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464 - Merleau-Ponty. El paisaje de la experiencia
Merleau Ponty enfatiza su pensamiento alrededor del cuerpo, que es donde reside un poder significante del que nace la palabra como un gesto que nombra el mundo. Asimismo, busca comprender la experiencia del mundo vivido y su expresión por el mismo cuerpo

Ubica al sujeto en el espectáculo de ese mundo que lo mira, y hace que surja su propia mirada comprometida en un juego dialéctico con las cosas  

mi cuerpo está hecho de la carne del mundo y el mundo participa de la carne de mi cuerpo

Busca intercalar el sentido del lenguaje en el cuerpo de ese ser del que emerge la palabra. Los gestos que articula el cuerpo constituyen ya un lenguaje tácito, fundamentalmente de la expresión. La expresión y lo expresado son indistinguibles; no remiten como el signo a algo que está fuera de ellos, no necesitan señalar algo exterior, sino que, “simbolizan per se”, porque el cuerpo es simbolismo de adherencia al mundo, más que de sustitución de cosas por palabras. Se trata de un simbolismo original: la existencia se encarna en él y él es quien la actúa. No solo tiene sentido, sino que él mismo es el sentido

De esta manera, el gesto es un primer lenguaje que enriquece el sentido de la experiencia y de la comunicación. Según el autor, así como el gesto anuncia su propio sentido porque aparece en medio del mundo en que nos encontramos con los otros, la palabra opera del mismo modo y entonces debe ser comprendida también como gesto, pero, gesto lingüístico, ya que se articula sobre un plano de significaciones adquiridas y alude a un territorio mental - común a los sujetos - que se ha conformado por las significaciones mencionadas que ya se encontraban disponibles

El lenguaje puede sostener, por su propia disposición, un sentido, capturarlo en sus tejidos, ya que una lengua no es una suma de signos sino un medio de discriminar unos de otros y de construir así un universo de lenguaje del que luego podamos decir que es capaz de expresar un pensamiento. La escritura perturba, provoca al lenguaje salvaje, un lenguaje indomable que no usa las palabras para decir algo, sino que, para el autor, es algo que nunca dice nada, que no hace otra cosa que inventar signos. La virtud del lenguaje reside en cumplir a la perfección su tarea más esencial: arrojarnos sobre lo que significa. Su objetivo es hacerse olvidar en la medida en que logra expresar, juega un juego delirante haciendo que las palabras excedan su significado y ardan

Así como un gesto señala un sector de la realidad, una parte de mundo, el lenguaje busca hacer surgir ante nosotros aquello que el sujeto quiere decir, dar con esa frase hecha en los limbos del lenguaje, captar las palabras que sordamente el ser murmura. La expresividad y la gestualidad tiene tanto sentido como el habla, pues, como ella, rompen el silencio primordial

El habla es un gesto y su significado un mundo

El misterioso poder del lenguaje reside en una nueva disposición de las palabras ya conocidas en las que se nos señala una nueva palabra. Dicho poder surge cuando el lenguaje constituido, súbitamente descentrado, se ordena de nuevo para enseñar al lector – y también al autor – lo que no sabía pensar ni decir

El lenguaje nos lleva a las cosas mismas en la exacta medida en que, antes de tener una significación, es significación. Allí radica su potencia, en que es significación. La palabra, comprendida en su naturaleza como gesto lingüístico, entraña en sí misma un sentido y, mediante el juego azarísticamente dirigido de sus significaciones, instituye una nueva significación, señala una parte de nuestro mundo que hasta ahora había pasado inadvertida, un sector de nuestro entorno impensado, innominado

Ese es el lenguaje conquistador que es aquel que avanza conquistando regiones del mundo del sujeto que permanecían sin palabras. El escritor trata de producir un sistema de signos que restituya, gracias a su ordenamiento interno, el paisaje de una experiencia. Las palabras del autor lo dirigen hacia un sentido que ignoraba y, la disposición cuidadosa, en las que se reutilizan las significaciones adquiridas, le permite decir algo que no se sabía aún, usurpar un territorio, para él, foráneo. El lenguaje conquista cuando expresa y el momento de la expresión es aquel en el que la relación se invierte, en el que el libro toma posesión del lector

