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492 - La democracia como enigma de la política
Tiempo atrás, la política aspiraba a configurar otro mundo mejor, pero hoy los responsables que se alojan en su entorno cercano y vacilante no saben bien a qué atenerse frente a la imprevisibilidad y descontrol del mundo actual y no aciertan a dejarse interpelar por un presente abierto a la contingencia y al desencanto de haber agotado los recursos

Vivimos en mundo que se mueve a velocidad luz, un Hoy colmado de inquietud, un presente incierto de un tiempo que se vive sin mañana, un futuro sustraído, apaciguado apenas por una esperanza vulnerable y vulnerada, en medio de un mundo sumergido en las turbias sombras políticas de una debacle ética y económica mientras el espíritu de la época se atiene a apuntalar la última versión de lo Mismo

 

La soberanía ya no es capaz, ni como concepto ni como operador analítico, de dominar y comprender los fenómenos que se están produciendo ante nuestros ojos

 

Por otra parte, la desregulación del sistema político lleva hacia la desintegración social, a una degradación de la democracia y a la desfundamentación de los valores. Cuando el sistema se pervierte, los ciudadanos se ven enfrentados a una corrupción generalizada económica y moral, y eso repercute en las conductas y en los modos de vida. Como consecuencia, la política no acuerda con las demandas sociales, el sistema implosiona y la disrupción conduce a la desregulación

El Estado ha reducido la eficacia de su soberanía, aunque haya crecido su número, por lo que ya no es más ni podrá nunca volver a ser el objeto y referente privilegiado de la política. Este fenómeno no es fácilmente perceptible a simple vista porque implica un sutil movimiento de autodeconstrucción del mismo Estado, de descentramiento de sus funciones, y el desafío que debe enfrentar llega a través de los núcleos de poder económico, etnocultural y religioso

Uno de los inconvenientes del escándalo que produce la corrupción, según Innerarity, es que nos hace olvidar el verdadero problema de la política, el más habitual, el que no se explica cómodamente por la conducta inapropiada de unos cuantos, sino que tiene un carácter estructural: su debilidad, la impotencia pública a la hora de organizar nuestras sociedades de una manera equilibrada y justa.

La política quedó marcada por el sello de la impotencia al ser incapaz de controlar el avance sostenido del capitalismo financiero desarraigando a la sociedad. Así se expande un clima de indiferencia como relación con lo público del ciudadano convertido en un simple homo economicus, al tiempo que la economía se consolidaba como ideología, descuidando las bases emotivas y sentimentales de las opciones personales

Puede que estemos haciendo un diagnóstico equivocado de la situación, continua Innerarity, como si el origen de nuestros males fuera el poder de la política y no su debilidad. La regeneración democrática debe llevarse a cabo de manera muy distinta cuando nuestro problema es que nos tenemos que defender frente al excesivo poder de la política o cuando el problema es que otros poderes no democráticos están sistemáticamente interesados en hacerla irrelevante. Hay algo quizá más preocupante que la corrupción y es el hecho de que la política haya visto cómo se estrechaba notablemente su espacio de configuración si lo medimos con las expectativas que en ella habían depositado las sociedades democráticas. Esta debilidad es más llamativa cuando se contrasta con el dinamismo de otros sistemas sociales, como la economía o la cultura, cuya regulación corresponde precisamente al sistema político.

El Estado se ve asediado desde los grandes complejos económicos financieros y desde el movimiento autónomo de las comunidades que ejercen una presión convergente generando nuevas formas en las que resultan indiscernibles las fronteras entre intereses y valores, economía y ética, necesidades materiales y simbólico - identitarias

La posibilidad de configurar un futuro está muy lejos de una política que simula ser todo poderosa frente a los límites impuestos por otras esferas de la vida social, en primer lugar, la citada economía, pero que conserva en su avío todos los mitos y rituales de una época anterior a la globalización. Así nos enfrentamos a una cultura de la indiferencia, la apolítica, la banalización de la palabra, el desdén hacia el otro al que le negamos el derecho a la indiferencia, y lo señalamos como diferente para tratarlo con indiferencia y desprecio

La política debería asumir alguna forma transnacional para compensar el tremendo desequilibrio que existe entre su condición sedentaria atada a la soberanía territorial y una sociedad y una economía cada vez más globalizadas, fluidas, nómades, desterritorializadas, que la condenan a la impotencia

Se había previsto para el capitalismo futuro un destino de progresiva simplificación y concentración, sin embargo, hoy muestra el paradójico aspecto de un sistema - mundo concentrado, pero a la vez difuso y geoculturalmente diferenciado respecto a sus modos de expansión en las distintas áreas del mercado

