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458 - La abdicación de pensar
El mundo atravesó un triple desgarro, el del conocimiento y el sentimiento, el de la filosofía y la teología y el de la filosofía y la religión, que le dejó como legado algo así como una conciencia del fracaso En la modernidad se toma conciencia de esas rupturas y nos encontramos como sujetos enfrentados a nosotros mismos mismos interrogándonos en soledad frente a un dios callado, a la hora de interpretar, construir o reparar el mundo

 Es un nuevo momento histórico, no teniendo en cuenta el aspecto cronológico, sino considerándolo desde la filosofía, ya que no es lo nuevo que sucede a lo viejo, sino lo nuevo que rompe con lo viejo, revistiendo al tiempo de actualidad

Con la modernidad se da un corte brutal entre el pasado y el futuro, entre las experiencias del pasado y las expectativas del futuro. El pasado carece de toda capacidad normativa y es por eso que la subjetividad asume la falta en desmedro de la tradición, para tratar de orientarse en un mundo sin referencias extra subjetivas, pero dejando la duda de si de esta manera se podrán obtener criterios extraídos del mundo moderno que, al mismo tiempo, valgan para la crítica de una modernidad en desacuerdo consigo misma. Puede suceder que dados los cismas mencionados haya una pérdida irreversible de criterios si tenemos en cuenta que los individuos pueden no estar en condiciones de juzgar por sí mismos y que solo están prontos para aplicar correctamente reglas conocidas y servirse de criterios establecidos

El no-pensar, que parece un estado tan recomendable para los asuntos políticos y morales, entraña peligros. Cuando se trata de apartar a la gente de los riesgos del examen crítico, se la adiestra para que se adhiera de manera inmediata a cualquiera de las reglas de conducta vigentes en una sociedad y en un tiempo dados

El ser humano es esa criatura que tiene que cumplir su ser a través de la realidad y que, cuando esta relación se disipa, se debilita, o se torna inconsistente, se extravía en una pseudo libertad, sustitutiva de la libertad verdadera, que, dice María Zambrano, pretende vagar por su cuenta extra muros de esa ciudadela que es lo real, encerrándose en obcecaciones y prejuicios

En esta realidad que vivimos hay un extrañamiento del espíritu que no puede reconciliarse con la razón, pero la modernidad no puede convivir con ese espíritu ni con la renuncia a la reconstrucción de lo escindido

El mal que hoy nos envuelve no solo atañe a los sistemas políticos que nos sobrevuelan, sino que es más hondo, está adherido a una cuestión cultural. Se le pide a la política que piense sus proyectos universalmente, o sea, no solo en función de una cultura occidental, capitalista, etc., sino desde y en función de otras sociedades que nada saben del capitalismo ni del liberalismo ni de las democracias formales. Estamos inmersos en un cambio epocal, es decir, todo ya está cuestionado, solo debe ser pensado. Esto no es una novedad, es la tarea del ser racional. A veces se pueden seguir ciertas hipótesis críticamente, otras deben ser reformuladas, así hay momentos en la historia donde se necesitan las respuestas a los problemas y otros descubrir qué problemas están surgiendo. Estas disrupciones epocales son tiempos de inventar, de crear nuevas hipótesis más que de responder viejas cuestiones y de evitar dos aparentes soluciones, más bien, peligros, volver atrás o huir hacia adelante

La primera es la tentación de quien vive extraño a su tiempo sin gozarlo ni sufrirlo. Carece de sentido histórico y está adherido a la prehistoria. Se diferencia totalmente del intempestivo quien persevera en el anacronismo, quien extraña la continuidad del tiempo para transformar el porvenir, quien ve las sombras de nuestro tiempo como algo que nos incumbe, como una parte del lugar que habitamos y que no cesa de interrogarnos, tiene fija la mirada en su tiempo, adhiere, pero a la vez toma distancia, está sin estar- sabiendo. Se ubica en la zona de fractura, un continuo desafío, una vigilia perpetua. Así, Agamben

Quien es verdaderamente contemporáneo es aquel que no coincide en todo con su época ni se adecúa a sus pretensiones

Ser contemporáneo es ser intempestivo. Ser en la disonancia con la época, en cambio la huida hacia adelante resume todas las fugas contemporáneas de la postmodernidad

Pensar es un destino, pero ¿desde dónde?

