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439 - La política entre el solipsismo y la contingencia
La marca más notable de nuestra sociedad revela que el bienestar de los ciudadanos ha dejado de importar: cada individuo se encuentra centrado en sí mismo y en sus propios recursos habitando una mónada, aislado, y solamente relacionado con sus congéneres por intereses puramente comerciales, despegado de lo que pudiera ocurrirles al margen de su conveniencia

Ensimismado, egocéntrico, va resbalando sin remedio hacia un solipsismo social

La humanidad en este escenario está apartada de sus auténticas posibilidades. La alienación alcanza ya a las raíces y darnos cuenta de ello es el primer paso esencial para una verdadera reflexión sobre el caos que habitamos. La amenaza que los poderes alzan hoy contra el hombre es un impulso letal que circula de célula a célula en cada comunidad: son las erráticas, mutables y férreas presiones del estilo de existencia general

La enajenación como destino ha surgido a través de una ultrajante violencia de unos seres sobre otros, y hoy se viven descentrados, extraños a su verdadera identidad, a los otros y al mundo material y espiritual

Las crecientes y dramáticas desigualdades propias de la globalización capitalista se asienta en la frialdad e indiferencia de los que detentan el poder, en el rechazo del diferente, de quien piensa distinto, de la ajenidad en suma, así el solipsismo social impera como categoría antropológica y va cercenando la capacidad de empatía y la virtud de la compasión cuya consecuencia es el menoscabo de la cohesión social

¿La política tiene todavía algún sentido? Es la pregunta de Arendt que hoy sigue resonando, y si bien la primera e inmediata respuesta fue que el sentido de la política era la libertad, hoy esta respuesta no alcanza porque ya no cuestiona el sentido de la política como antes se hacía, a partir de experiencias que eran de naturaleza no-política o incluso anti-política. Hoy surge de experiencias políticas muy reales: de la desgracia que la política ya ha ocasionado y de la que aún amenaza ocasionar. Así esa pregunta vibra más radical, más agresiva y desesperada

El actual modelo social y político - éticamente superficial, intelectualmente mediocre y económicamente nefasto - facilita una clara predisposición a la codicia y a la consecución de todo lo que se ambiciona arrastrando una secuela de consecuencias que coadyuvan a perfilar un tipo humano predominante: autosuficiente, deshonesto, de una conducta espuria, poco inclinado a la solidaridad y con una clara tendencia a la discriminación

El ser humano atrapado en el tiempo y en el espacio, consciente de sus propias limitaciones, prisionero de sus necesidades, seducido mientras cumple sus objetivos, cae en las redes de un servilismo voluntario atraído por quimeras y promesas varias, arribando por esta vía a ser un insolidario competidor salvaje haciendo uso de su inmunidad política fabricada por la partidocracia a la que pertenece. Estamos frente a un paradigma económico, profesional y social que intensifica la vida racional y la hace indiferente a toda realidad individual esgrimiendo el dinero(poder) como supremo igualador o supremo discriminador. El rasero es el dinero como decía Jean-Luc Nancy

En esta sociedad, el perfil más extendido entre los ciudadanos y sobre todo entre los políticos que detentan el poder, es el de un ser que no se detiene ante nada que ponga en peligro el espacio que supo ganar abdicando de lo que fuere, haciendo gala de un doble discurso empalagoso, de fingida humildad, y de inocencia

 El ego irrenunciable, el consecuente narcisismo, la debilidad moral, la ambición desmesurada y la flagrante incapacidad para administrar el capital de lo que llamábamos “pueblo”, es el contexto de una sociedad éticamente desquiciada donde los “políticos” acceden a la vis pública totalmente desguarnecidos de las capacidades que hacen falta, sin convicciones de ninguna índole: una mímica de gestos vacíos, un ofrecimiento enmascarado nos convierte en un espacio vacío que el poder ocupa. Vivimos en el escenario verbal de la trampa, el enlace corrupto de la sintaxis y de la inversión de sentidos: un lenguaje encubridor que legaliza y certifica todos los niveles de sentido y dibuja un lenguaje autoritario y tautológico que se refiere siempre a sí mismo

