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30 - Un guijarro del camino
El ser humano es una palabra no pronunciada que rueda por el mundo en busca de su enunciado, cambiando continuamente de signo en la travesía.

Esa palabra habita un silencio íntimo tan ajeno al yo como incompatible con las voces que pueblan el mundo, un secreto encarnado e indescifrable, una sonoridad de espíritu, un verbo que se entreteje en el tiempo y nunca termina de conjugarse ya que cada palabra es también las demás y ninguna es la otra. Nunca se alcanza, nos alcanza

Cada retazo de tiempo dibuja un mapa de palabras que nos dicen, una especie de quantum semántico, una constelación epocal de nuestro transcurrir que pautan los principales cambios del individuo y su entorno

Angustia  Pérdida  Muerte de Dios  Errancia  Fisura  Vacío  Nada  Sentido  Sin-sentido  Oscuridad  Escombro  Melancolía  Fuga  Bordes  Desierto Ausencia  Silencio  Soledad…  una gramática de la carencia que nuestro tiempo triste y banal parece haber querido suplir con la cantidad, con los muchos

Lo grupal hoy cobra una inmensa relevancia frente al desmedro del individuo, casi estigmatizado, asociado ligera e impunemente al egoísmo y a la falta de compromiso. 

El grupo se sostiene entre todos, sin voces que desafinen y si lo hacen – se ve claramente en las redes sociales – son reabsorbidas y sumadas,  y a pesar de las amenazas de deserción de algunos de los disidentes y de las efímeras ausencias, al poco tiempo vuelven por su pertenencia, por su prótesis intelectual y sus afectos espectrales. La sociedad unísona se expresa hasta la saciedad, se asocia y se clona incansablemente creciendo como grupo al mismo tiempo que delega y negocia su silencio

El grupo nos con-forma y apaga ese silencio necesario para cumplir nuestro destino individual y aportar la diferencia desde la periferia

Resistir la tentación de redondearse, de convertirse en perla de un collar. Integrarse en cambio, a cada guijarro del camino

 El individuo es anterior a las urdimbres gregarias contemporáneas, por lo tanto cada uno más cada otro la fueron constituyendo, pero el eterno intempestivo no se diluye en lo colectivo. Forma parte de los exiliados del grupo que prefieren  dejar la  identidad fosilizada en busca de la identidad peregrina, emprender un camino sinuoso en su misma indigencia que nace de la avidez secreta, de la sed adentro. 

En el grupo se dibujan caminos, proyecciones de la voluntad, extensiones del yo que trazados desde la inteligencia nacen de la mente ignorando el deseo. La coincidencia grupal puede disolver algo muy valioso, ya que aplaca la inquietud, condición de posibilidad de la experiencia  que es la que impide no solo la coincidencia con los demás sino con uno mismo  y sobre todo impide neutralizar la potencia del pensamiento. 

La experiencia pide un estar en tránsito, un sentimiento de no-lugar y un deseo de partir. Un diferenciarse de sí, un extrañar los ojos, un no poder decirse, un ir siendo contingente. El individuo y el grupo son trama, red tensada por lo razonado, textura que asfixia el acontecer del instante y del ser que acontece en él

La libertad en presencia de ella misma es la alteridad constitutiva e irreductible que nos pone en presencia los unos ante los otros. Solo la existencia como experiencia de libertad ofrece al hombre ese abrigo

Pensar lo que existe no es lo mismo que indagar todos los espacios posibles, los extensos, los inextensos, los que in-existen, los intensos, los ausentes. Es pasar a través de las cosas desprevenidos de nosotros mismos, ser fisuras en la homogeneidad, hacer estallar la vida, oponiéndose a la razón que aplana los abismos, encoge la distancia e iguala las diferencias


2016