Unos cuantos siglos atrás, el sujeto era ese ser sustancialmente completo o la sustancia primera singular, el individuo, no en el sentido de nuestro tiempo sino en el sentido del uno, de cada uno. El sujeto, el supuesto, está ubicado abajo pero además soporta, “yace sosteniendo” (del griego hypokeimenon)
Hoy es difícil imaginar algo que se sustente a sí
mismo, un lugar sustancial, y, no obstante, la cultura sigue renovando esa
ilusión. Se inventan postulados o se los invalida a conveniencia articulando
sentidos que fabrican subjetividades con sensaciones y comportamientos inconscientes
que los reproducen logrando la sujeción de los individuos, encriptando la
acción, los pensamientos y los sentimientos
En esta intrincada red de cuestiones hay toda una
combinatoria de causas posibles que envuelven al sujeto como incógnita y que lo
desmarcan de la simple enunciación banal y sorda de sentidos que suplanta al
individuo y a la que estamos habituados. Nada es menos claro hoy que aquello que
suponemos cuando hablamos del sujeto
Todos los debates que lo envuelven no son en su
mayoría más que debates de opinión, abordajes de conceptos donde el
sujeto se vuelve un extraño títere que puede ir y volver, debates que
responden a la confusión reinante entre significaciones o a la ausencia de
claridad que complica aún más el tema
Si en un principio el clima de época contemporáneo se
caracterizaba por el aflojamiento de las fronteras y el derrumbe de los
absolutos, hoy, le ha tocado al mismo individuo quien se ve afectado de un modo
inusitado: las subjetividades se quiebran y se complican, caen las certezas y
reina el caos. Así la imagen se convierte en una especie de escudo que soporta
lo que se quiere ser o mostrar o más bien, lo que se necesita ser o mostrar. Si
en las redes, todo avatar es un posible escondite, ese navegante volátil,
fragmentado, que ha perdido identidad se sostiene en un perfil con una
identidad autocreada a través de la cual se expresa y se representa según sus
apetitos y ambiciones Quizá estemos atravesando un pasaje hacia el
desfundamentalismo, hacia la desustancialización
Ensamblamos la palabra sujeto con la de ser humano y
nos surge la pregunta de qué pasaría si se intentara pensar sin la palabra
sujeto, ¿seríamos seres de interioridad abducida?, una especie de robots de
carne y huesos con un guión prefabricado?
Se dice que el sujeto transporta la ilusión de ser, pero no habita la
ilusión de una interioridad arrasada
No somos espectros, pero hospedamos almas que se
deslizan entre las cosas de un mundo sin fundamentos, existencias que se
manifiestan a través cuerpo del lenguaje, lengua como historia viva de quienes
hablan
Sujeto, ¿sería una invención que se hizo pasar por realidad humana?
En la historia de la constitución de la subjetividad
no hay y no hubo una sola suposición de la palabra sujeto, o sea que la palabra
sujeto no tiene ninguno de los significados actuales ¿querrá decir eso que
tampoco habrá una realidad cada vez que está supuesto un sentido de sujeto?,
por tanto, habrá que tratar a esa palabra según una multiplicidad de sentidos
que tal vez se revelará irreductible, además de que soporta una enorme carga
histórico-teórica, y es por eso también que se ha hablado del fin del sujeto
que significa que toda esta cuestión de la constitución del sujeto filosófico está
cerrada, cumplida y ante esta situación nada podría agregarse al sujeto
hegeliano, por lo que ha comenzado a vislumbrarse el abismo de la
presuposición, concluye Nancy
Y Persia afirma que el sujeto dueño de sí es una
desmesura de la Historia, la ilusión de un dios humano,
Según Nietzsche, nuestros sufrimientos nacen de un
error arraigado en el lenguaje que impone enunciados ya existentes para controlar
a los seres humanos, por tanto, el sujeto es la ficción de una civilización de
individuos libres que encubre las condiciones de su rendición
Si el sujeto se sustrae ¿estaremos pensando en el
vacío de ese abismo y sentiremos el alivio de no llevar su carga?, como sentenció
Chuang Tzu, el hombre sabio lleva su bote vacío
Liberar
a la humanidad del lenguaje sería eximirla de cargar con el afán posesivo y de
dominación que impone la gramática, de posibilidades porosas que suelen poner
trabas al pensar, y agrega Persia, teniendo en cuenta que las palabras no tienen
origen, pero sí tienen historia
El vocablo sujeto se ha diseminado por todas partes
como aquello sobre lo que se afirma o niega algo, pero antes de instalarse como
idea moderna estuvo en relación con la ontología, la lógica y la gramática
Lacan introduce lo que podría llamarse un sujeto que
no es más el filosófico, sino que, en este caso, se trata de escuchar lo
que resuena detrás de la palabra sujeto, lo que queda por pensar detrás de ella
El problema es el inhallable supuesto del sujeto y eso
que se percibe es el estado crítico de la cuestión, nos dice Nancy saber si hay
alguien, dónde hay alguien, qué es ser “alguien” o quién es “alguien”,
esta es una de las cuestiones contemporáneas más vivas porque cuando se trata
de “alguien”, se trata de compromiso y de garantía que “alguien” da al estar allí en
presencia y comprometerse y exponerse
¿Somos sujetos?