El libro es el terreno en que los escritores construyen las significaciones que conquistan dicho territorio. El autor se sirve de las significaciones comunes - instituidas – entre él y yo, para instalarse en mi mundo, y luego desviando los signos de su sentido ordinario, me reenvía hacia otro sentido que encontraré y que ha ido tejiendo por detrás, porque la verdadera función del lenguaje no es expresar algo que ya existe en un mundo que ya existe. Esas expresiones se recuestan sobre las palabras instituidas, no instituyentes

Reafirma Merleau-Ponty que hay dos lenguajes, el lenguaje hablado y el hablante, este último desaparece en el hablado que es el que pretende neutralizar su poder de expresión, tratando de hacerlo pasar desapercibido. El lenguaje hablante necesita al lenguaje hablado. La escritura necesita un lector y el lenguaje hablado es lo que él aporta, se trata de la masa de significantes disponibles sin la cual no habría podido ni comenzar a leer. El lenguaje hablante es la interpelación que el libro lanza al lector desprevenido, una acción a través de la cual se altera el orden de los signos y significaciones ya disponibles, agregando una nueva. El lenguaje desconocido se disfraza con el conocido, una estrategia que utiliza lo que el lector conoce para crear significaciones nuevas, y someterlo a un estilo

El uso creador del lenguaje” significa” de manera lateral, oblicua, indirecta. Es el que dará vida a la expresión creadora, que no es otra cosa que una operación del lenguaje sobre el lenguaje que de repente se descentra hacia su sentido, pero tensando antes los sentidos sedimentados, sacudiéndolos para hacerles decir no se sabe qué, ni para qué ni a quién porque lo dicho allí no ha sido dicho nunca

Ese descentramiento del sentido remite a la expresión creadora donde las palabras influyen unas sobre otras y en esa especie de alboroto evocan un sentido más apremiante que si cada una de ella fueran tan solo un débil significado del que estaría ya cargada, ya que el lenguaje dice concluyentemente cuando renuncia a decir la cosa misma, o sea cuando busca manifestar una realidad indirectamente. La creatividad de la expresión radica en el excedente de lo que se quiere decir, un excedente, un saldo superior. A partir de las palabras adquiridas, el lenguaje se retuerce creativamente y se desvía para dar luz a algo nuevo, una nueva significación

Cerca estamos de la poesía, si no en su mismo reino

La expresión pretende traducir el libro interior de la experiencia que lejos de ser algo ya escrito, es una creación, porque la experiencia se considera como acto creador, como una totalidad abierta que contiene la de un yo, no un sujeto absoluto, sino algo así como una indivisibilidad deshecha y rehecha por el mismo curso del tiempo

A propósito, estas magníficas líneas del autor,

Cuando leo el libro interior de mi experiencia no hago más que traducir las palabras que ella engendra y esto es posible porque la carne del lenguaje se monta sobre la carne del mundo

Merleau Ponty se inclina por la reflexión en la experiencia como comunicación y compromiso con el mundo opaco del que emerge un sujeto finito, entendida la experiencia como distancia en la proximidad del ser en el mundo. El silencio de la experiencia no es el lenguaje no-hablado sino un lenguaje que se manifiesta como un conjunto de cuestiones a las que el habla responde

La percepción aporta un sentido al descubrir nuestra capacidad de relacionarnos con las cosas y juega como una pregunta planteada a lo visible y a lo invisible - y todo lo visible lo es por algo invisible -, una pregunta a la experiencia del mundo antes de que haya sido reducida a un conjunto de significados, ya que es el cuerpo quien determina una y otra vez mi percepción del mundo. De esta manera, no recibo una cosa del mundo, sino una experiencia de un algo que nace fruto del encuentro del cuerpo con éste, así, la experiencia perceptiva es la base fundamental de nuestro transitar por el mundo, el cuerpo de la experiencia directa con el mundo, un mundo pre-reflexivo donde se asiste a la manifestación de la verdad como resultado de entrar en el ser mismo de las cosas, previo a su idealización, lo que nos permite ver más allá de lo visto mismo sin un léxico que a la manera de anteojos nos diga lo que vemos y cómo lo vemos. En el poder de percibir algo está el nervio de nuestro ser y del ser del mundo.  Así el lenguaje podrá cumplir con su tarea de recuperar la vida perceptiva repleta de evidencias

