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404 - A dos voces
La literatura mantiene una relación privilegiada con lo que no tiene lugar, el Afuera, al llevar a la imaginación aquello mismo que está excluido

Barthes y Piglia, un francés y un argentino, en otro espacio-tiempo, paseando por una calle cualquiera de una ciudad sin nombre, en veredas diferentes, pensando ensimismados en la literatura al mismo tiempo. La utopía de un encuentro que no fue pero que dio lugar a una especie de intertexto a capella con dos voces silenciosas sin partitura


Lo que pasa del autor a la obra, más que su vida o su tiempo, es su propia fuerza y, dicho de otra forma, la literatura es en sí misma una dimensión moral. Poder escribir una historia es el sentido último de esa historia. Roland Barthes


La literatura sería una forma privada de la utopía, una manera de construir mundos posibles más nítidos o más oscuros. Intervenir en la realidad para reescribirla, para cambiarla

Uno escribe su vida cuando cree escribir sus lecturas. Ricardo Piglia

 

El lector es el elemento primordial de la comunicación literaria, es quien desea con pasión escribir, y no simplemente leer como quien consume un libro porque la literatura produce a sus lectores y son los grandes textos los que hacen cambiar el modo de leer. Escribir es explorar lo no dicho. La diferencia entre autor y lector es una diferencia imposible de traducir en roles, mínima pero absoluta; mientras el autor se mueve alrededor de las palabras, el lector lo hace con los sentidos. Ambos se encuentran en el texto que opera sobre el lenguaje, desarticulándolo para volverlo a articular

 Se le concede un gran poder al lector como único capaz de decodificar la realidad a través de la lectura atenta,  es un arte de la microscopía, de la perspectiva y del espacio, un asunto de óptica, de luz, una dimensión física

Hay una construcción del sujeto que se da por una extraña combinación de palabras, acontecimientos, tragedias, datos que habitualmente sacan al escritor de su normalidad y este trastorno, está secretamente ligada a la escritura ya que convierte a la vida en destino: una vida leída que a la vez conlleva una tensión entre el lenguaje y la experiencia y conforman un sujeto escindido. En un sentido, todos somos narradores. Leer y narrar son formas de vida y al mismo tiempo un modo de ser

La vida nunca hace otra cosa que imitar al libro que es un tejido de signos, una imitación perdida que retrocede infinitamente

La novela moderna ha sufrido una crisis desde su inmersión en el siglo pasado en la época de la reproductibilidad técnica y el hecho estético también puede ser pensado desde esta perspectiva, en términos de lectura, la del lector crédulo o la del especializado. La lectura supo ser un acto silencioso, ensimismado, antes de ser interrumpida por esta crisis.

Hoy el lector se encuentra entre el infinito y la proliferación. No el que lee un libro, sino el que está perdido en esa proliferación de signos

Generalmente, en literatura la persona es una idea acabada, aún si roza la ambigüedad. Como principio restrictivo específico, ningún novelista puede empezar su relato sin acogerse a una voz, la persona profunda de su relato. En suma, escribir es poder decidir “quién” será el que habla, que puede carecer de certeza pronominal, porque esquiva la identidad o porque no cesa de deshacer su persona debido a una continua desilusión del recuerdo y del relato, y tampoco es una voz que podríamos llamar anónima: es solo la voz de “alguien”

La voz podría surgir sin que se sepa de dónde, sin situación fija, no obstante, está ahí en alguna parte en torno a nosotros, pero nunca “delante. La verdadera dimensión de la voz es la indirecta, la lateral; se acerca al otro de lado, lo roza y se va, toca sin confesar su origen: es pues el propio signo de lo innominado, lo que nace o queda del hombre si le quitamos la materialidad del cuerpo, la identidad del rostro o la humanidad de la mirada; sin ella no hay comunicación entre los hombres, pero con ella lo que hay es el malestar del doble que llega insidiosamente de lo sobrenatural, ctónico o celeste, en suma, de una descolocación

Un conocido test dice que nadie resiste la audición de su propia voz y que a menudo no la reconoce. Y es que la voz, separada de su origen, instaura siempre una especie de extraña familiaridad, de un mundo que se ofrece al reconocimiento por su precisión y, no obstante, se hurta por su falta de raíces

La voz es, además, otro signo, el del tiempo. Ninguna voz está inmóvil, ninguna voz cesa de pasar, es más, ese tiempo que la voz manifiesta no es un tiempo sereno por continuo que sea su flujo; toda voz está bajo amenaza; al ser la sustancia simbólica de la vida humana hay siempre en su origen un grito y en su final un silencio; entre esos dos momentos de desarrolla el tiempo frágil de una palabra; sustancia fluida y amenazada, la voz es, así pues, la propia vida, y el “grano” es el cuerpo en la voz que canta, en la mano que escribe, en el miembro que ejecuta. No solo es su timbre. El poder significar que abre no se puede definir más que como la fricción de la música con otra cosa que es la lengua (y no ciertamente el mensaje)

¿No será que oigo voces en la voz?

