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506 - Simone Weil -Saber con toda el alma
La lucha de Weil consistió en tratar de restablecer la humanidad real que la sociedad parecía no percibir y los políticos no asumían

 

La crisis que está sacudiendo las democracias occidentales contemporáneas, en efecto, se ha manifestado en muchos países como una ola de indignación por parte de los ciudadanos, cuya conciencia crítica y política ha sido sacudida por una sensación generalizada de desengaño frente a la corrupción y la ineptitud de las instituciones públicas. El desmantelamiento del Estado del bienestar llevado a cabo a raíz de la crisis económica ha puesto de manifiesto la incapacidad de los mecanismos de representación a la hora de expresar los intereses de las clases medias y bajas. El rey se ha quedado desnudo y el rostro amable de la democracia ha venido asumiendo la cara amenazante de una oligarquía de administradores del poder económico y político

La primera cualidad de un político es la integridad, y la integridad requiere independencia de juicio y ésta rechaza los decretos partidistas, pues los decretos partidistas suprimen en la conciencia del hombre todo sentido de la justicia y el sabor mismo de la verdad. Cuando tales verdades básicas se ignoran, el Parlamento se convierte en un circo indecente, que provoca consternación y desprecio en la gente de cualquier tendencia política. Cuando los votantes desconfían y desprecian a sus representantes, la democracia en sí se encuentra en peligro  

la democracia se sustenta en la integridad de los representantes políticos. Cuando la capacidad de juicio individual se pierde en favor de la línea impartida por la dirección del partido, la legitimidad misma de la democracia está en peligro

Se destacan dos puntos fundamentales en el razonamiento weiliano: la relación entre democracia y pensamiento crítico, por un lado, y la necesidad de volver a incorporar en el discurso político palabras como “justicia” y “verdad”, por otro. Sin embargo, añade un elemento, aparentemente marginal y, en cambio, muy significativo, que nos restituye el sentido del interés despertado en los últimos años por este pequeño texto de Weil: la desconfianza y el desprecio de los votantes hacia sus representantes

El ensayo Note sur la suppression générale des partis politiques cuya estructura se apoya en una contestación radical de la democracia representativa, responde bien a la exigencia intelectual de una puesta en discusión de los actuales mecanismos de distribución del poder político y social

Por encima de las instituciones destinadas a proteger el derecho, las personas y las libertades democráticas, hay que inventar otras destinadas a discernir y a abolir todo lo que, en la vida contemporánea, aplasta a las almas bajo la injusticia, la mentira y la fealdad. La democracia será interrogada como mecanismo para acceder al bien y a la justicia. No es en sí misma un fin sino solo un medio para un fin más alto

Resulta interesante, por lo tanto, analizar el texto de Weil levantando el velo de lo que ensombrece las actuales convulsiones de los sistemas políticos occidentales. El ensayo weiliano se publica por primera vez póstumamente en 1950. Sin embargo, la filósofa lo había redactado con anterioridad, en 1943. En esa época, Weil se encuentra en Londres, habiéndose incorporado en la organización de la resistencia francesa en exilio “France Libre”, liderada por el general Charles De Gaulle. Dimitirá de sus cargos el día 26 de julio de ese mismo año, por discrepancias con la dirección, cuando ya se encuentra en el hospital donde morirá poco después, a los treinta y cuatro años de edad. En la raíz de su decisión está la preocupación por la deriva autoritaria del movimiento y la divergencia respecto a los métodos y las formas de la lucha política

Weil llevaba aborreciendo las lógicas partidarias desde los años treinta, cuando su militancia se orientaba hacia las corrientes del sindicalismo revolucionario, en oposición a las políticas llevadas a cabo por el partido comunista francés. En el fondo de su posición está su educación en una tradición de pensamiento con matices anarquistas, determinada por la influencia de su maestro Alain, cuya reflexión política se centraba en la defensa del individuo frente a las dinámicas opresivas del Estado

La necesidad de proteger la autonomía y la independencia del individuo frente a los mecanismos de colectivización forzada del pensamiento, producidos por la emergente sociedad de masas, será una constante a lo largo de toda la reflexión weiliana

Rechaza una política entendida como lucha por el poder político, sin por ello dejar de hacerse cargo de la necesidad de un apoderamiento por parte de las clases subalternas. En este sentido, Weil reserva en sus escritos un papel central a la educación, en cuanto herramienta para la superación de la división entre trabajo manual e intelectual, entendida como condición de una auténtica emancipación social y política, al igual que Rancière

