Su campo semántico abarca infinitos recursos, desde la mentira institucionalizada como punto de partida de los distintos relatos apoyados indefectiblemente en el auto-engaño, pasando por la persuasión subliminal, hasta el disimulo y la seducción. Todo apunta al oscurecimiento de lo obvio, a la puesta en escena de una realidad inexistente
Hoy la política se enuncia en el relato, está atrapada
en una telaraña de narrativas, aglutinadas con mentiras y simulación: la levadura de
los fariseos - la hipocresía - que emana de la necesidad de sostener ese
relato. Tanto en la política como en la sociedad, el plano semántico ha cobrado
gran relevancia y se ha despegado del económico y social, lo que genera un clima
propicio para el fraude
Si bien somos capturados por la connotación de las
palabras dentro del plano de lo decible, no es ese el único recurso; otro
tecnicismo casi lo ha superado, el escamoteo, lo que no se debe nombrar, lo que
se debe cancelar porque no se sabe cómo dirimir, y así desfilan los
significantes espectrales y los relatos donde en cada punto, en cada coma, se
anidan las máscaras de la realidad - o su doble fantasmático - a cargo de
disfrazar la forma en que son percibidos los hechos. Esa construcción de la
realidad a base de fragmentos espurios no debe tocarse sino reforzarse con
recordatorios a cargo de los arquitectos de turno, a riesgo de perder su
anclaje en los endebles y desnudos andamios de la ficción. Los relatos políticos
tienen un poder simbólico que acomoda las mentes de las gentes, así fue como el mundo
verdadero terminó por convertirse en fábula
Dentro de una sola cultura, allí donde reinaría
unánimemente un concepto estable de mentira se puede cambiar la experiencia
social, la interpretación y la puesta en práctica del mentir y puede dar lugar a otra
historicidad, a una historicidad interna de la mentira. La política es
el lugar predilecto para las mentiras, tienen la cualidad de replicarse y
legitimarse unas a otras coordinadas como en una coreografía para descalificar la
fuente del derecho y legitimar el discurso único: un adentro asfixiante, un Estado
abstracto
Se sigue hablando sin decir, comprometiendo la lengua
con los intereses más espurios, tratando de sumar votos, utilizando sintagmas
por demás obvios y demagógicos que tratan de ser contundentes detrás de las
máscaras de un contexto que resuena como un eco vacío donde flotan las palabras
infinitamente vulneradas. No obstante, la mentira tiene efectos de verdad en toda la
sociedad y la comunidad se guía como si la verdad que conoce no existiera, como
si la realidad fuera la falsedad que se sostiene colectivamente
La
mistificación está íntimamente cosida a la gramática del gesto del poder
Los encargados de administrar la política emplean hoy
los relatos como un recurso, una especie de atajo para legitimar sus gestiones
en un entorno que se caracteriza por la saturación de información y la economía
de la atención, provocada ésta por un público híper-conectado cada vez más
disperso. Así la democracia - el gobierno del pueblo - ha pasado a ser una “relatocracia” – el gobierno
del relato - lo que pone de relieve que el demos, el pueblo, la ciudadanía, ha
sido reemplazada en su función por el relato, ya que no es lo que se dice sino
las marcas del dibujo de un sentido conveniente lo que se pretende que se
escuche, y, de este modo, la ética, el relato y la energía social se entrelazan,
y el gran riesgo reside en la condición hipnótica del mismo relato, un estado
de somnolencia intelectual que mella el sentido crítico de la persona, que
asimila con “naturalidad” lo que debería provocar reacciones de otra índole. La
naturalización, es otra de las características de estos tiempos: la respiración
continua de la mentira y la difamación como armas letales llegan a parecer
“normales”
El
relato político es una “novela de poder”, aunque
la materia sea la realidad, existe una parte de ficción que a través de
diversos recursos activa las energías sociales. Es una estrategia de
comunicación política, una historia persuasiva que actúa como marca de un
gobierno y que moviliza y seduce por medio de sentimientos y emociones. Pero,
hay un decir, un querer decir al que se llama mentir. Lo que cuenta es la intención
que define la veracidad o la mentira en el orden del decir, del acto de decir,
y que es independiente de la verdad o la falsedad del contenido de lo que se
dice- La mentira tiene que ver con el querer decir, no con lo dicho, ya que se
miente cuando se enuncia una aserción verdadera que uno cree falsa, pues
siempre es la intención lo que cuenta para juzgar la moralidad de los actos. La eficacia de
la mentira es ostensible y revela como una ideología es capaz de falsear los
hechos, manipular la verdad sobre el presente político y obturar la experiencia
de la realidad
La fuerza de una narrativa no solo se mide por la
capilaridad social sino por la habilidad para desactivar los guiones
adversarios, por lo que a veces convive con un contrarelato y varios microrelatos,
ya que la tensión narrativa de cualquier proyecto político se apoya en el
conflicto, en una lógica combativa. Barthes decía que es la función cardinal que debe
ser usada estratégicamente
Se cuenta con un contrincante que persigue las mismas
metas, pero con otro método y al dotarlo de una serie de atributos negativos se
produce una “auto-identificación automática”: somos todo lo que nuestro competidor no
es
Es preciso tener en cuenta las comunicaciones
tramposas que se caracterizan por esconder los hechos y en consecuencia
escamotear la realidad, y atender el lugar que se le da a "lo que nos venden”
mientras se cancela el de lo que nos ocultan. Es necesario prestar atención a
la puesta en escena visceral de todos los temas, así Huxley decía
Las
palabras pueden ser como rayos, ya que si se usan apropiadamente atraviesan
todo. Para ello deben connotar emocionalmente
Solo hay un camino para evitar las críticas: hablar
sin decir nada recurriendo a frases- humo, expresiones vacías que parecen
confirmar algo que puede dar lugar a distintas interpretaciones fáciles de
rebatir unas con otras sin tocar el argumento, estrategias puramente retóricas
que permiten convencer sin tener que dar razones. En este lenguaje manipulador
del que tenemos amplia experiencia, las expresiones y las estructuras
lingüísticas son siempre estereotipadas
Actualmente vivimos, o, mejor dicho, leemos, una
guerra de lejos, pero a través de una proximidad visual y narrativa, y la
manera de narrarla tiene un peso quizás inadvertido por la mayoría, ya que al
narrar se dejan marcas, restos que son los que cuentan la ¿misma historia? de
otro modo. Hoy la guerra es vista, es leída, tiene público, y este público - la
opinión pública global – sigue los distintos avatares de la contienda que
además son leídos por otros y así se van generando relatos paralelos que
contienen parte de verdad y parte que surge de un imaginario que es difícil
desechar
La narrativa está cargada de valoraciones implícitas,
y, despertar las emociones de esa audiencia tiene más influencia que los hechos
objetivos. La guerra de las narrativas es la permanente disputa que se apodera
del debate público y se incluye también al analizar el riesgo político
El relato y su elaboración es de vital importancia a
la hora de formular políticas o de gestionar las crisis. Las narrativas
implícitas y construidas pueden influir directamente en la forma en que se
perciben los problemas y pueden constituir un riesgo per se, además de generar
un posible debate también imaginario dadas las bases con que se cuenta, y la
opinión pública dará su veredicto de acuerdo a quien gane la contienda
narrativa
La
filosofía del poder niega el valor propio del pensamiento, su finalidad no es
revelarnos lo real, o sea, lo que es, sino conducirnos a modificarlo, a
transformarlo guiándonos hacia lo que no es
La política es el gran lugar privilegiado de inclusión para
la impostura