desplegar menu

469 - La política como traducción del tiempo
Merleau-Ponty nos induce a considerar que los grandes dilemas de la condición humana son misterios y no problemas, es decir, suponen interrogaciones sin respuestas, por tanto, la tarea del investigador es la de renovar las interrogaciones, ahondar en la apertura del misterio, ver el mundo en el asombro, no en el encierro de los dogmas. Duda de las teorías que pronostican resoluciones para la tragedia inherente a la humanidad y se decide por el develamiento de lo inacabado en el hombre


Hay en nuestro autor un eje central que devela una profunda correspondencia entre sus textos a lo largo de toda su obra a la par que una coherencia que los ilumina y va engarzando las distintas etapas de su pensamiento, la ontología, un núcleo esclarecedor explícito e implícito, una instancia que lo emparenta con otro pensador francés que nos honra en estas páginas, Jean-Luc Nancy

El tema político que nos ocupa se va desarrollando mediante un proceso de trasposición de categorías de orden existencial, o sea un traslado a la política de toda la summa de sus teorías. Así, las decisiones políticas son algo más que elecciones y compromisos, son una forma de ser- en- el -mundo que se arraiga en la facticidad histórica. La filosofía de la historia es un fruto de su fenomenología existencial gestado bajo el marxismo como emergencia de una nueva fuerza política mundial

 Nuestro autor comulga con las ideas de Montaigne quien afirmaba que hay que prestarse a los demás y no entregarse más que a sí mismo

La vida pública me esclaviza al otro, la verdad es desplazada y ya no es posible vivir de acuerdo consigo mismo

Montaigne reconoce que,

hay una locura en la política y un maleficio en lo social que hacen que sea necesario mentir, traicionar, asesinar

pero aun reconociéndolo, quiere mantenerse a distancia, cavar un pozo entre este mundo cruel que debe necesariamente organizar la vida en común y la existencia libre porque el espacio y las leyes son imprescindibles, pero al mismo tiempo son la negación de la libertad

Su compromiso con lo público se dio bajo la premisa de que estamos condenados a vivir entre los vivos y ese es el lugar donde tenemos algo que hacer. Intentó armonizar el gusto por la libertad con la acción en el mundo ligada a la opinión de los otros - una convivencia ambigua y amarga. Para Montaigne el bien público no coincide con la razón moral

Para Merleau-Ponty esta no coincidencia no despoja a la política de toda moral, maquiavélicamente hablando, más bien vuelve evidente la necesidad de elucidar la moral propia de lo público. Dicha moral debe comenzar por reconocer la contingencia y la primacía del otro, y aceptar que no hay un orden arquitectónico preestablecido que dé cobijo a las acciones políticas, que, por el contrario, ellas erigen sentido a partir de una práctica siempre acechada por la fortuna en la oscuridad de lo histórico. También se debe asumir que los asuntos públicos se esgrimen a partir de otro, esto es, que las acciones políticas son llevadas adelante por “actores”, agentes que son juzgados por los resultados objetivos de sus acciones

Vivir en los asuntos públicos es vivir de acuerdo a un rol, a la manera de otro. El propósito de Merleau-Ponty es restaurar la primacía de la experiencia de la percepción

Con Maquiavelo, otra de las influencias de nuestro autor, tocamos el medio esencial de la política como relación entre los hombres cuya vinculación se define por su costado conflictivo. La preeminencia del conflicto desconcierta a Merleau-Ponty ya que vuelve inaprensible el pensamiento de Maquiavelo por su compleja articulación entre el poder y la libertad pues busca ésta sin dejar de reflexionar sobre el poder. Su discurso abunda en temas como la opresión, la astucia, el engaño, pero en ningún momento deja de tener en cuenta la posible coincidencia entre los dos focos que, de acuerdo a su pensamiento, dan sentido a lo político. Merleau-Ponty encuentra en Maquiavelo, la institución política de lo social, o, en otras palabras, la singularidad política del conflicto inter-humano, ya que para el florentino el poder no posee un fundamento trascendental, sino que está amarrado al drama de la lucha social. Todo surge de la trama social, y su crueldad no emana de otro lugar que o sea la certeza de la realidad del poder. Maquiavelo está en el centro de la recuperación de los asuntos políticos de las últimas cuatro décadas y por eso nuestro autor se ubica en este tramo de influencia que tiene como andamios la revalorización de la vida activa y la preeminencia de la contingencia y el conflicto. Los gestos maquiavelianos se ubican en el itinerario de la política moderna en sus puntos de fuga, en la porosidad del relato moderno, ya que Maquiavelo es el azogue de la trama del discurso sobre la política dominante de la Modernidad. Al vincularlo a nuestro pensador se genera un diálogo donde conviven democracia y revolución

