Por eso, la literatura genuina, devela las consecuencias emergentes de este reduccionismo aniquilador, no con el grito como recurso, ni con un discurso referencial, sino trabajando de forma secreta y metafórica en el interior de los relatos de ficción, logrando narrar acontecimientos que implican una relación nueva con el lenguaje actuando la aventura disruptiva de un impoder que se cuela en medio del poder del lenguaje, lo expurga de la perversa exigencia del stato quo, que lo banaliza de acuerdo a mandatos que lo violentan devastándolo y convirtiéndolo en un mero tránsito por las superficies de un discurso que no es más que un territorio consensuado donde las experiencias de vida se reducen a una homogeneización legitimada de los disfraces de la realidad haciéndonos presa fácil de un sistema que ha logrado administrar nuestra vida por completo
Así, lo disruptivo se presenta como lo imprevisible y lo político aparece "no donde la lectura confirma lo sabido, sino donde el saber descarrila y se interrumpe el curso de lo esperado", activando la eficacia de un disenso
Afirma Piglia que la literatura es una sociedad sin Estado. Es la historia de la violencia a través de la ficción, la reconstrucción de una trama donde se pueden descifrar o imaginar los rastros que dejan en la literatura las relaciones de poder, las formas de la violencia: marcas en el cuerpo y en el lenguaje. Esta historia debe leerse a contraluz de la Historia verdadera y como su pesadilla y remarca, el único capaz de decodificar la realidad es el lector a través de una lectura atenta
La literatura tiene siempre una marca utópica, cifra el porvenir y actualiza constantemente los puntos clave de la política y la cultura. No está en ningún lugar como una esencia. Es un efecto
Y, magníficas líneas,
No somos más que porvenir. La novela es siempre un territorio que se lee en un mañana que es terreno del deseo
Lo político en la literatura implica no sólo interrogar al contexto histórico sino también considerar los modos en que la literatura misma se vuelve pensable, y cómo otras formas de la urdimbre social hallan en este discurso la posibilidad de visibilizarse. De ahí también la relevancia de excavar su discurso y sus modos de decir para encontrarnos con el revés del mundo, lo que se empeña en esconder
La política es la “policía”, dice Rancière, es la forma en que se distribuye el poder en una comunidad, "la organización de los poderes, la distribución de los lugares y funciones y los sistemas de validación de esta distribución", pero lo político es su carácter contingente e imprevisible, esa forma disruptiva que "rompe la configuración sensible donde se definen las partes y surge lo que hasta entonces no tenía lugar”, es decir, el reparto de lo sensible de una nueva manera, el surgimiento de un imprevisible que altera el orden instituido desanudando su carácter contingente al proponer otro mundo probable, otro orden de cosas. Lo que aparece entonces es lo político cuyo carácter resulta conflictivo y constitutivamente antagónico
Mientras la política invita a tomar el mundo social como “natural”, lo político se aboca a su disrupción. Cualquier acontecimiento posee la capacidad de politizarse, en consecuencia, también toda obra artística puede ser considerada desde su politicidad, y esto en relación no sólo al tema de referencia sino en cuanto al tipo de relaciones que se establecen en su interior. Si bien en el arte predomina la función estética, en la literatura se habilitan nuevas significaciones y "nuevas organizaciones de la experiencia social", y es en ese tipo de vinculación que debe buscarse su politicidad. Si en cuanto disciplina artística la literatura genera y vuelve conscientes significaciones nuevas que "no siempre se encuentran como dato previo en el lenguaje", su abordaje desde la dimensión de lo político permite un acercamiento a las relaciones conflictivas y antagónicas que cada obra, deliberadamente o no, establezca con la sociedad de su tiempo
Según Rancière, tanto la política como el arte "surten efecto en lo real", al definir "modos de palabras o de acción, pero también de regímenes de intensidad sensible", y, al trazar "los mapas de lo visible, de las trayectorias entre lo visible y lo decible, de las relaciones entre modos de ser, modos de hacer y modos de decir"
