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505 - Re-post 323 - Simone Weil, la irreverente
En estos tiempos de turbulencia, la voz de Simone Weil resulta insoslayable aportando elementos muy valiosos para contribuir a pensar el mundo a partir de la fragilidad del ser humano, de su desamparo, de su miseria, y no de un sujeto dibujado, relatado y abstracto
323 - Simone Weil, la irreverente
 
Simone Weil, una singular, un Nombre. Una extemporánea. Desmarcada de todos los sistemas, con una escritura fragmentaria, indefinible, imposible de catalogar, inclausurable, centrífuga. Exuberante

Al margen de la estigmatización de la que fue objeto y de una crítica estereotipada y desvalorizadora que no pudo aplastar su espíritu, el eco de sus reflexiones aún perdura

Sostenía como su tesis fundamental que nada en el mundo podía impedir que el hombre se sintiera nacido para la libertad y que jamás podría aceptar la servidumbre, simplemente,  porque piensa. En pleno entusiasmo marxista sostenía que había que renunciar a soñar la libertad y decidirse a concebirla. Mientras el hombre viva, decía, mientras sea una ínfima parte de este universo cruel, la presión de la necesidad no se resolverá ni por un instante y no puede pretenderse concebir la libertad perfecta como algo que solo se conseguirá con su desaparición. Si la libertad fuera la mera ausencia de toda necesidad, estaríamos ante una palabra desprovista de toda significación concreta, no representaría eso cuya privación despoja a la vida de su valor. Son los obstáculos con los que nos chocamos los que nos dan la ocasión de superarnos, de ir-siendo: el hecho de la existencia es el derecho de la libertad, el ser libre para la libertad de elegirse; y no es un derecho natural, es la ley sin ley de una inesencialidad, en palabras de Jean- Luc Nancy

Podemos entender por libertad algo diferente que no sea la posibilidad de obtener livianamente lo que nos gusta. Existe una concepción bien distinta de la libertad, una concepción heroica que es la de la sabiduría común. La auténtica libertad no se basa en la relación entre el deseo y su satisfacción. La libertad pertenece a la existencia, no como una propiedad, sino como su hecho, es la facticidad propia de aquello que no está hecho sino que se está por hacer. Nada importa que las acciones sean fáciles o dolorosas o que resulten exitosas: lo fundamental sería que si bien el  fracaso y el dolor pueden afligir al ser humano, no puedan humillarlo ya que pudo disponer de sus propias acciones sin ningún tipo de arbitrariedad. El ser humano no puede dejar de sufrir el acoso  inflexible de una necesidad, pero, como piensa,  puede elegir entregarse ciegamente a ella o adaptarse a la representación interior que de ella se forja, o sea elegir entre servidumbre y libertad, dos límites más bien ideales. Y Nancy, la libertad no es posible más que en cuanto querer efectivo de la propia obligación

Vivimos en un mundo donde nada es a la medida del hombre. Hay una monstruosa desproporción entre el cuerpo del hombre, su mente y las cosas que constituyen los elementos de la vida humana, afirma. Todo es desequilibrio; esencialmente, una cuestión de cantidad. La cantidad se traviste de calidad  y una mera diferencia de cantidad basta para trasladarse del ámbito de lo humano al ámbito de lo inhumano –Hegel dixit

Las relaciones de dominación entre seres humanos constituyen siempre un caos sin remedio. Las relaciones sociales en la medida en que excluyen la igualdad parecen imponer una locura a los hombres como una fatalidad exterior, porque al no haber nunca poder sino únicamente carrera por el poder, y, al ser esta una carrera sin fin, límite ni medida, tampoco los hay para los esfuerzos que requiere, y en la carrera por hacer más que sus competidores sacrifican su vida y la de sus seres queridos. La mitología griega siempre fue su fuente: Agamenon se hace presente inmolando a su hija que revive en los capitalistas y que para mantener sus privilegios no tiene problema en aceptar guerras capaces de arrebatarles a sus hijos. El único principio posible del progreso social radica, según Weil en la buena voluntad de quienes actúan como individuos, ya que si las necesidades sociales, una vez distinguidas con claridad, resultaran estar fuera del alcance de esa buena voluntad al igual que las que rigen los astros, no nos quedaría más que mirar pasar la historia como miramos las estaciones, haciendo lo posible para evitarnos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos la desdicha de ser o bien instrumentos, o bien víctimas de la opresión social. Con esta única condición podría la acción política llegar a ser algo análogo a un trabajo y no, como hasta ahora, un juego o una rama de la magia (Reflexiones…1934)

