Sabemos que Blanchot ha vivido circunstancias complejas e incómodas que remiten a su compromiso político con la derecha nacionalista de los años 30 y luego con el Mayo francés del 68 donde el lenguaje se asumió como respuesta al poder excluyente a través de una revolución provocadora. En ambos extremos se palpa la intransigencia con la cual se ubicó en ellos. Se retira luego de esa escena imprimiendo las huellas de su travesía en la búsqueda constante de una nueva comunidad
Los comentarios sobre su avatar político no fueron
amables y algunos de ellos hicieron responsable a la literatura - como su motor
para evitar la política, la historia y el mundo, y que remitiría a una
literatura que hace del olvido su gran tema y su sujeto, por lo que se lo
consideraba un pensamiento peligroso - y
de la impotencia que le genera como la única forma de responder. Pero quizá
podría ser el único recurso de que disponía Blanchot para pensar justamente la
política, la historia y el mundo. No es posible ignorar sus pasos como uno de
los más grandes del siglo XX junto a Roland Barthes a quien lo unió “una
relación sin relación”
He
aquí una de las preguntas que este pequeño libro confía a otros, menos para que
lo respondan que para que quieran llevarla consigo y acaso prolongarla. Así se
encontrará que ella tiene también un sentido político constringente y que ello
no nos permite desinteresarnos por el tiempo presente, el cual, abriendo
espacios de libertades desconocidas, nos vuelve responsables de relaciones
nuevas, siempre amenazadas, siempre esperanzadas, entre lo que llamamos obra y
lo que llamamos desobra
La communauté inavouable
Blanchot ha testimoniado más de una vez la incapacidad
de equilibrar la enunciación de una afirmación sin que por ello se la reconozca
como una negación, una indecibilidad que, al decir de Derrida, es el
presentimiento de un Sí completamente nuevo, indefinidamente plural. Plantea
la palabra a partir de un porvenir que tendría que ser pensado en el olvido de
lo previsible, en la agotadora inestabilidad que, creciendo sin cesar, desarrolla en
toda palabra el rechazo a detenerse en alguna afirmación definitiva, y
estas mismas líneas parecen merodear su pensamiento de lo Neutro, si bien lejos
de las definiciones. Christopher Bident, acertada y brillantemente, sin
traicionar a Blanchot, dice que no pensó lo Neutro, lo escribió. Su pensamiento
resucita lo callado, esa fisura entre afirmación y negación
La palabra profética, una de las modulaciones de lo Neutro, no es
cualquier palabra, sino una palabra que pareciera haber consumado todas sus
respuestas: lleva a cuestas una profecía que remite a un tiempo de interrupción, ese
otro tiempo que está presente en todo tiempo. Profética es una palabra
que no hace depender todo futuro del horizonte insuperable de una reiteración
de lo “ya sido”, y que no se apoya en algo que ya es, ni en una verdad en
curso, ni en el único lenguaje ya dicho o comprobado. No es solo una palabra
futura, sino una dimensión de la palabra que la compromete en una serie de
relaciones con el tiempo mucho más importante que el mero descubrimiento de ciertos
acontecimientos venideros
Prever y anunciar algún porvenir es poca cosa si ese
porvenir se integra al curso ordinario de la duración y se expresa en la
regularidad del lenguaje. Pero la palabra profética anuncia un imposible
porvenir o bien hace del porvenir que anuncia, y justamente porque lo
anuncia, un
imposible que debe trastornar todas las referencias firmes de la existencia.