¿Pero la verdad de la voz no es ser alucinada?

¿El espacio de la voz no es el infinito?

 

Cuando alguien no puede dejar de leer una novela es porque hay algo ahí, una voz que está narrando más allá de la anécdota o la trama. Lo que uno quiere seguir escuchando es esa voz que narra y devela una relación particular con la historia que cuenta. Es la sensación de una voz interna

Esa relación entre el lenguaje y los tonos del lenguaje es algo que la literatura practica y modula de manera única. De ahí que podamos distinguir entre tono y estilo. Mientras el estilo alude a la elegancia en la disposición de las frases, el tono remite a la cadencia e intensidad del relato

La obra es un objeto de consumo. El texto no está ahí para ser consumido, exige juego, dedicación producción. Si la obra se cierra sobre un significado, el texto lo hace retroceder al infinito, se dilata; su campo es el significante que no reenvía a ninguna idea de lo inefable, su lógica es metonímica y se da a través de asociaciones, contigüidades y traslados. Acoge una pluralidad irreductible de significantes que lo tejen. No puede ser él mismo más que en su diferencia. Mientras que la obra está inserta en un proceso de filiación, el texto puede leerse sin ella. Es un lugar indeciso, un vacío que nunca se puede cerrar porque la lectura no tiene fin, es una productividad. Esto no quiere decir que sea el producto de un trabajo sino el teatro mismo de una producción donde se reúnen el productor del texto y su lector; el texto trabaja en cada momento y de cualquier lado que uno lo tome. La obra es un fragmento de sustancia, y el texto, un campo metodológico. La obra se ve, el texto se demuestra. Mientras la obra se sostiene en la mano, el texto lo hace en el lenguaje, solo existe extraído de un discurso. Es travesía, no co-existencia de sentidos; intenta situarse exactamente detrás de los límites de la doxa (la opinión común) y se define por sus límites, su energía de exclusión, y su censura. Es siempre paradójico

El texto decanta la obra (si ella se lo permite) y la recoge como juego, trabajo, producción, práctica

Está asociado al disfrute, al placer, consigue la transparencia de las relaciones, sobre todo de las relaciones de lenguaje, es el espacio en el que ningún lenguaje tiene poder sobre otro, circulan. Es ese espacio social que no deja bajo protección a ningún lenguaje exterior a él ni deja a ningún sujeto de la enunciación en situación de poder ser juez, maestro, analista, confesor, descifrador: la teoría del Texto tan solo puede coincidir con una práctica de la escritura. El escritor moderno nace a la vez que su texto

A veces la persona del narrador se encuentra en una posición que podríamos llamar técnicamente indecisa. No podemos hallarle ni duplicidad narrativa, la que sería propia de la novela clásica, ni el rebuscamiento del “yo” proustiano ni tampoco ese “mí mismo” del poeta. La persona del narrador, es en este caso de quita y pon, nada más que un soporte parsimoniosamente prestado a una palabra móvil, apenas sujeta a nada y que va de lugar en lugar, de objetos en objetos, de recuerdos en recuerdos y sigue siendo en todas partes una pura sustancia articulada

La literatura debería haber muerto con el arte por haber cumplido su finalidad, es decir, mostrar su intento imposible: plasmar sensiblemente la idea, demostrando que no es posible. Pero habría que pasar primero por la literatura y el texto para llegar a la escritura como destino. La escritura no es un sistema secundario de signos, no es ni la lengua común a todo ni el estilo particular de cada uno, sino la forma que deliberadamente elige el escritor. Lengua y estilo pertenecen al orden natural, en cambio, a la escritura le corresponde la elección, y ella sola compromete y significa. Tiene un deber ético ya que trata con fragmentos de mundos que afectan a quien lee y escribe

La escritura es una práctica activa frente a la arrogancia de otros discursos, políticos, científicos, etc.

