desplegar menu

709 - La libertad como fundamento ontológico de la ética
El pensamiento libre debe saberse desorientado, perdido, y arrojado hacia su límite que es el de la impotencia desalmada de todos los discursos y allí justamente para ser él mismo se despega de ellos y se expone y se experimenta como pasión

Hoy, en su sentido más profundo, ya no se piensa sino que se adhiere al enunciado de los relatos que nos envuelven y que son los mismos que generan la producción de los individuos y de la sociedad quienes devienen así colaboradores impensados de un mundo que se nos ocurre irreversible

Hay una libertad de asunción subjetiva, o asunción de la necesidad que se convierte en tutora de coerciones exteriores y por tanto se manifiesta en proclamas de un mundo agobiado de problemas irreversibles, de cargas aplastantes, y que confluye en una pura anarquía libertaria que acaba convirtiéndose en una impotencia, en una resolución ilusoria de lo ineluctable. La libertad así se confunde por ella misma con lo arbitrario de un yo egoísta y su esencia está en el imperialismo de lo Mismo. Es una ilusión concebir el libre albedrío en abstracto como si el ser humano en todos los momentos de su vida contara siempre con esta posibilidad

 

Pero pensar es un tajo en el sistema. Es ese testigo que nos espera al llegar a casa. Nos des – circunstancia, abre a una realidad otra. Es la intempestividad ínsita del pensamiento, ese Lugar donde pensar es siempre contra la época, contra el sistema, contra el poder, contra la moral establecida, contra el aplauso de los falsos contemporáneos. Pensar es principalmente un acto de desobediencia frente a lo supuestamente incontrovertible, es aventurarse, es ese deseo inclaudicable de encontrarse con lo que nunca se ha pensado, darle la espalda a la aquiescencia, que siempre se auto legitima y confunde la “verdad” con la repetición consensuada - esa productora de realidad estandarizada - una piel otra que vivimos naturalmente, una lengua cómplice y unas retinas diseñadas ad hoc

 

Es necesario recostarse en el suspenso de la palabra, para ir al encuentro de lo sin nombre y huir de las asociaciones de ideas que paralizan e impiden las epifanías que inscriben la diferencia, la emergencia de un vestigio que perturba el lenguaje y la cultura burlando sus límites, inutilizando las leyes ordinarias y las significaciones establecidas

 

La realidad en la que estamos inscriptos y a la que nos suscribimos está cruzada por infinitos hilos que la tensan o dilatan; son las costuras de esa trama que subrepticiamente refieren a una instancia casi olvidada por muchos pero que es la que esencialmente se atiene a lo que el hombre tiene de hombre, y cuyo lugar está hoy ocupado por su sombra. Esa trama de la realidad no es más que el hálito de la ética, una ética de la crisis y en crisis que modula nuestras conductas, nuestras ideas, nuestras elecciones, nuestros vínculos, en suma, nuestras maneras de ser en este mundo - una burbuja flotando sobre un montón de leyes convenientes que pretenden regir nuestra vida en medio de la anarquía y de la resistencia del viento del espíritu, último refugio de la reserva de lo humano

 

La desaparición de significados y sentidos que actuaban como suma vinculante de la sociedad ha conducido a un replanteo de la ética en la búsqueda quizá de un consenso imposible ya que la complejidad que ha alcanzado la sociedad no es garantía de unidad a través de una comunidad de creencias y por tanto se descarta la integración moral que supondría la total simetría de los estados subjetivos

 

Nuestra época ha radicalizado el giro subjetivo. Las certezas morales se han vuelto inciertas al haber dejado atrás la tranquilidad del código de una moral unidireccional. El hombre percibe su desconcierto, su caos moral, la falta de referentes y valores, el alza y la aceptación natural de los anti-valores que agrietaron la sociedad, en suma, no atina a plantarse y ubicarse, solo ve despejado un camino, el de acomodarse en esta forma de des-vivirse de acuerdo a una plasticidad moral, una flexibilidad de los valores, y – permitiéndonos retroceder ante la ultra modernidad - renegando de esa ley escrita en lo más hondo del cuerpo, la vida como libertad, la libertad como condición ontológica de la ética

