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472 - La vida del mundo
Merleau-Ponty le devuelve la carne al alma, una conciencia encarnada y un cuerpo originado desde lo pre-reflexivo, que percibe y es percibido, sentido y sintiente


Excluido por el saber científico, cuestiona que estamos acostumbrados a decir y sabemos qué es ver, oír, pero hay un vacío respecto a qué es sentir. De esta manera revaloró la esfera de lo sensible. Y es el poeta quien nuevamente regresa el Anima Mundi a la modernidad. El reservorio poético se alía a lo que la fenomenología nombra como “mundo de la vida”

La percepción saca al cuerpo de su ensimismamiento, emerge del movimiento, y el movimiento, de la percepción, por eso, al moverse, el percibir no alcanza a captar: es otro. Pero este fracaso, este invisible, indica precisamente que percibir es moverse, hay éxito en el fracaso

El cuerpo, al moverse, no ocupa lugares distintos en tiempos distintos, sale de sí porque el cuerpo es la sedimentación de movimientos perceptivos, gestos que terminan haciéndose cuerpo. No hay cómo discriminar qué va del cuerpo al mundo y qué viene del mundo hacia el cuerpo

La percepción es un enigma y para desentrañarlo es necesario proyectar una semblanza sobre el cuerpo que además involucre una interrogación por la existencia misma. Sin el mundo de la percepción, el concepto no podría decir nada, se reduciría a una estructura categorial, a una especie de esqueleto lógico, una abstracción. Es una manera de vaciar de carne a los cuerpos. Es preciso, por lo tanto, reinstaurar el devenir concepto del devenir percepción

Percibir será definitivamente asombrarse ante las cosas y comprender al hombre y al mundo a partir de su facticidad, porque no se puede hablar de su existencia sin tomar como punto de partida el estar-en-el-mundo. En este punto es necesario el paso a la idealidad que el lenguaje inaugura para apropiarnos de nuestra facticidad, para explicitarla, ya que no hay experiencia sin palabra, lo puro vivido ni siquiera existe en la vida hablante del hombre. Pero el sentido primero de la palabra reside, sin embargo, en este texto de la experiencia que se esfuerza por proferir

Lo sensible no es inefable, pero hay que saber decirlo, es un modo de decir lo sensible en el lenguaje

Hay un horizonte de sentido presente en toda percepción, es el juego con el que el mundo contribuye en cada una de nuestras observaciones y facilita que un aspecto de la cosa nos lleve a otro, porque los aspectos que vemos en un momento dado, apuntan siempre a otros aspectos por venir y así sucesivamente

El conocimiento se presenta como un sistema de sustituciones en donde una impresión anuncia otras impresiones sin nunca dar cuenta de ellas, en donde las palabras dejan esperar unas sensaciones como deja el ocaso esperar la noche. La significación de lo percibido no es más que una constelación de imágenes que empiezan a reaparecer sin razón alguna

El mundo es opaco, dice Merleau-Ponty, las cosas “nos pesan” y “nos son” dentro de nuestra propia coexistencia con el mundo y con los otros pero mis experiencias intersubjetivas lo conforman y vuelven transparente, por tanto, la opacidad se disuelve y queda lo que podemos llamar el sentido último del mundo

El misterio de la percepción - la experiencia de lo visible - consiste en la particularidad de que el cuerpo es, a la vez, vidente y visible, y que para percibir es necesario ser perceptible, uno de los temas con los que nos hemos encontrado una y otra vez

La apertura al mundo hace posible la percepción y la lleva a establecer un hondo entrecruzamiento entre el sujeto encarnado en el mundo y el mundo mismo, o sea, el quiasmo, pero para que la percepción sea posible es indispensable que el hombre esté con-fundido con el mundo, ya que, como dijimos, para percibir es necesario ser perceptible

Todos estos gestos conducen a un pensamiento del horizonte que desdobla al mundo y lo transforma en un ser grávido de pliegues y repliegues que no hacen más que crecer y propagarse

El que mira todas las cosas también se puede mirar y reconocerse en lo que ve, como potencia vidente. Si bien el hombre es a la vez una realidad que percibe y es percibida y aunque esté en comunicación con el mundo, la realidad es más de lo que se hace visible o perceptible, y lo que llega a hacerse visible - invisible – subyace bajo la distinción entre el sujeto y el objeto: es ese otro innombrable, es la dimensión visible de lo invisible que permanece oculta, que no es lo contrario de lo sensible, sino su doblez y profundidad. De este modo sería parcialmente descifrable y como consecuencia, el saber sería inabarcable

Nuestro conocimiento no se compone de sensaciones sino de percepciones o sea que el acceso a la realidad no es desnudo y las sensaciones nos llegan como un todo y no en forma separada. Al ver las cosas recibimos información, pero la manera en que las vemos difiere de aquella vieja idea de que cada cosa que observamos se muestra con independencia del resto, pero hay un contexto, un horizonte que acompaña a toda información de nuestra percepción. Este horizonte de sentido presente en todas las percepciones es una especie de “juego”, una contribución del mundo en cada una de nuestras observaciones. Nuestro cuerpo sería el horizonte de nuestra percepción, no ése del que se puede sostener que es una máquina de información, sino este cuerpo actual que llamo mío, ese centinela que asiste a mis palabras y mis actos, una de las más lúcidas líneas que eslabonan la visión de Merleau-Ponty sobre la realidad del cuerpo

