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440 - H A Murena. Un Hombre de Letras
Un hombre de Letras, con una travesía muy particular, alguien que tuvo comienzos promisorios en su salida al mundo y que luego fue juzgado sin respetar su diferencia, su singularidad: un pensador inconveniente, provocador, con un discurso honesto, desembozado, llegando a veces a la ironía, incluso a la agresividad


Fiel a sí mismo hasta el fracaso y la indiferencia de su generación, en la mitad del siglo pasado, su interés recayó en la desorientación del hombre contemporáneo al que veía sumergido en la decadencia de un mundo en ruinas, y que Hoy reconocemos en este tiempo y lugar que nos toca vivir. A la vez que su autenticidad despojada de los intereses en boga, podemos destacar el valor profético de su palabra y, al mismo tiempo, darnos cuenta de que el desaire del que fueron objeto sus textos tenía mucho que ver con la incomprensión que desataron por su capacidad de anticipación y también porque su lectura quizá excedía el límite previsible para sus lectores y desbarataba el orden aparente de sus vidas

Los privilegios que son garantía de egos satisfechos y la pertenencia al mundo no lo alcanzaron. No se inclinó ante el género humano. Escribía para comprender y para someter a prueba lo que descubría al margen tanto de la crítica descarnada como de los elogios

Murena fue un escritor, ensayista, narrador, poeta, traductor. Se alejó de la clasificación excluyente de los géneros. Hay un cierto eclecticismo en sus temas, pero un hilo sutil, invisible para muchos, recorre sus obras, huella imperceptible que revela la lucha de un alma desconcertada ante el caos de los tiempos, huella que se fue desplegando calladamente y se podría decir, a pesar de él mismo. Muchos de sus pensamientos resuenan en otros pensadores que quizá nadie se animaría a asociar y viceversa, por ejemplo su ejercicio de contradecirse, de enfrentar un Murena contra otro nos lleva a Ranciére y su mirada extranjera, a Deleuze en la utilización del oxímoron y en su pasión por exponerse a la vida en cualquiera de las formas que se presentara, a Blanchot en la ilegibilidad, a Jean-Luc Nancy y su defensa de la singularidad, a Bataille con su lenguaje insólito, sin olvidar mencionar a Ezequiel Martínez Estrada a quien lo unió una estrecha relación, además de su padrinazgo. Brillan las conversaciones con D J Vogelmann

Se propuso desenterrar cuáles fueron las causas del derrumbe y del fracaso del hombre sobre la tierra, y ese hilo conductor - el de sus pasiones y obsesiones - es el que no solo mantiene la filiación en su obra, sino que podría considerarse como su Firma  

la discrepancia de cada uno con los otros serviría para que el lector descubriera los granos de duda cuya ausencia en una obra humana significa locura o tontería y que yo, peregrinamente preferí expresar en un tono axiomático y mediante el ejercicio de contradicción conmigo mismo

La complejidad de su obra pide leer la ilación en las contradicciones, la unidad en la diseminación y el consentimiento en el disenso. La paradoja y la contradicción son sus dos recursos notables; el oxímoron, como figura dominante, que perturba nuestra comprensión racional, resulta provocador y, nos mueve a pensar. Solapa ideas dilatando perspectivas antitéticas sin tomar partido, como si hubiera varios Murena que debatieran entre sí, pero se desentiende de la precisión de los enunciados y de las posiciones inflexibles. Desafíos de un pensar anacrónico que Hoy nos devuelve las preguntas

Su discurso irreverente, llegó a ser cáustico y corrosivo, sarcástico. Un ejemplo: una de sus publicaciones, apabullantes, en la revista Sur 269, La Mala Vida, donde comienza preguntándose para quién escribe el escritor, pasando sin solución de continuidad a las cuestiones políticas del gobierno de Perón y la Iglesia, las deliberaciones del Nobel, la fascinación de Berlioz por la tormenta de la sexta de Beethoven  donde no vio su genio sino un tema cuantitativo hasta el reencuentro con sus compañeros de antaño que buscan no se sabe bien qué: Es la mala vida porque en ella no se hace nada, salvo practicar un ocio cruzado de pronto por algunas frases … Es la mala vida no porque haya en ella nada de bohemia, sino porque desde ella se ve el abismo, a cuyo resplandor pocas cosas resisten. Se acude allí cuando no se trabaja, cuando la desesperanza es demasiada, cuando se han perdido las energías para soportar las miserias de la vida”buena” etc. La mala vida es irreverente, despiadada, sin compromisos … No se la soporta en grandes dosis, puesto que, como muestra el abismo, es igual a un suave electroshock progresivo. Y es peligrosa porque puede devorarnos para siempre. Pero quienes logran hundirse en ella y salir, la hallan estimulante porque arranca las vanidades y devuelve a los propios fundamentos … Que sea yo quien anota aquí algunas de sus arbitrariedades, de sus sarcasmos, es solo una cuestión de accidente, de misterioso turno (parece oírse aquí algo parecido a una música borgeana). Luego la emprende con Blake, lo americanos, la revalorización eventual de los clásicos, Africa, Cuba, la Onu, el marxismo, y la libertad de expresión como broche final

