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518 - La luz que agoniza
Tratar de andar a través de nuestra pequeña cotidianidad aceptando la irremisible fatalidad del acontecer es todo un desafío, y más, en este tiempo de grietas y rupturas, en este presente oscuro y demencial

donde circulan los responsables que se alojan en el ámbito cercano y vacilante de una política avasallada sin saber qué hacer frente a los imprevistos y el descontrol del mundo, además de no dejarse interpelar seriamente por este presente y no por un imaginario habitado por sus propios intereses

El clima asfixiante de la política actual se nutre de mentiras, confusión, contradicciones, escepticismo sobre las verdades antes incuestionables y su reemplazo por falsas narrativas. La impostura, las tácticas de lo que hoy denominamos gaslighting* modelan y modulan todo lo que la sociedad cree o cree que cree. Este accionar se basa en la inclinación a aceptar una idea como cierta sobre la base de emociones más que de hechos. No obstante, en los últimos tiempos se ha observado como la opinión pública yace cada vez más insensibilizada ante las narrativas convocantes de sus líderes que han perdido credibilidad. Por eso, si bien la propaganda fue hasta aquí, un instrumento indispensable en las contiendas y debates políticos, en estos tiempos, sin embargo, hoy, la posverdad   la divulgación a gran escala de mentiras y el gaslighting adquirieron una potencia y una toxicidad inusuales, ya que propician una manipulación en el ciudadano que llega hasta el cuestionamiento de la misma realidad y el criterio racional para entender lo que sucede

 

El gaslighting político se ha convertido en una constante en relación al poder. Si es parte de un grupo político es preocupante porque hace difícil negociar, induce al error y coloca las emociones en el centro de las discusiones políticas, potencia los extremos polarizantes y anula el centro donde la discusión política intenta arribar a un punto de negociación en base a coincidencias

Por más caótica, absurda e incomprensible que sea lo que llamamos realidad, ésta nos llega siempre a través de una hechura ficcional, y de la única forma que podemos analizarla es al precio de un trabajo de resistencia, de contra-interpretación vigilante

Así, pensar la política hoy es pensar el desastre de la política. No se la puede desligar de un concepto del mundo. La política hable de lo que hable, debe dar cuenta de su propio discurso. En todo decir, dice ante todo el lenguaje mismo. Todo se repite, se agota, se banaliza, también el discurso desencantado sustituto crítico del orden establecido que se vacía y se prolonga

No hay un comportamiento disociado entre lo que cada individuo experimenta en su interior con la práctica que desenvuelve en los vínculos con otros con quienes comparte su vida hacia las cosas que le resultan simbólicamente convocantes a su identidad, y así construye una identidad colectiva

Para construir la identidad de una facción política pueden entrar a tallar ciertas características - llamémoslas disfuncionales - de la personalidad y si bien es un concepto poco amable, es quizá necesario aceptarlo para deconstruir el presente político, para tratar de entender por qué la sociedad - o al menos una gran parte - está tan fastidiada, irritada, enemistada, rota,  y arrojada a una dinámica diaspórica que hace peligrar cualquier entendimiento además de la idea misma de política con respecto a un orden justo

Tengamos en cuenta que el presente - este que vivimos - es ese lapso de tiempo donde coincide el espacio de la experiencia con el no-horizonte de las expectativas, un pasado-presente en el que los acontecimientos fueron incorporados a la existencia y un futuro hecho presente que apunta a un todavía-no. Así el futuro se sacrifica en el altar del presente. Ocuparse del presente es, tal vez, el gran error de confundirlo constantemente con la actualidad

El tiempo real nunca es puro, no entrega ninguna percepción despojada de interpretación. Es la mentira de la mentira, la tela que envuelve la tela, la negación del acontecimiento

La perspectiva tendida hacia el futuro devora progresivamente la experiencia dejándonos huecos, vacíos de la misma, y es allí donde se incrusta el cúmulo de expectativas. Se ignoran los desequilibrios que generan las decisiones para el mediano plazo. La posibilidad de configurar un futuro está muy lejos de una política que se vive todo-poderosa frente a los límites impuestos por otras esferas de la vida social, en primer lugar, la económica. Una política que no quiera rendirse a la importancia de una nueva gestión heroica – porque no hay otra salida – debería reconocer su carácter contingente, revocable, tentativo, pero para el poder, la gestión más importante es la gestión de la incoherencia que parece negociarse solo con la impostura

Se necesita de la paciencia, intensificar el aspecto dialógico de la reflexión y posicionarse de otro modo como indagador, dejarse interpelar por un presen abierto a la contingencia, a cuestiones que, si bien siguen abiertas, yacen veladas, a la espera de la palabra que pueda enunciarla, esa palabra profética según Arendt, y no encerrarlas en viejos conceptos