El retorno a la experiencia del mundo es el retorno a la percepción subjetiva que habita el mundo, desde un cuerpo que siente la existencia y distingue los fenómenos gracias a un logos perceptivo que va a la par del encuentro con el mundo y devela el trasfondo de las cosas a partir de nuestra experiencia originaria con ellas. Esta experiencia en estado naciente es la que permite una reflexión en la que participa el cuerpo, una manera de ver original. Este vínculo con el mundo vuelve a posicionar la verdad esencial en el mundo mismo de la vida, pero como las cosas son inagotables no hay una sincronía directa entre nuestro pensamiento y las cosas. Si pudiéramos ver el mundo desde formas acabadas seríamos incapaces de intuir de éste visiblemente el sentido invisible - al que no siempre llegamos – que requiere de algo que trascienda ese pensamiento de sobrevuelo al que se refiere el autor, siempre mediado por una postura generadora de sentido, un pensamiento objetivador que obstruye el desarrollo de la creatividad que es la que hace posible la existencia de las esencias de las cosas que no vemos

Merleau-Ponty reconoce dos mundos, el de la experiencia originaria, el logos salvaje o sentido inherente de las cosas y el de la significación que presenta al ser inmerso en el mundo a través del lenguaje. La filosofía para nuestro autor debe situarse en un lugar previo a la distancia entre intuición y reflexión, en las experiencias vivientes que son subjetivas y objetivas al mismo tiempo. Para su expresión es necesario la complementación entre la restitución de la potencia de significar o del sentido salvaje, una expresión de la experiencia por la experiencia y la convicción de que el lenguaje es la voz de las cosas mismas, pero ya hay un sentido que subyace a la experiencia porque es en ese encuentro entre sujeto y objeto que ya lo hay, porque las sensaciones no pueden entrar de manera pura sin que nuestra visión se vea afectada por la historia propia del sujeto que mantiene con el objeto una complicidad constante

El cuerpo y el pensamiento no pueden concebirse aislados porque es por el cuerpo por donde comienza la experiencia y se inicia todo horizonte de sentido

Experimentamos la expresión y expresamos la experiencia

O sea, hay reciprocidad entre el sentido salvaje y el significado lingüístico porque el lenguaje es también experiencia lingüística que clarifica a esa que es silenciosa ayudando a expresarse de modo creador. Experiencia no quiere decir duplicar lo viviente sino interrogarlo para descubrir la negatividad que lo atraviesa. Así surge lo inteligible que es el paso del mundo mudo al mundo hablante al igual que la palabra, una reversibilidad doble que se manifiesta en la existencia, la de la idea como una sublimación de la carne

Todo es lenguaje y consiste en reencontrar el silencio

No hay mundo inteligible, hay mundo sensible que es evidencia en silencio

 

Ninguna creación es ex nihilo, crea desde la experiencia, desde esa potencia de sentido que es bien distinta del lenguaje puro que es un residuo de actos de significación perdidos

El habla es el sentido expresado por esa experiencia, pero no se reduce a hacerla hablar. Lo que se pretende expresar solo puede salir a la luz a través de la expresión y, sin embargo, una expresión nunca puede captar plenamente la experiencia que la inspira. Es una paradoja, su inacabamiento es lo que incita a la creación, por tanto, la expresión continúa la obra de la percepción

El cuerpo propio está en contacto con el mundo primordialmente gracias a la experiencia perceptiva, pero esta es ambigua y provoca que percibamos el objeto de manera distinta cada vez. De esta forma, la experiencia que tenemos con el objeto al acercarnos ha sido alimentada por los demás acercamientos que de él hemos tenido, una amalgama de perspectivas que hacen que nuestra concepción del objeto se vaya ensanchando cada vez más

