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680 - Una tarea por hacer


La realidad se reconoce como irrealidad y es fruto de nuestro poder de representación

Entonces, dónde aparece aquello que no es efecto de ese poder? En este punto, pensar el desastre del pensamiento vendría a ser menos una tarea que una fatalidad

El acontecimiento, lo real, es la otra cara del orden del mundo, es su apertura ineludible, el poder de lo que realmente “es”, lo espléndido en su inaccesibilidad radical, lo insensato que escasamente comulga con la realidad del mundo: ese huracán que nos deja sin la piel del mundo suspendiendo “nuestra realidad”, desautorizándola, enmudeciendo la palabra

El clima confesional que se vive, forma extrema de la apropiación de la privacidad, asordina esa vida secreta que cada uno se adeuda; hay una violencia original ínsita en todo pensamiento racionalizador de ideas claras y distintas, la fragilidad de reconocer la propia debilidad y la pretensión de ser una verdad y una saber

El mundo real se transformó en imagen y la imagen en real, nos convertimos en cifras, códigos, que nos dan entrada a ese mundo que nos habita y que vivenciamos como un sólido suelo pero que en realidad son la clave de la entrada al desierto de sentido. Toda la consistencia que buscamos al pertenecer equivale a aferrarse a una realidad fantasmática donde somos solo uno y la intemperie

Desde el nacimiento fuimos encadenados al enigma y desde allí intentamos liberarnos, porque lo que realmente nos convoca es el mismo ser del hombre como umbral, como lugar de la otredad, del misterio, de la necesidad del ser que está ahí siempre dado de antemano, sin causa y sin finalidad

El ser escapa al discurso pero insiste en explicarse excluyendo todo lo que es

El salto, la elevación, el despegue del fundamento que nos sostiene, privilegian el dejar de ver aisladamente los fragmentos que estrechan la mirada, y son los que restablecen la inmensidad inconmensurable que atados a la gravedad del mundo no percibimos

Nunca se alcanza a ver el mundo desde donde se está. La satisfacción de lo que podemos alcanzar desde nuestros límites no obstante no nos deja caer en el olvido que somos la prueba de lo imposible, lo contrario de lo que somos. Lo que nos falta

 

Logicizamos el mundo, tajeamos la realidad en normas y categorías. Nos adaptamos mundo dejando exánime lo real donde el tiempo se vuelve ininteligible y este mundo una ilusión. Pretendemos que el discurso racional nos envuelva como un velo que proteja de la fatalidad que nos fascina, lo eterno respirando, lo indoblegable. Vestimos al mundo de interpretación, nuevas palabras que se repiten y difieren excretando lo que siempre va a faltar, la excedencia de lo que el discurso no puede contener. La interpretación es el sonido del mundo, el ruido, la furia. Ser sin ser, pasión y devenir de la diferencia, un exilio permanente que trastoca los espejismos de la verdad, un enrarecimiento de la pregunta irreductible que va proyectando su sombra

 

Errancias sin esclarecer. Jirones de pensamientos como una creación de la mirada que se cuela en las zonas más sensibles de la existencia. Nuestra mirada es plural, un transitar insumiso a través de un continuum de interpretaciones que se desplazan unas a otras. Una continua e infinita alusión

 

Hay un sentimiento de inquietud que flota en el presente abierto y vacilante que vivimos e impide la coincidencia con uno mismo. Es la aceptación de la imposibilidad de alcanzar lo definitivo, la condición de posibilidad de la experiencia de la vida arrojada, siempre en tránsito, en medio de un saber a medias y un completo no-saber, un sentimiento de no-lugar, un ansia de partir, de diferenciarse, un partir de sí que no es la fuga, sino el experimentar la extrañeza de lo absolutamente otro, el afuera del mundo

 

No existe saber para el hombre que no sea un infinito no-saber dónde se derrumban para renovarse todos sus supuestos conocimientos, incalculables idas y vueltas sobre un territorio conocido. Una realidad hecha de gestos pacientemente recomenzados. Una exploración de la nada a través del tiempo, el vasto rumor ininteligible antes de que asome un umbral