En cuanto somos proyectos, somos ese sí mismo como un
supuesto que siempre nos precede y que nunca está allí, y, por tanto, está
sustraído a la presencia. El sujeto se encontrará en el fundamento de sí que será su
ficción, su pasión, su proyección, el abismo infinito. Es la verdad de ese sujeto, y
Nancy menciona al eskhaton aristotélico, que no es otro que su ser singular”
que es el hypokeinomenon, el sujeto, en tanto que cada uno y en este punto nos
reencontramos con el corazón mismo de su pensamiento, en su “ser-cada-uno” que
es la sustancia plena y cumplida
El ser singular circula a través de varios filósofos,
Santo Tomás, Guillermo de Ockham, Duns Scoto, Montaigne, Leibniz Nietzsche,
Heidegger
¿Cómo nacería un quién sino como soporte de pasiones, de emociones? Se pregunta Persia
En un primer sentido, Nancy declara que el sujeto no
es nada más que la infinita identidad de una precedencia que se traspone en la infinita
identidad de una sucesión. Ese sujeto ya siempre ha advenido y está
siempre aún por venir, y, en segundo sentido, inseparable del primero, es el sujeto como algo
desvanecido, como ilusión: el sujeto como consistencia o como presencia que
termina por aparecer y por aparecerse a sí mismo como no siendo más que ilusión.
No ha habido nunca un sujeto, es una fábula, una ficción, pero no por eso, concluye,
amerita dejar de tomarlo en serio. Ese segundo sentido nos lleva a la reflexión
de Persia, a ese Quién soporte de pasiones y emociones
El discurso del sujeto - ese resto desustanciado –
sigue siendo releído y es un acontecimiento activo en la Historia que abre la
pregunta sobre quién está allí en su lugar, y
después
del sujeto, ¿Quién viene?
El Quien parece hacer señas a una gramática que no
estaría más sujetada al sujeto
La idea de interioridad deberá esperar por Shakespeare.
Pero con Agustín, “el ser supuesto a sí mismo” y el estar presente a sí como
saber de sí, devienen el asunto específico de una instancia propia, que va a
ser el
lugar mismo del sujeto, el Alma. Agustín provoca el gran giro revolucionario
de la Antigüedad en cuanto a la subjetividad. El Alma se distingue por la
inmanencia a sí, por la intimidad, y no se distingue del cuerpo
En Leibniz aparece la relación sujeto y persona (el
sujeto o el Alma) resultando que dado un sujeto, encuentra su predicado y dado
un predicado, se encuentra su sujeto
Nietzsche unos siglos después dirá,
El
desierto crece, el hombre ya no es alma ni sujeto
Queda
vivir en las ranuras o en la errancia habitando lo abierto
Deleuze, por su parte dice que si nos imaginamos
siendo seres sustanciales no leamos a Spinoza, La cuestión abierta por el fin
del sujeto es la de llegar al corazón mismo de su concepto: la presuposición y
tomar las cosas por su raíz, donde la suposición está extirpada de su proceso
infinito. Deleuze diría que es el lugar donde hay rizoma, no raíz, y llevando
esto hacia Lacan, la raíz sería dirigirse al lugar del sujeto mismo donde la
sustancia en lugar de subjetivarse se subvertiría, un sujeto deviniendo otro en
el mismo sitio. Deleuze mismo dice que Hume ofrece una respuesta sorprendente al problema
del yo (self): Existimos como hábitos asociativos amparados en la imaginación,
que nos permiten decir yo
Persia sostiene que la figura que ocupa el lugar de
sujeto no es el ser ni la persona, tampoco las sensaciones, sino el haz
Antes de Kant no se utiliza la idea de sujeto para
designar al yo, la consciencia, el ser que piensa
Ante las líneas de Nancy: Yo soy no enuncia nada que esté dado
antes de la enunciación, Persia considera que los enunciados yo soy, yo siento,
yo pienso, son comienzos del relato fabuloso que instala la ficción como subjetividad,
y resume así su visión
El
lugar del sujeto es un lugar sin localización táctil, visual, gráfica,
conceptual. Se parece más a la continua torsión de Moebius, un lugar sin
localización que, sin embargo, es comandado por figuras que conquistan energías
con promesas y astucias, figuras que se presentan en enunciados imperativos,
furiosos, apaciguadores
No habría entonces interioridad humana sino incesantes
movimientos alrededor de una idea de sujeto como disponibilidad que puede ser
ocupada por distintas figuras que se asumen como dueños. Tal vez no pensar
en términos de sujeto sino de figuras que ocupan ese lugar, ayudaría a
desprenderse de la obstinada fábrica moderna. El sujeto, así, mediante esas
figuras se adueña de la vida no solo de modo prepotente sino seductor
“Quien” designa un lugar, este lugar del sujeto que se
manifiesta por su misma deconstrucción, y una vez que ciertos predicados son
deconstruidos, la unidad del concepto y el nombre resultan afectados por igual.