Toda expresión es tan creadora como inseparable de lo expresado, nunca es total, aunque al mismo tiempo, toda expresión es perfecta en la medida que es comprendida inequívocamente

La poesía de lo verdadero es la expresión del mundo que nunca acabamos de percibir y que no podemos someter a la prosa conceptual. Es preciso que sea poesía para que despierte y reconvoque nuestro poder de expresar más allá de lo dicho o vivido

Esta maravilla - que el sentido lingüístico nos oriente sobre un más allá del lenguaje - es el prodigio mismo del decir y quien quiera explicarlo por su comienzo o por su fin perdería de vista su hacer

 

Para Merleau Ponty toda conciencia es conciencia de algo, una línea de su pensamiento que define la idea de intencionalidad, según la cual cada uno de los seres humanos se dirigen constantemente al mundo, una intencionalidad encargada de proporcionar el texto que nuestros conocimientos tratan de traducir en lenguaje exacto. De esta forma percibimos el mundo como un tejido sólido y, en consecuencia, hacemos de él un objeto intencional. Cada conciencia nace en el mundo y cada percepción es un nuevo nacimiento de la conciencia. De esa relación nace una manera de expresar que el cuerpo está al mundo - ser al mundo en la relación mundo /cuerpo y no ser en el mundo. El cuerpo es un todo de significaciones vividas que va en dirección a su equilibrio y no un objeto para un “yo pienso”

Para Merleau Ponty es impensable la percepción pura, no tenemos percepciones puntuales. Hay un horizonte de sentido

Si bien la percepción puede ser el acceso a la verdad, también puede ser puesta en duda, teniendo en cuenta que el ser humano es un factor de ambigüedad en la existencia del mundo, por eso nuestro autor dice que es necesario reconocer lo indeterminado como un fenómeno positivo

La experiencia de vida de cada sujeto, advierte M-Ponty, se da de manera situada, por eso se debe reflexionar sobre las posibilidades perceptivas del cuerpo y su fuerza expresiva a partir del lenguaje que habita; la cultura al ser parte del horizonte perceptivo, debe reubicarse en la corriente significativa en la experiencia del mundo vivido. Del mismo modo, el carácter convencional del lenguaje debe asumirse como un modo de relación tardío

A partir de un silencio primordial se pone en movimiento el habla - gesto del cuerpo - que rompe ese silencio por la expresión y con una intención significativa por aquello que Merleau- Ponty llama una modulación sincrónica de mi propia existencia: esto sucede cuando el interlocutor encuentra en el camino abierto por los gestos del otro, su propio camino. Así, la comunicación funda un sentido común, pero no hay comunicación pura ya que los sujetos viven un solipsismo que es intrasferible

La significación anima al habla como el mundo anima mi cuerpo. La intención significativa es el exceso de aquello que yo quise decir sobre aquello que es o ya fue dicho, o sea un avance del significado sobre el significante. El lenguaje actúa como unión entre lo individual y lo universal, pero, dentro de un mundo sedimentado culturalmente, el niño hereda conclusiones sin saber de dónde vienen. La novedad radica para el autor en que la expresión provocó que la cultura tácita saliera de su círculo asfixiante

La reflexión se vuelve conciencia del mundo por ser capaz de revelarlo como extraño y paradójico. Ver es fundar una realidad en su totalidad, simultáneamente entregada a nuestra mente con todos sus datos, su historia y sus zonas ocultas, con su significación. Percibir es el pensamiento de percibir. Es reconocerse en el acto de estar viendo, entregándonos a nosotros mismos, nuestra prehistoria, nuestros lados invisibles, nuestra absoluta y más plena certeza intuitiva del ser. La percepción es este acto que crea de una vez, junto con la constelación de los datos, el sentido que los vincula

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                                       Julia Vincent Blog


Agosto 24 de 2022