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594 - Una pasividad revolucionaria
En otros tiempos la historia habría sido pensada sobre el trasfondo de una comunidad perdida a reencontrar, a reconstruir.

Esta mirada, deudora de la nostalgia, se recuesta sobre una era arcaica, perdida, una edad de oro, pero ni una conciencia retrospectiva de la pérdida ni del ideal por venir que dicha nostalgia provoca y que nos acompaña desde siempre, están cerca de la verdad

En realidad, la comunidad nunca existió, la sociedad - agrupación encargada de administrar las fuerzas, las necesidades, las funciones y los signos - tomó el lugar de lo que no tenía nombre ni concepto

La comunidad es lo que nos acontece a partir de la sociedad, y ese paraíso perdido resta tan solo como una proyección fantasmática envuelta en la melancolía. La pérdida real es aquella comunión, copertenencia, unidad, que sí forman parte esencial de una comunidad que solo es pensable como negación de la amalgama, de la homogeneidad, de la identidad consigo misma y que, en cambio, tiene como característica primordial la heterogeneidad, la pluralidad, la distancia

 

Aún no ha surgido. Y, en el caso de que acontezca, deberíamos pensar esta insistente necesidad de comunidad más allá de cualquier atisbo de totalitarismo, una comunidad a contramano de una ilusión de integración, de fusión, que esté hecha de interrupciones fragmentarias, suspenso, seres singulares y sus encuentros, una comunidad como el hecho de compartir una separación dada por la singularidad

 

En cambio, en este tiempo desencantado se aloja una política salvaje donde el ser humano se halla insiliado en su propio soliloquio, un discurso que lo aprisiona con los mandatos de una sociedad que lo insta a centrarse en sí mismo y en sus propios recursos, provocando un solipsismo social, lo que significa que cualquier cosa más allá del individuo no cuenta. El extrañamiento que surge de esta situación lleva a considerar que cada uno es un serio obstáculo para el otro ya que se ha convertido tan solo en un peligroso competidor. Lo más alarmante es que su exacerbado narcisismo, el desinterés por el otro, la utilización que hace de él para lograr sus favores en su afán desmedido de lograr más riqueza, más poder y más éxito, no son sino el trasunto de la dinámica de la sociedad de la que emergen

 

El solipsismo social de la época cercena la capacidad de empatía y, anula la compasión, facilita una actitud egocentrista que perfila un tipo humano completamente sustraído de la solidaridad, consciente de sus propios límites, exigido por las inevitables necesidades para su supervivencia que son obviamente refractarias a todo tipo de promesas volátiles al uso. Este solipsismo actual, custodiado por el poder, silencia al vulnerable, a aquel susceptible de padecer injusticia, dolor y desamparo

La comunidad es lo opuesto de la sociedad, por ser el espacio de una distancia que ésta en su empeño de totalización no ha cesado de obstruir. No se trata de una relación de lo Mismo con lo Mismo sino de una relación en la que interviene lo Otro - y éste es siempre inexpugnable – una relación asimétrica en la que el sujeto ve desmoronada su identidad centrada y aislada, abriéndolo a una exterioridad irrevocable, una comunidad negativa - la de los que no tienen comunidad por ausencia de reciprocidad, unidad, comunión – que asume la imposibilidad de su coincidencia consigo misma en una relación fundada sobre el absoluto de la separación

Hay una resistencia proveniente de una subjetividad cualquiera que ya no se define por su pertenencia a la identidad específica de un grupo político o de un movimiento social. Eso mismo es lo que resulta intolerable para el Estado: la singularidad cualquiera que no hace valer un lazo social, que declina toda pertenencia pero que justamente por eso manifiesta su ser común. Condición de toda política futura, la del heroísmo del individuo cualquiera, el gesto excepcional del hombre común que hace emerger la novedad en contraposición a la mediocridad y banalidad del hombre medio

El individuo se vuelve humano cuando imagina, o sea cuando transgrede. La transgresión apela siempre a la acción e implica siempre movimiento. Es una manera de resistirse a ser de-tenido, a rechazar la pasividad estéril y en cambio optar por el grado máximo de la pasividad donde ésta deviene una posibilidad revolucionaria. Contrariamente, la acción del hombre contemporáneo es la fuente de su propia servidumbre, ya que el sistema dominante es una axiomática de flujos decodificados y toda acción organizada será capturada por un nuevo axioma generado por la misma acción

Lo difícil de imaginar es cómo el sujeto, encorsetado por la producción de enunciados que no tiene más remedio que obedecer, pueda liberarse o transformarse

La desubjetivación del sujeto moderno es terreno de la ética porque si se continúa aceptando la pertenencia a la sociedad tal como está, el saldo va a seguir siendo el calvario de los que no pertenecen

Se trata de dilucidar cómo las mismas fuerzas que nos esclavizan nos permitan devenir

 

El pensamiento del devenir, de la diferencia, no surge de un acto de voluntad, es acontecimiento. Allí es donde se encuentra el poder de deshacer al sujeto y liberar las singularidades, entrando en el flujo del devenir

No se trata de volver a una sociedad primitiva donde no existía el trabajo sino de generar un devenir que pueda desarmar el engranaje de la servidumbre. Aquí se impone mencionar el nombre de Bartleby quien desenganchado del mundo del trabajo, despojado de su subjetividad, encarna la despersonalización extrema, y pudiendo provocar el gran colapso en el caso de que su ejemplo cunda

 

El individuo como singularidad libre reposa en un abismo sin fondo, una personalidad anónima y nómade

 