El pensamiento vivo va a encontrar respuestas para nuevas preguntas que se volverán otras

 

El pensamiento vivo surge cuando el hombre es capaz de dejar que aparezca la Nada que le sale al encuentro, ese pensamiento que más allá de toda interpretación, se encuentra abierto y nunca clausurado, eternamente volviendo a nosotros, un pensamiento que no contenga todo lo ya sabido de antemano, sino que lo aguarde todo y se mida por los vínculos entre los hombres, la captación de todo ser en la inmediatez del instante. En medio del hablar, impensable para el pensador pensante, algo sucede en el instante en que se dialoga, se espera todo y nada se anticipa: irrumpe un lenguaje vivo que acontece verbo, se dialoga en un tiempo que está sucediendo donde las ideas no se construyen, sino que se espera que el habla hable. Es un pensamiento que descubre la necesidad del otro: hablar a alguien y pensar para alguien. Allí se da la posibilidad de la novedad donde puede aparecer la novedad

No se descartan las dificultades, la imposibilidad de llegar a estas instancias ya que todo este mundo, habitado por una política de egoísmo, de caos, de banalidad, de mentiras e impostura se ha convertido en casi un destino

Si la política sigue sujetada al discurso del Ahora y se recuesta sobre la dinámica del mundo en lugar de interrogarse sobre el curso deseable de las cosas está destinada a la in-significancia y a la insignificancia. La energía de las estructuras se entrelaza de forma perversa en el destino de los sujetos ocasionando un hiato imposible de cerrar entre la dimensión material y la simbólica, un vacío cada vez más ocupado por el reino de lo imaginario, como una especie de identidad otorgada por un poder que elimina cualquier discurso y convierte a los seres en un espacio vacío que el mismo ocupa. Los paradigmas dirigen, ordenan, son imprescindibles para que la realidad impuesta funcione. Son guías subliminales, contra-iniciáticas de la vida. De ahí la alienación del hombre encerrado en el lenguaje es lo que conduce a un único destino, ya que el lenguaje no solo es escenario de las crisis sociales, sino que las sostiene

Cabe preguntar, por qué los individuos aceptan las cadenas impuestas. Se sabe, el poder es magnético, crea fantasmas, paraísos artificiales difíciles de rechazar, que velan por la esclavitud y provocan un sometimiento y una opresión incuestionados que llevan a trabajar la propia servidumbre. Quizás el motivo que subyace sea el hechizo de fraternidad y las costumbres que atan a la pertenencia, a ese molde que nos configuró para que nos reconozcamos en esas mismas costumbres que llevan al quiebre de la tendencia del ser humano a la libertad. Un asedio casi impensado, que penetra en la conciencia, en el alma, en el espíritu, antes que en los cuerpos, ya que la existencia debe ser pensada para ser lo que ella es, solamente ser, y la libertad es el salto de la existencia donde ella se descubre como tal, y ese es el pensamiento, y pensar la libertad quiere decir sustraerla a la manipulación

Por eso, la mentira política, que no es de otra cosa lo que estamos hablando, se ocupa de socavar los conocimientos necesarios para la discusión ecuánime de los desacuerdos sociales, obstaculizando la formación imparcial de la opinión pública y esmerilando de a poco la legitimidad de las instituciones

 

*Gaslighting:  la invisible violencia sicológica. Se trata de la manipulación de la realidad para beneficiarse de ella. Es un término extraído de una obra teatral de Patrick Hamilton de 1938, “Luz de gas” trasladada al cine en 1944 como “La luz que agoniza” dirigida por George Cukor con Ingrid Bergman y Charles Boyer en la que éste es un marido abusivo y codicia las joyas de su esposa. Pensando en matarla pergeña una atmósfera irreal para que ella dude de su memoria y de su cordura

En los nombres de la obra, Luz de gas o La luz que agoniza, no en vano, hay un reenvío a esa niebla tan característica de Londres que impide ver con claridad las siluetas de personas y cosas, el semblante de un mundo, la realidad que habitamos, y que, trasladada al ámbito político describe en términos sicológicos, de manera inmejorable, la ficción que pretende envolvernos mediante la impostura, y para eso lo que nos está faltando es luz, lucidez

 

La impostura no es un episodio más que sucedió en el mundo. Hoy es el mundo. Empezó casi sin darnos cuenta y ya es una pandemia. Reina con total impunidad, sus síntomas son irremediables indicios de una enfermedad terminal que no se cura 

 

 

 

Mayo 7 de 2023