Así la carrera por el poder somete a todo el mundo, lo sube al “carrousel infinito” donde el consumo aparece como un mal necesario que hay que reducir al mínimo para mantener a quienes se ocupan de los medios de producción: su característica  más propia es que los instrumentos de la producción industrial son al mismo tiempo las armas principales en la carrera por el poder, pero sean cuales sean, siempre someten a los hombres con su vértigo y se les imponen como fines absolutos.

 Ya en La Ilíada aparece el mal esencial de la humanidad, la sustitución de los fines por los medios. La búsqueda del poder, por el hecho mismo de que es esencialmente incapaz de conseguir su objeto, excluye toda consideración de fin y termina en una inversión inevitable, supliendo a todos los fines. Esta inversión de la relación entre el medio y el fin, explica todo lo que hay de insensato y sangriento a lo largo de toda la historia

La historia humana no es más que la historia del sometimiento que hace de los hombres, sean opresores u oprimidos, un mero juguete de los instrumentos de dominación, los mismos que ellos mismos han fabricado, y rebaja así a la humanidad viva a ser  cosa de cosas inertes. En consecuencia, son las cosas y no los hombres, las que dan a esa vertiginosa carrera por el poder su límite y sus leyes

Simone fue radical en sus reflexiones, sabía que el tiempo no esperaba y que el presente se le imponía de manera urgente y amenazaba con catástrofes que acarrearían, entre otras muchas desgracias desoladoras, la imposibilidad material de estudiar y escribir si no es al servicio de los opresores (1934). Por eso apuntó a desmontar el mecanismo social, con análisis que más que caracterizar un régimen, supieron captar la naturaleza oculta de la opresión. Le resultó sorprendente  no que la opresión solo aparecía a partir de las formas más elevadas de la economía, sino que las acompañaba siempre. Y en efecto, si desde el punto de vista del consumo solo hay avance hacia algo más de bienestar, la producción se transforma en su propia esencia. Dicha transformación coincide con una liberación progresiva de la naturaleza, marcando una diferencia radical con las formas de la producción en el pasado remoto pero atravesando distintas etapas hasta llegar en las últimas superiores a la dominación, donde la acción humana sigue obedeciendo al aguijón brutal de la necesidad inmediata y cambia el hostigamiento de la naturaleza por el del hombre. Y todo se reduce siempre al monopolio de unos pocos, ya sea en la lucha contra la naturaleza como contra los hombres y la primera ley de ejecución es la obediencia

El poder encierra una especie de fatalidad que se abate tan implacable sobre los que mandan como sobre los que obedecen; más aún, en la medida en que subyuga a los primeros, se sirve de ellos para aplastar a los segundos

Weil  se sentía fuera de la verdad, pero contaba con una certeza interior; si esta verdad se le concedía en algún momento, lo sería solo cuando ella misma se encontrara físicamente en la desgracia. Esta verdad tiene relación con la necesidad de comprender, no como un ejercicio del entendimiento (porque ciertas categorías se aproximan a la realidad no como una explicación racional sobre un acontecimiento) sino un comprender que estaría en relación directa con la experiencia. Esta certeza se vuelve su forma de existencia y tiene que ver con comprender las causas de la libertad y de la opresión social

Cuando se tienen ciertas ideas clavadas en el alma, en  el corazón y en la misma carne, entonces se comprende

Se preguntaba por la historia, y en consecuencia veía la necesidad de pensar un proceso de liberación en el que no se diera por sentado que las fuerzas productivas poseían algo así como una virtud secreta que posibilitaría la liberación de la humanidad