Indica el porvenir, ya que no habla todavía. Cuando la palabra se hace
profética, no se da el porvenir, sino que se retira el presente, así como
cualquier posibilidad de presencia firme, estable y duradera
La
palabra profética es una palabra errante que señala un retorno a la exigencia
original de un movimiento opuesto a toda permanencia, a toda fijación, a un
arraigo que sería reposo. La exigencia de escribir quiere que sea repetido
aquello que no ha tenido lugar, es decir el no-lugar, o la no-presencia de todo
origen, y que sea afirmado de la única manera en que es posible por una
afirmación nómade que afirma sin ponerse ella misma por encima de su afirmación
o por encima de lo afirmado como si asegurara allí la verdad en un sentido
adquirido. La afirmación nómade afirma que lo que ella afirma no tiene la forma
ni la naturaleza de lo adquirido, de lo establecido, ni de lo fundador, y
seguimos en la trama de lo Neutro
O sea que la afirmación nómada es aquella por la cual
no puede advenir ningún cumplimiento de sentido y cuya afirmación supone
siempre otra afirmación, además del apartarse de toda consigna que revalide un
sistema o una certeza. Es una enunciación provisoria que reniega de lo
establecido, que puede interrumpir el curso de la historia, capaz de nombrar lo
posible y responder a lo imposible. Una palabra súbita, impensada, repentina,
intransitiva, una palabra inesperada que aún conserve la extrañeza de lo que no
ha sido articulado, una fuerza anárquica que transgreda las fronteras
demarcadas hacia el lugar extremo de una interrogación que se formule sin
expectativas, vaciada de toda pretensión de verdad, una interrogación sin otro
destino que su propio perseverar,
La palabra inesperada impide reverenciar las verdades
consensuadas y resonar en otras que ya fueron dichas y que siembren la desconfianza
en las voces premonitorias; es un desafío a las etiquetas heredadas y desbarata
los valores de las subjetividades amalgamadas al obligarse a enfrentar lo
totalmente nuevo, lo totalmente ajeno de un hálito del Afuera hacia un futuro
que tendría que ser pensado en el abandono de todo lo que ya ha sido especulado.
Una palabra de espaldas a las expectativas que no debería ser sometida al
dictado de lo previo, y que asimismo impidiera cualquier antelación, pues debe
estar alerta a su mayor peligro: estar al descubierto ante su posible
reconocimiento. Es la espera que no espera nada. Ella es la espera de algo que
no podría ser fijado de antemano sin poner en riesgo su promesa para permanecer
en la
proximidad de lo irrealizable
Ninguna estrategia política está a salvo de la palabra
unívoca que se espeja en sí misma, pues ya ha agotado sus respuestas para
salvaguardar su propia herencia. La palabra en política es política de la
palabra, una clausura que no permite el pasaje liberador hacia algo que no cabe
esperar, hacia algo que nos sorprenda, y no seguir pensando acerca de qué
verdades debemos sostener
En este mundo de la cantidad, de la identidad de la
copia, de la espontaneidad dormida, de la palabra agotada, de la parodia
política, de nuestro propio olvido de lo que olvidamos, se necesita como dijo
Hannah Arendt, en una estrecha afinidad con Blanchot,
una palabra
profética que interrumpa el curso de la repetición, que anuncie, que señale lo
que aún no ha sido anunciado, el milagro de una palabra entre la sorpresa y el
riesgo, que abra, que espere, que ame la ignorancia del porvenir, que atienda
el asombro de lo inesperado
Lo
que aún no ha llegado a ser, lo que no ha encontrado todavía significado, un
pre-aparecer
Esa palabra inesperada puede ser un excedente que no
obstante se insilia en la palabra desde su enunciarse, y en este punto se
devela lo Neutro como ese exceso, otra forma de decir lo desconocido. El olvido
también reposa en la palabra, ya que ésta, al hablar, va en la misma dirección del olvido.
El olvido sería entonces la vía para pensar un porvenir inanticipable.
Ello tendría que ser pensado en una palabra que pudiera indicar cada vez su instalación
precaria, como la llama Blanchot, o su instancia sin instante, otro nombre de
esa espera que no espera nada pre-visto ni pre-visible
Lo que hay que oír es esa palabra, la palabra profética, lo
que siempre se ha dicho no puede dejar de decirse y esta palabra no puede ser
oída ni pronunciada sino en su reverberación, en una vibración como resonancia.
