desplegar menu

541 - La provocacion de Genius
El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno no es infierno y hacer que dure y dejarle espacio

Hoy el aspecto fundamental de la política es la extraña relación existente entre el modo de producción del capital y la producción del deseo inconsciente. La fabricación y la formación de las estructuras psíquicas de la capa que soporta a una sociedad se acoplan -  con la misma exactitud que las piezas de una máquina de precisión – a la organización económica y a los objetivos de la clase dominante

Ante esta situación surge la disyuntiva de si esta es una estructura contingente o necesaria, esencialmente eterna o socialmente producida

El proceso económico y la estructura psíquica se determinan mutuamente y se implican recíprocamente. La economía sin una estructura emocional operante es inconcebible ya que es un deseo históricamente marcado. Los procesos y las relaciones constituyentes de la subjetividad, lo que somos, es el producto de las relaciones sociales que nos han ido configurando

La organización de la subjetividad interioriza la organización social de los vencedores de la dominación histórica, es un sometimiento interiorizado, una “servidumbre inconsciente”, pero lo social no aparece solamente como marca o imposición, sino que en realidad se manifiesta como una lucha entre lo colectivo y lo subjetivo que no se da sin resistencia, concesiones y transacciones mutuas

No obstante, la formación del sujeto es violenta, es el resultado de un conflicto, una lucha, con vencedores y vencidos. Es una violencia que no permite al otro ser lo que es, aquello que no le deja lugar. La brutalidad, en cambio, no es solo una violencia no refinada, es una violencia empobrecedora, repetitiva, mecánica, desgasta la forma, hace perder la diferenciación, borre la singularidad

 

La economía adquirió un lugar de soberanía absoluta e irresponsable sobre la vida social entera, manipuló la percepción colectiva y se apoderó de la memoria y de la comunicación social para convertir al mundo en una única mercancía espectacular, y el espectáculo es el lenguaje, la comunicabilidad misma, el ser lingüístico del hombre que es expropiado y la forma extrema es la política que vivimos

 

Todo lo que vemos afuera posibilita la construcción teórica de una organización subjetiva adentro que determina nuestro modo de ser como réplica de la organización social, pero la historicidad objetiva de los procesos productivos es incomprensible si no incluimos en ellos la propia historia del sujeto producida desde la infancia, y que se prolonga hasta la adultez en la regularización de nuestras cualidades. El campo social es un cuerpo deseante, histórico y materialista al igual que lo es el propio cuerpo o la propia conciencia corporal

La unión de los individuos en una sociedad debería darse por medio de una alianza que no suprima la singularidad de sus integrantes, sino que la acentúe, una comunidad cuya constitución no se basara en una simultaneidad de presencias sino en la apertura, como la interpretación de un texto no dado, no cerrado sobre sí mismo. una interpretación que lo transforme. Una comunidad unida por un testamento de la ley no adquirido, ni siquiera comprendido

La fuerza del porvenir debería ser fuerza de ruptura no menos que de integración, fuerza de disenso a la par que de consenso. Se trata de una comunidad que da derecho a la interrupción, una comunidad que es la puesta en común de lo que ya no está en el orden de la subjetividad y tampoco de la intersubjetividad como relación entre presencias

El sujeto sí es un producto social determinado, pero es humano en lo que vive, piensa, siente y también produce en su hacer. Es el núcleo a través del cual se elabora la realidad del proceso histórico como vivido y sentido. Pero circula por el mundo con su experiencia disgregada entre los fragmentos y el caos de las urbes, sin pertenecer y sin poder dejar de estar, un entre como un ojo que ve las sombras de la época y que requiere una reflexión crítica radical que nos devele cómo y por qué llegamos a este punto, una reflexión intempestiva propia del verdadero contemporáneo

La Modernidad ha fundado lo humano del hombre, pero hoy le obstruye el afuera, el exponerse a lo abierto donde acontece la verdadera novedad. No obstante, el sujeto, nacido en el lenguaje y atravesado por el discurso, puede iluminar lo que el habla calla. La subjetividad inexplorada y no colonizada puede ser la diferencia, el lugar donde desenmascarar las adversidades que trastornan el presente

 

