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414 - Lecturas. Edmond Jabés. La soledad del signo
El tiempo del escritor es función de la vida del signo, de una inspiración o de una expiración exigidas por las del Libro - de una ausencia, por así decirlo, del tiempo mantenido en el tiempo por el tiempo del vocablo; de un tiempo pues inconmensurable ante el tiempo medido


La lectura es dueña del signo; pero, ¿no es del signo y en el signo donde nace y muere la lectura, donde nace y se apaga la mirada?

Es el ojo quien desencadena la verdadera pregunta, la pregunta de las mil preguntas que dormitan en la letra y no en el oído


La apuesta


Apostar por la apuesta pero nunca por la elección que la condiciona

Optar por el riesgo seguro más que por el hipotético logro

Salvar, de la elección, la apuesta: realidad de la escritura

El envite por el envite - como el deseo por el deseo, el amor por el amor, la aventura por la aventura El objeto deja de ser lo que está en juego para volverse pretexto

Allí donde nada puede resultar, el resultado es la prueba, tanto del no resultado previsto como de la Nada

En el principio era la Nada, que no tiene principio

 

 Cercanía Lejanía

 

¿Tendrá el alejamiento sus grados? ¿La proximidad sus límites?

Se dan dos tipos de descubrimiento en literatura: el de la obra realizada en el seno de su no realización – llevada, en su inacabamiento, hasta el ineluctable término – y el de la obra a medio camino de su sin cesar diferida realización: las dos me interesan; una por el camino recorrido, la otra, por el que le queda por recorrer

Tantas citas de autores que he frecuentado, tantas notas escritas día a día duermen en mis cajas de cartón…

Están aquellos escritores, pensadores, soñadores, poetas que me abrieron los ojos y están los que, a su vez, me han permitido mantenerlos abiertos. Están aquellos a los que sigo leyendo con avidez y aquellos a los que solo leo de cuando en cuando. Jóvenes creadores a los que me he asomado en estos últimos años o bien autores anteriores de los que poco a poco me he ido desligando

La palabra compartida es siempre palabra nueva

 

 El punto

 

Los hebreos comparaban el presente con un punto; en él veían el final del pasado y el comienzo del futuro

Como el más pequeño de los círculos – un nuevo centro -, así es como he definido el punto en Le libre des questions. Punto del preludio y del término; pero ¿de qué fin? Sin duda de aquel que deja tras de sí todo comienzo; amasijo de piedras calcinadas de un edificio incendiado

La escritura ignora el presente. La primera palabra rompe con el pasado para, virgen, hacer frente al exigente porvenir

Embebida de tinta fresca

 

Todo devenir se funda sobre una incógnita que, una vez descubierta, se torna, súbitamente, misterio inicial

El futuro podría no ser más que la ignorancia de un pasado por descubrir. Esta ignorancia es el verdadero saber, que, entre las estrellas, surca en la noche sus caminos reales

Queda por alcanzar esa noche

 

La contradicción que alimenta la interrogación no desemboca en la nada sino en un indecible que tendremos que poner en palabras

Hay en la palabra un sentido que conduce a otro sentido que, a su vez, conduce a un tercero que nos deja vislumbrar que aún estamos en el umbral de la palabra.

Agotar todos los sentidos de una palabra en una sola. Esa es la labor del escritor

En el Todo está la disgregación del Todo, como en el ser, está el desmoronamiento fatal del ser. ¿Qué porvenir tiene todo esto? Sí,¿qué es lo que, a fin de cuentas, se perpetúa?

 

Descomponemos al hombre por entero. Tal vez demos con los elementos del pensamiento y de la voluntad, pero lo que siempre encontraremos y no podremos resolver será esa X con la que tropecé en otro tiempo. Esa X es la Palabra, que, al ser comunicada, quema y devora a quienes no están preparados para recibirla

 

                                             El verbo no es el comienzo sino el límite. Es el término anterior, la adhesión al peligro fatal que el hombre asumirá

Comienzo y final de lo escrito no son más que perturbadora obsesión de la palabra, su falsa movilidad

 

Puede que, en mis libros, no haya intentado más que deshacerme del embarazoso “Yo” en beneficio de un “Nosotros” casi anónimo

Escribir consistiría, mediante las palabras, en acceder poco a poco a ese anonimato

Ser el otro y permitir a éste ser uno mismo: vía oscura del anonimato

Siempre habrá un pliego arrugado que se resista al verdugo, por el que una palabra húmeda, como lágrima tardía, se derrame

Soy la transparencia de esa palabra

Planta un árbol en la tierra fértil de tu sangre. El alma también necesita sombra

La atracción que ejerce el bien sobre el bien es igual a la ejercida por el mal sobre el mal: una atracción infinita

El libro no se abre de izquierda a derecha ni de derecha a izquierda, sino de arriba abajo: una página en el cielo, una página en el polvo

 

 Carta Blanca

 

Dejar al escritor, que comente, para nosotros, sus libros, es, de alguna manera, sacarlo de sus obras

Ahora bien, frente al texto, el escritor se encuentra en la misma situación que el eventual lector; el texto se nos ofrece tal y como podemos leerlo. Es, cada vez, el texto de nuestra lectura, es decir, un nuevo texto 

El escritor se escribe leyendo, el lector se lee en lo escrito

Cederás tu nombre al pasaje

Grande es el margen entre carta blanca y hoja en blanco. No es, sin embargo, en este margen donde podrías encontrarme, sino en el todavía más blanco que separa el pliego estrellado del pliego transparente; la página escrita, de la página por escribir: en ese espacio infinito, por tanto, donde la mirada nos devuelve a la mirada y la mano a la pluma; donde todo lo que se escribe se borra en su escritura misma; el libro insensiblemente haciéndose en el libro que nunca se acabará

Este es mi desierto

 

La diferencia entre la lectura del autor y la del lector tal vez resida en el riesgo de una primera lectura ciega a través de la cual el libro se va a hacer y del que solo el autor responde, y la posibilidad de toda otra lectura que, partiendo del texto del que el lector se ha apropiado, le otorgará una dimensión insospechada

Así pues, una lectura antes del libro, la del autor, y, una lectura después del libro, la del lector

En el fondo del océano, un texto indescifrado, fascina al escritor

Y si las palabras que trae son negras, es, sin duda, porque una vez descubiertas, como pulpos en alerta, empapados de veneno, hacen de su tinta su arma deslumbrante

La lectura es hija de la luz

Creyendo acercarse a su modelo, el libro va destruyéndolo a cada paso un poco más

Antes y después de la palabra está el signo/ y, en el signo, el vacío en que crecemos./Así, siendo herida, solo el signo es visible./ Pero el ojo miente.

Oh soledad del signo


Diciembre 15 de 2021