Vi RIVER, la serie, en el 2015, año de su realización y quedé impresionada, tal es así que pensé que merecía solamente mi silencio, un respetuoso homenaje al silencio obstinado de ese increíble protagonista que créo Stellan Skargard, con una actuación que carece de calificativos apropiados - solo diría sublime - y escribió Abi Morgan(The hour), una de las guionistas más talentosas de la actualidad y que destaca en este caso por su inteligencia en construir una historia ajustada sin desbordarla con tiradas de párrafos explicativos sobrenaturales o enganches sentimentales para el espectador
No sé por qué
hoy me da por estas líneas. Debe ser que en este 2021 vuelvo a ver RIVER
tratando de distanciarme, refrescando mis retinas, y vuelvo a considerarla una
de las series policiales duras más sorprendentes que he visto en estos últimos
años
Cada episodio,
cada secuencia, cada escena, van armando esta historia de atrás para adelante,
ya que el presente, se podría decir, está teñido del pasado de River: Stevie
(Nikola Walker intensa, magnífica) su colega y amiga asesinada que lo acompaña
con su charla en esta travesía, como su espíritu alucinado, o la alucinación de
su espíritu: una conversación imposible en un tempo de casi comedia que va
pautando la relación de ambos y sus huecos. En todo el transcurso de la serie hay
una omnipresencia de la ausencia de Stevie como presencia
La plasmación
de este guión es de una sensibilidad muy poco común a la que Skarsgard le da
todas las inflexiones emocionales necesarias para hacerlo vibrar y conmover,
sin golpes bajos, sin nada de más ni de menos, en perfecto equilibrio
River es un
policía “no apto”, una especie de “papelón” para sus colegas que deben soportar
las miradas de la normalidad uniformada de la sociedad ante su gesticulación cuando
conversa con sus muertos, y quieren reducirlo a la cordura, al orden, con
terapia y pastillas. Es un hombre que, a pesar de no encajar en el mundo, de
carecer del más mínimo apoyo existencial y de su absoluto desamparo, sabe en el
fondo que de nada van a servirle ni la medicación ni el análisis, que vivir es
llevar a cuestas la propia inadecuación, y la suya es ese delirio que no es ni distorsión,
ni mentira ni error, sino como diría Deleuze, es el pensar que se expande más
allá de las fronteras de la razón, un intersticio entre el adentro y el afuera,
la brecha entre la razón y su resonancia o disonancia interior que se revela en
sus “manifestaciones”, quizá los canales por donde trata de encontrar la
apertura o la liberación de los nudos que lo atan al pasado: sus casos son su
vida, y con solo observar su rostro, allí aparece todo, no hay que contar nada.
Es a través del objeto de la mirada que se siente la emoción
River siempre “sabe”,
aun en sus momentos más desesperados y violentos, y recorre la serie a la par
que su melancolía incurable lo acompaña por dentro, donde va alojando todo lo
que no es capaz de habitar, el amor, las culpas, los duelos. La melancolía”
extraña” su mundo, lo vela, lo expulsa de él, pero a la vez, ilumina las
heridas. No obstante River no renuncia, no decae, y mucho menos se arrodilla
ante el sistema que no puede aceptar su diferencia, y ese es el quid de la
cuestión, el diferente que no solo cumple con su deber a pesar de su “debilidad
mental”- que en realidad es la que lo lanza - sino que se responsabiliza por el
efecto colateral de sus acciones (cuando muere accidentalmente un joven al que
perseguía, se ocupa de la mujer y del hijo que deja atrás). Esa conciencia
viene de un saber profundo, es inherente a la naturaleza humana, a la verdadera
libertad de ser, que no es otra que el “ser-con” nancyano
La puesta en
escena nos escamotea la Londres de postal y nos conduce a calles oscuras con
una atmósfera de decadencia urbana, que raya en lo abisal: esquinas riesgosas, callejones
sucios, solitarios y edificios desolados, un territorio profundo e insondable
como el alma en suspenso de River
Entre todos
sus espectros hay uno que se desmarca de todos, interpretado por Eddie Marsan
en otro de sus papeles siniestros: Thomas Cream, el envenenador de Lambert del
siglo XIX, pero que en esta circunstancia actúa los demonios de River y lo
persigue sin tregua como la Sombra Junguiana, pautando otra veta, quizá la más
oscura
La escena del
baile, un final a toda orquesta, una irrupción de comedia musical donde River y
Stevie cantan y bailan, recurso que me recuerda al de Tsai Ming Liang en La
nube, aunque con grandes diferencias de mirada - es una especie de corolario de
toda la serie donde River logra “darle alas a sus grietas”, mostrar su faceta
desconocida, la respuesta a “canta loquito” de Stevie, y su confesión de amor,
una escena espléndida, un toque maestro
Y allí estaba
el final: un River, rodilla en tierra, y en su mano abierta extendida la huella
de la de Stevie. Y con todo el respeto que me merece este guión de excelencia,
el final-final, ese puente que le tienden los vivos, tiene toda mi comprensión
humana pero River como gran cine, no lo necesita: su puente es Stevie, la del
despertar
Un policial
inolvidable y en 7 años, un hito
RIVER 2015 Reino Unido
Guión Abi Morgan
Dirección Abi Morgan Tim Fywell Jessica Hobbs
Richard Laxton
Reparto Stellan Skarsgard Nikola Walker Lesley Manville Adeel Akthar
Eddie Marsan
Joseph Altin Sorcha Cusack Owen Tieddle
Temporadas 1
Episodios 6
Noviembre 25
de 2021