A pesar de que el ser humano debería ser un gesto de perplejidad, reacciona instalando lo previsible por defecto, lo que corrobora el orden establecido, obviando la exorbitancia de lo inagotable que abre sin pausa la noche del sentido
crecemos en el vacío de los signos
envuelta de mundo va la herida
nos mienten las palabras los ojos mienten
Hay una
gran mentira organizada de manera
colectiva e inconscientemente recibida y asimilada. Toda percepción ya es
memoria dijo Bergson. La cultura que habitamos, saturados todos sus signos, se
convierte en nuestra historia, se vuelve ojo del ojo
Si tuviéramos una visión y un
sentimiento vívidos para todo lo ordinario de la vida humana, sería como oir
crecer la hierba
Las verdades que producimos se entrelazan en un círculo vicioso con las astucias del poder que las hacen posibles y nos señalan el lugar donde pertenecer – voluntad de verdad que necesita que el mundo no cambie para neutralizar la angustia. O sea dominar e igualar, pero la inadecuación del mundo a una idea es lo que abre el juego de la verdad porque lo verdadero es lo inadecuado por excelencia, en cambio, lo obvio que surge de lo aprendido y memorizado sutura toda posibilidad de cambio porque no recoge la riqueza del reverso, la paradoja, el antagonismo
Repentinamente alcanzamos la verdad, ese punto que haría falta, y pasamos el resto de nuestras vidas a la búsqueda de un momento perdido
Ráfagas de verdad que nos repiten como mantras, efectos de verdad que producimos a cada instante. Nos convertimos en máquinas repetidoras, diseminadoras de sentido, hipertextos anónimos de la modernidad, líneas humanas de escritura que no pueden ver debajo de las marcas.
La obviedad de las mismas respuestas instalan los parámetros convenientes como un pase para andar por la vida, como condición de una existencia social aceptable. Se apunta a una especie de “verdades” congeladas, asentadas, asentidas y consensuadas y se logra en apariencia una cierta solidez, un fundamento, de tal manera que cualquier posible inquietud reveladora se aplana en un estado de falsa quietud que implica la pertenencia a un “nosotros”
La subjetividad de la mayoría de los contemporáneos fluye con soltura entre los otros sin cuestionarse, más bien involucrándolos e involucrándose sin decoro -ignorando que el nosotros no es un plural que multiplica un singular sino que singulariza una pluralidad material y espiritual.
Y llegamos aquí donde se requiere pensar sin
neutralizar con la explicación el poder de inquietud del pensamiento, pensar sin
pensamiento, el afuera del concepto. Pensar sin palabras, pensamientos
con pies de palomas. Y esa es la libertad que escuece la esencia más
genuina del hombre, el verdadero quehacer de la existencia, el de atravesar el
mundo, los oídos abiertos, ajenos los ojos, vadeando la orilla de lo
insospechado de los días: la vida como estallido, la que se opone a la razón
que aplana los abismos, encoge las distancias e iguala las diferencias
Si pudiéramos conocer la verdad, la veríamos. Todo lo demás es sistema y alrededores
2016