desplegar menu

607 - La escritura como riesgo de lo posible
La escritura se desliza, embozada, con su suerpo invisible tendido sobre la carne del lenguaje, en un territorio donde el decir se esconde a espaldas de la palabra

Atraviesa sombras que exudan más sombras: es la prodigalidad del lenguaje que estalla en ecos, en la dehiscencia de significantes que se enmascaran, se solapan, y al mismo tiempo, ponen de relieve la incapacidad intrínseca del lengua para homologarse con la realidad

La escritura es lo que se muestra intraducible al decir pero es una excedencia, la que aunque se exhibe, no dice, y no habla de otra cosa: es lo hablado, un más allá del lenguaje, la irrupción de otra lengua en la misma lengua, letra sobre letra, palabra sobre palabra, iguales y distintas. Un-otro-decir.

Es un lenguaje que no usa las palabras para expresar lo que ya existe, sino para “extrañarlas” y así impugnar la condición referencial del lenguaje. Al descartar la representación de lo real, solo le resta volver sobre sí misma decirse, espejarse y diseminarse. Así el texto no cierra nunca, se amplifica, se dispersa, se fisura en infinitos trayectos, cada vez una nueva apertura

El mundo es una urdimbre de hilos sin principio ni fin, igual a la escritura, que rechaza lo acabado, la continuidad, el orden. Ambos van en paralelo a uno y otro lado de un espejo, nudo y quiebre de la realidad

El silencio de lo que no se dijo, ese hiato del lenguaje, obliga a volver hacia un comienzo que se pierde a través de la grieta que proyecta una sombra en la escritura. Se desliza en un retroceso infinito, y aunque cada palabra no remite a ningún referente, se abre a una multitud de sentidos: aquello que no puede ser nunca primero permite apenas vislumbrar, al desvanecerse, un nuevo comienzo, así el sentido se continúa sin pausa, entre un consentir y un reinventarse

Escribir es hacer rizoma, una expansión del lenguaje que desborda la realidad, la desestabiliza, la disuelve, la distorsiona, la recrea, una zona de indefinición entre el sentido y el sin-sentido, una armonía disonante, inacabada y sin centro, un territorio con innumerables líneas de fuga, una forma sin forma que resiste la escritura, un disfraz del lenguaje que explora otra gramática hecha de desvíos, que desbarata la manera ya instaurada de escribir, una producción que parte de lo conocido para crear significaciones nuevas porque la escritura incita al lenguaje hacia un afuera que ya no responde a ninguna lengua

Escritura rizoma, raíces aéreas que conectan con otros textos, raíces subterráneas que vibran con la red entretejida de textos, una encrucijada de citas, referencias, ecos, lenguajes

La escritura se apoya en el lenguaje, se encabalga en él así como también lo desconoce, lo deshabla y lo vuelve a hablar en una enunciación infinita que provoca la vuelta del lenguaje sobre sí mismo. Es una trama de sonoridades semánticas, de significados y sentidos, una historia de superposiciones de la historia: una transversalidad que lo cruza todo Es el territorio en el que ningún lenguaje se impone sobre otro, un territorio donde todos los lenguajes fluyen, donde todos los textos circulan

La escritura implica crear un objeto nuevo, plural, que no pertenece a nadie, habita un espacio vacío, fuera de toda lógica y donde el sujeto no tiene lugar, solo la euforia del emerger del lenguaje. No es necesario comprenderla, sino buscar las asociaciones, los desvíos, las aproximaciones. Aloja la pluralidad irreductible del sentido, no su coexistencia, no puede ser ella misma más que en su diferencia

Improvisada y titubeante, así debería ser la verdadera escritura, como seguir la ruta de lo que no somos, partir hacia lo que nos hace extraños, una travesía de ida en el aire libre del puro experimentar, del riesgo, del azar de presentir lo latente, lo naciente

Un estar suspendido en medio del magma del universo reescribiendo absortos e ininterrumpidamente el eterno acertijo que nos constituye como cazadores exiliados buscando anclajes provisorios, sentidos efímeros, citas de un afuera para un adentro otro

La escritura es cada vez una excedencia que aguarda, no busca otra cosa que su eterno retorno

Nuestras interpretaciones son solo aproximaciones a una lejanía irreductible, un misterio que se guarda en los confines vecinos al silencio. Nuestro mundo mudo habla desde el centro de esa mudez, y la escritura es una sombra que dibuja otro paisaje sobre las letras a las que desconoce, deslizándose interminablemente y remitiendo a un territorio otro siempre más allá, y que lejos de descifrarlo, de reducirlo al sentido, vuelve sobre él y recompone el secreto: despliega pero replegando lo desplegado sobre sí mismo

La significación de lo inefable se queda siempre a punto de conseguirlo. Es la inevitabilidad del lenguaje. La escritura no se constituye en lo que nombra sino en la tensión entre lo que logra enunciar y aquello que queda permanentemente más allá. Siempre hay un vacío que nos interpela y las palabras parecieran no tener otra finalidad que asediar ese vacío

El mundo es un todo inconcluso. Su visibilidad es la superficie de una profundidad invisible. Lo invisible no es lo contrario de lo visible, tampoco es una cosa oculta detrás de otra. No se deja separar de su aparecer visible. Es reversible y la pretensión de ver lo invisible solo lo hace retroceder

Así, el mundo es como una gran escritura, siempre recomenzando, recombinándose y reescribiéndose, como un compendio críptico de signos que componen una Babel de intrincada combinatoria a la que tratamos de interpretar recomponiéndola según una relectura a través de códigos diferentes y de nuestros vademécums personales donde lo que falta hace intuible lo que la imaginación no puede imaginar, ni el lenguaje nombrar, ni el pensamiento pensar

Es como un libro, abierto pero ilegible, y tras cada intento de interpretación, tras cada vaciamiento de sentido, sigue guardando su secreto, su ilegibilidad, su invisibilidad, que es justamente esa instancia a partir de la cual algo puede recién comenzarse a leer , a experimentar lo inaccesible del sentido

De la posibilidad infinita de las letras nunca podremos manifestar más que una escritura arbitraria. La palabra se nos escapará siempre

Por eso cada lectura del mundo es inédita, aun en sus repeticiones, aun espejándose en otras. Todo lo que se explica no alcanza, por eso hay que resguardar la ausencia, el instante entre la creación y lo creado, y esa ilegibilidad que quedará impune es el secreto inviolable del mundo, y solo eso es lo que leemos en cada una de las lecturas que hacemos y que lo reeditan con un nuevo sentido o con su falta. Ese resto callado, lo no pronunciado contiene quizá una zona de enigma, una geografía de lo hondo que nos habita y nos guarda el misterio de la insobornable precariedad del mundo. Permite lo abierto y lo indescifrable

Desarticulamos los textos, nosotros inquilinos vampíricos, enredados en los hilos de la trampa textual de la escritura. El querer “decir” nunca acaba, la linealidad se desbarata en una multiplicidad irreductible de escrituras espectrales que nos rondan y habitan la tela que tejemos y destejemos en un duelo imposible e infinito

Citas, hibridaciones, apropiaciones, contaminaciones, reproducciones, transcripciones: diseminación avasallante sin retorno, el texto se teje y se desteje a sí mismo continuamente

Estamos condenados a la interpretación y a la perspectiva, que nos permite construir mundos abstractos. Siempre conocemos parcialmente, solo tenemos un espacio limitado y nuestra interpretación: el riesgo de lo posible

 

Abril 14 de 2024