A Weil le parece indispesable la supresión de los partidos para restablecer un equilibrio social y político en el país

Los partidos son un maravilloso mecanismo, en virtud del cual, a todo lo largo y ancho de un país, ni un alma presta atención al esfuerzo de discernir, en cuestiones públicas, el bien, la justicia y la verdad. El resultado es que - excepto un pequeño número de coincidencias fortuitas -  no se deciden ni se toman medidas que no sean contrarias al bien común, a la justicia y a la verdad. Si confiáramos al diablo la organización de la vida pública, este sería incapaz de pensar en nada más ingenioso

La crítica de Weil a los partidos políticos es radical, ya que no trata tanto de repensar su estructura o su organización, de comenzar un proceso de democratización, sino lisa y llanamente de cambiar las condiciones mismas de la representación sin plantearse otra salida que la de la abolición misma de los partidos

Nuestra idea de democracia, según Weil se mide a partir de la idea de voluntad general, tal como la expresa Rousseau en su Contrato social. Las condiciones para que ésta se cumpla son esencialmente dos: la primera es que en el momento en que el pueblo tome conciencia de sus deseos y los exprese, no haya ningún tipo de pasión colectiva; la segunda es que el pueblo pueda expresar sus opiniones respecto a los problemas de la vida pública y no solo elegir un grupo de representantes, así, añade,

El enunciado mismo de esas dos condiciones demuestra que nunca hemos llegado a conocer algo que se asemeje a una democracia siquiera de lejos 

Los partidos, según la autora, son mecanismos pensados para impedir justamente que se cumplan estas dos condiciones. En primer lugar, los partidos son máquinas para fabricar pasiones colectivas; en segundo lugar, son organizaciones construidas de tal manera que ejerzan una presión colectiva sobre cada uno de sus miembros; en tercer lugar, su fin primero, y en el fondo el único, es su propio crecimiento. No cabe duda que esta visión de los partidos se configura como una reacción a los peligros intrínsecos a la manipulación política de las masas a través de la propaganda. Sin embargo, la filósofa señala un punto esencial a la hora de pensar las condiciones de la democracia: la necesidad de establecer un sistema representativo que no contamine el juicio sobre los asuntos públicos con intereses que le sean ajenos

Weil quiere quebrar aquellos mecanismos que faciliten la confusión entre la aspiración al bien público y la toma del poder político. En consecuencia, propone la supresión de los partidos a favor de la creación de círculos fluidos de ideas, donde la toma de posición respecto a los asuntos públicos no tenga la posibilidad de cristalizarse alrededor de doctrinas preestablecidas y determinadas por la dirección de un ejecutivo. Si la vida política se transforma en una lucha entre facciones opuestas para la conquista del poder, ya sea dentro del partido mismo o en las instituciones públicas, la eventualidad de que se pierdan de vista los objetivos de justicia para el conjunto de la sociedad aumentan de manera exponencial. En términos weilianos, el riesgo es que se termine confundiendo el medio con el fin y el fin mismo, ese decir el bien común, resulte obnubilado, dejando la puerta abierta a cualquier tipo de corrupción y degeneración

 Solo el bien es un fin, sostiene Weil

Sin embargo, en todas partes se consideran como fines cosas que son por su esencia medios. La misma democracia, el poder de la mayoría, no es un bien, sino un medio con la vista fijada en el bien: si hubiera sido la República de Weimar, en vez de Hitler, la que hubiera decidido por las vías más rigurosamente parlamentarias y legales meter a los judíos en campos de concentración y torturarlos con refinamiento hasta la muerte, no por ello las torturas habrían tenido ni un átomo más de legitimidad que tienen en la actualidad

Weil nos lleva hacia una conclusión por demás interesante que linda también con la grandeza de su pensamiento. Por una parte, nos empuja a pensar algo que cuesta poner en discusión y que suena como una provocación: si la democracia se convierte en una ideología, en el opio del pueblo, nadie nos puede asegurar que dentro de sus marcos de legalidad no se lleven a cabo prácticas que no tienen legitimidad ninguna. No es la constitución democrática la que nos puede proteger de los peores crímenes en contra de los seres humanos: es la posibilidad de que la política se convierta en algo de irreductible a las dinámicas de la legalidad

