Cada discurso remite a un Lugar desde donde habla y desde donde proviene su gesto de enunciación. Nadie es soberano respecto de su condición de hablante ¿Cuál es nuestra actitud frente a la marea de pronósticos, de ideas abrazadas a la ideología, de opiniones convenientemente adaptadas a la situación que atravesamos, cuál frente a toda una egodisea difícil de sortear, un maremagnum que evita tocar el sentido de lo que va llegando?
Muy bien no lo sabemos ya que formamos parte de la misma confusión, del mismo drama, de la misma incertidumbre, solo resta ponerse a la altura del acontecimiento, enfrentar desnudos una realidad que nos hermana y a la vez una otra realidad, la narrada
El sujeto humano está fragmentado por la historia ha dicho Marx, por lo que la razón debería ser reemplazada por la crítica de las ideologías para así dejar al descubierto los intereses concretos e históricos de la clase social dominante. La clase, la raza y el género fueron un arma poderosa de desmitificación que desnudó el mito de lo humano y su aparente neutralidad
Las historias oficiales de todas las instancias que conformaban la cultura occidental fueron sometidas a una reconstrucción radical, y lo que había sido privilegiado por la cultura de Occidente debía ser visto como producto de individuos históricamente situados con intereses de clase, raza y género muy particulares. Así se crearon totalizaciones, es decir, falsas unidades a partir de elementos heterogéneos relegando otros a la marginalidad y a la invisibilidad
La clase dominante se define a sí misma y crea su mundo a partir de la definición de minorías marginales. La identidad occidental ha pasado por alto la alteridad y las relaciones de poder no las hallamos en las relaciones del Estado con los ciudadanos o en la frontera de las clases, y tampoco se limitan a reproducir la forma general de la ley o el gobierno en el nivel de los individuos, sus cuerpos, gestos o comportamientos. Ese poder se ejerce más que se posee. No es el privilegio adquirido o conservado de la clase dominante sino el efecto conjunto de sus posiciones estratégicas
Este poder ya no es el conjunto de las instituciones y dispositivos que garantizaban la sujeción del individuo a un Estado ni el sistema de dominación ejercido por un grupo o una clase sobre otros. El poder es omnisciente y omnipresente. Omnipresente, no porque tenga el privilegio de fusionar todo bajo su poderosa fuerza de unión sino porque se está produciendo a cada instante en todos los puntos o más bien en toda relación de un punto con otro, está en todas partes porque viene de todas partes. Es la red inmanente de las relaciones de poder. Hoy, en estos tiempos hiperconectados, una compleja red de empalmes impulsan los regímenes totalitarios modernos: sistemas financieros cleptocráticos (del griego clepto, “robo”, y cracia, “poder”, o sea dominio de los ladrones) que se ocupan del enriquecimiento de sus propios dirigentes con los recursos públicos y que apelan al clientelismo, al nepotismo y otros mecanismos para saquear al Estado, aparatos de seguridad y propaganda, profesionales que colaboran allende las fronteras para así fortalecer su control sobre el poder. Al formar parte de transacciones mutuamente beneficiosas, las empresas corruptas y las entidades patrocinadas por el Estado en distintos países se apoyan entre sí y así se va configurando una narrativa unificada en contra de la democracia
Hay un abismo entre la mayoría y el sector social dominante, entre ambos polos hay un vacío. Este espacio vacío constituye el asiento imaginario de la ideología, el lugar donde reposa la nada hiperactiva de las masas silenciosas que apoyan y legitiman el poder establecido
Si bien es cierto que la ideología se instala en un espacio teórico imaginario, en la realidad social se derrama con una materialidad sólida sobre las contradicciones sociales y culturales. Los antagonismos sociales generan un aparato mediador de transposición y sustitución de funciones cuya importancia es decisiva para la reproducción de la explotación y del poder político
