Una de sus últimas grandes líneas,
Nosotros
tenemos que sabernos y pensarnos expuestos a la muerte, es decir, a la
inclusión del sentido…Es bello porque de una manera o de otra la vida coincide
consigo misma: se suspende al borde de su miedo
Algunas de sus inolvidables reflexiones que parecen escritas hoy
El estado actual del mundo no es una guerra de civilizaciones, afirmó. Es una guerra civil: es la guerra intestina de la ciudad, de la ciudadanía que se despliega hasta los límites del mundo y, por eso, hasta los extremos y los bordes de sus propios conceptos. Hasta la extenuación de lo divino.
Lo que ha ocurrido es un agotamiento del pensamiento
de lo Uno y de una destinación única del mundo que acaba en una única ausencia
de destinación, en una expansión ilimitada de la equivalencia general, o en los
sobresaltos violentos que reafirman la omnipotencia y omnipresencia de un Uno
que se ha vuelto su propia monstruosidad. Se pregunta,
¿Cómo salir de nuestro pensamiento monolítico para
poder captar allí el reverso de su agotamiento?
¿Cómo capturar lo que podría escapar al nihilismo, lo
que podría salir desde el interior?
¿Cómo pensar el nihil sin convertirlo en monstruosidad
omnipotente y omnipresente?
La apertura que se forma es la del sentido, de la
verdad o del valor. Todas las formas de fractura y de ruptura, social,
económica, política, cultural, poseen en esta apertura la condición de su
posibilidad
La estrategia política es necesaria, la regulación
económica y social es necesaria, y la obstinación en la exigencia de justicia,
la resistencia y la rebelión, lo son también. Pero es menester, sin embargo,
pensar sin sosiego un mundo que se sale, de manera a la vez lenta y brutal, de
todas sus condiciones adquiridas de verdad, de sentido y de valor
El enorme desequilibrio económico, vale decir, el
desequilibrio de la vida, del hambre, de la dignidad, del pensamiento, es el corolario
del desarrollo de un mundo que ya no se reproduce ( que ya no conduce ni su
propia existencia ni su propio sentido), sino que produce una ilimitación de su
propia mundialidad, hasta tal punto que parece ya solo poder explotar: pues en
el centro de la ilimitación se abre una separación que consiste en una desigualdad del
mundo consigo mismo, una imposibilidad de poder dotarse a sí mismo de sentido,
de valor o de verdad, una precipitación en la equivalencia general que
se transforma progresivamente en la civilización como obra de muerte. No solo una
forma de civilización, sino la civilización, quizá la historia del hombre y
quizá junto con ella la historia de la naturaleza. Y no hay otra forma en el
horizonte, ni nueva ni vieja
Para Nancy, la cuestión capital es el poder de la
existencia, pues el estar juntos o el coexistir no se da más que en la
ambivalencia de la relación con el otro: lo necesito y me amenaza. El poder es
la fuerza que, para asegurar la cohesión del grupo, debe también eventualmente
poder ejercerse hasta los parajes de la muerte, la guerra, por ejemplo
Existe el poder porque la coexistencia no es pacífica,
porque es competitiva y hostil, al mismo tiempo que cooperativa y fraterna.
Esta ambivalencia es la de la negatividad que compartimos
El poder es anorgánico (somos una comunidad
anorgánica, sin obra). Podría decirse que es el órgano de la obligación, del
constreñimiento, allí donde hace falta un órgano de confianza, sin lo cual se
convierte en terror
Pero la obligación es necesaria. Es necesaria a falta
de confianza, y esa falta se debe a la finitud que compartimos. Hay que deducir el
poder de la impotencia, del no-poder del existente a auto-administrarse, a
organizarse en el sentido fuerte y ontológico del término
El poder regula, controla, lo común - y lo amenaza constantemente – aunque no puede
darle su sentido: ni un lugar de sentido pleno, ni un lugar de apertura al que tenemos
el derecho de exigir del poder, escape del sentido hacia su propio más allá,
hacia su verdad. El poder bloquea el sentido y la ausencia de sentido, lo que
explica por qué parece tener sentido y solo es constreñimiento. Una vez que se
reconoce, se puede pensar el resto, el no-poder en el que coexistimos y a partir del
cual tenemos el derecho de exigir, del poder, que asegure la apertura de esta
coexistencia a sí misma
Esta exigencia implica la resistencia al poder. Esta
resistencia no es, no debe ser simplemente aquella de un contra-poder que
persiga suplantar al primero. No es en este sentido “revolucionaria”, sino que
puede ser subversiva, rebelde, insurreccional: lo que en ella vale es el contrapeso
al poder, que no es contra-poder. Es justamente el contrapeso del no-poder, es
la fuerza de resistencia a la dominación, que no invierte a ésta, sino que la
llama y en cierto sentido la reconduce a su inanidad en términos de sentido
Si de este modo comprendemos la soberanía como NADA en el
sentido de Bataille, como el no-poder (l´impouvoir) mismo y lo opuesto al
dominio, entonces la existencia es soberana. Pero si ponemos el acento en lo
excesivo de las leyes, en el momento de constreñimiento necesario y de la
ruptura del sentido, entonces la soberanía pertenece al poder y entonces ya no
es nada. ¡Pero la primera resiste a la segunda!