La literatura no desaparece: persisten sus restos, los rastros de una tarea imposible, tarea sublime de poner en palabras lo quizá innombrable. Literatura es quizá el texto que resta. En ese deambular por un texto infinito se va tejiendo sentido y quizá la literatura tenga por eso la respuesta a la pregunta por el fin de la filosofía, mostrando como se hace y se deshace el texto como una vida

 La literatura es un espacio fracturado donde circulan distintas voces que son sociales, letras que hay que reunir, que hay que ir leyendo para que el mundo cambie, para que a cada uno de nosotros le pase algo al atravesarla

La literatura como fin es la ficción llevada al límite de la sinceridad, o la realidad o la verdad llevadas al límite, exigiéndoles su sinceridad, que se confiesen ficción. La literatura no dice la verdad, dice la verdad en el límite, es un quiebre desestructurante de la experiencia real. Se ubica en un intersticio o lo produce y se vuelve indecidible. Dice lo indecidible y lo indecible. Esa indecibilidad literaria en el límite de la verdad nos conduce a un terreno incierto ya que construye un discurso que no es verdadero ni falso, que no pretende ser ni lo uno ni lo otro y en ese entre se juega todo el efecto de ficción

La verdad tiene la estructura de una ficción. Hay que hacer en el lenguaje un lugar para que el otro hable. La literatura es un espacio donde la verdad puede ser dicha. Eso explicaría que, de un mundo, por ejemplo, extremadamente precario, el autor pueda hacer un poder, incluso una violencia, pero este poder no es interior a ese mundo, es el poder del escritor, el poder de la literatura: no es posible jamás separar el sentido de un mundo novelesco del propio sentido de la novela

La ficción literaria pertenece a un orden diverso del que se opone verdad a mentira. El discurso de la historia o el discurso periodístico se fundan en la correspondencia entre discurso y mundo representado. En cambio, la ficción literaria al salirse de esa lógica narra lo inverificable. De este modo, hace incalculables las posibilidades de tratamiento. Al no rechazar una supuesta verdad objetiva, indaga en sus modulaciones, en sus tensiones contradictorias, colocándose más allá de la intrínseca ingenuidad con que se pretende saber de antemano en que consiste la realidad. Todo lo que no implica el rechazo de cualquier forma de ética de la verdad, sino una exploración menos primaria y elemental. Entonces, si la ficción no busca repetir un supuesto real reconocido por todos, postula la posibilidad de una realidad otra. De esta manera los saberes que se ponen en juego en las ficciones literarias no dependen de la verificación, sino que producen modalidades de producción de sentido de otro orden

Hay una ética de la palabra, y una búsqueda de preservar su sentido ético contra la paranoia del poder, la violencia de la palabra, y contra la des-memoria

Si hay literatura hay pasión; escribir es una experiencia con la pasión y es por eso que tiene la misma estructura que la vida. La literatura toca el límite, pone la verdad en el límite con un gesto indefinidamente suspendido, sin fin, será siempre como si lo tocase, porque no hay ninguna meta, trabaja con lo que aún no es, construye lo nuevo con los restos del presente. No somos más que porvenir porque la novela es siempre un territorio que se lee en un mañana que es el territorio del deseo. La alteridad se cuela por esa ficción. Más allá de cualquier mensaje comunicativo queda la exposición en común al límite. Trabaja con los límites del lenguaje. Es un arte de lo implícito

¿en función de qué filosofía, puede recuperarse la devastación del mundo? sería suficiente que la literatura tome a su cargo hasta el final lo que va mal en el mundo para que el absurdo cese. El lector que ha sido conducido hasta ese borde de miseria de este mundo, se encuentra al mismo tiempo dotado de un sentido de la vida. Así, lo que se le puede pedir al lector es que se confíe a la obra, no por lo que esta conlleva de filosofía, sino por lo que conlleva de literatura, esa voz que narra, un tono, un ritmo de lenguaje que nos permite narrar

Desde que la literatura empezó, habla de la relación entre la escritura y la vida, pero la escritura le lleva ventaja a la vida porque en ella se pueden hacer borradores…por eso a veces pensamos en haber vivido como si fuera un borrador, algo que puede ser transformado. La diferencia es el lugar donde los borradores de la vida son posibles, tal vez por eso se hace literatura; pero la experiencia no se puede reconstruir en un laboratorio y con palabras, pero, a pesar de eso tiene una carga de pasión que hace que escribir sea una de las experiencias más intensas de la vida

Uno escribe y elige lo imaginario porque está desajustado con la vida. Es una grieta entre el pensamiento y el sentido. Lo difícil es entrar en la escritura y dejar de lado lo real

Es necesario pensar la literatura en la sociedad, no viceversa. La literatura no puede leerse ni escribirse como un objeto subordinado de los estudios sociales, ni como vehículo al servicio de la ideología. No pretende reflejar ni documentar la realidad, sino que la cuestiona, explora y amplía

Hay textos donde el autor no conduce a nada a su lector y lo que cada uno de esos textos nos está diciendo es su realización completa. Entre todos los materiales de la obra, la escritura es el único que puede dividirse sin cesar de ser total: un fragmento de escritura es siempre una esencia de escritura, por eso, nos guste o no, todo fragmento, desde el momento en que se escribe, está ya terminado. Son textos como pedazos de lenguaje. El escritor no dedica su esfuerzo a la materia verbal sino a la decisión de escribir: todo ocurre antes de la escritura

