuestro ser. No tenemos más sentido porque somos el sentido, sin reserva, infinitamente, sin otro sentido que nosotros. A ese sentido, en su absolutez y en su singularidad, le corresponde el no comprender ni su unidad ni su unicidad. Es un solo sentido (de “solo” ser) porque es cada vez el sentido. No lo es “en general” y no lo es de una vez por todas. Lo sería si fuese acabado, reabsorbido, insensato. Infinito e insensato

Cuando el ser es planteado como infinito es entonces que es determinado; si es planteado como finito, es su ausencia de fundamento la que es afirmada. Así, la finitud es el sentido que designa que el ser no remite a nada, ni a sustancia ni a sujeto ni siquiera a “ser”. Todo el sentido está en lo inapropiable del ser cuya existencia es la apropiación misma, a eso se llama finitud

La posibilidad de abrir un mundo debería considerarse en un diagnóstico del mundo que amenaza con desaparecer. La globalidad parece ser nuestro campo de batalla. Se nos hace necesario impugnar la significación que hemos dado para abrir un porvenir otro del sentido del mundo y de la historia. Según Nancy, un mundo no es más que el lugar común donde hay sitio para todo el mundo, aunque haciendo la salvedad de que sea un sitio verdadero, o sea un sitio donde sea posible el ahí del ser. Si no es así es tierra de exilio y valle de lágrimas. El mundo parece haber perdido la capacidad de hacer mundo y logrado solo la de multiplicar a la medida de sus medios una proliferación de lo inmundo

Un mundo es el lugar común de un conjunto de lugares de presencias y disposiciones para posibles tener-lugar. Desde que no podemos hacer del mundo un significante presente con un significado propio ni tampoco asignarle un sentido en una relación con otro mundo, es preciso asumir que el mundo es un hecho sin razón ni fin y que, sobre todo es nuestro hecho, nuestro factum. En esta factualidad, en su verdad de hecho, se debe ubicar todo el sentido posible. Somos en el mundo que hace sentido más allá o más acá de toda significación. Mundo y sentido son, por tanto, términos tautológicos porque no refieren más que a la relación contemporánea de las singularidades que hacen sentido en su ser-con y en la textura del mundo que no es sino la de ser expuestos los unos a los otros

Este mundo aquí, sin otro mundo, este mundo vuelto mundo es el mundo de la técnica, ya no naturaleza, ni universo, ni tierra ni cielo: ya no totalidad

Este mundo de la técnica es lo que nos sucede ahora y se trata de pensar que con él se abre lo máximo posible y el máximo peligro: en él confluyen la oportunidad de otra creación del mundo y la del fin catastrófico del mundo y de todos nosotros con él, de ahí que no sería inexacto observar que el mundo en estas condiciones se volvería a aparecer extrañamente al mejor de los mundos posibles de Leibniz, lo cual nos resultará una ironía lamentable e insoportable a nosotros que tenemos tantas razones para estar convencidos de que este es el peor de los mundos

Sin embargo, tal es la tarea, y, como el solo mundo - ni posible ni necesario sino aquí - es también el mundo que puede confinar a lo peor, disolviendo todo sentido del mundo, del cosmos, o de mundus, en su propio devenir, sería como la desnudez naciente del sentido mismo

Deberemos, por tanto, pensar el sin-fin de la técnica - su mundialidad y su corolario, el capital- en su ambivalencia, la que tiene por definición la potencia de reducirse a la nada tanto como ser infinitamente su propio sentido, indescifrable fuera de la praxis de su arte

El pensamiento abierto por lo impensable y la obra siempre abierta por la inoperancia son lo que en la historia sobrepasa a la historia y producen sentido. La verdad es el mundo, no es la verdad del mundo sino el mundo mismo, la totalidad del sentido en acto. No hay adecuación del mundo a un concepto, a una idea, a un fin, o a un principio. Esta inadecuación o disidencia como diría Quignard, es la que nos lleva al fondo de las cosas, es la que abre el juego de la verdad. Lo verdadero es lo inadecuado por excelencia

La verdad es entonces el mundo - lo real mismo en totalidad – en tanto esencialmente inadecuado, en tanto excesivo o defectuoso con respecto a toda adecuación 

Dejar la abertura abrirse y el pensamiento espaciarse. Tener - lugar del ser o del hacer ¿Ser o hacer Qué? Un instante de presencia, de exposición al mundo. Un instante del mundo, el mundo de un instante

El arte más grande, dice Nancy es siempre el que mantiene suspendida y retenida toda conclusión en la significación o en la interpretación. La mundialización espera su gran arte, el arte de hacer un mundo global abierto sobre lo inadecuado, sustraído a la dominación de un principio o de un fin

 

 

Julio 2021