Hay en nuestro autor un eje central que devela una profunda correspondencia entre sus textos a lo largo de toda su obra a la par que una coherencia que los ilumina y va engarzando las distintas etapas de su pensamiento, la ontología, un núcleo esclarecedor explícito e implícito, una instancia que lo emparenta con otro pensador francés que nos honra en estas páginas, Jean-Luc Nancy
El tema político que nos ocupa se va desarrollando
mediante un proceso de trasposición de categorías de orden existencial, o sea un
traslado a la política de toda la summa de sus teorías. Así, las decisiones
políticas son algo más que elecciones y compromisos, son una forma de ser- en-
el -mundo que se arraiga en la facticidad histórica. La filosofía de la
historia es un fruto de su fenomenología existencial gestado bajo el marxismo
como emergencia de una nueva fuerza política mundial
La
vida pública me esclaviza al otro, la verdad es desplazada y ya no es posible
vivir de acuerdo consigo mismo
Montaigne reconoce que,
hay
una locura en la política y un maleficio en lo social que hacen que sea
necesario mentir, traicionar, asesinar
pero aun reconociéndolo, quiere mantenerse a
distancia, cavar un pozo entre este mundo cruel que debe necesariamente organizar la
vida en común y la existencia libre porque el espacio y las leyes son
imprescindibles, pero al mismo tiempo son la negación de la libertad
Su compromiso con lo público se dio bajo la premisa de
que estamos condenados a vivir entre los vivos y ese es el lugar donde tenemos
algo que hacer. Intentó armonizar el gusto por la libertad con la acción en el
mundo ligada a la opinión de los otros - una convivencia ambigua y amarga. Para
Montaigne el bien público no coincide con la razón moral
Para Merleau-Ponty esta no coincidencia no despoja a
la política de toda moral, maquiavélicamente hablando, más bien vuelve evidente
la necesidad de elucidar la moral propia de lo público. Dicha moral debe
comenzar por reconocer la contingencia y la primacía del otro, y aceptar que no hay un orden
arquitectónico preestablecido que dé cobijo a las acciones políticas, que, por
el contrario, ellas erigen sentido a partir de una práctica siempre acechada
por la fortuna en la oscuridad de lo histórico. También se debe asumir
que los asuntos públicos se esgrimen a partir de otro, esto es, que las
acciones políticas son llevadas adelante por “actores”, agentes que son
juzgados por los resultados objetivos de sus acciones
Vivir en los asuntos públicos es vivir de acuerdo a un
rol, a la manera de otro. El propósito de Merleau-Ponty es restaurar la
primacía de la experiencia de la percepción
Con Maquiavelo, otra de las influencias de nuestro
autor, tocamos el medio esencial de la política como relación entre los hombres
cuya vinculación se define por su costado conflictivo. La preeminencia del
conflicto desconcierta a Merleau-Ponty ya que vuelve inaprensible el pensamiento
de Maquiavelo por su compleja articulación entre el poder y la libertad pues
busca ésta sin dejar de reflexionar sobre el poder. Su discurso abunda en temas
como la opresión, la astucia, el engaño, pero en ningún momento deja de tener
en cuenta la posible coincidencia entre los dos focos que, de acuerdo a su
pensamiento, dan sentido a lo político. Merleau-Ponty encuentra en Maquiavelo, la institución
política de lo social, o, en otras palabras, la singularidad política del
conflicto inter-humano, ya que para el florentino el poder no posee un
fundamento trascendental, sino que está amarrado al drama de la lucha social.