Lo Neutro no toma forma, no se estabiliza, no se detiene para ser oído o
para ser transcrito como una voz bien definida, sino que es experiencia de la
neutralización. No se deja pronunciar, solo resuena en el espacio de lo no
determinado. La voz neutra no se da a sí misma su voz, no se
dice a sí misma, no se nombra, sino que dice lo inapropiable. Voz dispersa que dispersa
la voz, es la dispersión de la voz única que no puede encontrar asiento en un
sentido o lugar estable. Palabra que resiste a la muerte, fragmentaria e
impersonal
Así, la palabra neutra es esa palabra de más, ese
exceso que se sustrae, que se disloca distribuyéndose de manera múltiple. Según
Jean-Luc Nancy no es exagerado considerar que todo en este pensamiento se
relaciona con lo Neutro como con su punto de condensación de incandescencia y de
fuga simultáneamente, una afirmación que concilia con la de Bident
El Afuera es lo impersonal de cualquier relación, el
espacio de la comunidad anónima donde la diferencia no designa a nada, ella se
escamotea de los términos implicados en la relación y se conjuga en lo Neutro, en una
doble ausencia que dice ni lo uno ni lo otro sino el vacío entre los dos
El
Afuera, lo que precede todo discurso, lo que subyace a todo silencio, el
murmullo continuo del lenguaje, la experiencia original (Afuera, Neutro,
Desastre) que no son sino los nombres de la dislocación, los cuatro vientos del
espíritu que sopla desde ninguna parte, la efulgencia de un pensamiento oscuro
que se sustrae cuando te acercas. Un espacio donde el ser genera continuamente
no-ser
Ante lo oscuro el yo abdica de su soberanía y se
diluye en un drástico anonimato que deviene un camino de errancia a través del
lenguaje
Yo
de nómade que se enraíza en su marcha y no en un lugar propio, en las fronteras
de la no-verdad, en un reino que se extiende más lejos que lo verdadero
No es posible aproximarse a lo Neutro, o no es posible
sino bajo la condición de un alejamiento infinito inscripto en la aproximación
misma. Se sustrae al lenguaje, casi no habla, es el nombre sin nombre y así nos
volvemos nómades del lenguaje, errantes. Lo Neutro no aporta datos nuevos, sino
que desplaza el problema a partir de una serie potencialmente infinita de
figuras
Blanchot, por su parte se pregunta cómo dar o tomar
una palabra que ya no se espera, que provoque una separación en una comunidad
que siempre entremezcla la promesa con su realización, ya que el intelectual,
el escritor, quien de alguna forma ocupa su lugar en el intento de hacer
pública una palabra, se arriesga con una decisión que puede producir un daño
irreparable a la posteridad. Se refiere a una comunidad que es cada vez
aquella que solo se dice esencialmente por defecto y que solo queda por ser
dicha. El espacio en que resuena, para todos y para cada uno, por tanto, para
nadie: el habla siempre por venir de la desobra, un espacio de lo
desconocido que hay entre los seres, espacio de la “comunidad” del Afuera en
tanto que distancia: esta es la experiencia de la distancia insuperable entre
nosotros, llevando nuestras relaciones al espacio errante del Afuera donde no
nos encontramos, donde vamos fuera de todo encuentro
Hay una comunidad por venir solo si hay lugar para una
palabra inesperada - la palabra profética - pero también si, y solo si no
se la considera sencillamente, como una palabra sin espera que no es distinto que una
espera, que corre el riesgo de saturarla siguiendo el envío de su pasado,
suturando ese envío en una política más o menos determinada
Blanchot piensa conjuntamente la promesa de este
porvenir como la promesa de un olvido que haría posible un porvenir, un porvenir que
fuera sin herencia. La palabra inesperada, cómplice de lo desconocido
puede ser un camino para pensar la liberación del porvenir
Bienvenido
el porvenir que no viene, no comienza ni termina y cuya incertidumbre rompe la
historia. ¿Cómo pensar esta ruptura? Por el olvido. El olvido libera al
