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460 - La inercia del alma
Hay cierta inercia en el alma de la humanidad, una inquietud vacía que no se sabe colmar, un conformismo camuflado, una ablación de la persona


La subjetivación indefinida del hombre ha conducido a una sola vía, la destrucción del sujeto en el plano ético, y, políticamente, su socialización infinita, que actúa destruyendo al ciudadano, por lo que, como consecuencia, se deduciría que este envilecimiento de la sociedad sería la continuación de la democracia por otros medios

Con el advenimiento de la humanidad como multitud se asiste al surgimiento de una sociedad extraña que ya no tiene nada en común con el pueblo como comunidad de hombres libres bajo la dirección de una voluntad general. Pero hay una enorme diferencia entre someter a una multitud y dirigir a una sociedad, ya que puede resultar impulsada hacia una masa compacta anónima o disgregada en una multitud donde furtivamente aparecería la sombra del sujeto moderno

De esta manera se produce lenta y progresivamente - “casi naturalmente”, se diría - la neutralización de la persona, que fue lo que condujo a una humanidad concreta paradójicamente integrada por sujetos abstractos indiferenciables unos de otros. La homogeneización o masificación de la mirada conduce a la normalización o masificación de la conducta y del pensamiento. La mirada del hombre “cualsea” hacia sus semejantes se va degradando poco a poco, y, en consecuencia, volviéndose incapaz de reconocer lo que cada uno tiene como propio, así Bernard Noël,

un acontecimiento de una degradación quizás irreversible...el hombre nuevo , producto de la incomprensible desventura deja de ser hombre...perdieno la libertad, perdiendo la humanidad


Es necesario dejar de representar al hombre bajo la figura del sujeto y reinstaurar al individuo, a la persona, devolverle el alma abierta que la reúne con el mundo entero en una sintonía universal, ya que todo lo que fue pensado, otra vez Noël será pensado de nuevo por un pensamiento que todavía no ha salido a la luz

El fracaso político y ético de la modernidad radica justamente en la confusión entre sujeto y persona que destruyó al ciudadano y le imposibilitó construir un espacio público donde expresarse. El pilar básico de la sociedad no era la persona concreta dotada de libertad y autonomía sino el individuo abstracto al que se le atribuía una soberanía ilusoria, luego absorbida por una voluntad general que sumaba las referencias sociales concretas. Por lo tanto, después de haberse roto los lazos de la civilidad y el “mundanal ruido”, el hombre quedó en soledad. Resuenan los ecos de las atinadas líneas de Hannah Arendt,

Más allá del lugar al que vaya, el hombre, solo se encuentra a sí mismo

Una sociedad de hombres que, privados de un mundo común que los una y los separe al mismo tiempo, viven en una separación y un aislamiento sin esperanzas, o bien son estrechados juntos en una masa

 

La crisis que ha sufrido la democracia moderna provino de la confusión de los conceptos de soberanía política y soberanía social atribuidos al ciudadano abstracto y no a la persona concreta. El hombre democrático sufre el haber sido privado, por la civilización liberal, de una verdadera comunidad humana, ya que, siendo reducido a la figura virtual del sujeto, se vio despojado de toda responsabilidad en el campo político; y en las democracias contemporáneas fue reducido a la pura virtualidad del sujeto jurídico. Así, cuando el sujeto aparece, el mundo político se retira, como si el juego de las virtualidades ocupara desde entonces el lugar de las realidades efectivas del poder

El siglo XX vio crecer un debilitamiento progresivo del valor, la fuerza física que el espacio público exigía de sus miembros como una virtud esencial, y si la política es asunto de valor, la reflexión sobre la política no lo es menos

El consenso tiene un papel fundamental en la degradación de la política como asunto de valor. Es responsable del autoritarismo comunicacional, es el responsable de que los grandes partidos políticos se transformaran en el fundamento moral de nuestras agónicas democracias, reemplazando la genuina representación democrática, transformando el sufragio universal en una ficción, ya que únicamente viene a justificar las decisiones ya tomadas de antemano por el acuerdo de los partidos mayoritarios. Es un rasgo propio del actual conformismo, el disfrazar con la retórica del consenso los conflictos que deterioran la sociedad siendo incapaces de resolverlos

El disenso, en cambio, es el verdadero agente de la teoría crítica que intenta abrir espacios al verdadero pluralismo social en el seno de un sistema democrático alejado de procedimientos vacíos de contenido

El disenso es lo que permite generar la crítica. Hoy reina la mediocridad que radica en la incapacidad de pensar críticamente, o, lo que es lo mismo, explica la vigencia de un pensamiento conveniente a los intereses de siempre, que se proyectan en la homologación del pensamiento “políticamente correcto”, único, igualitario, proveniente de una meta categoría de la dominación

Los políticos del pensamiento correcto imponen su visión y dibujan su electorado con una estrategia anticipatoria del deseado futuro fantasma.