En ese sentido, el hombre "es un animal político porque es un animal literario, que se deja desviar de su destino 'natural' por el poder de las palabras”
Al trabajar sobre la palabra, al intervenir el espacio en común y ofrecer nuevos repartos de lo sensible que escapan a los sentidos prefijados, el arte desnaturaliza el mundo social, hecho que también es atribuible al campo político. Sin embargo, en tanto "dos formas antagónicas de hablar de lo que es posible, interviene Piglia, cada una trabaja con sus propias reglas discursivas”, y desde allí "la literatura interviene en tanto que literatura en ese recorte de los espacios y los tiempos, de lo visible y lo invisible, de la palabra y el ruido", aclara Rancière
Por tanto, una obra de ficción escrita se puede politizar no tanto producto de su contenido sino por sus modos de subversión y ampliación de aquellas significaciones naturalizadas por una sociedad en un momento histórico definido
Para Piglia "todos los grandes textos son políticos". Una ficción escrita es política en tanto capta "el núcleo secreto de una sociedad", y funciona "transformando esos elementos que son los núcleos verdaderos, los núcleos de interpretación
En las obras literarias lo político tiende a expresarse en las formas que asume el poder, en los sujetos que narran y en las voces que resultan privilegiadas para narrar los temas, como así también en los géneros que lo expresan, en el tratamiento de la lengua y en la posible re-significación de las palabras comunes. la literatura en tanto "nuevo régimen de verdad, es una otra - forma - de - decir que se distingue del resto de las prácticas simbólicas
Todo se puede ficcionalizar, según Piglia, ya que al abandonar tanto la pretensión instrumentalista del lenguaje – y con ella la posibilidad de acceder de manera transparente a la realidad – tanto como la exigencia de veracidad, la literatura asume otro tipo de tratamiento sobre el mundo
Según Rancière, no toda obra es política, sino que puede llegar a serlo. Por el hecho de imaginar otros mundos en los cuales se propongan "nuevas formas de individualidad que deshagan las correspondencias establecidas entre estados de cuerpos y significados" la ficción es una práctica simbólica que puede politizarse, en tanto es difícil escribir literatura sin problematizar la relación con la sociedad de la que ella forma parte, aun cuando la ficción terminara reproduciendo sentidos naturalizados. Debido a esa "fuerza de significación" y desde su especificidad discursiva, la literatura propone "otra relación de las palabras con las cosas", un sensorium capaz de presentar "otro régimen de significación”
El acontecimiento literario, lejos de ser "un discurso social entre otros", en tanto afirmación intransitiva, irreductible a cualquier sentido moral e histórico establecido" libera "potencias" que nos permiten ir más allá de lo establecido, ir más - allá de lo previsible y de lograrlo como consecuencia de producir un deslizamiento en los límites por el uso común del lenguaje compartido y eso es lo que configura la dimensión de lo político en la literatura. De forma tal que al asumir la responsabilidad del lenguaje ésta "trabaja en los intersticios”, según Barthes, y consigue narrar, en su carácter oblicuo y velado, mucho más sobre el mundo social que cualquier texto abocado específicamente a ello
La literatura es una fractura o interrupción desestructurante de la experiencia real. Se ubica en un intersticio o lo produce o lo subraya y de esta manera se torna indecidible. Dice lo indecidible y lo indecible, lo cual no elimina la exigencia de veracidad, pero pone de relieve que hay algo previo a ella: la exigencia de una sinceridad que no se conforma con la verdad y la lleva al límite
La literatura como fin es la ficción llevada al límite de la sinceridad o la realidad o la verdad llevadas al límite, exigiéndoles ser sinceras: exigiéndoles que se confiesen ficción, que testifiquen de lo que son. La literatura no dice la verdad, dice la verdad en el límite. En el límite encuentra la literatura su lugar propio, inapropiado, porque su límite será siempre un no-lugar, ihabitable porque la literatura no es verdad, es solo literatura. Escribir es solo escribir
No es verdad, pero es sincera; dice que hay solo el relato y que el relato es imposible
