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508 - La espiritualidad como la forma más alta de la política
De la misma forma como el Tiempo fue testigo de la ablación de la dimensión afectiva en el conocimiento, también lo fue del escamoteo de la dimensión espiritual en el ejercicio del poder

Así, si el ser humano, la sociedad, la naturaleza y la vida en su totalidad aparecen en su despojo como objetos de dominio, no podría haber espacio ni para la afectividad ni para la espiritualidad zonas donde se puede vivenciar la diversidad y la diferencia que habita en el espíritu de la propia vida

Simone Weil, una pensadora de umbrales, un espíritu anárquico y a la vez conservador, una santa “hereje” de un misticismo revolucionario, con una obra vastísima y dispersa, pero con un centro insoslayable, lo sagrado que hay en cada ser

Así lo afirman los pueblos amerindios que señalan a Occidente como la fuerza que supo imponer su modelo civilizatorio, sostenido sobre la violencia y la muerte, en nombre de la razón, desacralizando el mundo y la vida, y rompiendo con los lazos sagrados que en ellos habitaban. A fin de viabilizar el ejercicio del poder y la dominación, se transformó la Tierra en mercancía, en recurso para la acumulación de capital, y para lo cual le fue necesario romper el sentido sagrado de la existencia

La experiencia de lo sagrado, no de lo religioso ni de la fe, aunque no los excluya, descentra y configura un nuevo espacio que desnuda la manera más secreta de ser, la huella de lo que fuimos, la huella en movimiento del impacto de nacer. Lo sagrado es el fundamento ontológico de la existencia: lo sagrado, lo real, lo otro, lo distinto, lo inapropiable

Inventamos los dioses, no la matriz de lo sagrado que se dibuja desde más allá de los umbrales

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 Simone Weil investigó la pluralidad ancestral con diversos interlocutores. Afirmó con rotundidad la veracidad de las diversas fuentes espirituales y sus lenguas, y se dispuso a indagar transversalmente en ellas, pues le resultaba indeclinable profundizar en el múltiple legado espiritual de la civilización y que se acepte que, en cada una, la forma de permearse el misterio es verdadera, y señaló la existencia implícita de una religión que pervive en el curso de los tiempos a través de las diversas tradiciones, desde las Upanishads, el Bahagavad Gita hasta el folklore de los pueblos originarios

Si consideramos grosso modo el conjunto del desarrollo humano hasta nuestros días, y sobre todo si oponemos las tribus primitivas, organizadas casi sin desigualdad, a nuestra civilización actual, parece que el hombre fue incapaz de aliviar el yugo de las necesidades naturales sin sobrecargar el de la opresión social, como por un misterioso equilibrio

En Simone Weil encontramos una formidable lucidez para captar en la existencia, matices que apuntan hacia un horizonte que trasciende una dimensión puramente empírica. Así, el descubrimiento de nuevos significados del mundo y de la vida comportan una revalorización de la realidad que incide en la manera de relacionarse con ella, impulsan un cambio en la mentalidad a la que estamos acostumbrados que permite descubrir el sentido sagrado del mundo y de la vida capaz de generar una transformación de las relaciones del ser humano con la realidad

La hegemonía de la razón cartesiana construyó una visión fragmentada de lo humano al decirnos que somos solo seres racionales, y desde una razón sin alma, nos alejó del espíritu de la vida. Todas las sabidurías insurgentes de los pueblos amerindios - con las que el pensamiento de Weil tiene coincidencias notables, hermanados por la sacralidad - han tenido una visión holística de lo humano, ya que desde el fuego que habita en su interior, han podido dar un sentido distinto no solo a la inteligencia, sino a la vida, de ahí la necesidad de reintegrar la dimensión de totalidad de nuestra humanidad al mostrar que somos la conjunción entre afectividad e inteligencia

La espiritualidad no ofrece respuestas únicas y verdades absolutas a los grandes misterios de la existencia, sino que, por el contrario, nos acerca a las preguntas trascendentes que no tienen respuestas definitivas por más que la ciencia, las doctrinas y los dogmas digan haberlas encontrado