De lo que se trata no es de una simple destrucción del sujeto sino del
reconocimiento de que el sujeto es el pensamiento que reabsorbe o agota toda posibilidad
de ser en el mundo, toda posibilidad de existir, es decir de ser lanzado a lo
posible abriéndose al pensamiento del Quién del existir, de un uno, de un Alguien,
de un singular que el sujeto proclama, promete y, a la vez, encubre
En este “algo - uno” donde se juegan todas las figuras
del sujeto individual, pueblo, hombre, mujer, animal, etcétera, cada ahí pide otra
apertura y acontece otro acontecer
Hay una necesidad no de un retorno del sujeto sino de un avance hacia
Alguien-Algo- Uno y donde todas las posibilidades estén abiertas
En lugar del sujeto hay algo así como un pasaje
singular, un cierto no-lugar a la vez necesario e inhallable, la impronta de un
paso- el vestigio – que no configura ninguna otra esencia que la existencia
fugitiva de la singularidad
Cada uno, cada Alguien, cada Quien, se presenta y se expone
como el último, como ser singular, ya que cada uno- que no es singular debido a
una singularidad exterior, se singulariza gracias a lo propio de sí mismo, o
sea, es per-se.
El verdadero sujeto es el ser sí mismo sin cualidades
que solo incluye bajo esta ausencia la presencia de su conjetura y la conjetura de su
presencia. Si el ser es la realidad de la presencia, la realidad de la
presencia no es un predicado, se está en ella, no se la piensa, se la vive
En los seres la escisión entre el exterior y el
interior, entre lo que se ve, lo que se piensa y lo que se habla, hay un abismo
insalvable. Nacemos singulares, pero con el tiempo se suman los rasgos
individuales y nos vamos determinando a través de las pasiones, el error, las
ilusiones, la culpa, los miedos. Esas determinaciones apoyan y sostienen
nuestra vida. Vivimos un mundo sin afuera, lo exterior lo reencontramos en el
interior porque ya estaba allí, en los sujetos formateados de antemano
Ya solo tratamos con imágenes flotantes, clichés
anónimos que circulan por el mundo exterior pero que también penetran en cada
uno y constituyen su mundo interior hasta tal punto que cada cual no posee en
sí más que clichés psíquicos por medio de los cuales piensa y siente lo que el
poder desea que piense y sienta
La palabra sujeto sirve para escindir el poder, y era
necesario que en el siglo xx alguien dijera que no podemos conocer lo que
llamamos nosotros mismos. El inconsciente, dice Persia, relampaguea como
desconocido en lo conocido, como extraño en lo familiar, como potencias plegadas
en las vidas que hablan habladas. Lo que se llama sujeto da forma a la
materialidad, o, la forma concibe un Quién (un hablante) que cree concebir la
materialidad, y concluye, cada vez que surge la idea de sujeto se
instala la creencia de que es Alguien que gobierna algo, Alguien poseedor de
razón que conduce voluntades a través de una consciencia que piensa. Freud es quien
devela la fragilidad de esa ilusión
¿Y si el yo tuviera la espesura del sueño? ¿Y si la identidad fuera un
ensamble de ficciones? No anclaríamos en el dolor innecesario y atravesaríamos
el placer sin enredarnos. No pensaríamos en la idea de ser sino en la
insistencia de estados pasajeros
Y Nancy,
Así como el singular se singulariza por sí mismo, asimismo hace sentido
por sí mismo. Hacer sentido por sí mismo, sin que ese “sí mismo” sea él mismo
una sustancia, hacer sentido por sí mismo sin ser sujeto o hacer sentido sin
suponerse sentido es ser “sin razón” o “sin porqué”, según el muy famoso
dístico de Angelus Silesius.
El sentido como no-supuesto o como no-subjetivo es aquello que habría
que descubrir detrás del singular. El sentido en lugar de ser lo que habría que
descubrir y lo que habría que suponer detrás o delante, sería lo que
singularmente se compromete, se garantiza, se promete cada vez, a cada momento,
no detrás ni delante sino aquí mismo, en el lugar de exposición de una
singularidad. El sentido singular del singular es ser cada vez una infinita
novedad