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28 - la irreferencialidad como destino
La materia del universo como una duración ilimitada, éter sin orillas, abismo de las estrellas, disuelve la estrechez de nuestras miras y revela claramente la dimensión de lo inabarcable a la par que nos devuelve nuestra propia estatura y una mirada extranjera sobre la aparente naturalidad del transcurrir de nuestro día a día


Cada mañana al amparo de las apariencias se echa a perder un mundo

Los ojos son la trampa. El hombre mira el mundo ante sí y no ve las señales del misterio por donde lo inefable se cuela en los entres. El misterio, lo real, lo abierto, escasamente adhiere a la realidad del mundo. Perfora y socava su tejido. Allí vive todo lo que desnaturaliza lo mundano, es el lugar de lo extraño que resta siempre extraño, una reserva de la que nunca podríamos apropiarnos. El hombre desconoce lo real pero a su pesar se haya de cabo a rabo atravesado por él

En toda vida existe algo que no se deja reducir, un exceso indecible, inapresable, resistente a las explicaciones, un resto como lo oscuro, pero ese resto es justamente lo que alerta sobre nuestra realidad, lo que impide que se cierre, lo que provoca la creación de nuevos espacios sin centro anteriores a la identidad donde sea posible inventar la propia voz para decirnos. Líneas de fuga, devenires que apartan al hombre de la norma para encontrar su singularidad

El arte, la poesía, apelan a un mundo donde imágenes desconocidas quebranten e hipnoticen la sensibilidad de los hombres, que los hagan abandonar su justificación psicológica, política, religiosa, filosófica, social, y los incline hacia lo extraordinario, que provoque el trance y la insubordinación del sentido común, el desafío a la tiranía de las imposiciones, buceando en el más allá del lenguaje, en la retirada de la palabra, en la ablación de las referencias, donde se revela otra realidad debajo del cuadro distorsionado y burdo de un mundo que ha perdido los estribos. Pensar siempre es una especie de violencia sobre la opinión, es dejar ese territorio de siempre que recorremos para no perdernos y vagabundear por zonas marginales. Ser y pensar en la inmanencia pero apuntando hacia lo ilimitado

El arte no debería comentarse porque la palabra no puede transmitir lo que la obra dice, solo podemos farfullar alguna aproximación, el resto somos nosotros interpretando desde un monótono ego central, invadiendo el territorio del silencio, bloqueando lo genuino de cada uno y usurpando el gesto del artista. Son los restos que se resisten a la significación los que fundan la existencia del arte. Esta manera de ver provoca confrontaciones tanto estéticas como ideológicas y abstrusas teorías sobre el compromiso del artista que, en realidad, radica nada más que en una voluntad determinada hacia el misterio último de lo real y no al servicio de una subjetividad apropiadora. Trabajando con la conciencia de nuestra precariedad, de nuestra falta, la obra dice sin apelar a una representación que soporte lo que ingenuamente " queremos" decir 

El arte es la irrepetibilidad, la irreferencialidad como destino porque lo real extraña la imagen. El arte se extiende a lo largo y a lo ancho de la vida toda, incluyendo las miserias e injusticias políticas y sociales, sin necesidad de mencionarlas. Por eso es desadjetivado, es arte y nada más. Y nada menos 


2016