Para Weil la opresión resultaba un nudo muy complejo que habría que desatar a partir de las distintas manifestaciones en las que el trabajador se siente extraño a sí mismo – Marx la llamó enajenación -, una suerte de extrañeza con respecto a sí mismo, a su trabajo y a sus condiciones de vida, algo con la necesidad de recuperar una identidad perdida. Ranciere  lo expresó así:

El  hombre es voluntad, un puñado de pensamientos y palabras siempre insuficientes y un eterno hambriento de poesía

Emancipación es la palabra emblema de la filosofía de Ranciere tanto como podría serlo la de Weil, bastaría con aprender a ser hombres iguales en una sociedad desigual

Hoy es necesario repensar ciertas condiciones en torno al sujeto, la acción política o el ciudadano en espacios inusitados, por caminos desacostumbrados y poco frecuentados del ser unos con los otros, de la acción ética, política y estética, y reflexionar para reconfigurar el espacio político en relación con la corporalidad, la mirada, el lenguaje o la escritura

Para Weil la escritura es una desgarradura de la propia corporalidad. Esta, al exceder los límites del lenguaje, suspende y desestabiliza las fronteras de lo instituido y desestabiliza la identidad y la subjetividad de los individuos. Es un desarraigo. La escritura  para Weil tiene como fin desafiar y suspender el orden de sí misma y de la identidad del sujeto para darle cabida a una subjetividad otra o a múltiples subjetividades en un escenario de opresión y precariedad

Ni bien nace, el ser humano está instalado en un mundo histórico social instituido por un  imaginario colectivo, el de la sociedad instituida y el de la historia como culminación provisoria. La sociedad, fatalmente, no puede hacer más que producir individuos sociales acordes con ella y que a su vez la continúen, una especie de monopolio significativo garantizado por un poder explícito. Todo lo que concierne a ese poder explícito es lo político. Esta configuración de la sociedad abarca la casi totalidad de la historia humana, tiene lugar en la clausura de sentido, o sea donde todas las preguntas ya fueron respondidas en sus significados imaginarias, y las que no lo han sido, simplemente se debe a que son mental y síquicamente imposibles de comprender para sus miembros al no poder imaginar el referente

En la historia ha habido quiebres  de estas situaciones y es lo que nos permite hablar como hablamos. Esos quiebres se manifestaron por la creación de la política y de la filosofía por medio de las cuales se cuestionan las instituciones establecidas y las representaciones colectivamente admitidas. Esta reacción y el continuo cuestionamiento vigilante pusieron de manifiesto el rechazo de una fuente de sentido que no condecía con las instituciones destinadas a proteger  las personas, las libertades, y  que no justificaba la validez de derecho de sus enunciaciones

La noción de derecho está vinculada a la de reparto, intercambio, cantidad. Tiene algo de comercial. Evoca por sí mismo el proceso, el alegato. El derecho solo se sostiene mediante un tono de reivindicación; y cuando se adopta ese tono, es que la fuerza no está lejos, detrás de él, para confirmarlo, o sin eso es ridículo.Cuando no recibe una renovación de existencia, cuando son tan solo supervivencias, son presas del capricho colectivo

Dice Weil que Bernanos tuvo el coraje de decir que la democracia no opone ninguna defensa frente a los dictadores, Y continúa, la persona está sometida por naturaleza a la colectividad. El derecho depende por naturaleza de la fuerza En palabras de Derrida,

Es construido, jamás fundado, mientras la justicia es del orden del evento y, por tanto, infinita e inacabable

Las mentiras y los errores que velan estas verdades son extremadamente peligrosos  porque impiden recurrir a lo único que se sustrae a la fuerza y que preserva la fuerza; esto es, otra fuerza, la que irradia el espíritu.