Lo concreto en política es la opinión y la contingencia. El conflicto, el antagonismo y la lucha están en el origen de lo social porque la indeterminación es el índice de la vida en común. El conflicto emerge de la singular interacción entre los hombres, la opinión y la apariencia. La intransigencia de Maquiavelo proviene de autonomizar el reino de la apariencia y transformarlo en la verdad de lo político

La contingencia entraña la multiplicidad en conflicto de las producciones sociales. Tal es el drama de la política: dar sentido a un mundo en plena lucha

Los actos del poder reflejados crean una apariencia que es el lugar propio, y, en suma, la verdad de la acción histórica. El poder lleva alrededor un aura, y su desgracia - como también la del pueblo, que no se conoce – es no ver la imagen de sí mismo que ofrece a los demás. Es, pues, una condición de la política desarrollarse en la apariencia

No habría pues una verdad política por fuera del reino de la apariencia. Seríamos entonces como nos ven y lo importante sería conocer cómo nos ven porque no podríamos vernos si no fuera a partir de la perspectiva de los otros

 Maquiavelo no abriría paso hacia una política cruel e inmoral sino hacia un moral concreta pública que sabe de los abismos de la vida colectiva pero aun así apuesta a la virtud de los hombres. Lo que quizá influye para desconsiderar al florentino es que une el sentimiento más agudo de la contingencia, de lo irracional en el mundo con el gesto de la libertad en el hombre

Lo que Maquiavelo y Merleau-Ponty llegaron a ver es que el drama de la política no nace de una lucha entre valores contrapuestos sino en el combate por el sentido divergente de unos valores que todos comparten. Por tanto, hay en el carácter inevitablemente tensionado del vínculo entre el poder, la política y lo social una insuperabilidad inherente

Merleau –Ponty cree en la legitimidad de la violencia, pero no en la justificación de la misma en aras de la construcción de una sociedad futura sin roces. La acción política es impura en sí misma, porque es acción de uno sobre otro y porque es acción entre varios. Gobernar es prevenir, y la política no puede justificarse sobre lo imprevisto, pero lo imprevisible existe. Esa es la tragedia. La maldición de la política consiste en que debe traducir los valores en el orden de los hechos. Por lo tanto, hay en la política un desacople originario que la define

Así Derrida,

La esencia de la política siempre tendrá la figura inesencial, la no esencia misma de un fantasma

Soberanía y cortesía, armonía, es una dupla difícil de conciliar, o, más aun, irreconciliable, que quizá permita por esta imposibilidad de reconciliación la apertura de una política finita: La eficacia de lo imposible en lo posible como un nuevo espacio de apertura de la ontología

Sin la encarnación de una forma de vida, un ethos, no hay constitución de comunidad política. La representación en tanto repetición como evocación de un ethos, como forma de vida, es el lugar efectivo de la constitución de una unidad política que solo sería posible en la encarnación, en la carne, en lo empírico y en la historia. Nuestro autor va delineando desde la experiencia histórica y desde su misma experiencia personal, como pensador abierto al acontecimiento, una filosofía de lo político “en cuanto tal”, de su realidad inconfundible, de su ser conflictivo, siempre inquietante, perturbador, y aun así, irrevocable en cuanto rasgo constitutivo, más bien, “el rasgo constitutivo” de la condición ontológica del ser humano, e incluso como condición y signo de todo pensamiento ontológico efectivo

Nuestro autor asienta su noción de la política en la pluralidad humana, pero esta no puede ampararse en la racionalidad práctica porque está en todo momento desgastada por lo imprevisible y también por la violencia de la lucha de clases.  El carácter contingente de la acción política le quita toda legitimidad trascendente al poder, haciendo que el derecho del poder sea tan legítimo como el de la oposición

Este tema remite a la tragedia griega sobre todo en lo que respecta al Azar, se da una alianza entre la tragedia y la política por la convicción acerca de la imposibilidad de una solución definitiva de la existencia en común, la efectiva construcción de una sociedad sin conflictos y al mismo tiempo, la irrevocable apuesta por una vida política libre

Merleau-Ponty no aboga por un humanismo de sobre-vuelo, sino por un nuevo humanismo que interiorice la realidad de la contingencia. La irreductibilidad de la política es un enemigo con el que el pensamiento tiene que contar y configurar sus posibilidades y su propio sentido. Señala un punto de inflexión que conduce a la liberación de nuestra concepción de la política del dominio de la ideología, o sea, de las distintas ideologías que han intentado legitimar exteriormente al ser de lo político. Quizá inadvertidamente la posición de nuestro filósofo se halla bajo muchos planteamientos de los últimos años

Desde la perspectiva del análisis fenomenológico pone el foco en captar lo político en su modo de operar efectivo en la existencia humana intersubjetiva. La fenomenología era para él una actitud - lejos de los tecnicismos que pretendían competir con el saber científico – la actitud de ir a las cosas mismas y la de atenerse a la experiencia de la cosa