En medio de toda esta precariedad ética, la espiritualidad parece ausente y más, una dimensión casi desconocida, pero yendo al núcleo de la cuestión y despejando lo que proyecta con tan solo nombrarla, lo curioso es que esta reacción solo evidencia el desconocimiento de lo que somos y la profunda desconexión que paradójicamente nos vive en medio de las inextricables conexiones que nos sujetan y enredan. No obstante, podemos traer a colación la profunda espiritualidad que han cultivado los pueblos ancestrales como la forma más alta de la conciencia política y un camino para la liberación de la subjetividad y de las sociedades, un modo otro de construir sentido: formas distintas de sentir, de pensar, de interactuar y de posibilitar la superación de esa visión fragmentada y fragmentaria de la realidad heredada del racionalismo cartesiano
Deriva del latín “spiritus” que remite a aliento, viento fuerte, indomable, libertad. Los conceptos y las epistemes no pueden explicar esa energía; el espíritu trasciende nuestra humanidad y nos lleva no a un reino “más allá”, sino a un “llegar - más - lejos” de nosotros y de la realidad de la que formamos parte
Esta mirada destruye el lugar común de creer que solo las religiones o el misticismo tienen el privilegio de la espiritualidad. Es preciso considerar la dimensión política de la espiritualidad así como la concepción espiritual de la política como parte de una concepción integral de la vida que nos permitiría comprometernos con y para los demás y vivir más allá de la estricta individualidad. Solo mencionar hoy la espiritualidad en la política parece una boutade, dado la profunda deslegitimación y descrédito que aqueja a esta última, ya que es nada más que lucha por el poder, y no una acción individual o colectiva que busque cambiar la vida; es solo una confabulación de estrategias e intrigas para acceder y mantener el poder
La política se espiritualiza cuando hace de la existencia su horizonte y de este modo no solo realiza transformaciones sociales y estructurales sino sobre todo cambios radicales en nuestras subjetividades. Es necesario pensar en las dimensiones invisibles, en aquellas cosas que acorralan nuestras subjetividades, una de las formas más perversas de la colonización del poder. Así, una de las dimensiones más descuidadas de la política es la necesidad de reconstruir y liberar primero nuestra subjetividad, pues si no la transformamos primero, de nada servirán los cambios estructurales
El espíritu, es también el escenario de una lucha de sentidos, y por tanto, no anda lejos del poder, y, en consecuencia, está atravesada por él y puede ser usado para legitimar y naturalizar sus manifestaciones, y quedar reducido a ser funcional a aquellas religiones hegemónicas que mantienes relaciones con el poder y la convierten en un instrumento ideológico para la colonización de las almas, o quedar reducido a espiritualidades light, que después, bucle mediante, son tomadas por el sistema capitalista, empobreciendo y degradando su posible sentido y su potencial político liberador
A pesar de la mala prensa que hoy ostenta frente a la happycracia - el gobierno de la felicidad - no remite solo a la dimensión contemplativa de la vida, ni desmedra la alegría, el amor, las pasiones, el erotismo, sino que es una energía interior que mueve a la acción, que hace posible que asumamos un compromiso en la lucha por la transformación del mundo. Nos plantea otra forma de alteridad. Simplemente, es una fuerza para sacudir la modorra del anclaje al facilismo. No ofrece respuestas únicas y verdades absolutas a los grandes misterios de la existencia sino que más bien nos acerca a las preguntas trascendentes que no tienen respuestas definitivas, lo que acrecienta nuestra conciencia de la fragilidad del Planeta y nuestra conciencia de cómo podemos influir en su devenir en estos tiempos menesterosos que vacilan en medio del ruido del mundo
En sí misma, la espiritualidad, ese territorio donde se juegan las grandes batallas sería una respuesta política frente a la vida y permitiría superar la visión teocéntrica, antropocéntrica y humanista del mundo que ha servido para legitimar el poder, y si nos enfocamos justamente en el régimen que nos gobierna, la democracia formal hegemónica, ésta no pasa de ser un hecho instrumental en donde se obliga a la gente a pronunciarse sobre aquello que le interesa al poder, pero en ese juego de poderes, las necesidades no solo materiales, y menos las espirituales y peor, las de la vida, son totalmente ignoradas, por eso es imprescindible recuperar el poder de la espiritualidad, esa fuerza insurgente transformadora que el poder quiso destruir y usurpar para que le fuera más fácil colonizar todas las dimensiones de la existencia
Febrero 16 de 2025