Pero la pluralidad de etnias, de culturas, de estilos de vida, de creencias, de producciones de sentido, de historia, de relatos, en suma, de diferencias, crea una apariencia perversa, una discriminación embozada, sostenida por una política de apoyo que busca neutralizar en la sociedad cualquier atisbo de discurso crítico
El mundo todo está abierto a la generación Caracol -
como suelo llamarla - que vaga libremente con su laptop, su morral y sus
deseos, acompañada de la sombra de sus robots que la controlan y la vigilan,
invadiendo su privacidad. El panóptico ha sido reemplazado por una red digital
que intercepta todos los datos a la vez que “protege” y supervisa que no se
produzca ningún movimiento intempestivo que altere los cánones de esta “armonía
preestablecida” donde todos estamos conectados con todos y sintonizados en la
misma frecuencia, una frecuencia dominante, la economía de mercado, que provee
un breviario subliminal, una cadena lingüística que nos "habla". Hay una
atmósfera, un modelo que define el tono de lo que debemos pensar y decir, los
constructos oficiales de la realidad que ameritan un consenso programado que no
acepta exclusiones. Esa lengua es la que crea una máscara de universo uniforme
y a través de ella se filtra un mercado de consumo que simula hermanarnos pasivamente a
través de los trending topics y produce un sujeto sin identidad que representa
la totalidad, una secularización hegemónica del existir basada en arquetipos de
consumo y bienestar. El despliegue de la mismidad. El sujeto es un coágulo del
exterior. Es esa exterioridad de lo mismo la que nos provee, nos alimenta, nos devora y fatalmente nos suma
Nos vamos tejiendo a nosotros mismos, y los unos
con los otros sin poder controlar los hilos. Somos textos en suspensión, textos en construcción continua, máquinas diseminadoras de sentido
Es sumamente difícil soslayar las trampas del
lenguaje oficial, sobre todo entre la gente que se forma y se conforma de acuerdo al sistema y que, no curiosamente, es la que se ubica en la parte más elevada de la pirámide social. Vivimos en
el escenario verbal de la trampa, del enlace corrupto de la sintaxis, de las
inversiones de sentido, de una manera de nombrar – un lenguaje encubridor que
legaliza y certifica todos los niveles de sentido y dibuja una sola línea de
comprensión, un lenguaje autoritario, tautológico que refiere siempre a sí mismo, expulsando la diferencia como “extraña” y desaconsejable
El hombre ve el mundo a través del lenguaje pero no ve el lenguaje. La
gran paradoja del lenguaje es que el hombre puede revelar todo lo existente a
través del lenguaje pero no puede revelar el lenguaje mismo
Somos líneas humanas de escritura transitando
entre huellas y diferencias sin poder ver debajo de las marcas. La alienación
del hombre encerrado en el lenguaje es la que lo conduce a un destino de
esclavitud. Trastabilla entre escombros de sentido sin apercibirse de quién
dice sus palabras
Uno de los rasgos más funestos de la cultura
contemporánea es haber convertido las contraculturas en objetos de consumo
mercantilizados
Un “mundo” está hecho del valor único de cada
persona. No está regido por valores que flotan sobre él sino por las puestas en
valor de todos y cada uno. La historia es el despliegue de distintas
voluntades, interpretaciones y sentidos. La posesión diferencial del mundo
La crítica hoy pide la lucidez necesaria para
socavar y tensar significados, una escritura destemplada que abra espacios para
optar. Hay un desierto de sentido que crece, los escombros a la espalda y el
corazón vacío detrás de los horizontes
No obstante, a la palabra siempre le queda un resto que la
salva.
Enero 2017