 

Si la posibilidad de la libertad es la de aquello que aún no está hecho ni pensado, obviamente es la de lo que no puede haber Idea y esta posibilidad escapa al pensamiento si éste se orienta hacia una libertad o hacia una liberación de él mismo que concede, que ofrenda lo que piensa, al margen del cálculo, ya que lo que es verdaderamente pensado no puede ser más que lo que es ofrendado, o sea aquello de lo que el pensamiento es o hace la experiencia y no de aquello con lo que elabora una teoría. Lo que el pensamiento ofrenda viene del abismo de la libertad y ese abismo no está en ningún lugar, es una infinita apertura. Lo inabarcable de lo abierto

 

Este abismo no es otra cosa, es que haya algo, es la generosidad del ser-en- el-mundo de algo. La libertad surge de nada, es de golpe ella misma el límite del pensamiento, el pensamiento como límite, la ilimitación de la prodigalidad de ser

 

El secreto de esta generosidad radica en que no significa dar lo que se tiene - la libertad no tiene nada de propio - sino de darse y esta generosidad es su singularidad a la vez que su acontecimiento

 

Es estar entregado, incluso abandonado, no solo fuera de todo cálculo sino también sin que haya habido ocasión de intentarlo, pero lo fundamental es que suceda sin ninguna idea de la generosidad, entregada como la libertad misma, la propia apertura del pensamiento, el pensar como experiencia

La experiencia de la libertad es nada más y nada menos que la experiencia de que la libertad es experiencia, experiencia de la experiencia, experiencia ella misma, es el peligro del límite que se atraviesa - su verdad, allí donde nada la separa ya de la necesidad - haciéndonos carne de seres singulares en el mundo, capaces de habitar la posibilidad de su libre decisión, su ethos más propio asumiendo el riesgo de pensar con la fuerza y la intensidad del origen

La pérdida de los criterios que de hecho determinan al mundo moderno en su facticidad y que no es reversible mediante ningún retorno a los buenos antiguos o el establecimiento arbitrario de nuevos valores y criterios, solo es una catástrofe para el mundo moral si se acepta que los hombres no están en condiciones de juzgar originariamente, que solo puede exigírseles aplicar correctamente reglas conocidas y servirse adecuadamente de criterios ya existentes

 

 

Lo que llamamos valores no pueden desaparecer del todo si no se aniquilarían a la vez las estructuras fundacionales del individuo que alientan estos valores

Etica no es la vida que sencillamente se somete a las leyes morales sino que acepta ponerse en juego en sus gestos y hoy reducida a una consigna, no encuentra su lugar en medio de los rotundos cambios que desencadenan la desilusión generalizada de la humanidad, la impresionante transformación tecnológica, el acceso a las redes de información que conlleva una carga imposible de asimilar, el pasaje de lo individual a lo global, el multiculturalismo - y la garantía de la moralidad autónoma- que no son más que los encuentros perturbadores de las formas anteriores de conducta con las nuevas. No viviríamos esta crisis sino se hubieran dado transformaciones tan sorprendentes como el modo de procesamiento de la información y el cambio de paradigma de las leyes del aprendizaje que acentúan el desfasaje cultural

Todos estos cambios generan otro mundo dentro del que conocimos, generando una psicosis de criterios que si bien es desestabilizante, es preferible a obstinarse en una moral estática y anacrónica que no cuadra con lo ético mismo, con su raison d´être, evitando así el inmutable estado de cosas dominante que coopera con las instancias del poder social de la normalidad – lo adecuado, correcto, conveniente – el sempiterno orden que roba espacio a la posibilidad de la novedad, teniendo en cuenta además el lenguaje moral devenido obsoleto donde se apoyan todas estas nociones

 

Estamos saliendo de un sistema de principios y podemos vivir en medio de esta falta,

viendo las cosas con mayor claridad desde la misma vida aunque se sigan necesitando principios de equilibrio de la sociedad

 

Tenemos que inventar la vida de cada momento, de cada hora, de cada relación, y de alguna manera, uno a uno

 

Enero 30 de 2025