 

Leemos la época desde la perspectiva de los límites a los que hemos sido llevados. Una indagación de accesos, atajos interminables hacia lo que está fuera de nuestro alcance sin poder vencer la fatalidad de la distancia. Abismos de espera

 

 Lo real es el más-absoluto, el más-de-lo-que-vemos, el más-de-lo-que-vivimos, el más-de-lo que-somos, el siendo-más. Pura pasividad de ser. Envuelve el afuera del mundo y penetra en las certezas del día donde todo es marca de las marcas. La realidad traiciona a lo real, es un abrazarse a lo ilusorio con toda la carne sin darse cuenta de que un espectro ocupó el lugar. Buscamos lo real en lo fantasmático mientras que es la alteridad absoluta la que hace callar la realidad y le impone silencio a la palabra. Allí donde se produce el hundimiento de la realidad acontece la máxima comprensión del hecho del mundo

Nos sucedió el mundo y le sucedimos. Es el sentido de todo este sin-sentido que hay que atravesar, la realidad, como un desgarro que vive entre las palabras y las cosas, una costura abierta donde se vislumbran los restos de una humanidad que se debate entre la opacidad y la fulguración. Nos desvivimos entre verdades omnicomprensivas y omniexplicativas, nos colgamos del hilo del discurso y nos callamos la noche cóncava del verbo El hombre siempre es posterior a sí mismo, acarrea el déficit de su nacimiento perdido

Nace arrojado, no enraizado, por eso sigue fijado en esa incógnita, buscando eternamente su sentido alrededor de ese momento primero y así hace un mundo que lo refleja produciendo cosas que lo protegen de los desniveles de la contingencia, lo consuelan y al mismo tiempo lo distraen de la finitud pero que no dan “ese” sentido justamente a causa de ese mismo reflejo, Narciso extraviado, pero que de cualquier manera se ha erigido en un destino, la homogeneización de todos los ritmos del mundo con un mismo leitmotiv que hemos interiorizado y con el que nos identificamos al tiempo que nos provee una máscara de nuestra propia representación, esa somnolencia de la existencia, el transcurrir de un movimiento vacío

Así, en nuestro nicho ideológico, persuadidos y sumados, estamos solos frente a la pura inmanencia de la facticidad del mundo despojado de cualquier referencia extramundana y donde solo allí se encuentra la posibilidad de sentido

Existencialmente ya no hay más que el mundo mismo que no tiene más sentido pero es el sentido

Somos lo abierto y a través nuestro se expone el sentido. La subjetividad inexplorada, ese resto que no ha sido colonizado, puede hacer la diferencia, el lugar donde el sistema se desbarranque pero sin reapropiarse de un sentido que no se infiera de las propias condiciones del mundo

Se presiona al mundo para que se signifique y de esa manera se in-significa al sentido, se lo pulveriza hasta su dehiscencia total. Justamente allí podrían rastrearse las brasas de un sentido posible en las actuales condiciones de vida. Lo que no volveremos a encontrar es un sentido fundante y totalizador

Ya no hay sentido del mundo sino una tarea por hacer

Aún en el vilo de nosotros mismos debemos hacer a un lado nuestras ilusiones de un retorno al sentido como lo conocimos, solo podremos reencontrar los pedazos de un sentido quebrado – otros sentidos posibles - nunca otro fundamento que nos sostenga y nos asegure la salvación. Es el nuevo desafío de la civilización

Lo que está en juego es esa posibilidad de sentido que linda con la desnudez de la existencia, con inventar la vida a cada momento, liberándola del yugo de la representación, descubriéndola

Lo más profundo es la piel y el sentido y que se viva ya sea como escozor, herida, roce, caricia, golpe, rasguño, magulladura, tatuaje, cicatriz,

eternas las palabras de Jean - Luc Nancy y qué necesario recordarlas a medida que crecemos en este mundo a través del sin sentido


 

Noviembre 24 de 2024