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36 - El privilegio de los dioses
Llevamos el alma interpretada desde siglos, poblada de trascendencia imaginaria, de mandatos que nos han cegado con espejos de polvo, un alma encadenada de teorías que nos han impedido mirar de frente la libertad y medirnos con un destino

Los seres humanos, links de signos sin significado plenos de pura posibilidad, hemos vivido siempre expatriados, fuera de casa, atados a nuestras necesidades, incapaces de transformar nuestro destino de especie, colgados eternamente del lenguaje en una búsqueda destinada a fracasar. No obstante, cada uno es el escenario del proceso del mundo y lo que  rescata al hombre es  justamente la experiencia de este mundo como resistencia, como lucha, una experiencia de libertad, un estar expuesto a la existencia desde lo irreductible de la singularidad, de espaldas a toda generalización

El hombre deambula hoy como un Osiris moderno con sus fragmentos enredados en el caos de las urbes, enfrascado en un horizonte y vuelto sobre sí. La elección de salir de ese- mundo que-decide- por- él, de desaprender la con-formidad y desanclarse de la lectura lineal de la complacencia gregaria es lo que le confiere el punto más alto de su singularidad

El tiempo no contiene al hombre sino que el hombre constituye  el tiempo en la decisión de apartarse del eco. Es necesario pensar desde la crisis de los referentes colectivos culturales de sentido. La comunidad está hecha de la interrupción de las singularidades

No nacemos raíz, nacemos vuelo

 

 Solo lo visible brilla. Solo su victoria brilla, puesto que incluso su derrota es brillante

Hay que pensar este punto: la victoria de lo invisible no brilla

 

El hombre hoy habita un mundo en oferta travestida de imperiosa necesidad y sus mandatos ineludibles se convierten en el motor de su existencia, pequeños horizontes que van dibujando sentidos efímeros y ocupando un vacío inexcusable, una ausencia, una herida, siempre y a su pesar abierta e incurable. No sabe de su oquedad, la vive. Este es el momento cuando el mundo tambalea, cuando el hombre queda solo frente a sí ignorándose: ese sería el gran desafío del ser

La situación de los hombres hoy brota del “dios ha muerto” pero queda la efigie, el ídolo, la materialidad de la ausencia. Dios hoy es el concepto de “dios”, con comillas, un dios de la réplica. El ídolo señala un pensamiento cuya creación pertenece al hombre. Es lo que dios no es. Si dios se queda en ídolo eso que hemos creado no nos deja percibir esa vibración de su ausencia. Vivimos los tiempos de la sombra de dios y nos cobijamos en el escepticismo que la testimonia, considerado con ligereza de vocabulario una especie de nihilismo

El discurso del escéptico es un metalenguaje de lo ausente, el más puro deseo de absoluto. Nunca puede prescindir de lo mismo que cuestiona. Lo necesita para sustraerlo, para decir que no existe, y al hacerlo, afirma su existencia “en la que no cree”, instala una profesión de fe, toca los bordes de la credibilidad. Es la sombra del creyente dogmático, el acicate de esa nada no representada, lejos de la medida del hombre

El escéptico es un aventurero de lo Abierto, un buscador infatigable, un amante de lo indecible. Está cerca del místico por esa necesidad de la lejanía, por su desconfianza en lo demasiado cerca, en lo demasiado humano. Cree con más fuerza en la ausencia que el creyente en la presencia, tiene la mira en otro lugar donde adivina lo sublime, y a pesar de su aparente nihilismo su intuición significa sin completar el sentido. Dirige su mirada hacia lo inabarcable

El metalenguaje del escéptico deconstruye un símbolo, lo pulveriza e instala lo desconocido, el agujero del símbolo. Para él conocer la verdad es el silencio eterno. Oculta la melancolía de la ausencia pero la dice de una forma otra. Rompe al idólatra en sí mismo inaugurando un espacio no idolátrico para dar cabida al misterio. El concepto de dios no podría prometer nada de dios porque el privilegio de los dioses es ser invisible,incomprensible e inalcanzable


 2016