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592 - Un acto de interrupción
La representación del hombre como sujeto tuvo como consecuencia la normalización de la conducta y el pensamiento

De tal manera que el hombre se vio instalado en otra realidad dejando de reconocer lo que cada uno tenía de propio perdiendo su singularidad, por lo que sería necesario devolver el individuo a la persona, reintegrarle el alma abierta que lo reúne con la armonía del mundo entero. La subjetivación indefinida del hombre ha conducido a una sola vía, la destrucción del sujeto en el plano ético, y, políticamente, su socialización indefinida, que actúa destruyendo al ciudadano, por lo que, como consecuencia, podríamos deducir que esta transformación de la sociedad sería la continuación de la democracia por otros medios

El fracaso político y ético de estos tiempos radica justamente en la confusión entre sujeto y persona que destruyó al ciudadano y le imposibilitó construir un espacio público donde poder expresarse. El pilar básico de la sociedad no era la persona concreta dotada de libertad y autonomía sino el individuo abstracto al que se le atribuía una soberanía ilusoria, luego cooptada por una voluntad general que sumaba las referencias sociales concretas. O sea, se puede afirmar que, la crisis que ha sufrido la democracia moderna provino de la confusión de los conceptos de soberanía política y soberanía social atribuidos al ciudadano abstracto y no a la persona concreta. El hombre democrático sufre el haber sido privado de una verdadera comunidad humana, ya que, siendo reducido a la figura virtual del sujeto, se vio despojado de toda responsabilidad en el campo político, y, en las democracias contemporáneas fue reducido a la pura virtualidad del sujeto jurídico. Así, cuando el sujeto aparece, el mundo político se retira, y, el poder aloja a la nueva realidad virtual

El consenso tiene un papel fundamental en la degradación de la política como asunto de valor. Es responsable del autoritarismo comunicacional, es el responsable de que los grandes partidos políticos se transformaran en el fundamento moral de nuestras agónicas democracias, reemplazando la genuina representación democrática, transformando el sufragio universal en una ficción, ya que únicamente viene a justificar las decisiones ya tomadas de antemano por el acuerdo de los partidos mayoritarios. Es un rasgo propio del actual conformismo, el disfrazar con la retórica del consenso los conflictos que deterioran la sociedad siendo incapaces de resolverlos

Es interesante considerar lo político en la literatura, en la que ocupa un lugar preponderante. y donde se reconstruye el tejido desgarrado de una sociedad en la que pueden rastrearse las huellas que dejan las relaciones de poder y la violencia en sus distintas formas a través de las marcas que van dejando en el lenguaje. Por eso debe leerse a contraluz de la historia, como una pesadilla que revelaría el revés de la trama del mundo, lo que escamotea. Lo político es esa forma disruptiva donde el saber se descarrila, donde se interrumpe el curso de lo esperado, o sea, su disenso, que es el verdadero movilizador de la crítica. El poder se ha independizado del hombre, tiene entidad propia, es un mundo en sí mismo por eso la política, y por ende la literatura, no pueden existir sino como un acto de interrupción

Es a través del lenguaje como la literatura desbarata los conceptos esenciales de nuestra cultura, y, en primer lugar, lo “real”. Desde un punto de vista político, y teniendo en cuenta que ningún mensaje es inocente, la literatura se asume revolucionaria. Es hoy la única responsable del lenguaje, pues, aunque la ciencia lo necesita, no está dentro de él, como la literatura: la ciencia se dice, la literatura se escribe

Poco se habla del disenso ya que connota lo que se trata de sofocar, lo inconveniente. Alcanza su clímax en la construcción de una teoría donde la política misma es rescatada de las trampas de la economía imperante que con su estado de confort favorece a unos en desmedro de otros y sobre todo en la restitución institucional de la soberanía social que hoy ha sido sustraída, y que resulta ser el elemento integrador de la soberanía política. Por eso, el concepto de pueblo - hoy soporte hueco de la identidad estatal - ya no tiene sentido más que si es recodificado en el de soberanía