Murena se desmarcó de lo que significaba pensar en términos de grupo donde consideraba que la igualdad, lo que es común a todos, existe, pero en las similitudes biológicas. Fue un pensador desacomodado en el mundo, intempestivo, y sus ensayos se cruzaron con los discursos hegemónicos de la época desde la óptica de una realidad histórica y cultural americana. Con el tiempo quedaría intensamente cautivo de los procesos de transformación de la sociedad contemporánea

Su parquedad era radical, su incomunicabilidad molestaba, sobre todo porque no adscribía a los compromisos epocales. Su único compromiso era con él mismo. Sí, fue un hombre que estaba en retirada, no quiso intervenir, se alejó y se refugió - no en el sentido de fuga, sino en el del silencio necesario para poder pensar, en la soledad esencial de Blanchot – en una perspectiva filosófica que aún no había encontrado su hora. Este alejamiento del medio coincide con la paulatina indiferencia hacia su obra. Era un rebelde, sin duda, y esa actitud desideologizada coadyuvó a su marginalidad, pero el exilio de Murena no solo obedeció a los mandatos del entorno sino a su propio pensamiento, su total resistencia a la legibilidad. En los 80 esta tendencia llegó a un clímax un tanto exasperante, en la utilización de un lenguaje "insólito"

No uso un lenguaje. La obra es ese lenguaje. Como es pura literatura – o sea pura realidad – es puro lenguaje. Y como la literatura se terminó, es un lenguaje que se burla del lenguaje. Es la palabra “injusta” - lo contrario y lo mismo que el mot juste flaubertiano - cuyo fin es demostrar que a una palabra se le puede hacer expresar todo, incluso lo contrario de su significación convencional. Así el hombre siente que puede liberarse de la esclavitud de la lengua. Mi ideal sería escribir solo con insultos la más maravillosa historia de amor

Y respecto a ese difícill período, el de su última producción, una muestra de la obediencia a la Voz

Respecto a mí, a lo que estoy escribiendo ahora …la reacción es negativa. No por odios particulares sino porque no entienden. Y aquí otra paradoja: al no entender, tienen razón. No encuentro disculpa absoluta para lo que estoy escribiendo, aunque inexorablemente tengo que escribirlo

Investigó los alcances del papel del intelectual revirtiendo los mandatos del compromiso por medio de la subversión espiritual del ultranihilista: pensar contra el tiempo

Es función del hombre de Letras una profesión de fe que debe ser llevada al exterior para tener razón de ser y esa razón de ser es la subversión permanente y dinámica del espíritu

Escribe a destiempo. Incluso su pensamiento contenía ya la simiente de todo el salvajismo de la tecnocracia

se ha liquidado el interior por el totalitarismo que ha desventrado al mundo

La generación del 70, no alcanzó a leerlo … Murena había dicho cosas insoportables que no leímos a su tiempo …Nada más antirreligioso que el teísmo sin nombre de Murena, nadie más despojado de fórmulas y cultos de idolatría

Lejos de cualquier tipo de valoración utilitaria y práctica de las cosas, piensa la cultura como un espacio de resistencia a toda concepción de poder que se revele en una existencia gregaria deshumanizada

Doy unos pasos para alejarme de ese mundo de fetiches. Ya en la tierra de nadie me siento en el suelo. Occidente me mira y en sus ojos leo una sola palabra:Traidor

 

Recorrió una infinita geografía de lecturas y estudió las religiones y tradiciones de la sabiduría antigua; la Alquimia, la Cábala, pensadores como Guenon, Coomaraswamy, Eckhart, Silesius, Lao-Tse, Confucio, Chuang Tzu, Jung, saberes que contrastaban con las ideas del mundo amalgamado de la época y que orientaron su pensamiento hacia una dimensión espiritual externa a lo religioso y que se puede describir como un proceso personal de buceo interior. Al respecto,

