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426 - El Diablo a todas horas. En la sombra
Arvin, un magníifico Tom Holland (de niño Michael Banks Repeta, una promesa) es el testigo inadvertido de esta historia, el eslabón que enlaza las vidas de las genetes de Meade Y Knockemstiff, pueblos rurales de Ohio


Arvin, un magnífico Tom Holland (de niño Michael Banks Repeta, una promesa) es el testigo inadvertido de esta historia, el eslabón que enlaza las vidas de las gentes de Meade y Knockemstiff, pueblos rurales de Ohio, en una puesta inteligente con un clima que, a pesar de que pareciera que nada va a pasar alrededor de esas vidas sencillas y contenidas por la fe y las oraciones, va adensando y complicando la trama subrayada por la voz en off que nos va comentando algunas vicisitudes de sus vidas, una voz que parece no querer ahondar más allá de lo que nos cuenta. Ese retaceo, propio del cine actual, aunque no deje de ser clásico, nos deja lugar a la reflexión, porque detrás de su aparente simplicidad, se esconde un infierno

Arvin vive el día a día codo a codo con la experiencia, desmarcado de los rituales de la Iglesia salvo para acompañar a su Abuela, pero en él habita una cuestión no resuelta con su padre que data de la última noche que lo vio y que lo moviliza en todas las acciones de su vida que de alguna manera están relacionadas con las violentas y autoritarias enseñanzas impartidas y que influyeron en una especie de  indiferencia o desconfianza hacia la religión: una oración forzada, un sacrificio cruel e inútil y la vida destruida. Willard, su padre, interpretado por Bill Scargaard, regresa de la guerra de Vietnam, y también tiene sus obsesiones, una en especial con una crucifixión, símbolo que va a tener mucho que ver en el film. Quizá para Arvin, exista en su interior, al margen de la religión, lo sagrado, una reserva como promesa de lo que no ha acontecido, un eco ignorado e inconsciente de las cosas naturales y morales que vive y observa en su obstinada y solitaria parquedad: lo íntimo y su pasión, indiferente de cómo se representen

El misterio de lo sagrado se guarda en los rincones vecinos del silencio, habla desde el corazón de la mudez, es territorio irreductible a cualquier idea de “dios”. La experiencia de lo sagrado - no de lo religioso, no de la fe (aunque no los excluya) conforma un nuevo espacio que devela la parte más secreta e ignorada de ser. Detrás de esos ojos tristes y desencantados, y quizá por eso mismo, se va gestando en el interior de Arvin, un hombre y un mundo que tal vez pueda dar cuenta de todo lo que aún no pudo procesar desde esa escena de la infancia que lo marcó para siempre

Hay en el film una “fe” que es una pura cuestión de egoísmo, un delirio fanático que disfraza la irracionalidad con la santurronería, alardes descabellados que acaban en horrendos crímenes, justificados por un discurso que abreva en la parte dura del Antiguo Testamento libremente interpretado - y una fe de necesitados, absolutamente condicionada. Todo se convierte en un fanatismo desmadrado listo para explicar cualquier desatino

Los hombres y mujeres de este film aparecen aquí víctimas del engaño y no parecen poder arreglar cuentas con la desesperación. No se está a salvo del fraude, no hay protección ni en las autoridades policiales ni en los predicadores. Aparece la peor mentira detrás de una sonrisa o una palabra amable que se disfraza con los ropajes de una retórica equívoca, así lo comprende Arvin, un adolescente creciendo aceleradamente y convirtiéndose en justiciero en un mundo sin justicia, aunque sus actos deban acabar en violencia y asesinato