Todo surge de la trama social, y su crueldad no emana de otro lugar que o sea
la certeza de la realidad del poder. Maquiavelo está en el centro de la
recuperación de los asuntos políticos de las últimas cuatro décadas y por eso
nuestro autor se ubica en este tramo de influencia que tiene como andamios la
revalorización de la vida activa y la preeminencia de la contingencia y el
conflicto. Los gestos maquiavelianos se ubican en el itinerario de la política
moderna en sus puntos de fuga, en la porosidad del relato moderno, ya que
Maquiavelo es el azogue de la trama del discurso sobre la política dominante de
la Modernidad. Al vincularlo a nuestro pensador se genera un diálogo donde conviven
democracia y revolución
Lo concreto en política es la opinión y la
contingencia. El conflicto, el antagonismo y la lucha están en el origen de lo
social porque la indeterminación es el índice de la vida en común. El
conflicto emerge de la singular interacción entre los hombres, la opinión y la
apariencia. La intransigencia de Maquiavelo proviene de autonomizar el reino de
la apariencia y transformarlo en la verdad de lo político
La contingencia entraña la multiplicidad en conflicto de
las producciones sociales. Tal es el drama de la política: dar sentido a un mundo
en plena lucha
Los actos del poder reflejados crean una apariencia que es el lugar
propio, y, en suma, la verdad de la acción histórica. El poder lleva alrededor
un aura, y su desgracia - como también la del pueblo, que no se conoce – es no
ver la imagen de sí mismo que ofrece a los demás. Es, pues, una condición de la
política desarrollarse en la apariencia
No habría pues una verdad política por fuera del reino
de la apariencia. Seríamos entonces como nos ven y lo importante sería conocer cómo
nos ven porque no podríamos vernos si no fuera a partir de la perspectiva de
los otros
Lo que Maquiavelo y Merleau-Ponty llegaron a ver es
que el drama de la política no nace de una lucha entre valores
contrapuestos sino en el combate por el sentido divergente de unos valores que
todos comparten. Por tanto, hay en el carácter inevitablemente
tensionado del vínculo entre el poder, la política y lo social una
insuperabilidad inherente
Merleau –Ponty cree en la legitimidad de la violencia,
pero no en la justificación de la misma en aras de la construcción de una
sociedad futura sin roces. La acción política es impura en sí misma, porque es acción de uno
sobre otro y porque es acción entre varios. Gobernar es prevenir, y la política
no puede justificarse sobre lo imprevisto, pero lo imprevisible existe. Esa
es la tragedia. La maldición de la política consiste en que debe traducir los
valores en el orden de los hechos. Por lo tanto, hay en la política un desacople originario
que la define
Así Derrida,
La esencia de la política siempre tendrá la figura inesencial, la no
esencia misma de un fantasma
Soberanía y cortesía, armonía, es una dupla difícil de conciliar, o, más aun, irreconciliable, que quizá permita por esta imposibilidad de reconciliación la apertura de una política finita: La eficacia de lo imposible en lo posible como un nuevo espacio de apertura de la ontología
Sin la encarnación de una forma de vida, un ethos, no
hay constitución de comunidad política. La representación en tanto repetición
como evocación de un ethos, como forma de vida, es el lugar efectivo de la
constitución de una unidad política que solo sería posible en la encarnación,
en la carne, en lo empírico y en la historia. Nuestro autor va delineando desde
la experiencia histórica y desde su misma experiencia personal, como pensador
abierto al acontecimiento, una filosofía de lo político “en cuanto tal”, de su
realidad inconfundible, de su ser conflictivo, siempre inquietante, perturbador,
y aun así, irrevocable en cuanto rasgo constitutivo, más bien, “el rasgo
constitutivo” de la condición ontológica del ser humano, e incluso como condición
y signo de todo pensamiento ontológico efectivo
Nuestro autor asienta su noción de la política en la
pluralidad humana, pero esta no puede ampararse en la racionalidad práctica
porque está en todo momento desgastada por lo imprevisible y también por la
violencia de la lucha de clases. El
carácter contingente de la acción política le quita toda legitimidad trascendente
al poder, haciendo que el derecho del poder sea tan legítimo como el de la
oposición
Este tema remite a la tragedia griega sobre todo en lo
que respecta al Azar, se da una alianza entre la tragedia y la política por la
convicción acerca de la imposibilidad de una solución definitiva de la existencia
en común, la efectiva construcción de una sociedad sin conflictos y al mismo
tiempo, la irrevocable apuesta por una vida política libre
Merleau-Ponty no aboga por un humanismo de sobre-vuelo,
sino por un nuevo humanismo que interiorice la realidad de la contingencia. La
irreductibilidad de la política es un enemigo con el que el pensamiento tiene
que contar y configurar sus posibilidades y su propio sentido. Señala un punto
de inflexión que conduce a la liberación de nuestra concepción de la política
del dominio de la ideología, o sea, de las distintas ideologías que han
intentado legitimar exteriormente al ser de lo político. Quizá inadvertidamente
la posición de nuestro filósofo se halla bajo muchos planteamientos de los
últimos años
Desde la perspectiva del análisis fenomenológico pone
el foco en captar lo político en su modo de operar efectivo en la existencia
humana intersubjetiva. La fenomenología era para él una actitud -
lejos de los tecnicismos que pretendían competir con el saber científico – la actitud
de ir a las cosas mismas y la de atenerse a la experiencia de la cosa
Para Merleau-Ponty, todo puede ser experienciado, aun
de modo indirecto, aun las realidades ajenas o lejanas, en su ajenidad o
lejanía, por eso la fenomenología significa asumir el mundo tal como se da, sin
anteponerle una razón o una verdad previas ya constituidas en sí y por sí
mismas. No hay nada ante o más allá del fenómeno. Y sí, hay un logos – el logos
de la fenomenología que emerge espontáneamente en el encadenamiento inmanente
de los fenómenos, y éste se da para alguien en cierto momento y en cierto
contexto. No hay visión de sobrevuelo ni perspectiva privilegiada
El campo político es el campo fenomenológico por
excelencia en cuanto espacio incierto, variante, móvil, siempre
insatisfactorio, lejos de todo ese orden rígido, de todos esos parámetros que
hoy se encuentran cuestionados en la experiencia política y social y cultural,
así, afirma, nuestro mundo devino por entero fenomenológico, no solo en teoría
Para M-P la razón es tan contingente como el propio
mundo. Esta palabra, “contingente” es la que mejor capta nuestro
ser-en-el-mundo y nuestro quehacer en él. Es la que mejor expresa el rasgo
fundamental de la vida política como el lugar de la coexistencia interhumana.