Para Merleau-Ponty, todo puede ser experienciado, aun de modo indirecto, aun las realidades ajenas o lejanas, en su ajenidad o lejanía, por eso la fenomenología significa asumir el mundo tal como se da, sin anteponerle una razón o una verdad previas ya constituidas en sí y por sí mismas. No hay nada ante o más allá del fenómeno. Y sí, hay un logos – el logos de la fenomenología que emerge espontáneamente en el encadenamiento inmanente de los fenómenos, y éste se da para alguien en cierto momento y en cierto contexto. No hay visión de sobrevuelo ni perspectiva privilegiada

 

El campo político es el campo fenomenológico por excelencia en cuanto espacio incierto, variante, móvil, siempre insatisfactorio, lejos de todo ese orden rígido, de todos esos parámetros que hoy se encuentran cuestionados en la experiencia política y social y cultural, así, afirma, nuestro mundo devino por entero fenomenológico, no solo en teoría

Para M-P la razón es tan contingente como el propio mundo. Esta palabra, “contingente” es la que mejor capta nuestro ser-en-el-mundo y nuestro quehacer en él. Es la que mejor expresa el rasgo fundamental de la vida política como el lugar de la coexistencia interhumana. Nada hay escrito ni predeterminado ahí

No creo que se pueda hacer una sociedad ni una política a fuerza de imperativos. Toda política seria reposa sobre un análisis de la situación local y mundial. Ella traduce eso que quiere el tiempo

La política vive al ras del acontecimiento, es el ámbito mismo de la inmanencia, de la secularidad del tiempo.

El tiempo que vivimos es el del presente, el tiempo que tenemos y somos, el tiempo del momento y afirma, que es en la exuberancia del presente donde se juega esencialmente nuestra existencia, nuestra acción y nuestra libertad y donde posicionarse una política seria, adecuada, que quiera comprender antes que mandar e imponer, que esté abierta al acontecimiento, a la contingencia, al devenir

Para Merleau-Ponty, en la realidad concreta las interrelaciones humanas constituyen un verdadero magma de relaciones, movimientos, anticipaciones, interpretaciones, reacciones, reconfiguraciones, recorridos de ida y vuelta. La comunidad humana es una reunificación, y apelando a Deleuze, un rizoma, una pluralidad en movimiento, una potencia que conecta aleatoriamente consigo misma y que está abierta a un porvenir siempre efectivo, nunca acabado y unívoco, y la intersubjetividad es la existencia misma, la co-existencia, es co-ser, a-ser antes que ser-sido

En las palabras que siguen resuena Jean- Luc Nancy

Somos constitutivamente, ontológicamente mezclados, imbricados con los demás. Somos con los otros, en los otros, somos un plegue dentro de un ser múltiple y móvil que tiene la consistencia de un magma

Libertad es el nombre de la estructura ontológica de lo existente mismo fenomenológicamente captado. Es la fenomenalidad misma

La zona intermedia - como el mundo de las relaciones e interrelaciones donde las acciones son lo primero, lo que cuenta como mundo ambiguo de lo indeterminado y la apertura, sería el mundo político, el carácter de la condición humana

Antes que luchar por el poder, por el interés, por el reconocimiento, la política es siempre el nombre del espacio de la coexistencia, el ser de lo humano, es el lugar de la lucha por la existencia donde se realiza y lucha por mantenerse, desarrollarse en tanto existencia, nuestro modo de ser en el mundo, de ser con ls otros y para nosotros mismos

Fenomenológicamente, lo político es regresar la política a la comunidad enteramente, al pueblo real y existente, a la vida, Esto es democracia fenomenológica

Nuestro autor se inclina a defender la democracia aun con todos sus defectos, sigue siendo el único régimen político que deja espacio a la política o, al menos, el único que deja subsistir en su ser la lucha entre la política y la anti-política, pero aclara que la debilidad de este pensamiento se debe a que es menos una política que una moral y la alternativa que plantea es su premisa. Por otra parte, la paradoja de la política es que ella debe huir siempre de la homogeneidad completa como de la heterogeneidad extrema

La democracia es el genio ilimitado e ilimitable del demos, lo abierto, plural, indeterminado por excelencia. Lo irrepresentable. El demos, el pueblo existe en estado virtual, siempre se está realizando y nuca está acabado. Nadie puede hablar en su nombre, pero todas las voces dan cuenta de su realidad inagotable como potencia irreductible que no permanece en un instante, en todo momento se está expresando y deviene fenómeno. Es la diferencia ontológica como diferencia política

El ser político en cuanto tal significa la irreductibilidad, la contingencia y la novedad

relacionado  

                      Post 369 Nicolás Maquiavelo. ¿Por qué?

                                                           Julia Vincent Blog


 Setiembre 14 de 2022