Quizá sea necesario el desacuerdo hasta consigo mismo, la mirada disonante con el mundo para evitar ese falso acorde de la mirada masificada que no sabe o no quiere ver. Detectar el paradigma implica un íntimo desacuerdo, una disonancia en aras de la libertad de ser, ya que ese paradigma es una especie de “identidad” otorgada por un poder que elimina cualquier disenso: convierte al individuo en un espacio vacío que él mismo ocupa. El poder se ha independizado del hombre, tiene entidad propia, es un mundo en sí mismo. Se impone desarmar miradas que clausuran portadoras de certezas por la “mirada extranjera”, la que se opone a lo autóctono de los ojos, al decir de Ranciere, una invitación a quebrar, a fragmentar y a estrenar los ojos para recomponer de otro modo lo previamente desarticulado o desandar la textura lisa de la falsa igualdad de un mundo edificado sobre la desigualdad, o sea, a pensar del lado del disenso como bien lo indica su etimología, dissensus, del otro sentido, para arrancarse de la revalidación de un orden conveniente de sentido único como una forma de refugiarse en ese orden ya instalado de la sociedad donde nos reflejamos, un pensamiento como espacio político, como perturbación de un poder que organiza y perpetúa las divisiones sociales, que asigna funciones y congela roles e identidades, que halla sus razones en la exclusión de un múltiple, alterando las jerarquías en torno al “uno”

Por eso la política no puede existir sino como un acto de interrupción, de desregulación o de fractura que disuelva la concepción elaborada por los que detentan el poder y que consideran a la comunidad tan solo como una suma de las partes, una política que se interese por el análisis de la distribución de los espacios, los tiempos y las prácticas que han conducido a ese estado de cosas

 

Poco se habla del disenso ya que connota lo que se trata de sofocar, lo inconveniente. La exigua literatura que encontramos sobre el tema proviene del pensamiento institucionalmente aceptado por lo que está caracterizado negativamente y vinculado al poder y a las minorías, cuya característica principal es una actitud de disenso, pero que connota una clasificación interesada y parcial del disenso pues disentir no es solo negar un acuerdo, sino que es, sobre todo, encontrarle otro sentido que el que actualmente poseen, de tal forma que el disenso se transforma en una actitud de libertad personal y colectiva, capaz de invalidar o limitar los intentos de imponer una homogeneización  de nuestra sociedad sobre el modelo capitalista

El disenso alcanza su clímax en la construcción de una teoría donde la política misma es rescatada de las trampas utilitaristas del hedonismo economicista imperante, y sobre todo en la restitución institucional de la soberanía social que hoy ha sido sustraída, y que resulta ser el elemento integrador de la soberanía política. Por eso, el concepto de pueblo ya no tiene sentido más que si es recodificado en el de soberanía. El Estado moderno ha vaciado de contenido la idea de “pueblo” que hoy es el soporte hueco de la identidad estatal, afirmó Agamben

Disentir es una actitud libre personal o colectiva de afirmar otra cosa que la propuesta o lo establecido. Enriquece el obrar humano y consolida una sociedad plural al mismo tiempo que desbarata cualquier intento homogeneizador o totalitario. No se agota en negar el consentimiento a alguien ni al afirmar lo que no se quiere, sino que logra su plenitud en el pensamiento y la alternativa a lo dado, de esta manera, el disenso asume una dignidad ético política

El disenso origina un pensamiento nuevo y la conducta alternativa al orden de la normalidad constituida. En cambio, el consenso, no puede servir como fundamento a la legitimidad política de la democracia porque siempre es el resultado de un acuerdo de partes con poder en la sociedad: una racionalidad estratégica

El disenso surge ante el desorden angustioso del mundo, desterritorializa el pensamiento y deja entrever una posibilidad ausente, impulsa al hombre hacia un nuevo espacio donde renacer. Ocupa el inicio de un camino a recorrer

Disentir es cruzar del otro lado de lo Mismo, es un pensamiento de la diferencia en las brechas del consenso. Es huir de los monopolios ruidosos del pensamiento y hurgar en los entres lo que aún calla

El disenso perturba el consenso gregario. Lo conforman líneas de fuga que desacomodan la opinión pública, esa institución a través de la cual se sabe solo lo que es conveniente saber, ese anónimo genérico, cobijo para pertenecer, un escudo que legitima el lugar que se ocupa, un simulacro, un existenciario, no una existencia

El disenso expresa la gran delusión política, denuncia el carácter ideológico del consenso como simulacro que enmascara la voluntad de poderes de un grupo o clase social. La política es un relato que hay que volver a leer y a des-interpretar indefinidamente, porque enmascara su contingencia en el encadenamiento de los hechos

El punto más intenso de la vida es aquel donde se enfrenta al poder: el carácter agonístico de la vida

 

 

Julio 28 de 2022