El universo tecnológico al que nos enfrentamos no es una colección de prótesis o una parafernalia de instrumentos sino un mundo - ambiente de signos. En los conflictos de la era global, la existencia situada - una identidad irreductiblemente plural - de cada ser se convierte en un requisito previo para la identificación simbólica de las propias preferencias

Los intereses y la identidad cortan transversalmente tanto a lo local como a lo global y se presentan no solo como un entrelazamiento sino como la desaparición del Estado en el flujo de esas interconexiones entre global y local ya que no alcanza a responder y regular los dos flujos y se enfrenta por lo tanto a una crisis de legitimidad en relación con la ciudadanía tanto como con el gobierno

Hay sectores que piensan que no se necesita la política sino el quehacer de expertos, pero los problemas y desafíos que enfrentamos necesitan de la acción conjunta y colectiva. No hay ninguna solución individual a problemas sistémicos

Pareciera que la política ha tocado sus límites y más allá de ellos solo puede encontrar un mundo distópico. Quizá la literatura y el cine ya estén alertando desde lo que se acostumbra a llamar ¿ciencia ficción?

Los partidos políticos surcan en mayor o menor medida las mismas aguas. La impotencia es un mal común, rige para todos por igual. La política es débil, vive en la incertidumbre. Su debilidad ha aumentado después de la exhibición de su impotencia para poner límites a los designios de los mercados. No se le tiene confianza ya que no se la ve capaz de controlar los excesos de dinero. La política actual está permanentemente expuesta, es un conflicto de varios frentes, los media, los ciudadanos divididos, los políticos enfrentados

Se necesita partir desde la singularidad con su cuota de irreductibilidad y no desde la identidad con sus diferentes configuraciones comunitarias, estatales, étnicas o lingüísticas. Se necesita partir para delinear una esfera pública global que se reconozca en el único universal no homologable, el universo de la diferencia. Se necesita de la paciencia, no como para responder de algo sino responder a algo, intensificar el diálogo y la reflexión y posicionarse de otro modo como interrogante, dejarse interpelar por un presente abierto a la contingencia

Si la política sigue sujetada al discurso del Ahora y pretende adaptarse a la dinámica del mundo en lugar de interrogarse sobre el curso deseable de las cosas, está destinada a la insignificancia

En los individuos en general, existe una manera poco seria de involucrarse en la política, una apolítica, una forma negativa, una anti- política en la que prima el propio interés basado en sus necesidades que son las que reorientan los discursos. La política como se la entiende hoy se encuentra con cada vez menos posibilidades de proyectar un futuro y ha perdido la capacidad de prever lo que puede suceder. En los sistemas complejos e interdependientes que vivimos aumenta la imprevisibilidad de los riesgos y la imposibilidad de la política de suprimirlos desata la incertidumbre y la incomodidad de quienes solo planean un futuro ineludible, pero que son asumidos por quienes entienden el riesgo y la incertidumbre como una parte de la vida

Hay un elemento común, la atribución de un carácter determinante al factor económico que olvida la conciencia trágica de la humanidad y convierte al sujeto en un ser unidimensional y aislado. Cuando el economicismo se impone la sociedad acaba crujiendo

Lo que en un tiempo se llamaba vida hoy se encuentra reducido a la esfera del puro consumo. Nuestro mundo se altera ante nuestra mirada y vive una transformación radical que le otorga una posibilidad de reabrir el horizonte ontológico de lo político no para volcarlo sobre sus antiguos fundamentos ontológicos sino para agilizar el ritmo del mismo pensamiento sobre el mundo mediante una dinámica política

La transformación de la transformación es nuestra tarea política

Nuestra época que se muestra a sí misma su tiempo como un sucederse precipitado de múltiples festividades, en realidad es una época sin fiesta, una época de pasiones tristes. Aquello que en el tiempo cíclico de las sociedades tradicionales representaba el momento de la dépense  improductiva (del gasto), de la suspensión del tiempo necesaria para la participación de una comunidad en el gasto dispendioso de la vida, se ha convertido ya en imposible para una sociedad sin comunidad y sin lujo. No se trata de un tiempo de vida como en las antiguas comunidades sino de un tiempo de mera supervivencia. La realidad del tiempo es sustituida por la publicidad del tiempo

 

Acaso haya que liberar al porvenir del peso del horizonte que lo acompaña desde siempre, ya que es un límite a partir del cual se pretende anticipar la comprensión del porvenir. Ese querer saber por anticipado lo que queda por venir es la negación del porvenir. Lo que debe rescatarse es la irrupción de un porvenir absolutamente no reapropiable que tiene que tener la figura de lo otro que no es nada determinado en el espacio ni presente en nuestras expectativas