La noción de derecho nos llega de Roma, los griegos no tenían ni siquiera palabras para expresarla - se contentaban con el nombre de la justicia - y  arrastra con ella, por el hecho mismo de su mediocridad, a la de la persona, ya que el derecho está al nivel de las cosas personales. La persona solo se realiza cuando el prestigio social la infla, su realización es un privilegio social. Esto no se les dice a las gentes cuando se les habla de los derechos de la persona, se les dice lo contrario, afirma lúcida e intempestiva Weil, porque no tienen un poder de análisis suficiente como para reconocerlos claramente por sí mismas, pero lo sienten, su experiencia cotidiana les da la certeza de que es así. Por tanto, la política se presentaría como una actividad explícita y lúcida que implica el establecimiento de instituciones deseables, y a la democracia como el régimen de una autoinstitución explícita y lúcida de las instituciones sociales, pero, si en democracia el juego de los partidos regula la distribución del poder es preciso inventar otra cosa. Por encima de las instituciones hay que inventar otras destinadas a discernir y a abolir todo lo que en la vida contemporánea aplasta a las almas bajo la injusticia, la mentira y la fealdad. Hay que inventar, pues son desconocidas, y es imposible dudar acerca de si son indispensables

Las palabras precedentes nos recuerdan en cierto modo a la palabra profética de Hannah Arendt

La palabra política es política de la palabra, una clausura que no permite el pasaje liberador hacia algo que no cabe esperar. Es necesaria una palabra casi profética que interrumpa el curso de la repetición, que señale lo que aún no ha sido enunciado. El milagro de una palabra que atienda el asombro de lo inesperado, que ame la ignorancia del porvenir

Los símbolos son ancla de profundas e inevitables necesidades del ser humano y acaban por convertirse en razón de su existencia, tanto de los individuos como de los grupos sociales y  son condición de los cambios o de la inercia históricos. Los sistemas simbólicos a través de los que actúa la imaginación social  se erigen sobre las experiencias de cada individuo pero también sobre sus deseos, aspiraciones e intereses. Al ser un proceso interpretativo, pero también valorativo, el dispositivo imaginario provoca la adhesión a un sistema de valores e interviene eficazmente en el proceso de su interiorización por los individuos, moldea conductas, captura las energías y en algunas situaciones, impulsa a una acción en común

La subordinación de la persona a la colectividad no es un escándalo, es un hecho del orden de los hechos mecánicos. El ser humano no escapa a lo colectivo más que elevándose por encima de lo personal para penetrar en lo impersonal. En ese momento hay algo en él, una parcela de su alma, sobre la que nada de lo colectivo puede ejercer su influencia. Hay ocasiones en que una fuerza casi infinitesimal es decisiva. Una colectividad es mucho más fuerte que un hombre solo; pero para existir necesita operaciones, entre las cuales la suma es el ejemplo elemental, que solo se lleva a cabo en estado de soledad. Esa necesidad hace posible una influencia de lo impersonal sobre lo colectivo. Cada uno  de los que han penetrado en el dominio de lo impersonal sobre lo colectivo, encuentra una responsabilidad respecto de todos los seres humanos, la de proteger en ellos no la persona, sino lo que de frágiles posibilidades de tránsito a lo impersonal encierra la persona

La forma personal es impotente por sí misma para alcanzar una experiencia singular a la que aspira. Lo impersonal nos transporta al acontecimiento en su fulgor y sentido propios

Ser desconocidos, devenir imperceptibles: impersonal es lo que libera las singularidades, las diferencias más elevadas

Agamben

 

Lo que tenemos de propio cada uno de nosotros, afirma Nancy más que singularmente, es lo que tenemos en común - con esa tonalidad que envuelve una atmósfera tan cercana a Weil -. Es la existencia entregada a la inconmensurabilidad del ser- en –común. Lo que se mide con lo inconmensurable eso es la libertad y continúa Nancy,  cada uno, cada quien, cada alguien se presenta y se expone como ser singular, ya que cada uno – que no es singular debido a una singularidad externa - se singulariza gracias a lo propio de sí. Es per-se

Y Arendt,

La libertad es pues singular/común antes de ser, de la manera que sea, individual o colectivo

Antes de convertirse en un atributo del pensamiento o en una cualidad de la voluntad, la libertad ha sido comprendida como el estatuto del hombre libre

Ciertos pensadores, dejando de lado el tiempo y las circunstancias en que vivieron, parecen formar parte de una comunidad de almas, participar del mismo espíritu intempestivo, de la misma inadecuación esencial, de un acorde disonante con su tiempo pero siempre preservando su singularidad esencial