Esa conciencia de que no se tienen ni tendremos respuestas definitivas, es lo que hace de la espiritualidad esa fuerza que nos impulsa a seguir preguntándonos, buscando y caminando, que es ya, una actitud espiritual

De ahí que la espiritualidad implique también un comportamiento reflexivo, pero este no se sostiene solo en la frialdad del logos y el conocimiento, que busca describir y reflexionar, porque requiere abrir espacio a la presencia de las emociones, ya que es un sentimiento de profunda conciencia, de identificación con el cosmos, con la naturaleza, con todos los seres y con el mundo

La espiritualidad no es algo que pueda conceptualizarse racionalmente puesto que es conciencia que trasciende todas las cosas y sobre todo nuestro ego

Esta visión no es solo una forma de mirar cognitivamente el cosmos; sino que el ser humano, para poder encontrar el sentido de su ser, su sentir, su pensar, su decir, su hacer en el cosmos y en la vida, no lo hace solo intelectualmente, sino vivencialmente. No hay espiritualidad fuera de la sabiduría, por el contrario, la sabiduría no es sino el reflejo de la dimensión espiritual alcanzada, y las dos brotan no desde la fría razón y las ciencias, sino desde el alma, para acercarnos al corazón de la vida. Este pensamiento propio de pueblos originarios de Américo, sintoniza con ese cambio de mentalidad y con la transformación en la manera de ver la realidad que buscaba Weil, quien al reelaborar sus análisis sociales inserta el elemento religioso en una visión crítica de la realidad

Pero para Simone, la fe de su religión es la de la mirada atenta y no la de la afirmación rotunda y la opinión: abraza la fe por el camino del ateísmo. Nunca cerró los ojos ni se sintió extraña al mundo. Su contacto con lo sagrado le mantuvo los ojos bien abiertos frente a la realidad que la rodeaba a través de la atención y de la inspiración. La atención formaba parte de su compromiso político que nunca eludió, porque desarrollaba la capacidad para entender y atender a quien sufre y para evitar que nos pase desapercibido. Era una forma de saber que el infortunado no era parte de una categoría social sino un ser humano como los demás

La experiencia religiosa fue una fuente de inspiración, en cuanto no era reductible a argumentos racionales, sino que impulsaba a actuar con una fuerza que brotaba de un fuego interior, sustentada por la concepción del valor sagrado de lo real

En cada ser humano hay algo sagrado. Pero no es su persona. Tampoco es la persona humana. Es él, ese hombre simplemente

Los pueblos originarios hablan de meditar activamente para pensar con la mente y el corazón - la oración para Simone -, y así calmar las preocupaciones que sesgaban la opinión y torcían la voluntad. Es una actividad contestataria a la razón sin alma, al estilo de producción intelectual individual, a la separación soberbia de la humanidad de las fuerzas vitales y telúricas

La globalización implicó para estos pueblos la necesidad de continuar luchando intransigentemente por la vida, pero ya no se trataba de las mismas luchas de tiempo atrás, de solo lograr transformar la superestructura o las estructuras del sistema, sino de incorporar dimensiones que se han ignorado: la espiritualidad, la afectividad para lograr las necesarias transformaciones civilizatorias

Hay seres que se amalgaman con las cosas, que encuentran su identidad y hasta existen solo en las ellas o a través de ellas, hasta el punto de perderse cuando se malogran, ya que sustentan su existencia en ellas. Por tanto, al estar su fe puesta en las cosas no alcanzan su independencia y, como consecuencia, quedan al servicio de un sistema que justifica el servilismo y adhieren al dogmatismo

La filosofía que se elige depende de qué clase de hombre se es ya que un sistema filosófico está animado por el hombre que lo tiene