En el pasado filosófico remoto, se consideró “hombre” a la articulación cuerpo/alma, res cogitans/res extensa, hoy, en cambio, hay que ¿acostumbrarse? A pensarlo como un ser partido, quebrado, olvidar el misterio de todo lo que implicaba esa unión y abocarse a explorar su separación - resultado de los dispositivos biopolíticos, que emanan de las estrategias de quienes gobiernan y escinden la vida en lo inescindible. El poder soberano está intrínsecamente relacionado con la administración política de la vida dado que la forma a su cargo sin más para disponer de ella, y tiene la facultad de abandonar esa nuda vida al espacio de excepción, a la posibilidad de ser eliminada

 

El individuo siente en su propia intimidad que algo ha perdido, sin poder identificar que es su alma la que ha fugado detrás de los objetivos autoimpuestos, secuelas de los mandatos de poder camuflados en los intentos de realizarse como persona, y que conducen inevitablemente a perderla. Así se va gestando una nueva subjetividad, la identidad se va desprendiendo de su valor social para restringirse al plano biológico donde predomina el Yo, lo personal, lo propio. Pero hay otra instancia a la que se ha tratado de silenciar, lo impersonal, que apunta a lo que precede y excede al sujeto, a su singularidad. El hombre debe abrir espacio y no puede pensarse desde sí si no abandona ese sí. De ahí la necesidad de deconstruir el ícono de nuestra modernidad

El sujeto no retrocede para tratar de recuperar algo que intuitivamente ubica en el pasado, no puede o no quiere poder, solo aspira a que es mundo que lo rodea también le pertenezca, aunque la realidad es que es él mismo quien le pertenece. Esa reducción del hombre a nuda vida es el proyecto de base de la identidad que el Estado requiere para sus ciudadanos. Hay un vínculo insoslayable entre esa vida desnuda y la violencia jurídica. Se impone un desafío a las viejas categorías para pensar lo humano, el vínculo entre el poder y el gobierno, y para sentar las bases de una política donde ya no haya nuda vida, sino forma - de – vida, y en la que el ser humano sea pura posibilidad y no un “culpable” de la mera vida natural

El hombre se constituye como persona a través del reconocimiento que la sociedad le rinde a su personalidad, o sea, a su máscara, su principal objetivo, muy lejos de esa otra vida, la de acceso a lo desconocido, lo no – social de la identidad y de lo real, al deseo de no ser reconocido, o sea, a todo lo que se abra para volverse impersonal

Es necesario no caer en la despersonalización, esa reducción a nuda vida que el “hacerse persona” conlleva, pero tampoco negar su valor y reconducir la vida a su unidad perdida

Las viejas identidades parecen idas y sin posibilidad de retornar a su condición precedente para oder pensar una nueva ética, para recuperar lo político de otro modo; no obstante, hay algo que persiste al margen de la cultura de consumo donde es posible un nuevo comienzo: una indeterminación, una práctica por la que se introduce una discontinuidad en la aparente linealidad de la vida, que desbarata el tiempo, lo saca de su quicio problematizando aquello que somos o queremos ser  y desarmando las ficciones en que vivimos

El pensamiento como potencia es lo que el poder intenta utilizar para sus objetivos espurios y el único modo de reducir ese poder sería restringir al sujeto haciendo que devenga impersonal, como un recurso que evite la reducción a nuda vida, ya que el individuo no es solamente Yo y conciencia individual, sino que, desde el nacimiento hasta la muerte convive con un elemento impersonal y pre-individual, Genius, nuestra vida, esa vida que no ha sido originada en nosotros sino que nos ha dado origen, nuestra vida, en tanto nos pertenece

Defraudar al Genius, Agamben dixit, es entristecer la vida. Es preciso concederle lo que pide, dejarlo ser en nosotros, dejar que nos atraviese con su provocación. Esta presencia es la que impide cerrarnos en una identidad total. Es Genius quien destruye en el Yo la pretención de autonomía y, por ende, el desenfreno epocal de la egodisea (la odisea del yo) y a sus propósitos, y es a través de la emoción que entramos en relación con lo pre – individual, y, emocionarse es sentir lo impersonal que nos habita indispensable para entibiar este mundo cool

 

La pasión es la cuerda que se tiende entre nosotros y Genius que es, en suma, el encargadao de hacer la diferencia frente a esa complicidad que aglutina las maneras de pensar el presente y que pretende uniformarnos. Por eso el sistema de poder quiere expropiarlo, apropiarse de él, y convertirlo al régimen de consumo, porque cuando lo diferente es separado de su uso común, deviene espectáculo

 

 

 

Agosto10 de 2023