Simone Weil consideraba que la Verdad era el resplandor de la realidad, relacionado con la voluntad, con el querer. Para  Jean –Luc Nancy, la verdad es el mundo, no la verdad del mundo sino el mundo mismo en cuanto él es la totalidad del sentido evitando la apropiación. No hay adecuación al mundo, hay, por el contrario una inadecuación profunda que abre el juego de la vida. El sentido del mundo está en cada uno cada vez, al mismo tiempo como todos y como uno. En cuanto individuos expresan el mundo entero pero no lo expresan sin expresar claramente el último rincón del mundo

Weil Buscó el conocimiento desde sí misma dejando todo en suspenso - su propio pensamiento, la percepción del mundo posible - como constatación de una realidad en sí captada más allá del cuerpo

Soy un humano que cree solamente en sí mismo. El único Bien no sujeto al Azar es el que está fuera del mundo. Nada de lo que pasa en mi conciencia tiene más realidad que la conciencia que tengo de ella

Todo parece cierto pero todo causa ilusión, afirmaba, porque consideraba una burla todo lo que se le presentaba sin que recibiera el golpe de la existencia. Soy yo quien piensa las cosas que provocan ilusión y lo que toman de mi es la creencia aunque aún se mantiene el prestigio que ejercen sobre mí,  Allí radicaba para Simone el valor de la imaginación

El conocimiento del mundo no es solo intuición despende de la potencia corporal. Si rechazo una idea, aún la de que existo, inmediatamente existo. Por eso es posible conocer el mundo a través de una acción. Conocer significaba para ella conocer lo que puedo, y conozco en la medida en que  gozo, sufro, siento, imagino. Sustituía el padecer por el hacer y transformaba la ilusión en certeza y el Azar en necesidad

Mi poder es actuar y no depende más que de mi voluntad. Lo que me hace ser es hacer aparecer en un pensamiento el obstáculo, reconociendo en ese pensamiento mi propia potencia. En el obstáculo profundo es donde encontramos las respuestas a la pregunta por la verdad del mundo y a nuestra posibilidad de intervenir en él

Entre el hombre y la materia, cada acción, afortunada o no, establece un equilibrio que solo se puede romper desde afuera. Porque la materia es inerte. Una piedra desplazada acepta su nueva ubicación, el viento acepta llevar a su destino al mismo barco al que habría desviado de su ruta si vela y timón no hubiesen estado bien dispuestos. Pero los hombres son seres esencialmente activos y poseen una facultad para determinarse a la que nunca pueden renunciar, por mucho que lo deseen, excepto el día en que la muerte los devuelva al estado de materia inerte, de tal forma que toda victoria sobre los hombres encierra en sí misma el germen de una derrota posible, al menos que se llegue al exterminio. Pero el exterminio suprime el poder al suprimir su objeto. Así pues, hay en la esencia misma del poder una contradicción fundamental que siempre le impedirá existir realmente; los llamados amos, obligados sin cesar a reforzar su poder si no quieren que se los arrebaten, están siempre persiguiendo una dominación esencialmente imposible de poseer, persecución de la que los suplicios infernales de la mitología griega ofrecen bellas estampas

 

Mención aparte merece La gravedad y la Gracia que participan de su profundo credo de una manera más explícita. Aquí, la gravedad y la luz rigen la verdad del hombre. Para Weil el hecho de adoptar el rango del último ser de la ciudad no sería solo un acto de comunión con la desgracia sino un modo de engrandecimiento

El encuentro con los vencidos que significaría una comunión con la gravedad sería a la vez un encuentro con la espiritualidad. La gravedad conduciría a la impersonalización del yo donde se daría un desarraigo de la vida en todos sus aspectos y dimensiones, pero a la vez una apertura a la gracia que permitiría liberar al alma y al pensamiento del peso de la gravedad

Los siguientes pensamientos la revelan en toda su grandeza, de la que supo dar sobradas pruebas

Considero que esta gravedad es una de las miserias más preciosas dadas al individuo porque le permite engrandecerse

 

Un esfuerzo sin finalidad es tremendo  - y lo más hermoso que hay  - cuando la finalidad no tiene fin

 

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Setiembre 2020