La familia de Arvin, la abuela, el tío, Lenora, son seres sencillos, honestos, trabajan para poner el pan en la mesa, lejos de cualquier elucubración intelectual sobre Dios, la fe o el pecado, seres que se amparan en la religión porque temen la hostilidad del mundo. Su creencia y su temor se alimentan de los truculentos sermones impartidos por el predicador de turno que puede apropiarse del poder que lo unge para satisfacer su ego, sus bajas pasiones (Preston Teagarden) - encarnado por Robert Pattinson, un tanto desaforado, amanerado, y, a la vez,  presuntuoso con su saber( notable la última escena en que aparece cómo sostiene “el Libro” como si fuera su dueño exhibiéndolo con suficiencia) - o el propio fanatismo enfermo  en el caso de Roy Laferty, otra de las modulaciones del ego. Estamos en un lapso de tiempo entre los 50 y los 70 y, a pesar de eso, El Diablo a todas horas, vibra en este Hoy con un mundo ensombrecido por policías corruptos, (Lee Bodecker) traficantes de drogas y asesinos desalmados que flagelan y descuartizan a sus víctimas y luego se van unos días a relajarse (Sandy y Carl Henderson) - sendas geniales actuaciones de Riley Keough y Jason Clarke - quienes viajan al son del góspel mientras van por sus despistados autoestopistas  a quienes despojan de su dinero, rasero de todo, como diría Jean-Luc Nancy

Hoy, post nietzscheanos, vivimos dentro del sintagma ”Dios ha muerto” - y sabemos  que remite al corazón de los hombres – deambulamos en ese vacío, habitados por su sombras. En el film, no hay esa conciencia, pero se siente el rehúso de Dios aunque los devotos, ajeno a ello, siguen pidiendo y tratando de transar por sus deseos y necesidades, y aquí, Arvin ya demuestra su no -pertenencia a la comunidad, cuando habla del “tronco de oración que no funciona mucho”, ese símbolo que demarca un espacio idolátrico construido por el pensamiento y la creación de su padre. Allí Dios sería “dios”, lo que Dios no es, despojado de su lejanía. Atender al ídolo hace desaparecer lo invisible en él y, por lo tanto, la única visibilidad posible de lo sagrado: la materialidad de su ausencia y quizá Arvin lo percibió como nadie por su inocencia y, por ende, por estar más cerca del asombro de lo que depara cada cosa, de lo que la palabra no clausura

El tema de la idolatría está muy presente en la puesta pero como un discurso flotante y es, en la práctica, una de las cuestiones más consustanciales a la “religión” aunque a la vez la más ajena. No es la intención de estas líneas presentar postulados sobre la fe o los dogmas, solo atender a ese hilo que atraviesa los tiempos y contiene el misterio de los individuos al ir detrás de lo que anhelan, de una ilusión, aunque los dados estén marcados. El diario vivir implica deseos incolmables que fundan el más acá de los seres y su dolor. Su más allá habita una ausencia a la que no pueden renunciar pero que no reconocen

Hay un arco semántico en este film conformado por el pecado, la culpa, el sacrificio, la pretensión de la resurrección, la “redención”- que toma la forma de suicidio - una gramática un tanto retorcida que remite más bien a los designios de otra figura, el Diablo, mencionado encendidamente, por los dos predicadores, Teagarden y Laferty, este último en su performance con las arañas

El Diablo tiene una gran historia desde que el mundo es mundo, fue un símbolo mítico, cultural y religioso de gran trascendencia, hoy reinterpretado en la experiencia directa de una realidad espiritual capaz de expresar nuestra parte irracional: esa parte oscura que nos habita, ese otro yo, esa sombra, el Mal como su desmesura injustificable. Haciéndonos eco del nombre de la película y - a pesar de que el director se lo adjudica a una frase que su padre solía decir -  podríamos afirmar que el Diablo, el Mal, aprovecha la ausencia epocal de Dios para aparecer y hacer sus violentas y atroces fechorías mimetizándose con sus aliados sin dar a conocer su nombre

Un film donde sin enarbolar ninguna tesis, los solos hechos hablan de lo “religioso” de la religiosidad

 

Parafraseando a William Burke,

Todo lo que necesita el Mal para triunfar es que el Bien no haga nada

 

 Ficha Técnica

                        Dirección Antonio Campos 2020

                          Guión: Antonio y Paulo Campos s/Donald Ray Pollock

                  Producción: Jack Gyllenhaal

         Banda de sonido: Saunder Jurriaans y Dann Bansi (18 canciones)

                    Fotografía: Lol Crawle

                       Reparto: Tom Holland

                                         Michael Banks Repeta

                                         Robert Pattinson

                                         Riley Keough

                                         Jason Clark

                                         Mia Wasikowska

                                          Bill Scargaard

                                          Haley Bennett

                                           Elisa Scanlen

                                           HarryMelling

                                           Sebastian Stan

 

                                           Drew Starkey

                          

 Febrero 17 de 2022