Hay mucho afán de tener, de obtener reconocimiento y de controlar, incluso, sin barreras éticas ni morales. Son fenómenos sociales de inmensas proporciones; pero que nadie atiende debidamente porque no calzan en las prioridades oficiales, según afirman los pueblos amerindios, y señala que una de las formas más perversas de esta colonización ha sido la del ser, la dominación de las propias subjetividades, cuerpos, sensibilidades y espíritus, por eso se encuentran tantos seres humanos apesadumbrados, sin esperanza ni horizonte, seres con la voluntad rota, en el mayor desamparo afectivo y social. Así, es preciso transformar en primer término las dimensiones interiores de nuestro ser, sino, de poco servirán los cambios estructurales, teniendo en cuenta que la espiritualidad es la forma más alta de la conciencia política y la política la forma más alta de la espiritualidad que conduce a tejer formas “otras” de ser, de sentir, de hacer, de significar. Afirma Simone Weil, alumbrando una de las principales causas de este mal del mundo,

Solo leemos sensaciones que el mundo nos ofrece por medio de nuestro cuerpo el que resulta determinante para propiciar trasposiciones semánticas que modifiquen lo que el ser humano lee en la realidad

Los dispositivos de poder se entretejen en el lenguaje y logran hacer más reales las significaciones instaladas de los nombres que las cosas mismas a las que aluden. Así, las significaciones simulan atraparnos desde afuera y no es sino del lenguaje mismo que brota lo decible acerca de nuestra identidad, de los otros y del mundo

Desde el nacimiento no hay espacios neutros. y la Fuerza inflige distorsiones en el lenguaje para imponer una determinada interpretación de la realidad. Lo que se lee en la Historia escrita de la Humanidad son ideologías, no hechos, narraciones de hechos imposibles de reconstruir porque implicaría identificarnos con el orden imperante

Weil transita entre los entres, en esas fisuras en sombra difíciles de ver

Somos un mundo de fábulas, un intertexto interminable que fatalmente nos habita y habitamos, una red de huellas textualizadas que los hombres aprenden y aprehenden como “su” realidad: somos un río humano parapetado de discursos

Post 24 El Azar y la necesidad JVBlog

 Es sumamente difícil soslayar las trampas del lenguaje “oficial “sobre todo entre quienes se forman y se conforman de acuerdo al sistema. Se vive en el escenario verbal de la trampa, del enlace corrupto de la sintaxis, de las inversiones de sentido, de una manera de nombrar, un lenguaje encubridor que legaliza y certifica todos los niveles de sentido y dibuja una sola línea de comprensión, un lenguaje autoritario, tautológico, que refiere siempre a sí mismo, expulsando la diferencia como extraña y desaconsejable

Post 47 La única frecuencia JVBlog

Lo único que nos prepara para saber leer en qué situación estamos en cada sistema es el cultivo de una extrema atención

Es interesante señalar esa cierta complicidad entre la impoliticidad atribuible al espíritu y lo impersonal weiliano. Dicho impolítico se aproximaría a lo que Simone llamó “Arraigarse en la ausencia de lugar” pues así se alcanza más realidad y un más amplio pensar

Lo impolítico es una crítica radical de lo político, esa capacidad para ir más allá de la máscara, para descubrir sobre qué se fundamenta el discurso de valor que aún lo funda. Lo impolítico puede ser entendido como la crítica radical de lo político, “como el estadio crítico de la gran política”, una distancia que permite alejarse respecto de las categorías que es necesario revisar constantemente

Transformar el mundo implicaría pasar de una significación a otra por una tarea que compromete al cuerpo, que no podría ser llevada a cabo por un yo personal que no haya alcanzado lo impersonal de la palabra inocente e intocada

Weil asigna a aquellos que han accedido al estado de lo impersonal una obligación ineludible, la de preservar en los seres humanos no la persona –que es esencialmente “máscara” en su significado original–, sino lo que de frágiles posibilidades de tránsito a lo impersonal encierra cada individuo humano

y cuando el ser echara raíces en el bien impersonal es factible que pueda extraer y transportar una energía libre, carente de prejuicios o intereses y desde allí dirigir una fuerza real, si bien mínima, sobre lo colectivo, que acalle el tumulto y la asfixia de mentiras, propagandas y opiniones, y que propicie una calidad de silencio y de espera en la que la verdad pueda germinar y madurar; esto es lo que el ser humano se merece

Así, abandonando el territorio del derecho, la verdadera justicia se alzaría a través de gestos anónimos e impersonales, gestos entre un ser humano y otro, representando a toda la humanidad

 

Abril 5 de 2023