La Tradición como cosa muerta no existe en la medida en que Tradición es traer y es reactivar, hacer viva otra vez una cosa con la propia vida

 Lo sagrado en este pensamiento tiene un sentido más complejo que el de aquellos intérpretes que buscan el reduccionismo de un Murena religioso

Yo, en mi vida cotidiana, en mi soledad, o en mi vida con los otros, no alcanzo a saber vitalmente mi interpretación mental del budismo. Por lo tanto, yo lo llamo misterio

 Probablemente debajo de este polémico perfil viva un melancólico incurable

 

La página

en blanco

y

la caligrafía

que la invade

 

Pero

Yo no puedo

Dejar

De amar.

 

Un silencio

redimirá mañana

el ruido

de mis pasos.

 

Las que siguen, una de sus páginas más bellas  son las Palabras previas a La Metáfora y lo Sagrado  

Cualquier humano llega en determinado momento a la zona en la que no hay respuestas. Se la encuentra a través de todo camino: las pasiones, el pensar, el ocio, etc. La zona sin respuesta es aquella en la que el sentido que hasta entonces atribuíamos a nuestras vidas se derrumba, queda nulificado, es la zona en que descubrimos que los problemas que habíamos creído resolver se hallan de verdad enraizados en el misterio, inviolable por nuestro arbitrio, inercia, pensar.

Arribado a través del triunfo o la derrota, cada cual tiene un particularísimo estilo para afrontar esa franja que causa vértigos. Hay quien decide negarse a sí mismo la experiencia y continuar tal como lo hacía, aunque en secreto será corroído. Está aquel que reconoce la zona, pero se empeña en querer adueñársela mediante la red de esos pre-juicios que él toma por juicios. Puede existir también aquel, que, aun estremecido, tiende su ser para oír, hacerse de algún modo digno del misterio. Sin embargo, al tocar esa orilla de la vida, allí donde existiendo parece dejarse de existir, todos experimentan sin excepción algo: tienen una suerte de vago recuerdo, el recuerdo de la orilla anterior, cuando aún no se existía, orilla que en apariencia habíamos olvidado antes de rozar esa franja

Quien escribe estas líneas arribó a la zona según el peculiar estilo de su vocación: leer, pensar, escribir. Llegó al descubrir que ese leer, pensar, escribir carecían incluso de la fortuita validez que les había atribuido: el llamado había sido nulo o acaso válido solo para lograr que le comunicasen su propia nulidad. Porque se había entregado a múltiples de los pensares que su época le ofrecía. Para comprobar que, de la noche a la mañana, con aceleración creciente, cada uno de esos pensares se tornaba no significante, caduco. Al cabo de muchos años de ese ejercicio diríase mecánico y no por ello no angustioso, el fenómeno le dio que pensar acerca del pensar. Notó que no se había tratado de que él hubiese pensado nada, sino más bien de que había sido pensado por los pensares, por los frágiles y prepotentes pensares de su época

A la luz del recuerdo que este colapso le fue lentamente iluminando, terminó por imaginar que la única forma legítima de conocimiento es aquella similar a la de los ciegos: por el tacto. Esto, encontró, era lo que había en las grandes tradiciones milenarias – incidentalmente cristalizadas en religiones o no – que debían su perduración, fabulosa si se la compara con los pensares modernos, a la circunstancia de atenerse fielmente a la realidad espiritual que recuerda. Al internarse en tales tradiciones, que lo acercaban a la orilla primordial del recuerdo y le instilaban un mejor temple para afrontar la orilla sin respuestas, advirtió que se iba poniendo anacrónico. Al principio, acosado aún por los prejuicios de su tiempo, sintió inquietud. Luego comprendió. Su tiempo era un tiempo que quizá como ninguno se había entregado al materialismo de la servidumbre al tiempo. Se esforzó entonces por tornarse cada vez más anacrónico, contra el tiempo, para que le fuera dada alguna vez la dicha de desentenderse por completo del tiempo,

Conocer por el tacto, como el tacto particular de quien esto escribe reside en la invención de metáforas, decidió aplicar al arte los principios de las grandes tradiciones, capaces de iluminar más a fondo que cualquier estética intelectual. Pero esto es secundario. Lo que tal vez se pueda leer en las páginas que siguen* es el intento de practicar el arte de volverse anacrónico para poder mirar ambas orillas y alcanzar así la vida en su plenitud

 *  La metáfora y lo sagrado

   15 de Julio de 1973


                                            Abril 18 de 2022