La literatura es fricción. Fricción del límite
El arte y la literatura han demostrado lo imposible de plasmar sensiblemente la idea, su fracaso frente a la idealidad de la idea y los límites de la sensibilidad. Ahí está su sitio, su lugar propio, su camino apropiado
La ficción, en tanto artificio, expresa elementos sociales sólo posibles bajo sus propias reglas y por este motivo no presenta "cuentas que rendir a la verdad" afirma Rancière y respecto a la polaridad verdad - mentira,
el texto literario elabora "estructuras inteligibles" que no necesariamente están supeditadas a una realidad exterior, pues el "contenido de verdad" de la literatura "propone cursos de explicación, constelaciones de sentido, que plantean lecturas diferentes y alternativas del orden de lo real, según una pluralidad de regímenes discursivos y de estrategias de ciframiento"
Así, es posible leer nuevos sentidos sobre lo social: Y Piglia, "en ese matiz indecidible entre la verdad y la falsedad se juega todo el efecto de la ficción"
Interrogando los modos en que una comunidad refracta las ficciones de su época, juan José Saer asegura que “el rechazo escrupuloso de todo elemento ficticio no es un criterio de verdad" pues aun en aquellos textos que ofrecen datos comprobables persisten las "turbulencias de sentido propios a toda construcción verbal"
Mientras a los discursos cuya relación con la verdad es de carácter referencial se les exige una verificación, a la literatura sólo se le exige verosimilitud: "la ficción no solicita ser creída en tanto que verdad, sino en tanto que ficción”
Lo insólito, lo increíble, suele ser a veces el verdadero rostro de la realidad
Roland Barthes asegura que, si hubiese que expulsar a todas las disciplinas y salvar a una, esa sería la literatura "porque todas las ciencias están presentes en el monumento literario. Por esto puede decirse que la literatura, cualesquiera fueren las escuelas en cuyo nombre se declare, es absoluta y categóricamente realista: ella es la realidad, o sea, el resplandor mismo de lo real. […] la literatura hace girar los saberes, ella no fija ni fetichiza a ninguno; les otorga un lugar indirecto, y este indirecto es precios
Una vez adoptada la palabra escrita, la expresión de las frustraciones, búsquedas y disensos conforman las ficciones que la memoria colectiva ha preservado. La función básica de la estructura del poder consiste en la reproducción de las relaciones sociales que dan vida a determinado modo de producción. No podemos eludir entonces que la Literatura es el anverso de esa intención: su negación, quiere una constante mutación, el enfrentamiento cotidiano de la llamada realidad para así sobrevivir; en tanto, el poder busca la continuidad, la manutención de un cierto orden social en el cual las reglas y esquemas de comportamiento social puedan prolongarse el mayor tiempo posible
La literatura es un acto contestatario. La ideología es un acto conservador. la Literatura es fuego, pasión, muchas veces irracionalidad; la ideología es lo contrario: frialdad, racionalidad. La vocación literaria nace del desacuerdo del hombre con el mundo, de vacíos, deshechos e impurezas a su alrededor. La Literatura verdadera es una forma de insurrección permanente, nunca será complaciente. La Literatura es, desde esta lectura, una posibilidad de emancipación social porque la literatura es un agente potencialmente subversivo al que el poder combate sin tregua
Cuando en esta cotidianeidad deshumanizada irrumpe el desorden, el gran desconcierto, aparece el reinicio obstinado de la libertad, lo que pone en juego la existencia y desbarata la mentira espectral que nos sostiene, y allí, en ese vilo del mundo la literatura es la suma del desacomodamiento que conduce a una nueva apertura
La literatura es arte. En todo arte hay política porque todos los seres humanos, aún quienes aseguren no tenerlo, contamos con una línea de pensamiento y con determinada forma de sentir. Aquel que asegure no tenerlo podría tener un punto de vista político agnóstico o cualquiera de sus variantes.
El ser humano es un ser político y por tanto vive haciendo política
En todo lo que escribo quiero plasmar no solo el modo en que una novela refleja la realidad sino de qué manera la ficción actúa en la realidad
Ricardo Piglia
Febrero 11 de 2023