Naveguemos en aguas deleuzianas

El nómade no se define por el movimiento. Nómade es quien no se mueve. Mientras el migrante es el que abandona un medio ingrato y hostil, el nómade se aferra a ese espacio como respuesta al desafío

Una sociedad solo alcanza la plenitud si es capaz de ponerse en contradicción, de extrañarse con respecto a su propia identidad para fecundarse con su ajenidad

El deseo de comunidad atrae a los seres arrancándolos de la sociedad ordinaria

 

Hay individuos que desde el fondo de su soledad no revelan solo el rechazo de una sociabilidad enferma sino que son un llamado a una solidaridad nueva, una invocación a una comunidad por venir

Este individuo solitario desmonta los resortes de sentido que garantizaba la dialéctica del mundo y provoca por un efecto dominó la desterritorialización del lenguaje, de los lugares, las funciones, los hábitos. Es capaz de sostener un grupo sin la ablación de la singularidad, hallar espacios heterogéneos con matices propios, distintos climas, distintas atmósferas, propiciar encuentros sin imponerlos, brindar una atención que permita el contacto y preserve la alteridad

La soledad, ese desierto donde acontece la experimentación sobre sí mismo, es nuestra única identidad, nuestra única alternativa para todas las intensidades que nos habitan

La soledad absoluta es la más poblada del mundo

 

Desde el fondo de ella se pueden multiplicar los encuentros con personas, con movimientos, ideas, acontecimientos, lo que no impide que el desierto sea nuestra propia ascesis, la soledad más absoluta a favor de la despersonalización más radical para establecer otra conexión con los flujos del mundo

Salir del agujero negro de nuestro yo donde nos alojamos con nuestros sentimientos y pasiones, deshacer el rostro, tornarse imperceptible y pintarse con los colores del mundo

 

La soledad es un medio de encuentro en una línea de fuga creadora. Así, es cualquier cosa menos un solipsismo. Es la forma por la cual se deserta a la forma del yo y sus compromisos infames a favor de otra asociación diferente

El desafío del solitario, contra lo que pudiera parecer no es una reclusión autista, es siempre tratar de encontrar o reencontrar un máximo de conexiones, extender lo más lejos posible el hilo de sus simpatías vivas

 

Cualquier reflexión sobre ámbitos universales - cósmicos, políticos o de cualquier otra índole – debe formar parte de la reflexión sobre la propia existencia. La crítica política o la crítica cultural son siempre críticas existenciales. La escisión de teoría y vida esteriliza el pensamiento. Es lo que ha afectado decisivamente a la cultura moderna

 

En los tiempos que corren se considera a la historia un tiempo sin solución de continuidad de cara al futuro a expensas de un presente que usurpa la eternidad, privándonos de la verdadera experiencia, y un pasado olvidado que yace a la espalda
Nuestro presente no está a salvo ya que la imagen hereje de la injusticia se renueva a cada instante en las falsas conciencias de quienes ocupan el rol de conductores y conducidos - una sociedad alentada y extraviada en el consumo, plena de una felicidad vacía en un mundo de falsas representaciones y de profundas desigualdades

No damos lugar al presente si el sufrimiento del otro no se hace carne en todos

La concepción de un progreso del género humano en la historia parece más bien la concepción del proceso de una historia paródica, como si ella recorriese un tiempo puro, homogéneo y vacío. La crítica de la idea de este proceso debe constituir la base de la crítica de la idea de progreso como tal. Ya que guarda dentro de su vientre la otra cara del desarrollo y de la evolución, el retroceso y el subdesarrollo

 

Lo moderno pone en marcha una máquina de ablación de la diversidad de las existencias humanas, o sea una máquina de uniformización a la que el idealismo adhiere, mientras que en la realidad de la historia moderna aparece como interminable y totalitaria, ya que la totalidad nunca se realiza como superación de las particularidades sino que se limita a someter las particularidades a través de un poder represor cada vez más invisible cuanto más efectivo

Lo que engaña es la fijeza del lenguaje, la identidad es un fantasma que el caos coagula como lenguaje. Se actúa dentro de la “normalidad” que dicta y etiqueta lo que conviene pensar extirpando las aristas filosas de la lengua. Su consecuencia es la banalidad, una atmósfera invisible que subliminalmente coopta el imaginario colectivo. La irrealidad comienza con el Todo; lo imaginario no es una extraña región situada más allá del mundo, es el mundo mismo pero mundo como una integridad, como un Todo. Es por ello que no está en el mundo, es el mundo mismo, su principal vehículo


La publicidad, íntimamente asociada con el imaginario, es un extraño lenguaje que no quiere decir lo que quiere decir, no crea nuevas formas expresivas, nuevos códigos perceptivos o nuevas articulaciones de sentido sino un medio ambiente de naturalidad que va a determinar el clima del destinatario, una normalización imaginaria, una imaginación normalizante, una normalidad prefabricada en paquetes de información que es todo su sentido. No es informativa ni deformativa, es performativa, ha convertido las cosas y las gentes en lenguaje

Y hoy el gran problema es esa naturalidad con que aceptamos las imposiciones del lenguaje y todo lo que conlleva. Lo banal se banaliza, se relata. La entropía sufre más entropía, y así erramos en los escombros sin advertirlo, enganchados en un mecanismo cuyos engranajes están cada vez más aceitados, más livianos y sutiles, más invisibles y difíciles de detectar, como un virus que se propaga a través nuestro, inadvertido

Todo sentido es producto de una perspectiva interpretadora y toda jerarquía de interpretación es producto de una perspectiva evaluadora, la intrascendencia del instante

 


 

Marzo 12 de 2024