una novedad que consideramos radicalmente diferente del pasado, y no como su actualidad, donde se ocultan las claves de este Hoy del mundo, desbordado y poblado de seres que viven transmutados en súbditos del consumo en un clima saturado de banalidad
convertido en valor de cambio, espejarse en los demás para asegurar la pertenencia a una comunidad contenedora y perder de vista el tema de la propia vida corriendo un telón para proteger la escena del simulacro de mundo que se consume para consumir, un mundo que se pliega sobre sí mismo buscando y aceptando el pláceme de los demás compartiendo una misma ideología basada en la satisfacción de las demandas de turno,objetos, espectáculos, libros, pensamiento – lo que hay que ver, leer, tener y pensar – es decir, lo – que – hay – que - ser
Todo este engranaje crea un mundo de apariencia armónica, un paraíso artificial del que participa un sector de la sociedad mientras en el otro anida la envidia y el resentimiento hacia ese mundo de hojalata que la publicidad encumbra para que la cadena consumista no se quiebre en ningún punto
especie de horror vacui - de horror al vacío - ante lo amenazante del entorno, y en un intento de exorcizar la realidad que lo atemoriza, la llena de dioses, le impone sus visiones, sus relatos, sus símbolos. La ordena creando una distancia para poder vivir en ella
historia, de cultura, sigue creando y recreando la realidad en complicidad con todo un sistema al que fatalmente pertenece, pero nada más que para poder huir de ella. El hombre del antaño vivía en un tiempo mítico, un eterno presente, un tiempo primordial, sagrado, el tiempo del Acontecimiento que reactualizaba el tiempo ontológico del comienzo. Lo sagrado irrumpía en su cotidianidad como eje de su devenir. Hoy, el hombre es tan solo un pasar, un pasaje hacia el futuro, un mero diferimiento del ahora, donde invierte todo su ser, basando su existencia en lo profano, viviendo en un tiempo simplemente histórico, no cíclico, que no pertenece al hombre real, a su existencia como ser arrancándose del tiempo, del mundo y de sí
escena. Son signos des - encarnados, actores de aquello que los narra sin que se aperciban de ello. El mundo que habitan se transforma en su propio relato, y en el de cada uno, un mundo que los narra y es a la vez narrado por cada uno, un gran híper texto que gira sobre sí y se muerde la cola, nuestro propio gran relato que nos pone en la única escena de este nuestro único mundo, nuestro propio Truman Show
meteorólogo Phil Connors, experto en cuestiones de tiempo, inadvertido de su propio presente, se ve obligado a repetir un mismo día infinitas veces, el día de la marmota, que reenvía a alguien que pasa su tiempo dormido, hasta que despierta. Justicia poética - el necio que toca el fondo de su necedad y roza el comienzo de la sabiduría
Nuestro Truman show que iluminan desde otro lenguaje el estado de cosas que nos envuelve, y que quizá comenzó con el primer click que encendió las pantallas brillantes que se instalaron en todos los hogares como convidados de piedra entronizando la imagen como boomerang de la publicidad La gran trampa de este mundo es la presión que se ejerce para que todas las personas participen de la imagen, consuman todo lo que hay que consumir para lograrlo y luego estén listas para ser consumidas y abundar en valor de exposición como último eslabón para disparar el deseo de espejarse y broche de oro para el funcionamiento del sistema. Hoy las pantallas son la sombras de Dios, y por ende, ser es ser proyectados y reflejados, ser "trending topic", señalar el camino, hipnotizar a los que consideran la libertad un motín
desarraigarnos de la homogeneidad a la que hemos consentido y volver a interactuar sin desalojar las diferencias
noche oscura perdida en la memoria, un susurro de lejos, una espesura espectral que ahuyenta el sueño de los mortales que viven en la mesura de una realidad sin abismos, desbordes ni desiertos
coordenadas de la representación de la realidad abre brechas en esa supuesta linealidad del tiempo que fluye liberando otro tiempo que descubre el secreto relato de la existencia, donde el hombre entrevé su estatura sin proyecciones fáusticas, un tiempo otro con violentas discontinuidades que desmoronan la ilusión creada del devenir. Son instantes agónicos que contradicen convicciones profundamente arraigadas y abren un espacio de pensamiento inclemente, impiadoso, áspero, que desancla al hombre de su escena cotidiana y lo enfrenta con lo otro, con aquello que está más allá de las certezas de su día a día y de la claridad de lo reductible a la razón, una especie de pasaje errático y sinuoso de cara al misterio, de cara a la sombra de las cosas, a la angustia del entre lo que revela y lo que oculta
Aceptamos un tiempo acumulativo y lineal impuesto por principio y orientado a un fin por cuestiones biológicas y culturales que dirigen nuestros destinos individuales y colectivos, un relato del tiempo como un continuum irreversible sometido al reloj y al calendario, centralizado en el hoy de lo cotidiano, de espaldas a la posibilidad de experimentar el presente mismo, su verdad, la puerta abierta, máxima evidencia de existir Liberar la realidad de sus ataduras con el sistema de la significación y dejarla desnuda ante el instante es el primer paso hacia un pensar esa conciencia perpleja, esa imposibilidad de colmarse y resistir la inagotable tarea de perseverar La vida no puede dejar de contarse quién es. Nos inventamos, nos narramos, somos una ficción creada a través de la articulación del lenguaje, un mundo descubierto que cubrimos de significación. La existencia del hombre es una continua interpretación y cuando el relato de la realidad se despeña se da el encuentro con lo imposible, con lo real, con lo inesperado La caída en lo real es vivir en un estado de desencuentro casi absoluto con el mundo, en medio de una soledad nueva y fría y una meditación constante de la nada. Tras cada cosa, tras cada hombre se percibe una brizna de ese caos de lo inmemorial, de la violencia originaria y se abre así un lugar más allá del bien y del mal, de la luz y la tiniebla, un espacio de libertad absoluta, tan distinta de la ponderada en la actualidad de nuestro propio show - que nos desacopla de las fronteras habituales de nuestro pensamiento, una zona de sombras entre las que puede adivinarse el lugar donde anida el misterio del hombre Existir se da en la finitud y siempre reenvía a la otredad, en tanto apertura de lo posible en lo abierto del mundo. Lo injustificable e irremediable del mundo, el misterio de la alteridad irreductible, es el horizonte inapelable de la obligación de existir del hombre, gratuita, sin más explicación que la de pertenecer al misterio del mundo, y no precisamente al de la economía En este tiempo ya no se piensa más en el misterio, se lo ahuyenta de variadas maneras, la principal es la preocupación constante por mejorar las condiciones de vida que abarca el espectro casi total del paradigma que padecemos, poniendo el acento en la emancipación del hombre y en su ambición ilimitada. No obstante la modernidad se tensa entre lo imposible de la perfección y el ansia de un progreso sin límites que pauta el peso del ego, la ceguera y la mediocridad cotidianas y sumergen a la sociedad en una rutina extenuante y monótona. Confrontar el dolor y la muerte, instancias esenciales del sentido trágico de la existencia hoy parecen haberse disuelto en medio de la falsa algarabía y la masificación política y cultural de los valores. Se requieren una experiencia profunda de libertad, de una mirada naciente, inaugural, para rozar el misterio de lo real, el verdadero misterio de existir
Marzo 2 de 2025
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