Mundo privado de ritmo, mundo que se privó del ritmo, que se vedó la posibilidad de ver sus días y sus noches responder al régimen de una naturaleza o una historia. Mundo desigual hasta hacer que el sueño mismo quede devastado por la desigualdad. Durmientes abrumados, siempre en alerta, precipitados por un embrutecimiento de breves horas, de golpes, terrores o disparos. Durmientes menos dormidos que fulminados, vencidos a la noche como lo están durante el día expulsados de sus lechos tempranos. Noches atravesadas por relámpagos de fuego, de locura, de hambre
¿Cómo dormir en un mundo hipnotizado por la visión de su propia falta de visión del mundo, así como por la inanidad de todas las visiones que se han disuelto, y que, además, prometían despertares, mañanas triunfales sucesoras de grandes anocheceres en cuyo incendio la noche habría de quedar descalificada para siempre?
Jean - Luc Nancy
Son tiempos de hartazgo, de desencanto, de quiebres y rupturas, de grietas atascadas de mentiras, de la obliteración de lo verdaderamente humano que impide la posibilidad de pensar otro modo de ser
La exacerbación de la puerilidad, la enceguecedora hipervisibilidad, el ego como bandera, el aturdimiento de la cantidad, la saturación de las promociones con el supremo valor - el dinero -, en suma, la entropía de la humanidad, de lo real humano: la ablación del ser como un aire irrespirable. Lo venal, lo banal, y lo viral atravesándolo todo en un orgiástico presente homogeneizado que cruzamos a diario, todo amalgamado en el perfecto emblema de nuestro mundo: la impostura (ver fragmento JVBlog)
Es preciso un salto hacia lo nuevo enfrentando la diferencia y las fronteras que nos cercan. Los necesarios cambios llevan implícito obviamente lo imprevisible de lo por venir, provocando en consecuencia una indeseada inadecuación, la mengua del estado de confort, que es la que abriría el juego de la verdad que es el mundo mismo, mundos puestos en relación de maneras inesperadas, mundos dentro de otros mundos que alojen una mirada a la vez vibrante y abierta a lo por venir. Las voces abanderadas del cambio deberían brotar de la pasión y, sobre todo de la fragilidad de lo demasiado humano
Se vive en medio de un desasosiego, de una desazón donde todo parece zozobrar, encaminados hacia una civilización que aceptará la vida sin un principio que le dé sentido, hecho que no necesariamente es un desastre, ya que de este modo todo podría ser considerado con mayor lucidez desde la vida misma, donde todas las vidas deberían ser re-inventadas, donde el nuevo hombre sería el único capaz de enfrentarse desnudo al vacío del universo y vivir sin un consuelo programado, una norma supuestamente venida desde otro lugar. Podría mirar en el abismo de lo real y encontrar una nueva configuración de la cultura y la política
Sostener el peso del cuerpo, elevarlo de su pequeña cotidianidad, alcanzar la levedad de la mente, requiere un gesto de auténtica libertad, de aceptar el Azar sin pretender refutarlo a causa de su mismo riesgo. La verdadera e irremisible fatalidad del acontecer proviene de aquello que, como toda realidad, no tiene causa, y no hay justicia ni justificación que intervengan en lo que ya está dado. El pánico de ignorar o de querer ignorar el porqué de lo que no tiene porqué remite al carácter siempre inextricable de lo real cualquiera sea éste
“El desierto crece”, el hombre ya no es alma ni sujeto, no queda nadie porque el que es no es nadie. Queda vivir en las ranuras de la errancia, o habitando lo abierto, lejos de los “últimos hombres”
Lo que realmente nos convoca es el mismo ser del hombre como umbral, como lugar de la otredad, del misterio, de la necesidad del ser que está ahí siempre dado de antemano, sin causa y sin finalidad, pero, aunque el ser escape al discurso, insiste en explicarse excluyendo todo lo que realmente es
No hay en el discurso ningún espacio inocente y donde no actúe enmascarada o manifiestamente una especie de violencia que subsume todo en un determinado sentido fijado de antemano, y al que se carga con las cualidades totalitarias de un poder ilimitado que acaba por circunscribirnos y encerrarnos en un territorio de alienación, porque el pensamiento no puede separarse de lo real, las cosas nunca se cierran por sí mismas, viven en un permanente fuera de sí, y de eso se alimenta la poesía, pero, paradójicamente, de esta manera se ha configurado nuestra época habitando el “entre las palabras y las cosas” y esa reificación es la que ha devastado lo que era el hombre de la Modernidad que se había perdido detrás del mundo y hoy aparece decodificado y reconfigurado máquina
El discurso es la prueba de fuego del sistema, la que nos confirma en su inevitabilidad, el verdadero engranaje donde se pergeña el sentido del poder y cuya única función es esa obstinación de continuarse, de expandirse en cada meandro y en todo el planeta, a través de su laberíntica complejidad que se alimenta y se reprograma en una infinita sucesión de líneas simultáneas, una transversalidad inabarcable y controladora de cualquier línea de fuga que pudiera producirse. Solo Eros, el Loco y el Poeta son su verdadero peligro
Pero cuando un estilo de vida, forma o cultura de una civilización se erosiona, solo queda la potencia del pensamiento, la gran Razón, la Piedad de la Razón, que no tiene que ver con la rigidez del pensamiento racional estratificado que torna endeble el espíritu humano, nublando las instancias más enigmáticas de la vida bajo fraudulentas promesas que impermeabilizan la mirada. El pensamiento no puede pensarse a sí mismo como un actuar si no comprende ese “actuar” al mismo tiempo como un sufrir