Nada hay escrito ni predeterminado ahí
No creo que se pueda hacer una sociedad ni una política a fuerza de
imperativos. Toda política seria reposa sobre un análisis de la situación local
y mundial. Ella traduce eso que quiere el tiempo
La política vive al ras del acontecimiento, es el ámbito mismo de la
inmanencia, de la secularidad del tiempo.
El tiempo que vivimos es el del presente, el tiempo que tenemos y somos,
el tiempo del momento y afirma, que es en la exuberancia del presente donde
se juega esencialmente nuestra existencia, nuestra acción y nuestra libertad y
donde posicionarse una política seria, adecuada, que quiera comprender antes
que mandar e imponer, que esté abierta al acontecimiento, a la contingencia, al
devenir
Para Merleau-Ponty, en la realidad concreta las
interrelaciones humanas constituyen un verdadero magma de relaciones,
movimientos, anticipaciones, interpretaciones, reacciones, reconfiguraciones,
recorridos de ida y vuelta. La comunidad humana es una reunificación, y
apelando a Deleuze, un rizoma, una pluralidad en movimiento, una potencia que
conecta aleatoriamente consigo misma y que está abierta a un porvenir siempre
efectivo, nunca acabado y unívoco, y la intersubjetividad es la existencia misma, la co-existencia, es
co-ser, a-ser antes que ser-sido
En las palabras que siguen resuena Jean- Luc Nancy
Somos constitutivamente, ontológicamente mezclados,
imbricados con los demás. Somos con los otros, en los otros, somos un plegue
dentro de un ser múltiple y móvil que tiene la consistencia de un magma
Libertad es el nombre de la estructura ontológica de lo existente mismo
fenomenológicamente captado. Es la fenomenalidad misma
La zona intermedia - como el mundo de las relaciones e
interrelaciones donde las acciones son lo primero, lo que cuenta como mundo
ambiguo de lo indeterminado y la apertura, sería el mundo político, el carácter
de la condición humana
Antes que luchar por el poder, por el interés, por el
reconocimiento, la política es siempre el nombre del espacio de la coexistencia, el
ser de lo humano, es el lugar de la lucha por la existencia donde se realiza y
lucha por mantenerse, desarrollarse en tanto existencia, nuestro modo de ser en
el mundo, de ser con ls otros y para nosotros mismos
Fenomenológicamente, lo político es regresar la
política a la comunidad enteramente, al pueblo real y existente, a la vida,
Esto es democracia fenomenológica
Nuestro autor se inclina a defender la democracia aun
con todos sus defectos, sigue siendo el único régimen político que deja espacio
a la política o, al menos, el único que deja subsistir en su ser la lucha entre
la política y la anti-política, pero aclara que la debilidad de este
pensamiento se debe a que es menos una política que una moral y la alternativa
que plantea es su premisa. Por otra parte, la paradoja de la política es que
ella debe huir siempre de la homogeneidad completa como de la heterogeneidad
extrema
La democracia es el genio ilimitado e ilimitable del demos, lo abierto,
plural, indeterminado por excelencia. Lo irrepresentable. El demos, el pueblo existe en estado virtual, siempre se está realizando
y nuca está acabado. Nadie puede hablar en su nombre, pero todas las voces dan
cuenta de su realidad inagotable como potencia irreductible que no permanece en
un instante, en todo momento se está expresando y deviene fenómeno. Es la diferencia
ontológica como diferencia política
El ser político en cuanto tal significa la
irreductibilidad, la contingencia y la novedad
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