Legalidad y legitimidad no coinciden si la política no se relaciona con la capacidad de los individuos de discernir el bien, la verdad y la justicia. Por otra parte, esto quiere decir que la política necesita la presencia de una esfera que la trascienda y a partir de la cual se determinen los principios que la animan. Weil busca una manera de contrastar las derivas totalitarias de la modernidad, discrepando del paradigma de una reducción de lo político a la semántica de los derechos y de la lógica del Estado. Sin embargo, la ampliación del concepto de política se cumple dentro de una perspectiva impolítica. Esto quiere decir que, aunque Weil asuma la idea de un orden determinado por la presencia de un principio fijo y supremo del bien, acorde con las influencias platónicas presentes en su pensamiento, este principio ordenante no ha de ser entendido como reactivación de un discurso teológico-político. Se trata más bien de un principio regulador que puede surgir a partir de la vida política misma

La democracia es legítima si los individuos que la componen están en condiciones de pensar de manera autónoma, orientándose en los asuntos públicos según su conciencia y su inteligencia. Por ello, hace falta una educación que no sea manipulación, sino adquisición de pensamiento crítico. Nos advierte Weil:

Casi en todas partes […] la operación de tomar partido por algo, de tomar posición a favor o en contra, ha sustituido la obligación de pensar Esta actitud tiene su origen en los círculos políticos y se ha extendido a casi la totalidad del pensamiento

Resulta dudoso que podamos remediar esta lepra, que nos mata, sin comenzar suprimiendo los partidos políticos

La crítica weiliana de la democracia y de los partidos, más allá de sus debilidades, determinadas por la escasa consideración de los procesos constituyentes y de las posibilidades mismas de las organizaciones políticas, apunta sin embargo algo valioso: para que nuestro ideal democrático siga sustentando su legitimidad, lo que se necesita no son nuevos partidos políticos. Lo que se necesita es establecer las condiciones de una verdadera democracia, es decir, educar a la población y a sus gobernantes a orientarse de manera crítica en los asuntos públicos y según criterios de justicia social. Un punto de partida puede ser facilitar a aquellos que se impliquen en la vida política la posibilidad de actuar fuera de los condicionamientos impuestos por las doctrinas de partido con la esperanza que, de esta manera resulte más fácil llevar hasta arriba los intereses de los de abajo

Los partidos son organismos públicos, oficialmente constituidos de manera que matan en las almas el sentido de la verdad y de la justicia. Un mecanismo de opresión espiritual y mental que según Simone Weil fue introducido en la historia por la Iglesia católica en su lucha contra la herejía. La antítesis de la lucidez irrenunciable que ella aprendió de su maestro.

 

Una democracia reducida a mera cuestión de procedimientos no es por sí misma susceptible de otorgar plena legitimidad a un régimen del idividuo, en lo demás, la fuerza de la colectividad siempre es mayor. Esta soledad necesaria es una soledad radical, pues no sólo implica que aquello que se piensa debe pensarse en soledad, sino que requiere contemplar la diferencia entre saber y saber con toda el alma

Solo es un pensamiento riguroso el que nace de una práctica moral de la escritura que consiste en dejar ser la realidad en lugar de fabricarla a beneficio propio. Para ella la acción y la reflexión se mantienen en una constante tensión entre la intención de cambiar las condiciones de la existencia y la adhesión a la realidad para no caer en vanas esperanzas creadas por nuestra imaginación. Nuestra debilidad puede impedirnos vencer, pero no dejar de comprender la fuerza que nos aplasta

Nada en el mundo puede impedirnos ser lúcidos. Desear la verdad es desear un contacto directo con la realidad

Aspiraba a crear espacios de sociabilidad no unificados por una doctrina, abiertos, espacios de discusión, de deliberación, en los que al final cada uno está solo con su pensamiento

En este mundo sólo los seres caídos en el último grado de humillación, muy por debajo de la mendicidad, no sólo sin consideración social, sino mirados por todos como desprovistos de la primera dignidad humana, la razón - sólo ellos tienen de hecho la posibilidad de decir la verdad. Todos los otros mienten […] El extremo de lo trágico es que, como no tienen ni título de profesor ni mitra de obispo, y como nadie piensa que haya que prestar atención al sentido de sus palabras, su expresión de la verdad ni siquiera es escuchada

 

Tal vez la única esperanza de los descartados por el sistema resida en la capacidad subversiva de lo imprevisible, es decir, en un potencial de cambio de acciones a veces solitarias y testimoniales o que a veces confluyen en un movimiento y pueden llegar a poner al sistema contra las cuerdas  

 

 

Marzo 21 de 2023