La singularidad es lo que puede desafiar a la anticipación, a la reapropiación, al cálculo o a cualquier predeterminación. No puede haber un porvenir como tal sino se da una alteridad radical

El elogio y el desprecio de la clase política es uno de nuestros principales problemas; la misma expresión "clase política" incluye un desafecto, alude a una distancia, a una falta de coincidencia entre sus intereses y los nuestros. Cuando tomamos nota de la desafección política nos referimos a la crítica hacia cualquiera que esté desempeñando esa tarea (“todos son iguales”) y aquí el problema adquiere una naturaleza más grave. De entrada, conviene advertir que la actitud crítica hacia la política es una señal de madurez democrática y no la antesala de su agotamiento.

Quizá la duración de la crisis incrementa nuestro desafecto hacia lo ya conocido y a preferir cualquier cosa con tal de que sea desconocida. Pero también hemos visto infinidad de veces que los renovadores cometen viejos errores, a veces con mayor obstinación porque se creían a salvo de ellos, no hay novedad que no pueda anquilosarse. En el mundo de la política todo es, “anticipaciones que esperan el juicio del tiempo". Serán otros los que, en el futuro, tendrán una mejor perspectiva para establecer qué fue lo nuevo y lo viejo en una época histórica anterior

La política es fundamentalmente un aprendizaje de la decepción. La democracia es un sistema político que genera decepción… especialmente cuando se hace bien. Cuando la democracia funciona bien se convierte en un régimen de desocultación, en el que se vigila, descubre, critica, desconfía, protesta e impugna. Hay otra fuente de decepción democrática que tiene que ver con nuestra incompetencia práctica a la hora de resolver los problemas y tomar las mejores decisiones. La política es una actividad que gira en torno a la negociación y el compromiso. Todas las decisiones políticas, salvo que uno viva en el delirio de la omnipotencia, sin constricciones ni contrapesos, implican, aunque sea en una pequeña medida, una cierta forma de claudicación. En el mundo real no hay iniciativa sin resistencia, acción sin réplica. Las aspiraciones máximas o los ideales absolutos se rinden o ceden ante la dificultad del asunto y las pretensiones de los otros con quienes se compite

La competición política crea incentivos para que los políticos inflen las expectativas públicas, un alto grado de decepción resulta inevitable. Todo esto, afirma Innerarity, provoca un carrusel de promesas, expectativas y frustraciones, de engaños y desengaños, que gira a una velocidad a la que no estábamos acostumbrados. Los tiempos de la decepción —lo que tarda el nuevo gobierno en defraudar nuestras expectativas o los carismas en desilusionar, los proyectos en desgastarse, la competencia en debilitarse— parecen haberse acortado dramáticamente. Incluso quien se presenta generando las mayores expectativas de renovación —porque no forma parte de lo ya conocido y esa carencia de pasado político le permite gozar de la virginidad política como su principal valor - no tarda mucho en decepcionarnos. Pronto recurren esos mismos a las jugadas políticas que nos habían escandalizado y se organizan como un aparato clásico. La estrategia para ganar elecciones es muy diferente de la tarea de gobernar y por eso suele ocurrir que lo primero palidece a medida que se acerca la hora de la responsabilidad. Con el paso del tiempo, lo que era exhibido como radicalidad democrática —que los temas cruciales sean decididos por todos— se revela como indefinición táctica o simple ignorancia acerca de qué debe hacerse

La absoluta responsabilidad es aquella que no puede dirimirse por medio de un saber que calcule la decisión. Esta es la aporía ínsita en la decisión y nos da la posibilidad de pensar el don de la justicia como una experiencia de la imposibilidad que exige ir más allá del saber

Así, Derrida considera la democracia por venir como el enigma de la política que también es una aporía ya que da lugar a un nuevo concepto de acontecimiento, la llegada de un absolutamente otro que no se esperaba y al que no se puede imponer ninguna condición y con esa intensidad calma y a la vez subversiva que lo distingue, afirma que no puede renunciarse a la revolución por el lazo que une a la justicia y el acontecimiento al desgarramiento absoluto del tiempo histórico

La apertura del porvenir es la tarea de la deconstrucción y se enlaza con la alteridad, la dignidad sin precio de la alteridad, es decir, la justicia. Es también la democracia como democracia por venir

La democracia es el único paradigma que puede criticar todo públicamente, también la política y el mismísimo concepto de democracia, o sea, es el único paradigma universalizable. Así, la democracia es infinitamente perfectible, sujeta permanentemente a reinvención

 

 

Enero 11 de 2023