El mundo de la percepción no es inequívoco, es un acto, un momento inaugural del encuentro del sujeto con el mundo que devela el problema de una conciencia que puede captar lo que no es conciencia

La percepción, sabemos, es una experiencia en la cual se conocen existencias en tanto involucra un ser-en-el-mundo. No es sin cuerpo, porque el cuerpo, en tanto tiene la posibilidad de percibir, no es un cuerpo pensado ni racional, sino vivido, no es una res extensa a la que se le adhiere una conciencia, es un cuerpo que expresa la existencia

La verdad del cuerpo tal y como la vivimos no es la verdad del cuerpo objetivo, sino la del fenoménico. El cuerpo objetivo es una versión pauperizada y no le conciernen las relaciones entre cuerpo y alma, ya que solo tiene una existencia conceptual. El cuerpo fenoménico es el cuerpo propio que no conoce la conciencia pura sino la existencia ambigua, la de ser al mundo a través del cuerpo. Este cuerpo, desde el punto de vista fenomenológico, significa los fenómenos en un dominio pre- reflexivo, pre- verbal, porque el mundo de la percepción o del cuerpo que percibe es un mundo vivido antes de cualquier reflexión, antes de ser objetivado en el lenguaje

Esta forma de interpretar la realidad no tiene que ver con la ciencia sino con el arte, la filosofía, la literatura, y las diferencias no son solamente acerca de sus discursos, ya que la ciencia aprehende la realidad y el mundo deviene así producto de sus operaciones intelectuales. En cambio, el arte, la filosofía y la literatura, cada una tiene un valor en sí misma, enuncian algo sobre el misterio de la percepción y el cuerpo que, en principio, no son aprehensibles por el discurso científico en el que el sujeto es considerado un objeto medible y cuantificable. La ciencia manipula las cosas y renuncia a habitarlas. La despoja de sus modelos y opera desde la abstracción con índices y variable, evitando así el cara a cara con el mundo actual

La filosofía de lo sensible debe comprenderse como literatura en tanto comparte con ella el mismo género de atención y el asombro y la misma voluntad de captar el sentido naciente del mundo circundante. La fenomenología está llamada a descubrir el tesoro de lo sensible, y decir con el lenguaje-semejante al literario- lo sensible que puede parecer inefable pero no lo es

La filosofía y la literatura son modos de cumplir con la tarea interminable de llevar la experiencia aun muda a la expresión de su propio sentido. Esto supone que el punto de partida de ambas implica la captación de lo sensible, el descubrimiento del “tesoro” siempre lleno de cosas a decir que supone el mundo de lo sensible. Es la literatura la que expresa las ideas que estructuran la carne de la experiencia y es por ella y a través de ella que aprendemos estas ideas que luego la filosofía conceptualiza. Las ideas sensibles, su expresión, es algo que solo la literatura puede decir y la filosofía señalar, aunque la literatura es un ámbito de pensamiento de sí mismo y no necesita que la filosofía la justifique, y mucho menos la poesía

La poesía se mueve en el mundo de la experiencia sensible e inteligible donde asume la pre-comprensión originaria del mundo y de la vida. Para ello, el poeta busca el silencio, el apartamiento que lo desaloja de las ideas y juicios cimentados por la costumbre, la miopía y lo banal. Podría decirse que el poeta practica una cierta epokhé al poner la mente en blanco y despojarse de los pesos que le impiden asumir la desmesura del asombro, un dejarse ir hasta el aparecer que permite a lo dado convertirse en fenómeno significativo ante una conciencia que a su vez es continuamente renovada por el acto de poetizar en el que el poeta advierte al mundo como cifra y misterio y en donde lee y se descubre a sí mismo

Hay una poiesis de la carne, una profundidad en la que el afuera se vuelve hacia dentro auto diferenciándose, enlazando continuamente el sintiente con lo sensible; es la experiencia vivida de la reversibilidad entre sentirse sentido y a la vez sintiente. Sentir no es el sentimiento entendido como un estado de la conciencia, sino una experiencia originaria y original de otro. Este interés ontológico por el sentir permite sentir mientras se piensa y produce así un discurso que atrae sensaciones y desoculta sentidos – aletheia

Filosofía y poesía son modos de-ser-en-el-mundo. Se da como una distancia en la proximidad entre ambas, una interacción sin perder sus diferencias

El arte es otro nombre de la creación humana, no es solo búsqueda de saber sino intención de existir sin escisiones, de retornar a ese estado originario anterior a los dualismos, en esa fase en la que aún no hay diferencias entre ser y realidad, entre las palabras y las cosas, allí se sitúa el ser humano, ese hombre consciente de su ambigüedad, de su situación entre el Bien y el Mal incondicionales, entre la afirmación de la nada y la apuesta por el Absoluto

El arte nos enseña a ver de nuevo el mundo, al igual que la nueva ontología: a ver más de lo que se ve

 

  Setiembre 29 de 2022