Si hablamos de espacios a
compartir nos referimos a exponer ante otros lo que tenemos en común. El
espacio así vendría a ser el ámbito de encuentro con un “otro” que tiene algo
“igual a mí”, una idea, una creencia, una etnia, pero, según Nancy, el espacio es el “estar
fuera” de la comunidad. Si la existencia no es otra cosa que el ser expuesto:
salida de su propia identidad a sí y de su pura posición, expuesta al
surgimiento, a la creación, por tanto, al afuera, a la exterioridad, a la multiplicidad,
a la alteridad y a la alteración, entonces en la finitud “se hace comunidad”:
“la comunidad es de entrada, como tal, compromiso de sentido, no de “un”
sentido colectivo sino del reparto (partage) de la finitud “
Nancy habla de un “riesgo” que reenvía al peligro
nietzscheano de mirar abismos o monstruos y aclara que no es posible
enfrentarse al otro con morales altruistas, sino que en el enfrentamiento hay
que reconocer y mantener la extrañeza de lo extraño. Extrañeza que es hostilidad,
diferencia no siempre pacífica, motivo de desconcierto y desvelo
La idea de “un” sentido colectivo es la que ha dado
aliento a las ideologías que hemos conocido y padecido durante el siglo XX y
XXI, afirma Nancy, y continúa “Vivimos entre estos dos siglos diversos intentos
políticos de la búsqueda de ese sentido colectivo”. Frente a estos modos, ésta es la
comunidad desobrada (desouvreé) en el sentido en que se halla libre de
teleología y de la necesidad de producción del sentido
La filosofía moderna y sus humanismos interpretaron al
hombre como posibilidad de productividad: una entidad aislada que entra en
relación con otros individuos – iguales a él – en el mundo del intercambio. Ese
hombre debe producir-se a sí mismo. Frente a esta “soberbia” concepción de lo humano,
la idea de Nancy del ser singular-plural está indicando otro modo de ser del
existente. La singularidad nancyana no es la individualidad moderna: esta
singularidad es la que nos hace comparecer los unos a los otros. Somos
comunidad - como imposible comunión de sentido
- en la exposición a la finitud. Saber que somos finitos - de manera positiva,
absoluta, infinita y singularmente finitos y no indefinidamente poderosos – es el
único medio de dar sentido a nuestras existencias
Somos
una pluralidad de singularidades finitas únicas e irreemplazables y por eso,
inconmensurables. No hay que escuchar otra cosa que la vida misma, repetía Nancy, que la constitución final a priori del vivir en su desnudez. Ella
hace del hombre ese extraño viviente que haga lo que haga o deje de hacer lo
que deje de hacer, padezca o no, hable o calle, responde al mundo y responde
del mundo, y continúa,
Cada uno, cada quien, cada alguien, se presenta y se
expone como el último, como ser singular, ya que cada uno – que no es singular
debido a una singularidad externa – se singulariza gracias a lo propio de sí
mismo. Es per se. No somos iguales por un derecho abstracto sino por una
condición concreta de existencia
Quien se compromete en una búsqueda, en una acción, también se
compromete a sí mismo. Su único valor debe ser el ser y el hacer un instante de
presencia, de exposición al mundo: un instante de mundo, el mundo en un instante
Como corolario,
La vida no es el mantenimiento de una inercia, sino el riesgo de una
existencia
Marzo 31 de 2022