El lenguaje ha sido estandarizado bajo los mandatos que convierten a la palabra en una pieza de canje, un archivo de clichés, un mero signo desvirtuado que expone su desgaste y revela la entropía de haber sido usado y abusado, a la vez que expropiado y convertido en residuos de la historia y que se plasma a través de un orden que genera  núcleos de poder en torno a una voluntad de verdad que se reputa como única y que es la que genera los criterios que luego administran nuestra forma de hablar y de pensar, criterio de consensos infatuados, mientras que dar lugar al disenso enriquece el obrar humano y consolida una sociedad plural al mismo tiempo que obtura cualquier intento homogeneizante o totalitario

El disenso, en cambio, surge como una función ético política por antonomasia como origen de la legitimidad política de la democracia que es plural y participativa y no “acuerdista” que es la que se caracteriza por decidir antes de deliberar, o sea la que el poder transforma en un simulacro de legalidad, apropiándose de la producción de sentido. Es un acuerdo de partes para el logro de una finalidad común, y el disenso es la intención de otorgar otro sentido, un sentido distinto, alternativo, no conformista a lo establecido, reservado al pueblo en su conjunto

Pensar desde el disenso implica caracterizar la crisis de representatividad política no como una falta de los hechos en su construcción, sino porque lo que está en juego es la anulación de la política dada que ha invalidado el principio de soberanía de los pueblos, teniendo en cuenta que las decisiones políticas se toman desde los centros mundiales de producción de sentido que nos son ajenos

Apropósito, Hannah Arendt se aleja de las proximidades y fraternidades, porque en ellas

Los diversos se convierten en uno (de modo que no es posible que se den alguienes diversos) La condición indispensable de la política es la irreductible pluralidad que queda expresada en el hecho de que somos “alguien” y no“algo”

 

Es preciso rescatar la función ético-política del disenso como medio de expresión de los que se diferencian ante el discurso uniforme de la ética discursiva que solo otorga valor moral al consenso, al “falso diálogo”, a la petición de principio que esconde las diferencias de las partes, ignorando que la única igualdad posible en el diálogo abierto es la diferencia. De ahí se deduce que la idea de consenso no es neutra, es ideológica

Solamente en el intervalo entre la indiferencia de la unanimidad y las disparidades de la desigualdad, puede surgir una dimensión de pertenencia y de comunidad

 

Los ciudadanos circulan entre las gradas de un teatro donde se representa una obra varias veces vista y cuyo final ya conocen. El individuo emblema hoy ha renunciado a la libertad sometiendo su existencia a un modelo de vida que paradójicamente le impide existir, habitar su propia esencia

La triste realidad política es que todo este afán centrado en la ambición, el consumo, las ganancias, el poder y el éxito, no son sino un remedo de la sociedad de la que emerge, una sociedad indiferente, insensible a la desigualdad social y a la pobreza, ignorantes de ese “nosotros” que no es un plural que multiplica un singular, sino que singulariza una pluralidad material y espiritual

Es preciso interrumpir el montaje de esa realidad aparente con una mirada que excave en lo hondo de los huecos que salteamos para evitar la perplejidad de ese momento lúcido de desanclaje donde dejamos de hacerle el juego al mundo

La irremisible injusticia del mundo, el misterio de la alteridad irreductible, es el horizonte inapelable de la obligación de existir, gratuita y sin más explicación que la de pertenecer al misterio del mundo

La subversión es el movimiento natural del espíritu en cumplimiento de su vida. Pues la esencia de la vida humana es subversiva, revolucionaria, consiste en acceder sin cesar a barrer con lo muerto, para dar paso a lo vivo para renacer, para sustraerse a la posibilidad de servir a las fuerzas y poderes cuyo ejercicio de dominación contribuyen a esa existencia mecanizada e inhumana que vivimos

 

 

 

Abril 11 de 2022