Desde nuestra actualidad, desde nuestra propia experiencia. En eso nos reconocemos modernos, en la necesidad de pensar nuestro presente. Apropósito Agamben,

El pensamiento es una potencia social que puede transformar las formas de vida en formas-de-vida impidiendo que se disuelvan y se aniquilen

Pensar siempre requiere desacomodarse, desacondicionarse, y exige una mirada escéptica a nuestras propias opiniones, afirma Deleuze en total consonancia con la “mirada extranjera” de Ranciére

 

El pensamiento de lo moderno, como pensamiento del límite y del umbral, tiene una gran responsabilidad ética. En el entrelazamiento entre las muchas verdades, que solo juntas constituirían la verdad, ninguna de ellas puede ser impunemente aniquilada por una razón que pretenda ser más fuerte. Aquí yace la raíz de “ese pensar de otra manera” musiliano que no es pasado, sino que es una tarea que nos espera como la introducción a un pensamiento que aún no ha sido pensado

La yuxtaposición del mundo sensible y el viento del pensamiento es una experiencia de la vida como pensamiento y del pensamiento como vida, dice Arendt y agrega, una vida sin examen no merece ser vivida

Examinar la realidad y buscar su significado es una tarea tan distintiva del ser humano que su vida carece de sentido si se la ejercita sometiéndose acríticamente a los criterios imperantes, creando así una docilidad que permite cambiar rápidamente de orientación de las normas de vida moral, social y política. La abdicación del pensamiento es el aciago resultado de esta actitud, y está íntimamente relacionada con la impostura, ya que ésta consiste en engañar con apariencia de verdad a los individuos para conseguir su apoyo y hacerles creer que es para su beneficio. Aquí es donde la docilidad y la abdicación del pensamiento juegan un papel determinante logrando que la ciudadanía que ha suspendido el ejercicio de pensar y evaluar - quizá dependiendo de sus particularidades culturales e ideológicas -  y envueltos en sus propios intereses, adhiera a la impostura. La política adopta el carácter de ser más verdadera cuanto más exhibe el hecho de ser ficción, remarca Agamben

Si bien la cultura es consciente de sí misma, a veces no lo es. El gran inconsciente social enredado en la impostura, que devino tan natural que se perdió la conciencia de su dinámica, es otra manera de decir cultura, y así la sociedad de la impostura se ha vuelto habitual y se alimenta de quienes la alimentan, dependientes de una fachada fantasmática que sostiene todas las estrategias del poder, un vacío comunicativo a partir del cual surge ese rostro humano que es pura comunicabilidad, y por ende, amenazado por ella misma

La impostura, ese simular tramposamente como verdad – apariencia de verdad – lo que se sabe falso con fines deshonestos, no es un episodio más que sucedió en el mundo. Hoy es el mundo. Reina con total naturalidad e impunidad

La renuncia a pensar implica huir de la relación con uno mismo para quedar eximido de la exigencia de justificar sus acciones y sus palabras ante el propio yo. La existencia humana está enraizada en la finitud del presente y limitada entre las fuerzas del pasado y del futuro y, al mismo tiempo, intrínsecamente constituida por la apertura al infinito, que es inherente a la vida del espíritu

El compromiso de la reflexión filosófica es el destino del propio tiempo en el que la misma subjetividad está comprometida. Si, como afirmó Derrida, la responsabilidad significa responder a algo en lugar de responder de algo, entonces es preciso dejarse interrogar por el presente, intensificar el diálogo y situarse como interrogante. La vía para responsabilizarse del mundo sería la política, la actividad de preocuparse por el mundo, de hacer un mundo habitado en el que puedan coexistir la pluralidad de los seres humanos, que no necesariamente serían plenamente bondadosos - si no, esto no sería necesario, afirma Arendt, y remata, la misión y el fin de la política es asegurar la vida en el sentido más amplio

Nos hallamos suspendidos entre un viejo orden interestatal y un nuevo orden que intenta nacer, intensificando la necesidad del proceso de elaboración de un nuevo concepto de lo político que parecería ser la única salida para evitar la reabsorción por el vértigo del vacío en el que convulsamente se debaten las prácticas del gobierno global

Pero cabe preguntar si es posible elaborar un nuevo concepto de lo político manteniendo a resguardo el carácter paradójico de la experiencia política

La modernidad vive conscientemente la ruptura con el pasado como una exigencia de renovación continua, de progreso, de emancipación respecto a todas las tutelas anteriores, la moral es una de ellas

Si la legitimidad de la ley es el poder que la aplica, la ley no tiene ninguna relación - ni siquiera ilusoria - con la justicia, por más remota e incognoscible que sea, a tal punto que podríamos afirmar que la justicia no es incognoscible, sino simplemente que no existe

Si la ley es infundada, o fundada solamente sobre el poder, ¿sobre qué puedo fundar y legitimar mi sentido de justicia para que no sea una veleidad subjetiva?

Hannah Arendt observa que los sofistas no apuntaban a producir convicciones que fueran más allá del consenso ante la argumentación, aunque este consenso hubiera sido obtenido a costa de la verdad. Los ideólogos modernos le agregan al poder persuasivo del sofista, a la fascinación por la argumentación algo más; quieren obtener a costa de la realidad una victoria permanente. No destruyen solo la dignidad del pensamiento, que debería tender a la verdad, sino también a las razones de la acción humana. La verdad ha sido aniquilada, los mentirosos han sido reconfirmados democráticamente en el poder

Según Freud, citado por Rella, la ideología resiste a la prueba de realidad. Pero hoy es la realidad misma la que es modificada, y lo sabemos. Nos acostumbramos no solo a la mentira como instrumento político, sino también a la manipulación de la realidad

 

 

Julio 16 de 2022