porvenir del tiempo mismo. El olvido es esa falta que falta al deseo, no
únicamente para permitirlo, sino de modo tal que el deseo falta, se olvida de
desear
La palabra siempre puede destruir aquello a lo que
antecede, y así, por supuesto, toda palabra que anuncie la esperanza de una
comunidad. El escritor o el intelectual tendrían que estar expuestos a que su
palabra trate de tocar ese anonimato, y ceda su lugar a lo que no está y a lo
que queda por venir. Esa palabra inesperada puede ser un exceso, un excedente de
palabra, que escapa a la solidez que ella también arrastra al enunciarse y al
prometerse una comunidad
Ese excedente, ese resto, es una de las formas como
Blanchot se aproximó a definir eso Neutro que se halla injertado en toda
palabra y que no es otra cosa que lo desconocido, extraño a toda exigencia de
presencia. Es el nombre de lo que escamotea todos los nombres. Nuestro lenguaje
no ha sabido responsabilizarse de ese resto entre la afirmación y la negación:
la ruptura del binarismo
Lo
propio de lo Neutro reside quizá en la continuidad de sentido que propone
necesariamente un nombre, mientras que dicho nombre no deja de hacerse eco a sí
mismo a fin de sustraerse a él. Lo Neutro es impropio, pero ni siquiera eso es
su propiedad
El pensamiento del Afuera supone una ruptura con la
subjetividad y al mismo tiempo con lo real. Es un pensamiento no- solar que
va más allá de los límites que ordena la visión de los espacios que alcanza la
mirada, un espacio de diferencia que es el del pensamiento al borde de su
quiebre, el de la escritura que escribe su propia falta. Allí habita solo una
Nada más esencial que la nada misma, el vacío del intermedio, la Nada en
movimiento que es el Afuera, lo Neutro, la Desobra
Es poner en movimiento la realidad todavía invisible,
explorar el no-sentido y lo inexplicable de la existencia, abrir el tiempo al
no-saber, o a una nueva forma de saber, es inaugurar un tiempo transgresor, un
espacio revolucionario, una desfundamentación general como acontecimiento
positivo. Una sola palabra puede demoler todo el sistema, la palabra inesperada
El pensamiento es una relación neutra que abre un
espacio infinito que es el Afuera mismo y que no une nuestro pensamiento con lo
real sino consigo mismo, lo que sería su desastre: el pensamiento como no-estructura,
no-poder, como distancia sin unión o separación. El desastre nos sitúa ante lo
no pensable. Lo Neutro no es alguien ni siquiera algo, no es más que un tercero
(tertii exclusi) que ni siquiera es. Es aquello que desbarata el paradigma
Lo Neutro ni es afirmación ni negación del ser. Es lo
infrecuente y extraordinario por excelencia, la atmósfera de la realidad de lo
irreal, de una presencia de la ausencia. Es extraño en el mundo, de una
extrañeza más allá de toda extrañeza. Se sitúa en un no-lugar, es algo que no
podría ser pensado y que no llama a la puerta del pensamiento. Es ausencia de
lenguaje y un espacio sin lugar y un tiempo sin engendramiento. El pensamiento
de lo Neutro viene a recuperar lo que ha sido adormecido. El camino
errante de la experiencia
Un acontecimiento debe venir del porvenir mismo,
afirma Derrida, no se puede deducir su temporalidad desde la presencia, ya sea
presente o pasada. La posibilidad de su llegada arriba como lo imposible, como la
improbable posibilidad de lo imposible, y esta posibilidad de lo imposible
constituye el único acontecimiento posible, a saber, el acontecimiento
imposible
La
posibilidad de este imposible debe permanecer tan indecible y tan decisivo como
el porvenir mismo que es lo que viene como incontrolable e inanticipable. Lo
imprevisto. Solo ahí cabe la posibilidad de la decisión que debe enfrentar a la
indecibilidad siempre aporética de lo imposible
Es
posible experimentar la inquietante extrañeza de lo que acontece como alteridad
en un espacio Neutro paradojal, como un eco del porvenir