Por eso no puede compararse una obra fragmentaria a una obra continuada, por esta razón es por lo que nadie se atreve a negar la grandeza de las obras fragmentarias: grandeza, no de la ruina o de la promesa, sino del silencio que sigue a toda terminación. Nos encontramos con textos libres de tema, de objeto, de símbolo, escrito en una oquedad, en la que las partes del discurso tradicional están de más, el que habla, lo que cuenta, la manera de expresarse; estar en el lenguaje, se trata del aliento que no trata de representar nada, sino la escena del lenguaje de manera que el modelo de esta mimesis había dejado de ser la aventura de un héroe para pasar a ser la propia aventura de lo que le sucede al significante

Hoy las nuevas tecnologías generan una serie de perspectivas poéticas y nuevos textos. Es necesario ser precavido con la mirada eufórica sobre ellas porque tiene una dinámica que nos es la dela cultura. Es una periodización rápida que envejece inmediatamente formas anteriores estetizando lo que envejece

¿Ser contemporáneo consistiría en incluir personajes que se envían mails o tuits?

La literatura trabaja con el presente, pero lo hace de una manera más enigmática, más desplazada. La exigencia sería una demanda a los escritores: que no se nos vaya a escapar el presente. Cuando el presente sí está, funciona por sí mismo. Hoy, decir “soy escritor del presente” parece una condena. El acento está puesto en la imagen, en la tensión, en la relación con ella, pero no solo los contemporáneos son contemporáneo

No existe otro tiempo que el de la enunciación. Todo texto está escrito aquí y ahora. Es un tejido de citas provenientes de los mil focos de la cultura, un diccionario compuesto, en el que las palabras no pueden explicarse sino a través de otras palabras y así indefinidamente

 El relato que alguien hace sobre qué- le- pasa en relación con un sistema determinado está hablando de cómo la experiencia de una persona actúa para la reconstrucción de una determinada interpretación de la realidad. Se acepta que hay distintas versiones, pero la sociedad no es solo relato. Muchas de las discusiones actuales tienen que ver con la impostura, si lo que se dice se debe creer o no: imposturas, qué hay detrás de los relatos y quiénes son los que ocultan cuando hablan

En todo lo que escribo quiero plasmar no solo el modo en que una novela refleja la realidad sino de qué manera la ficción actúa en la realidad. El Estado construye ficción y no se puede gobernar sin construir ficciones. No se puede gobernar con la pura coerción y es necesario gobernar con las creencias y una de las funciones básicas del Estado es hacer- creer, y el hacer- creer tiene mucho que ver con la construcción de ficciones

La literatura disputa con ese mismo espacio, es decir, está construyendo un mundo antagónico a ese mundo de ficciones estatales. Hay tensión entre el Estado y la novela que en algunos casos es muy visible y en otros es necesario descifrarlo. Renzi vive literariamente - como hago yo o quiero hacer, pero, con todo, a través de una conciencia política- una relación distinta con la realidad. Es como si el personaje se hubiera constituido como el Lugar desde el cual el mundo puede ser visto

Un nombre falso - siempre me gustó ese juego – No soy el que soy, ¿Quién enuncia? Ahí está el problema de la literatura. Todo el material es mío, se trata de mi vida, pero contada como si fuera la de otro. No me gustan las confesiones. Hay que dar un giro icónico a las intimidades

La escritura es ese lugar neutro, compuesto, oblicuo, al que va a parar nuestro sujeto, el blanco- y- negro en donde acaba por perderse toda identidad, comenzando por la propia identidad del cuerpo que escribe. El texto se produce y se lee de tal manera que el autor se ausenta de él a todos los niveles. En cuanto un hecho pasa a ser relatado con fines intransitivos se produce esa ruptura, la voz pierde su origen, el autor entra en su propia muerte, comienza la escritura

Hoy día me imagino a mí mismo un poco como el griego antiguo: el griego interrogaba con pasión, sin pausa, el susurro de las hojas, de las fuentes, del viento, en definitiva, el estremecimiento de la Naturaleza, para percibir en ellos el plan de una inteligencia. Y en cuanto a mí, es el estremecimiento del sentido lo que interrogo al escuchar el susurro del lenguaje, de ese lenguaje que es para mí, hombre moderno, mi naturaleza

 

Hay una forma extraña de usar el lenguaje que no tiene que ver con la construcción fija de la historia como espacio de los acontecimientos: la locura. Es siempre el límite de la narración, el reverso del silencio. La locura es decir demás, es no poder callar, es un exceso al borde de la ficción,

 

 

Octubre 27 de 2021