Disentir es una actitud libre, personal o colectiva, de afirmar otra cosa que lo propuesto, lo establecido. Enriquece el obrar humano y consolida una sociedad plural al mismo tiempo que desbarata cualquier intento regulador o estandarizado. No se agota en negar el consentimiento a alguien ni al afirmar lo que no se quiere, sino que logra su plenitud en el pensamiento y la alternativa a lo dado, de esta manera, el disenso asume una dignidad ético política, origina un pensamiento nuevo y, por consiguiente, la conducta alternativa al orden de la normalidad constituida, surge ante el desorden angustioso del mundo, desterritorializa el pensamiento y deja entrever una posibilidad ausente, impulsa al hombre hacia un nuevo espacio donde renacer, al inicio de un camino a recorrer

Disentir es cruzar del otro lado de lo Mismo, es un pensamiento de la diferencia en las brechas del consenso, es huir de los monopolios ruidosos del pensamiento y hurgar en los entres lo que aún calla. Expresa la gran desilusión política, denuncia el carácter ideológico del consenso como simulacro que enmascara la voluntad de poderes de un grupo o clase social

Por eso, la política es un relato que hay que volver a leer y a des-interpretar indefinidamente, porque enmascara su contingencia en el encadenamiento de los hechos. De tal modo es insoslayable repensar la estética en su verdadera dimensión política para poder situarse frente a un mundo cada vez más homogéneo y consensual

En medio de esta circunstancia, la literatura cifra el porvenir y actualiza constantemente los puntos claves de la política y la cultura. Así, una obra literaria se puede politizar, no por su contenido, sino por sus modos de subversión, por la ampliación de aquellas significaciones naturalizadas por una sociedad en un momento histórico definido. Capta el núcleo secreto de una sociedad al asumir la responsabilidad del lenguaje, trabaja en los fisuras y consigue narrar en su carácter oblicuo y encubierto mucho más sobre el mundo social que cualquier texto específico sobre el tema. Es una fractura, una interrupción desestructurante, un ejemplo de crítica en un mundo asordinado. Se ubica en cualquier quiebre o espacio o los produce y plasma el verdadero rostro de la realidad del mundo bajo un manto de opacidad

Lo político del arte dista de ofrecerse como lugar de la ideología; lo político es una condición inherente del mismo donde la pasividad del espectador puede ser cuestionada a través de la creación de un dispositivo que entrega una nueva manera de ver el mundo del arte y una relectura de las sitios del dominio. Se propone hacer visible lo que no lo era y hacer escuchar las otras voces que eran percibidas como ruido. Una tarea de disenso. Así la estética se convierte en una parte fundamental de la estructura social. Allí acontece el encuentro con la poesía, surge una comunidad del sentir que se postula como un bien común, un rescate de lo sensible, de lo heterogéneo - su potencia de emancipación – a la vez que lo resguarda de su conversión en acto metapolítico o en vida anestesiada

Cuando al arte se lo denomina “político” es signo de lo apolítico de la política, una especie de indiferencia amoral donde el consenso destruye al disenso esencial de la crítica, y por ende del discurso estético. El arte es no solo político, es religioso, filosófico, social, psicológico, sociológico, etc. Es todo eso y no es nada de eso. Es un gesto subversivo que muestra lo que permanece oculto en lo que se exhibe, la apelación a un mundo donde imágenes desconocidas quebrantan la sensibilidad del sentido común, un desafío a la tiranía de las imposiciones. Es cuestión de comprender que las formas que configuran las relaciones del decir, ver y hacer, se apoyan en la base de la dominación y sujeción, y aunque el discurso intente apelar a la emancipación, las estrategias para concretarlas perseveran en las jerarquías establecidas por el consenso

El arte está vivo siempre que esté fuera de sí mismo configurando escenas de desfiguración

 

La política se significa como sentido, como emancipación, como un acontecer de lo heterogéneo dentro del espacio homogéneo del consenso, como distribución y redistribución de los espacios y los tiempos, de los lugares y las identidades, de la palabra y el ruido, de lo invisible y lo visible. Por lo tanto el arte puede posicionarse frente a lo consensual produciendo espacios disensuales

Un espacio público y político entraña un espacio disensual donde se introduce una contradicción, se instala un acontecimiento que interrumpe los significados habituales del espectador

 

Lo político en el arte no radica en dotar a los explotados y marginados de un aparato representacional que haga simbólicamente justicia a su condición de desfavorecidos sino en introducir entre la obra y el espectador, entre el espectador y la comunidad, entre lo representado y el dispositivo mismo de la representación la paradoja de lo inanticipado

 

Marzo 8 de 2024