En el caso de nuestra civilización, el hombre ha experimentado un temblor en los cimientos donde se apoyaba su vida y en toda una trascendencia destinal a través de la fe que le garantizaba la salvación de su existencia. Hoy solo queda un agujero simbólico, el de la falta, que es atravesado por distintas instancias que se desviven por ocupar ese lugar desde una excedencia irracional que se disemina proporcionalmente al desierto de sentido que nos envuelve, y en estos momentos más que nunca, en un mundo abrumado de dureza y de violencia, el pensamiento se ve confrontado por su propia impotenci
El sentido vino encriptado en el mismo lenguaje, implícito en nuestra ontología, por eso su falta ha provocado esa oquedad contemporánea que habitamos y, también, el que lo nombremos con insistencia como el “sentido sin sentido del sentido” que nos ha tocado vivir. El sentido ausente obviamente tiene “sentido” desde su enunciado por su ausencia misma, un movimiento que lo despoja de la significación para darle una apertura inagotable
El pensamiento contemporáneo que atraviesa corrientes de desconcierto que giran una y otra vez en torno al vacío y a la ausencia que acotan este mundo y continúan la extensión de un horizonte nihilista como confín del mundo, afirma un “nihilismo” que señala que es a partir de él como puede encontrarse una salida, pero una salida desde adentro porque ya no puede tratarse de salir del mundo
Por eso, el pensamiento libre que piensa la libertad debe saberse a sí mismo desorientado, perdido, y desde el punto de vista de la acción, deshecho por la tenacidad del mal intolerable. Debe saberse empujado a su límite que es el de la impotencia material despiadada de todo discurso, pero que es también donde el pensamiento para ser él mismo, se divorcia en sí de todo discurso y se expone en tanto pasión, y en esta pasión y a través de ella y antes de toda acción - pero también pronta a todo compromiso - la libertad actúa
La impostura (fragmento post 113 Julia Vincent Blog)
La impostura ha existido siempre en la historia de la humanidad y quizá puede interpretarse según las épocas como una estrategia de poder o una manera casi indispensable de sobrevivir en un mundo complejo y competitivo
Pero hoy se ha globalizado, se ha configurado socialmente como un virus generando seres enfermos, desprevenidos de sí, con la mirada prendida en una inmediatez amplificada por la hipervisibilidad que ha convertido el entorno en una especie de continuación del discurso normativo que nos rodea por doquier, dedicado a destacar continuamente lo que hacen y dicen los ya instalados, y que conforma un lugar de inclusión y privilegio para la impostura
Heidegger dijo que el hombre se olvidó que se olvidó de ser. Hoy ese hombre ni siquiera tiene oído para la verdadera escucha de una de las sentencias más absolutamente representativas de esta época. Lo suyo es un estar sin ser, apostando solo a la manera más rápida de lograr sus ambiciones
La impostura no es un episodio más que sucedió en el mundo. Es el mundo. Empezó casi sin darnos cuenta y ya es una pandemia. Reina con total naturalidad e impunidad, sus síntomas son irremediables indicios de una enfermedad terminal que no se reconoce como tal
La socialidad fue el fenómeno indispensable para albergarla ya que necesitaba de la cantidad, así, como dimensión abstracta, cantidad de lo que sea para apuntalar la apariencia
La impostura vive en el impostor que la modula, la perfecciona, la actualiza, pero está destinada a los otros, quienes a través de su mirada la hacen existir, con la condición de negarse a sí misma - negar su mentira - y usurpar así el territorio de la verdad con el propósito de satisfacer la extrema necesidad de exhibirse, impactar y ser aceptado a través de la apariencia, los actos y las opiniones. No es necesario mencionar como calzan estas cualidades en las castas del poder en los tiempos que corren y que se han convertido en un ejemplo a seguir
El aferrarse al éxito que depende de las opiniones que cibernéticamente flotan alrededor de la vida de los individuos los hace considerablemente más indefensos y por lo tanto más dependientes de una fachada fantasmática que sostiene todas las estrategias del arribismo social que se esfuerzan en implementar para llenar un vacío incurable
La impostura es voraz y sinuosa, comienza con un gesto, luego solo se acrecienta y es imposible bajarse de esa " im - postura". Tiene un efecto adictivo que la ha consolidado y para la que ningún recurso de sacar provecho de ese lado oscuro de la naturaleza que brinda el anonimato es deleznable
Si el impostor en cuestión fuera inconsciente de su impostura - los menos - de ese otro que lo habita como un huésped que vaga en su interior, que vive en él pero sin él, no lo sería y solamente a veces se sentiría rozado por una sensación de inautenticidad. Sería un impostor ocasional y no un habitué de esta galaxia. Algunos consideran que impostar es darle cabida a nuestros otros yoes pero hay una gran diferencia entre hacerlo y reconocerlo. La voluntad mentirosa no es la aceptación de quienes vamos siendo
Parece que la meta de una sociedad como la nuestra, surgida desde el desconcierto y la perplejidad del canto de cisne de la modernidad y gracias a la inmensa fuerza e influencia de la tecnología, ha sido llegar a ser esta sociedad de la impostura
Si bien la cultura es consciente de sí misma, también en parte no lo es. En este caso es como el aire que respiramos todos los días sin notarlo, esa textura ligera que damos por sentada en nuestra vida cotidiana - demasiado cercana para verla - el contexto fragmentario en el cual adquiere significación todo lo que decimos y hacemos. Hasta tal punto hemos interiorizado este contexto que llegamos a no ser conscientes de cómo funciona. Es el gran inconsciente social, que es otra manera de decir que devino natural, que es otra manera de decir cultura, y es lo que subyace a nuestro diario desplazarnos por los días. Y es una de los mayores vehículos del caos político que nos vive
Agosto 17 de 2023