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448 - Lecturas. En oposición a una racionalidad...
En oposición a una racionalidad que se aplica a hacer de cada hecho y cada gesto el objeto de una transacción mercantil, y a desplazar indefinidamente los límites del mercado, pretendemos ubicar nuestras existencias al abrigo de estas ambiciones totalizadoras y, más todavía pretendemos desplazar el acto de consumo desde el centro hacia la periferia, y no recurrir a él al menos que sea necesario

En oposición a una racionalidad que pretende erradicar todo desorden, luchar contra la entropía y asentar un dominio cada vez más extendido sobre el curso de las cosas, sostenemos que son las imperfecciones de la vida (que nunca se resuelven de una vez por todas) las que estimulan nuestro deseo de realizarnos y trabajar sin descanso para la construcción de un mundo común que se base en el axioma cardinal de no dañar a nadie

En oposición a una racionalidad que concibe lo humano como henchido de defectos y cuenta con paliativos en favor de máquinas infalibles y todavía más productivas que hacen de nosotros seres “superfluos” (Hannah Arendt), celebramos los poderes virtualmente infinitos de cada ser humano, y queremos obrar para que todos podamos beneficiarnos de las mejores condiciones que presiden su eclosión y expresión

En oposición a una racionalidad que genera una furia ” innovadora” que converge en la extensión de su imperio y contribuye a la instauración de un utilitarismo generalizado, nos negamos a contar permanentemente con una ganancia en nuestras relaciones con lo real y lo demás, ya que cultivamos los poderes de nuestra inventiva en vistas a experimentar múltiples modos de existencia que participen de nuestra plenitud individual y colectiva

En oposición a una racionalidad que tiene la ambición, en toda circunstancia, de secundarnos, de anticipar nuestros deseos, de instituir una asistencia algorítmica de nuestras vidas cotidianas, hacemos nuestra la fórmula de Kant - ten el coraje de valerte de tu propio entendimiento (sapere aude) - para llevar adelante nuestros asuntos, porque contamos con darnos a nosotros mismos nuestra ley (nomos), usar plenamente esa autonomía nuestra que funda el deber de responsabilidad, este imperativo que constituye el honor del género humano

En oposición a una racionalidad siempre insatisfecha que, de modo neurótico, aspira a rectificar continuamente el curso de los acontecimientos o llevarlas a una condición supuestamente superior, vivimos el presente dentro de una forma saludable de conformidad, sin por ello renunciar a modificar el estado de las cosas, sino con la única finalidad de contribuir a la salvaguarda de los valores que juzgamos fundamentales y la realización de nuestras aspiraciones más esenciales

En oposición a una racionalidad que pretende ejercerse de modo exclusivo y liquidar consecuentemente lo político - esa posibilidad que una comunidad de destinos se da a sí misma para actuar concertadamente - , respondemos que es dentro de la pluralidad y la contradicción que entendemos que se define libremente el curso de los asuntos públicos sin que este proyecto, por la fuerza de las cosas, pueda nunca terminarse

En oposición a una racionalidad sostenida por un grupo restringido de personas que se afanan por decidir, ellas solas, una amplia parte del destino de la humanidad, nos remitimos al fenómeno del antropoceno, hoy objeto, con tanto retraso, de una desolación unánime y que en su origen no dependió sino de un puñado de individuos que impusieron el uso generalizado del carbón despreciando todas sus consecuencias, con el único objeto de satisfacer su sed de ganancias, siguiendo un proceso que fue analizado con precisión por Andreas Malm en su libro L’ Anthropocene contre l´histoire

En oposición a una racionalidad indefinidamente insaciable que ambiciona desplazar todo límite con vistas a responder a sus apetitos de poder total, dando testimonio de una hybris que pone en peligro el equilibrio de los elementos, cultivamos las virtudes de la sobriedad y glorificamos la conciencia del límite, la que nos hace conformarnos con las riquezas inagotables de lo real y tener en cuenta la fragilidad de nuestro medio y las vulnerabilidades de todos

En oposición a una racionalidad proyectada hacia un futuro fantaseado que pronto debería hacernos sentir la beatitud de los últimos fines, que procede de la negación de nuestros valores fundantes, que determina un camino trazado de antemano que pretende desde su base las virtualidades ofrecidas por el tiempo y la expresión de todas las subjetividades, y que llegó hasta forjar un término que ratifica en el lenguaje esta trayectoria - la disrupción - , afirmamos la grandeza de ciertos principios que nos llegan desde el pasado, a los cuales nos aferramos y que continuarán inspirando nuestros actos. Porque sabemos, junto con Simone Weil, que “el pasado destruido no vuelve más. La destrucción del pasado es quizá el principal crimen. Hoy, la conservación de lo poco que queda debería llegar a ser casi una idea fija”

En oposición a una racionalidad que se obstina en reducir todo elemento, o cada uno de nuestros gestos, a códigos, procediendo a un reduccionismo miserable que de ahora en más debe gobernar nuestras relaciones con lo real, contamos más que nunca con valernos de los poderes que ofrece nuestra sensibilidad, la única que puede ponernos plenamente en contacto con las palpitaciones más indefinibles de la vida

En oposición a una racionalidad que no acepta la incertidumbre y teme todo imprevisto, conocemos el poder creativo del Azar – el cual, particularmente, condicionó nuestra llegada al mundo - , y adoramos las sorpresas de la vida, que hacen descarrilar la rutina cotidiana, contribuyendo a desvincularnos de nuestros hábitos y ampliar el horizonte de nuestras experiencias.

En oposición a una racionalidad que se alimenta con una velocidad histérica destinada a optimizar indefinidamente cada acontecimiento de lo real, preferimos avanzar al ritmo de una temporalidad que no apunta jamás a una finalidad, sino que opera de manera cíclica, porque es la única que vale, la que nos vincula con la escansión de los astros y vegetales que, dentro de una forma de sabiduría inmutable, no pueden nunca ofrecer otra cosa que lo que pueden en cada temporada

En oposición a una racionalidad que usa enunciados preformateados, trabaja duro para empobrecer el lenguaje y hacer hablar a las máquinas con estrictos fines funcionales, sabemos que una lengua que busque nombrar las cosas con precisión trabaja dentro de una relación más rica con los otros y con lo real, y exaltamos todavía el juego con las palabras, hasta la ironía, permitiendo que se manifieste así nuestra irreductible singularidad en el centro de un legado común

En oposición a una racionalidad que espera de los sistemas que nos formulen la verdad, queremos mostrar la parresía – el término griego que designa el hecho de “decirlo todo”, de atreverse a dar testimonio de los acontecimientos con coraje y dentro de una absoluta libertad de palabra – la que nos obliga a denunciar sin descanso esa racionalidad que procede de una negación de nosotros mismos e instituye a grandes pasos un anti - humanismo radical al cual nos negamos en cuerpo y alma. Y, a dicho título, decidimos defender a todos esos valores que nos son tan caros, movidos por nuestros modos de racionalidad plurales, rigurosos e inventivos, armados para volver a posicionar este modo de racionalidad en el lugar que se merece – en el margen extremo de nuestras realidades

                                                                     Eric Sadin

  Junio 7 de 2022